Nueva Revista 032 > Ahora bien, ahora mal
Ahora bien, ahora mal
Antonio Garrigues Walker
Una tragicomedia en homenaje a Francis Fukuyama. "Cuando los líderes renuncian a sus ideales, los públicos, no tienen razones para el respeto".
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Número
Referencia
Antonio Garrigues Walker, “Ahora bien, ahora mal,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/588.
Dublin Core
Title
Ahora bien, ahora mal
Subject
Ensayos
Description
Una tragicomedia en homenaje a Francis Fukuyama. "Cuando los líderes renuncian a sus ideales, los públicos, no tienen razones para el respeto".
Creator
Antonio Garrigues Walker
Source
Nueva Revista 032 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426
Publisher
Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.
Rights
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved
Format
document/pdf
Language
es
Type
text
Document Item Type Metadata
Text
Cuando los líderes renuncian a sus ideales los públicos no tienen razones para el respeto. AHORA BIEN, AHORA MAL TRAGICOMEDIA COSTUMBRISTA EN HOMENAJE Y MENOSPRECIO A FRANCIS FUKUYAMA Por Antonio Garrigues Walker (En escena, al fondo, en fila, dando cara al público, quizá sentados, quietos pero no inmóviles, tres personajes (Al, A2 Y A3) vestidos de forma aparatosa y deformante cuya personalidad o simbolismo se explica luego. Aparece, de entre los espectadores, el presentador (P), mezcla de presentador de circo, de cabaret y de televisión, con movimientos y palabra rápidos, generando, desde el primer momento, un ritmo vertiginoso, sin el cual esta obra perdería sentido y significado). P. ¡Qué bien! ¡y cuanto de bien! ¡y qué requetebien!. Bendito sea el destino que nos permite encontrarnos todos ¡untos en estos graves y terribles momentos de la gran crisis universal, en esta gran madre de todas las crisis, en esta gran madre de todas las dudas y de todas las inseguridades, en este comienzo deslizante, grasiento y polvoriento con el que se anuncia ¡al fin! el fin de la historia. Y bendito sea, asimismo, el destino que en un rapto de generosidad, en un revuelo de gracia y de misterio, en un hervor de necesidades y deseos, nos ofrece lo oportunidad de recibir en nuestros corazones, debidamente maniatada y vencida, a la gran solución, a la solución única, a la solución absoluta, y dicho sea con todo respeto y con sumo cuidado histórico, a la solución final. Les voy a explicar el cómo, el cuándo y el porqué. Es para mí un orgullo y asimismo un placer y desde luego un privilegio, tener la oportunidad de anunciarles que, en el día de hoy, se inician con carácter de estreno para todo el mundo las sesiones de teatro participativo integral, T.P.I., modalidad de representación dramática en la que es el público y sólo el público quien decide por el sistema de democracia, en parte directa y en parte representativa, lo que debe suceder y lo que no debe suceder. En esta noche, que yo intuyo que va a ser única, pródiga y mágica, son Vds. los que escriben, ensayan y representan su propia obra de teatro. Son Vds. los que triunfan o los que fracasan. Son Vds. los que sufren o los que gozan, según su voluntad, y son Vds., finalmente, los que se viven o los que se desviven. ¡Bendita libertad! ¡Bendita liberación de imposiciones e imaginaciones ajenas! ¡Se acabaron para siempre aquellas obras de teatro rígidas, pretenciosas, subliminales, crueles, ofensivas, inútiles, necias y sobre todo inexorables e inevitables. Ha llegado el gran momento de la creación colectiva, de la improvisación solidaria, de la afirmación de la soberanía pública. Reciban Vds. mi más sincera enhorabuena y mi más sincero aplauso. (Aplaude con exquisita vehemencia controlada.) Y ahora, mis queridos amigos, empecemos sin tardanza a diseñar la función de esta noche. Permítanme, por de pronto, que les haga mi presentación. Yo simbolizo la unión de todas sus conciencias y sensibilidades. Yo represento el zumo sin azúcar ni colorantes, de todos sus cerebros exprimidos, el ectoplasma de sus muchas vanidades, el resumen de sus muchos deseos inconfesables, pero también y sobre todo, la esencia de su bondad, de su integridad, de su espiritualidad. Y en su consecuencia, o por ende, como dicen algunas personas insoportables, yo actúo como a Vds. les da la gana, yo digo lo que Vds. me hacen decir, y pienso lo que me hacen pensar y hago lo que me hacen hacer. Por ejemplo: ahora mismo estoy notando, o mejor dicho, me están Vds. haciendo notar, con toda certeza, inequívocamente, que ya no quieren más presentaciones, ni más dilaciones, ni más explicaciones, ni más tonterías y, en definitiva, que tenemos que pasar del necio, estéril y funesto pensamiento a la acción pura y dura, a la acción directa, a la acción normal y corriente. ¿A que estoy en lo cierto? ¿A que es así? (después de la reacción del público) ¡Claro que sil Les conozco, dicho sea con perdón y también con verdad, como si me hubieran parido. Y por eso mismo, siguiendo sus órdenes vamos a ir enseguida a la purificante y benéfica acción. Pero primero me tienen que facilitar algunos datos imprescindibles. No se asusten. Spn dos cositas nada más. Primera: hablando en términos teatrales, ¿Vds. quieren que esto sea una tragedia o una comedia?, o para más claridad, y para que no haya confusiones, ¿Vds. quieren que esto acabe bien o que esto acabe mal?. Por favor, digan algo. ¿Bien o mal?. (Después de la reación del público). Tranquilos. Vamos a decidirlo democráticamente. Los que quieran que acabe bien que levanten la mano. (Hace que cuenta). A los que les dé lo mismo o no quieran ni una cosa ni otra, que levanten la mano. (Hace que cuenta y luego suma y resuma). Pues esto, señoras y señores, va a ser una tragicomedia que en parte acaba bien y en parte acaba mal, pero más bien tirando a bien que a mal. Y ahora sólo nos falta un dato: ¿quieren Vds. que sea un espectáculo de mucha risa o de poca o ninguna risa?. Vamos a ver. Los que quieran risa que levanten la mano. Los que no quieran risa que levanten la mano. Los que no sepan o no entiendan o no quieran contestar que levanten la mano. (Suma y resuma). Resultado final: por mayoría minoritaria absoluta y en virtud de la coalición de unas facciones con otras, Vds. han decidido colectivamente que esto sea una tragicomedia sentimental costumbrista con un dulce sentido del humor debidamente controlado, pero que llegue a humedecernos las faldas y los pantalones. Pues eso es exactamente lo que va a ser. Ni más ni menos. Lo que Vds. han querido que sea. (Da una vuelta pensativa por el escenario). Pero eso no puede ser todo. Una simple tragicomedia no puede ser todo. Yo detecto, yo noto, yo siento, yo sé que ustedes quieren algo más. Algo más divertido y divertente, algo más calentito y más caliente. Pero no me digan nada. Déjenme pensar. (Da otra vuelta). ¡Ya lo tengo!. Ya sé sin la menor duda, lo que Vds. quieren y lo que Vds. necesitan. Mis queridos amigos, mis queridos dueños: tengo el placer de comunicarles que este espectáculo, además de ofrecer la ya citada tragicomedia, va a contar asimismo con: (Aparece rápidamente A4 con un traje de desbordantes colores). A4. (Como un vendedor ambulante). Con todo lo que Vds. más aprecian, más gustan y más necesitan. Vean, si no, lo que les ofrecemos: empezaremos con una tertulia radiofónica de lo más divulgadora y dicharachera en donde al pan se le llama vino, y al vino, pan, pero no importa nada porque es una cosa muy entre amigos y muy informal; tendremos, después, un apasionante informe en el que se narrará, se juzgará y se condenará la escandalosa desviación sexual de un hombre que forzó y violó reiteradas veces a una sequoia, y la contagió el virus del ser humano, con lo cual la sequoia acabó convirtiéndose en un bonsai ridículo y torpe; analizaremos asimismo el feliz reencuentro con su novia de un adorable gato siamés que fue robado de su propia mesa camilla y que tuvo que soportar un largo cautiverio en una cloaca londinense; escucharemos también ¡cómo nol a un futurólogo de voz profunda, melosa y deliciosamente atontadora, predecir con toda exactitud el futuro profesional y sentimental de personas que ni siquiera merecerían tener futuro; y ya dentro de esta maravillosa vorágine, y para concluir, veremos simultáneamente un partido de tenisfútbolbaloncesto y al mismo tiempo, pero en el otro lado de la pantalla, una carrera de cochesmotosbicicletas; e inmediatamente después, una película a todo color de porno blando, duro, flácido y a media asta; y, por fin, nos emocionaremos tiernísimamente con las guajiras andaluzas de una tonadillera vasca, de madre belga, a quien se le desgarra el corazón en dos, ¡a la vista del propio público!, cuando canta un pasodoble tirolés a un caballo garañón que, persiguiendo a una yegüa rociera y casquivana, se partió las tres patas delanteras esquiando en las altas llanuras de Albacete; y por si todo ello fuera poco, entre número y número, gozaremos alegremente con la irrupción de miles de bailarinas jovencísimas y guapísimas con su culito respingón al aire, moviéndose febrilmente de un lado al otro, de abajo a arriba y de atrás hacia adelante, en una búsqueda apasionada de aquellas cosas que pueden llenar y rellenar de sentido sus dulces ambiciones y ensueños. Thats all. ¡Voilal. (Se retira de la escena dando saltitos que imitan los movimientos de las bailarinas). P.¿Qué les parece?. No aplaudan. No reaccionen. No digan nada todavía. (Vuelve a dar una vuelta pensativa). Les noto inquietos y por eso estoy yo inquieto. Sigo notando que Vds. quieren algo más. Algo más concreto. Algo más real. (Da otra vuelta). Pues saben lo que les digo: que lo van a tener. Al fin y al cabo, una noche es una noche. Escuchen con atención. (Aparece de nuevo con rapidez A4 con un traje distinto pero tan aparatoso como el anterior). A4. Señoras y señores, éste es, realmente, su día de suerte. Por el mero hecho de haber venido a este espectáculo, cada uno de los espectadores, es decir, cada uno de ustedes, ha ganado lo siguiente: Primero: un elegantísimo, potentísimo, agilísimo y brillantísimo coche con el que podrán ligar, seducir, o enamorar a cualquier persona, cualquiera que sea su sexo y aún mejor si no lo tiene; un coche con el que generarán no sólo elogios y admiraciones sin límite, sino sobre todo, auténticas rabias y envidias profudísímas e indelebles; un coche con el que podrán subir a las más altas montañas del mundo y frenar con firmeza y seguridad ante cualquier obstáculo o precipicio. Segundo. Han ganado, asimismo, como es lógico además de inevitable, jun apartamento!. Sí, señores, nada más y nada menos que un apartamento repleto de las cosas más exquisitas e innecesarias, situado en el mismo centro de las Montañas Rocosas, todo el alicatado hasta el techo y decorado al alimón por Butragueño y Madonna. Y, por fin, ¡prepárense!, la diosa fortuna ha decidido concederles no uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco, ni seis, ni siete, ni ocho, ni nueve, sino ¡¡diez millones de pesetas!!. Pero no unas pesetas vulgares y corrientes. No, de esas, no. Se trata de pesetas a prueba de todo género de serpientes monetarias, porque han sido debidamente impregnadas con el nuevo líquido antidevaluante Marcoyen. Thats all. ¡Vo¡lal (Saluda respetuosamente y se retira). P. No está mal, eh?. No está nada mal. (Se queda mirando al público). ¿Qué pasa?, ¿que no les parece suficiente?, ¿que todavía quieren algo más?. Pienso sinceramente que se están pasando un poco de la raya, pero como donde manda patrón no manda marinero, ahí va lo último y definitivo. Estoy seguro de que les va a gustar. Me complace notificarles, formalmente, que para evitar posibles problemas de comunicación y de entendimiento, que son siempre ¿verdad? problemas muy delicados y muy molestos, todos aquellos de nosotros, o mejor dicho, de Vds., que sepan diferenciar el romanticismo italiano del romanticismo francés y del alemán o distinguir adecuadamente entre ética y estética y entre ética y moral, o analizar las distintas escuelas filosóficas presocráticas, o hablar correctamente el árabe, el chino y el japonés, serán detenidos, vilipendiados y expulsados del territorio nacional, con lo cual sólo quedaremos en este reino de la gran pomada, en esta gigantesca verbena, en este alucinante casino, los que amamos la vida tal y como es, la vida en su sabor inmediato, la vida en su realidad realista y realizada, o, en una palabra, que es lo que se suele decir cuando son seiscientas palabras, la venturosa vida a palo seco, sí señor, a palo seco, con todas sus connotaciones vitales y hasta eróticas. ¿Están, ya, satisfechos?. Yo noto ahora que sí y noto además que quieren expresar su satisfacción y su alegría con un gran aplauso. ¡Pues adelante!. Aplaudan sin límite ni medida!. (Después del aplauso). ¡Muchas gracias! ¡Muchas grúciasl. Señoras y señores, va a dar comienzo en estos momentos la tragicomedia Ahora bien, ahora mal, así titulada en agradecimiento y emocionado recuerdo de la única persona en este mundo capaz de entender el porqué de este título. Estos tres personajes, estos tres símbolos, estos tres pellejos, estos tres jinetes solitarios se van a poner en seguida en movimiento, que es como el aire se transforma en viento, y como quien no quiere la cosa, (se interrumpe), por cierto, ¿alguien sabe porqué se dice como quien no quiere la cosa?, bueno, pues como quien no quiere la cosa, estos tres muñecos van a fabricar para Vds. la solución única, la solución absoluta, la solución final que les había prometido desde el principio. Háganles mucho caso, por favor. Ellos tienen la clave, precisamente porque Vds., a través mío, se la han dado. Pero que conste una cosa, Vds. pueden intervenir en cualquier momento ya sea para discrepar o para acentuar o para alterar radicalmente cualquier situación. Nada ni nadie puede coartar su libertad. Yo ahora, por exigencias del guión, me tengo que ir de la escena. Pero no se apuren. Desde allí en donde esté, seguiré a sus órdenes, minuto a minuto, hasta el final de la noche, que coincidirá, ya lo verán ustedes, con el final de mi persona. Sres. actores: prepárense. (Así lo hacen las dos actrices y el actor). ¡Acción! (Se retira el presentador y se sienta con el público. Se adelanta Al). Al. (Es una mujer de alguna edad, muy aparente y vestida de prostituta). Todo empezó cuando me ofrecieron hace algunos años, no crean que muchos, un millón de dólares por ya saben Vds. qué. Después de pensarlo algunos segundos, acepté. Era la moda en aquelíos tiempos. Luego, poco a poco, le tomé el gusto a la cosa y lo que fue una aventura apasionante acabó convirtiéndose en un fascinante oficio. Del millón, claro está, tuve que pasar pronto al medio millón, del medio millón, rápidamente, al cuarto de millón y desde ahí, en un descenso vertiginoso, a las 10.000 pesetas por hora y media, taxi incluido, aunque estoy dispuesta a hacer descuentos por grupo. Quiero que sepan desde el principio que cuando me ofrecieron el millón de dólares, mi estructura mental era muy peculiar y mis circunstancias personales también lo eran. Se lo contaré después con todo detalle. (Se retira. Se adelanta A2). A2. (Es un hombre hecho y derecho vestido de soldado). Me escapé de la guerra, eso es verdad. En términos técnicos soy un desertor. Lo acepto. Sólo quiero dejar clara una cosa. No huí por miedo. No soy cobarde y nunca he sido un cobarde. Deserté porque no entendía nada, absolutamente nada, de lo que estaba pasando. Llegó un momento en el que ya no sabía quien era mi compañero y quien mi adversario, quien mi amigo y quien mi enemigo, quien Caín y quien Abel, quien Sadam Clinton y quien Bill Hussein. Y por lo tanto no podía disparar, no podía apretar el gatillo ante el temor de equivocarme. Un día incluso, mi confusión de términos llegó a tal nivel, que me autoconvencí de que yo era el único enemigo posible y estuve a punto, créanme, de descerrajarme un tiro entre ceja y ceja. Por eso me fui. Por eso deserté. Así comienza esta alucinante historia que tengo el propósito y la obligación de narrarles paso a paso. (Se retira. Se adelanta A3). A3. (Es un ¡oven ejecutivo o una ¡oven ejecutiva vestida de hombre). Yo soy lo que, en términos estrictos, se denomina un ser corrupto. Engaño, miento, amenazo, me humillo, compro, vendo, me vendo, sumo la resta, multiplico lo dividido, me fumo un puro y aunque soy mujer me llamo Francisco. Cuido mucho la imagen física pero me trae sin cuidado lo que la gente piense de mí. Me da exactamente igual. Soy el más genuino, el más perfecto, el más envidiable ejemplo de sepulcro blanqueado. Y por ello no tengo el menor inconveniente en desvelarles esta noche mi proceso evolutivo hacia la corrupción, ni los matices de mi galopante ambigüedad sexual, ni mi más absoluta adoración por el pragmatismo rentable. Pero todo eso lo haré, y lo haré a fondo y caiga quien caiga, después de una pequeña pausa publicitaria. (Se apaga la luz). (Se enciende la luz. Suena la música procedente). (Aparece A4 con largo pelo falso de mujer que le llega hasta la cintura). A4. He utilizado todo género de shampoos. Alemanes, italianos, checos, eslovacos, españoles, costaricenses, egipcios y muchos otros, con el solo propósito de poder mover mi cabellera con esa dulce cadencia, ese tiernísimo movimiento que observamos con gozo y con frecuencia en nuestras pantallas de televisión. Pero todo fue un fracaso. Mi pelo se negaba sistemáticamente a balancearse y mi frustración aumentaba la intensidad de mis fuertes depresiones matutinas. Pero un día, siempre lo recordaré, una amiga, buena amiga aunque un poco pendón ¡porque hay que ver lo que me hizo ayer la muy sucia I, me ofreció este producto maravilloso que en una sola toma o aplicación cambió la faz y la paz de mi vida. Vean Vds. Vean Vds. Miren con que elegancia refinada se desliza y se recoge mi cabello. Gocen Vds. también de esta sensación de libertad, de placer, de magnanimidad, de longaminidad. Por cada lote que compren recibirán un compactdisc con la barcarola de Hoffman para que puedan ensayar los movimientos de su cabellera frente a los espejos de sus casas señoriales y asimismo un precioso número de una maravillosa lotería benéfica que si les es favorable les permitirá descubrir, a bordo, claro está, de un lujoso yate, las verdaderas y misteriosas fuentes del río Manzanares y, si aún se atreven, las terroríficas cataratas del Guadalquivir, es decir, que podrán llevar a cabo las más grandes aventuras, las más apasionantes aventuras que se le ofrecen hoy al hombre moderno. (Vuelve a mover el pelo). Thats all. ¡Voilal (Se retira enviando un beso al público). (Se apaga la luz). (Se enciende la luz. Se adelanta Al). Al. Tengo que reconocerlo y lo reconozco. Mi marido se comportó como un auténtico caballero de los tiempos contemporáneos. Cuando le transmití la curiosa propuesta que había recibido, apoyó en todo momento y sin la menor reserva, mi libertad de decisión y preparó, sin pérdida de tiempo, un pequeño contrato regulando la distribución entre nosotros de la cantidad convenida, atribuyéndose él un pequeño porcentaje mayoritario, que a mí, por cierto, me pareció muy razonable, en razón del daño moral y de imagen que iba a sufrir. Ya saben Vds.: el qué dirán. Previo también en el contrato el reparto de los beneficios que pudiéramos obtener por vender la exclusiva de la noche en cuestión o el relato íntegro de la historia, así como los posibles derechos de cine y televisión. Luego me abrazó con cariño y con ternura y me susurró al oído algo que me tranquilizó muchísimo, aunque, si les digo la verdad, todavía no lo he entendido bien. Me dijo: no te inquietes, amor mío, tú no eres lo que pareces, sólo pareces lo que eres. Y añadió con el buen sentido del humor que le caracteriza: con ese cuerpazo que tienes ¿no podrías negociar un millón doscientos?. Yo hice como que me enfadaba, pero la idea se me quedó en la cabeza. Pensé además otras cosas pero quiero meditarlas bien antes de contárselas a Vds. Vuelvo enseguida. (Se retira. Se adelanta A2). A2. Yo, al principio de ser soldado, pensaba que era una cosa muy natural eso de ser soldado, e incluso muy propia y muy honesta, porque el ser humano lleva la guerra dentro de sí mismo aunque se vista de feriante, de ginecólogo o de arquitecto, o de seda. El ser humano es bélico porque, como ya sabemos, necesita que le reconozcan y le diferencien del otro, con lo cual el otro, quizá no sea el infierno, como exageraba alguien, pero sí el enemigo esencial de nuestra personalidad. Quiero aclarar enseguida que esto no lo digo yo. Según se me ha informado, me obligan Vds. a decirlo porque, al parecer, quieren tranquilizarse y yo les comprendo. Pero, con su permiso, quiero dejar constancia de que yo no lo digo. Yo digo que hay una diferencia abismal entre matar a un hombre o no matarlo, y digo que esa diferencia abismal es mucho menos abismal si se compara la matanza de un hombre con la matanza de las esperanzas de un hombre, y afirmo categóricamente que entre matar a un hombre o arrebatarle su dignidad, no hay la más mínima diferencia, pero que aún así es preferible quitarle la dignidad antes que matarle, aunque debo aclarar que de eso no estoy muy seguro porque antes tendría que saber si aquéllos que murieron con dignidad, hubieran preferido, una vez conocida la muerte, estar vivos. Por otra parte, al soldado, Vds. lo saben, le pagan muy mal y no es que eso influyera en mi decisión de desertar, pero me hizo pensar, además de lo anterior, que si con lo poco que le pagan a un soldado es capaz de matar, ¿qué no haría un ser humano por un millón de dólares?. Les dejo un momento con esa pregunta, que es, por cierto, también, su propia pregunta, y luego vuelvo. (Se retira. Se adelanta A3). A3. Yo también tengo una pregunta. Supongan Vds. por un momento que todos nuestros actos, nuestros comportamientos y nuestras decisiones fueran realizados o adoptados correctamente de acuerdo con el más estricto código de ética del país más desarrollado y avanzado del mundo. ¿Creen Vds. que eso erradicaría el mal?. Desengáñense. Nunca habrá nada nuevo debajo del sol, ni tampoco debajo de esta luna maravillosa que hoy nos acompaña. De hecho, nunca habrá nada nuevo debajo de nada. El mal y los malos siempre han sido la misma cantidad y las mismas personas. Es más, tiene que existir un equilibrio razonable, un cierto equilibrio exacto, entre el bien y el mal. Un exceso, o un defecto, de uno o de otro, sería tan catastrófico como la desaparición absoluta de la capa de ozono. Sería, pura y simplemente, la aniquilación de la condición humana. Y por eso se nos ha advertido con toda claridad, que el sol lucirá siempre sobre los justos y también sobre los pecadores. Tengamos de una vez el coraje de renunciar a la utopía. Gracias a Dios, insisto, gracias a Dios, ahora ya no es necesario ocultarse, ni pretender, ni disimular. La hipocresía carece de sentido y de eficacia. Yo hago lo que tengo que hacer, lo que necesito hacer para sobrevivir, que no es otra cosa que superar al otro, y si es necesario, o en último término muy conveniente, destruir al otro. Es decir, lo que se ha hecho siempre de una u otra forma. Dirán algunos: conforme, pero eso hay que hacerlo con buenas artes. ¡Qué gracia!. Los que así piensan me recuerdan a esos soldados, a esos militares que no tienen ningún reparo en matar seres humanos, sin límite cuantitativo alguno, pero que cuando son apresados exigen que se les apliquen las reglas humanitarias de alguna convención burocrática para prisioneros. Yo, lo reconozco, soy corrupto. Y pienso seguir siéndolo. Y si me preguntan: ¿Cúanto? les diré que no me interesa la pregunta. No creo que eso de ser corrupto o no, sea una cuestión de grado. Yo seré exactamente lo corrupto que tenga que ser. Y para que quede claro, añadiré que no pienso asumir ni tolerarme el más mínimo sentimiento de culpabilidad, y que me sentiré, en todo momento, tan moral y tan ético como cualquiera de Vds. Pero no se enfaden todavía. No se enfurezcan, ni se escandalicen. No se dejen dominar por un instinto lapidario. Si alguno de Vds. tiene una piedra en la mano, por favor déjenla caer suavemente al suelo y, si lo tienen a bien, y yo se lo pido humildemente, piensen conmigo si ser un poco corrupto no es lo mismo que estar un poco embarazada. Mientras lo piensan, sin ira, escuchen con optimismo este nuevo consejo publicitario. (Se apaga la luz). (Suena la música procedente y aparece A4 vestido de una manera aún más fascinante que las anteriores). A4. (Llevando en la mano muchos productos que se le van cayendo). ¿Miedo al futuro?. ¿Que usted tiene miedo todavía al futuro?. Elimine desde ya todo temor, elimine desde ahora mismo tada inquietud. La firma multinacional X, Y, 12, S, 8, W pone a su disposición toda una serie de productos que convierten el futuro en un suave y delicioso descenso primero hasta la dulce inconsciencia y luego ya directamente hacia una felicidad quizá un poco anestesiada pero absolutamente perenne, que es lo importante. Estos productos que sólo se encuentran en farmacias muy especializadas y en algunas discotecas de música clásica, permiten a todos los seres humanos, y ustedes, no lo duden, lo son, afrontar su destino sin traumas, sin vacilaciones, sin penurias e incluso sin hambre. Vean ustedes qué cosa tan simple. Al desayuno una pildora de éste, de éste y de éste (se le caen todos los productos); al mediodía de éste, de éste no y de éste sí y de éste tampoco (se le vuelven a caer) y antes de cerrar sus ojos, cuatro lingotazos de esta bebida, tres inhalaciones de este extracto concentrado y una cucharadita de estas sales (se le vuelven a caer al suelo y allí las deja) y se acabó el miedo al futuro. ¿Que por qué?. ¿Quieren saber el porqué?. Lamentándolo mucho no puedo aceptar esa pregunta. No me pagan por contestar preguntas estúpidas a un personaje estúpido como yo. Pero además no contesto, porque las fórmulas son secretas, y por si ello fuera poco, confidenciales. Sólo puedo decirles que proceden de una secta de la Amazonia que logró una mezcla de plantas medicinales milagrosas que producen los siguientes efectos: Adelgazan, moldean, endurecen, afinan, aprietan, eliminan el estrés, el mal aliento, el mal de ojo, la mala uva, la celulitis, el vértigo, las piernas cortas, la capacidad crítica, los hijos y las arrugas, pero sobre todo facilitan tremendamente, enormemente, decisivamente, el tránsito intestinal y todos los demás tránsitos posibles. (Recoge los botes y los t¡ra al público). ¡Prueben!. Prueben estos productos y si nos envían pruebas de que los han probado, nosotros, a vuelta de correo, les enviaremos nuevos productos con los que ustedes, además de conseguir todo lo anterior, podrán convertir el día en la noche y las realidades en deseos. Thats all. Voila!. (Aparece Al). Al. Cuando miro hacia atrás, y yo no suelo hacerlo, son ustedes los que me obligan, me encuentro con ese sabor amargo, con esa sensación de estupidez injusta, con esa tristeza de lo estéril y de lo impotente que nos dejan los hombres. ¿Se han preguntado ustedes, alguna vez, para que están los hombres?. Cuando vienen hacia nosotras, con ese aire de bomberos en pantuflas, con esa manga riega que aquí no llega, con ese corazón de cuervo y de gusano y con esa sonrisa de mafiosos cobardes, dan ganas de decirles: un seis y un cuatro la cara de tu retrato, un tres y un ocho, no vales ni un bizcocho, un catorce y un quince, déjate de hacer el lince, dos mil y dos mil doscientos, ya no acepto más lamentos. Pero luego cuando los tienes en la mano, cuando te persiguen por todo el cuerpo buscando su propia orilla y su propia sangre, cuando se vuelven gorilas salvajes disfrazados de oficinistas, cuando miran tu pecho como si fueran recién nacidos, cuando se doblan como avestruces ciegas, cuando gimen suspiros que tú siempre has sabido, cuando suceden todas esas cosas, la mujer se convierte en esa eterna amante incestuosa, en ese paño abierto de lágrimas saladas, en ese recipiente que siempre está vacío para poder llenarse de cantos espasmódicos. (Mira al público). ¡Qué cosas me obligan a decir ustedes!. Pero ya que están dichas, permítanme añadir mi propia síntesis: una mujer puede venderse, pero nunca jamás se prostituye. El hombre, en cambio, se prostituye incluso cuando no se vende. Esta frase es como la que me dijo mi marido. No se entiende y a lo mejor no quiere decir nada. Pero confío en que pueda tranquilizarles, porque he llegado a la conclusión de que, cara al futuro, sólo nos pueden tranquilizar las frases. ¿Qué más quieren que les diga?. ¿A que lo adivino?. ¿A que quieren que les diga lo que pasó la famosa noche?. (Se ríe). No estuvo mal. No estuvo nada mal. Y, ¿saben por qué?. Porque los dos nos dimos cuenta enseguida, pero enseguida, enseguida, nada más empezar, de que yo no valía, ni muchísimo menos, un millón de dólares. Y a partir de ahí todo fue muy fácil. Ahora tengo que hacerles una declaración final. El sexo, espero que lo hoyan descubierto ya es un engañabobos. Un auténtico engañabobos. Buenas noches. (Se retira. Avanza A.2). A2. Les dejé con la pregunta de qué haría un ser humano por un millón de dólares, pero se me ha advertido que ustedes no han venido aquí a responder preguntas, y mucho menos ésa, sino simplemente a comprobar que no hay respuestas. Pues bien. Yo puedo serles un testimonio útil. Desertar me pareció en su momento, y así se lo dije a ustedes, la única contestación posible a mi desconcierto emocional e intelectual. Ahora ya sé que aquello fue un exceso de sensibilidad, una gran patochada. Pero no tengo otro remedio que seguir esta farsa. Dicho ésto, ya he dicho todo lo que tenía que decir, y salvo que ustedes me obliguen a seguir hablando, no pienso decir nada más. Les agradezco mucho su atención y me despido de ustedes afectuosamente. Buenas noches. (Inicia el gesto de irse). P. (Desde el público). Continué hablando. A2. No puedo. No tengo nada que decir. P. Eso no es una excusa. Eso exactamente es lo que nos pasa a todos. A2. ¿Pero qué quiere que diga?. P. Cualquier cosa. Lo importante es pronunciar palabras. Haga una reflexión sobre la paz. O sobre la guerra, o sobre las dos cosas o sobre ninguna de ellas. Pero continué hablando. No podemos soportar ni tolerar el silencio. Ya es demasiado tarde. A2. La paz, excelentísimos señores y señoras, la paz, es como la luz, la paz es una cosa bellísima. (Se interrumpe. Piensa). Y ahora que hablo de belleza, debo decirles que antes de desertar yo tenía una novia que me quería mucho y yo también a ella, porque era de verdad bellísima, era como esa chica que está allí sentada (señala a alguien del público), pero tenía los ojos aún más grandes y sobre todo mucho más azules y el pecho un poco más pequeño aunque muy sensible y las piernas quizá un poco más largas, pero tenía ese mismo aire que tiene esa espectadora tan guapa. (Se vuelve a interrumpir. Se dirige a la espectadora). Que, por cierto, que si tu quieres salir conmigo esta noche, a mí me encantaría, porque no tengo nada que hacer y además porque soy un hombre libre. Mi novia, al enterarse de que había desertado, me abandonó, o mejor dicho, la que se abandonó fue ella en los brazos de otro hombre más guerrero que yo y además multimillonario. (Se dirige a la espectadora imaginaria como esperando una respuesta). Bueno, pues luego hablamos. (Al público). Total que el millonario se compró a mi novia con un millón de dólares mi novia era bellísima, pero tampoco era para tanto y yo me quedé sin guerra y sin novia, y sin dinero y sin patria y sin libertad. (Se dirige a P). ¿He dicho ya bastante?. P. ¡No ha dicho absolutamente nada!. ¡Y lo malo es que lo ha dicho muy rápidamentel. A2. ¡Ya le advertí que no tenía nada que decir!. P. Pues haga, al menos, una declaración final, o ya puede olvidarse de su paga. A2. (Después de pensarlo). Excelentísimos señoras y señores. Quiero cantarles una canción. Les digo, primero, la letra. Todo lo he perdido. Nada volverá. Sólo tengo un sueño que nunca he de soñar. No sé si es que nunca he de soñar o que no quiero soñar pero va por ahí la cosa. Y ahora, con su permiso, se la canto. (Así lo hace, con música de Lili Marlen. Luego saluda y se retira. Se adelanta A3). A3. Quiero hacerles una declaración final que tiene algo que ver con lo de un poco corrupto y un poco embarazada. Me está sucediendo algo que quiero comentar con ustedes y muy especialmente con las mujeres, porque tiene su gracia y su interés. He confesado desde un principio que soy mujer y no me avergüenzo de ello. Aunque vaya vestido como voy vestido. Aunque me llame Francisco, soy mujer. Bueno, pues ahora resulta que desde hace algunos meses empiezo a sentir cada vez con más fuerza sentimientos misóginos, es decir, detestación y odio por aquellos seres humanos que no son hombres. Me ofende la existencia de la mujer, mujer. Me irritan profundamente esas amigas que gozan comportándose como hembras y que observan al hombre como si sólo fuera un orangután poderoso, con lo cual coinciden con el estúpido de Norman Mailer cuando piensa que un poquito de violación es muy positiva para el alma de cualquier hombre y también con el cretino de Nietzsche quien llegó a afirmar que todo en la mujer tiene una única solución: se llama embarazo. No puedo con esas mujeres que se visten como mujeres, se perfuman como mujeres, y se dejan abrazar como mujeres, porque, claro está, la mujer es abrazada, la mujer nunca abraza. Y lo malo de esas mujeres, lo que más me calienta de ellas, es que son las que tienen más éxito con los hombres, porque ahora resulta que los famosos varones ya no quieren guerrear con nadie, ni arriesgarse por nadie, ni defender a nadie. Han desertado del oficio para siempre jamás. Lo que está de moda en estos momentos es comprarse refugios en cómodos plazos, refugios a prueba de verdades y de hechos, refugios contra cualquier compromiso de justicia, refugios contra todos los imposibles inteligentemente prefabricados por el egoísmo y la indecencia, refugios contra todos los molinos de viento. A mí eso me parece muy bien, yo comprendo la corrupción. Pero que no anden presumiendo de nada. Son como nosotras. Ni más ni menos. P. Le ruego formule su declaración final y se retire. Esto no es un meeting político. A3. Y usted ¿quién es?. P. A usted no le importa. A3. Me importa muchísimo. Dígame quién es. P. Yo soy quien me da la gana ser. A3. Eso es justamente lo que usted no es. Usted es todo lo contrario. Usted es lo que tiene que ser. P. Pues mire usted por donde que a mi me encanta ser lo que tengo que ser. A3. (Al público y señalando a P). ¡Ahí lo tienen!. Mírenlo con mucho cuidado. Vean ustedes al gran hombre, al gran macho, al gran varón y después abandonen toda esperanza, pero antes de abandonarla, aunque sólo sea para divertirse, escuchen este último consejo publicitario. (Se retira. Se apaga la luz. Se enciende y aparece A4 con un nuevo traje que supera los anteriores). A4. Gracias amigos míos. Gracias y más gracias. Sois gente única. Sois verdaderamente maravillosos. Habéis alcanzado todos los récords más apabullantes, las metas más inasequibles, las cotas más inalcanzables. Estoy en condiciones de confirmaros la gran noticia: ya no queda nada más que vender. Habéis comprado absolutamente todo y el sistema, una vez cumplidos sus objetivos, ha colapsado en una apoteosis digna de unos juegos olímpicos. Ya tenéis para siempre, comáis lo que comáis, esa deliciosa delgadez que embellece y agiliza vuestro cuerpo; ya tenéis para siempre esa mente serena y equilibrada que ha sabido renunciar a cualquier ¡dea o propósito; ya tenéis para siempre esos objetos perfectos, lúcidos, estéticos, que acompañan gozosamente vuestra armonía física y espiritual. Eso sí. El sistema ha muerto, pero podemos gritar con alegría: ¡viva el sistema!, porque el sistema, de una u otra forma, volverá. La historia, por mucho que parece que termina, siempre vuelve a comenzar. Lo importante es que hemos demostrado entre todos la capacidad del ser humano para evitar la humanidad del ser. Hemos roto todos los círculos viciosos, enviciando todos los círculos que los mantenían unidos. Hemos descubierto todos los teoremas, todas las adivinanzas, todos los crucigramas, todos los jeroglíficos, todas las mil y una trampas intelectuales que había creado nuestra propia mente perversa. Sólo nos falta una cosa, sólo nos falta una respuesta a una simple pero trucada pregunta: ¿y ahora qué?. ¿Y ahora qué?. ¿Y ahora qué?. ¿Y ahora qué?. (Clamando al cielo melodramáticamente). ¿Quién tiene la respuesta?. ¿Quién ha tenido siempre la respuesta?. ¿Quién ha decidido no responder jamás?. Los que quieran información sobre este tema, deben seguirme. Yo no soy la verdad y el camino. Yo soy, más bien, el campo a través y la mentira, yo soy el recoveco y la falsedad, pero también soy el único que puede conducirles, como un gran rebaño, hacia la contestación de cualquier pregunta, incluida la de ¿ahora qué? y asimismo hacia la profunda y sorprendente solución final. Seguidme, amigos míos, seguid siguiéndome. Mi yugo es amargo y doloroso y mi carga abrumadora, pero estaremos todos ¡untos, estaréis con toda vuestra gente, con todos los amigos del cuerpo y del alma y empezaremos una vez más la larga marcha, la eterna marcha de las limitaciones, la marcha sagrada de las cosas pequeñas y nos revolcaremos, como niños apátridas, en ese barro nuevo de las nuevas historias con los intelectuales que nazcan con la idea de acertar para siempre cosas equivocadas. Enviad vuestra ficha al apartado 22.200 de Barcelona y una amable señorita os dirá el precio y el lugar del encuentro. Allí os espero. Nunca, nunca os abandonaré. ¡Thats all. jVoilát. (Se retira. Se apaga la luz. Aparece P.). P. ¿Y ahora qué hacemos, mis queridos dueños?. En este momento transcendental, ¿qué hacemos?. ¿En dónde nos arrodillamos?. ¿Qué mirada o qué látigo ponemos en los ojos?. ¿Qué sensación dejamos que emane de esta tremenda cosa?. ¿Qué disculpa, qué cuento, qué mentira, qué trapisonda absurda, inventamos los hombres?. ¿Qué cosas les diremos a nuestros hijos cuando salgan del vientre y vengan a comernos?. ¿Qué hacemos con las deudas?. ¿Qué hacemos con nosotros?. Mis queridos amigos yo espero su respuesta. Yo sumaré sus votos. (Finge hacerlo intensamente. En un momento determinado su actitud cambia de forma súbita. Se comporta con gran nerviosismo e inquietud). Sé lo que piensan y les aseguro que están profundamente equivocados. Yo no he puesto nada de mi cosecha. Me he limitado a cumplir, una a una, sus indicaciones y a transmitir, palabra por palabra, su pensamiento. No acepto por lo tanto responsabilidad alguna. Yo me he quedado tan sorprendido como ustedes mismos de que ustedes pensaran lo que han pensado. Pero así es la vida y así es este género de teatro participativo en el que el público decide lo que está sucediendo y lo que ha de suceder. Pero todo lo decide el público, es decir ustedes. A mí no me miren, ni me culpen de nada. Yo he sido solamente su portavoz. Si quieren ustedes empezamos de nuevo o nos olvidamos de todo, o hacemos que aparezcan miles de chicas jóvenes con su culito respingón al aire. Pero, por favor, eso que están pensando no lo hagan. De verdad que no merece la pena. Yo se lo pido de rodillas. (Lo hace). No van a lograr nada con esas tácticas. Han sido ustedes. No yo. (Suena un disparo que le hiere). (Gritanto). ¡Es inútil matar al mensajero!. (Suenan varios tiros. Cae P. Se apaga la luz). (Es posible que al encenderse, un grupo de chicas jóvenes bailen con toda alegría).