Nueva Revista 037 > China, un gigante que se despierta

China, un gigante que se despierta

Alberto Ballarín Marcial

Sobre la modernización de China, de su futuro en la economía global como primera potencia económica.

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Referencia

Alberto Ballarín Marcial, “China, un gigante que se despierta,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/696.

Dublin Core

Title

China, un gigante que se despierta

Subject

Panorama internacional

Description

Sobre la modernización de China, de su futuro en la economía global como primera potencia económica.

Creator

Alberto Ballarín Marcial

Source

Nueva Revista 037 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

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¿Qué puede ocurrir cuando China ocupe su lugar en el mundo? China: un gigante que se despierta Por Alberto Bailarín Marcial hina es un gigante que está despertando, en un proceso inevitablemente largo de modernización. Tenemos que esperar al momento final, dentro de 20 ó 30 años, cuando se conCvierta, según lo previsto, en la primera o una de las primeras potencias económicas, para comprobar que la conocida profecía de Napoleón falla como yo espero que falle: el mundo no temblará sino que será más estable, más rico y más justo. Temblará quizá y no tardará mucho en hacerlo en el terreno de la competición comercial. Con todo, sería conveniente, para tranquilizarnos, verla renunciar a crear una marina de guerra oceánica, a exportar armas a los países malditos Irán, Irak, Libia y Siria. Nos convencería, sobre todo, si ayudase a resolver pacíficamente la crisis con Corea del Norte. Tal como se dice en el informe de la ONU sobre la materia, ha surgido un nuevo concepto de seguridad global que se enfrenta con las amenazas actuales a la existencia humana: el hambre, la enfermedad, el crimen y la represión. La productividad agrícola habrá de triplicarse de aquí a mediados de la próxima década.... Esta pacífica visión de futuro es la que respalda China, a juzgar por las declaraciones de su representante Yang Qingwei. En efecto, China se nos aparece hoy empeñada de hoz y coz en el crecimiento económico acelerado; desde 1979, a una media anual dei 10%; su renta per capita se duplico en la década de los 80, algo que preciso 50 años en USA y 35 en Japón. Sus exportaciones se incrementaron a una media del 17%, entre 1979 y 1992. En 1993 atrajo el 40% de todas las inversiones directas en el mundo en desarrollo. La nueva cara de este gigante la he podido ver en TEDA, la Zona Económica y Tecnológica de Desarrollo próxima a Tiensin, de 30 kilómetros cuadrados y con una población prevista de 900.000 habitantes; desde 1990 se viene duplicando cada año el producto bruto de las empresas allí instaladas. El espectáculo es impresionante: grúas, camiones, bulldozers, autopistas en construcción, nuevos hoteles, clubs, urbanizaciones nuevas, una escuela de formación profesional. Hay 60 países representados en ese nuevo mundo internacional, en el que puede verse, por ejemplo, la gigantesca instalación de Motorola (250 millones de dólares). Ese desarrollo económico no va acompañado de una democratización política al estilo occidental. Tras alguna conversación de alto nivel estoy convencido de que los chinos no tienen prevista, por ahora, ninguna apertura democrática, que exigiría una reforma de la Constitución de 1982, de clara inspiración marxista los instrumentos de producción son propiedad del Estado. Habrá atenuantes, pero no piensan cambiar el modelo: autoritario en lo político social, liberal y abierto al exterior en lo económico. Saben que atraen capital gracias a sus bajos costos laborales y a la disciplina de una población que obedece y trabaja; el orden público está garantizado. China ofrece además un mercado inmenso y una política inteligente de localización industrial y de incentivos fiscales. El Partido Comunista que se financia principalmente por empresas de comercio exterior sigue siendo la columna vertebral de la sociedad china, y ello hace que exista una élite privilegiada en todos los sentidos. Su problema es la inflación (del 22 al 25% según zonas), que erosiona el poder adquisitivo de los salarios, lo que da lugar a protestas, malestar y acciones concretas de reivindicación, como huelgas, por ejemplo. No se percibe todavía, en mi opinión, que esté surgiendo una clase media lo suficientemente amplia como para basar en ella la democracia pluralista. Salta a la vista el contraste entre los muy ricos y la masa de los proletarios. Es ese contraste lo que más puede preocuparnos y lo que más me impresionó en esta mi cuarta visita a China. El desarrollo se está logrando al precio de una creciente desigualdad entre las regiones costeras y las del interior (desigualdad territorial); entre las provincias ricas y pobres (desigualdad regional); entre unos ciudadanos y otros, en especial entre las rentas del urbanita y del agricultor (disparidad intersectorial entre campo y ciudad). En las primeras empezó con gran éxito el movimiento reformista de Deng Xiaoping (con un aumento del 20% anual de producciones alimentarias); se crearon en el agro (y se siguen creando) numerosas industrias rurales, pequeñas y medias; se redujo la población campesina, que era del 80%; pero, según mis impresiones, todavía persiste un 65% de población activa agraria, lo que parece contradictorio con un auténtico proceso de modernización. Pronto se aplicó el nuevo lema: considerar como lo principal el desarrollo industrial, la atracción de inversiones extranjeras y la exportación, es decir, lo que podríamos llamar el modelo Hong Kong. El campo chino, esa inmensa realidad, se nos presenta como el pariente pobre del boom económico. Sus rentas repito se ha comprobado ya que son bastante inferiores a las urbanoindustriales, lo que genera una emigración masiva, más o menos incontrolada, de los jóvenes sobre todo, hacia una ciudad que les ofrece mayor oportunidad de empleo y de ocio, pero donde en principio se les explota con salarios muy bajos y horarios excesivos de trabajo, para compensar su carencia de formación profesional. A simple vista percibimos, viajando de Pekín a Tiensin, que debemos suponer el área privilegiada, el retraso que lleva la modernización campesina. Vemos que se trabaja con animales, con burros, mulas, caballejos de poco porte, cebús que tiran del arado como en las estampas de la pintura tradicional china. Los pueblos rurales que divisamos no brillan por su limpieza ni por la amplitud de sus calles o de sus casas: son de una monotonía triste y grisácea. Si comparo ese cuadro con el del World Trade Center y los demás hoteles de cinco estrellas y las tiendas de lujo de la Avenida de la Paz Celeste, me preocupa que esa paz pueda llegar a perderse. Me viene a la memoria otro país caracterizado por los grandes contrastes entre el campo y la ciudad: Méjico y estoy pensando en Chiapas... China ha conocido grandes revueltas protagonizadas por campesinos encolerizados. Sus dirigentes tendrán que estar atentos para que no se repitan, porque se explote a aquellos manteniendo precios bajos para los alimentos o pagándoles en bonos sus cosechas de entrega obligatoria o, sencillamente, porque no se destine a la mejora rural la parte correspondiente y equitativa de los grandes beneficios derivados del desarrollo industrial. A la lista de amenazas que se contienen en el citado Informe de la ONU sobre el Desarrollo, yo añadiría ésta de la disparidad excesiva entre rentas campesinas y urbanoindustriales, una amenaza que está perturbando la vida mejicana y que empieza a brotar en otros lugares del continente como Ecuador, sin olvidar que una de las causas fundamentales del atraso y del malestar africano reside en la subordinación del campo a la ciudad, manteniendo una alimentación barata, a costa de las rentas agrarias. Todo ello resulta más grave y peligroso en China, dada la enorme importancia que tiene la población rural y el altísimo valor reconocido desde siempre a la actividad agraria, que se iniciaba todos los años al abrir el emperador un surco, simbólico y sagrado. •