Nueva Revista 135 > Las ciudades como motor de dinamización
Las ciudades como motor de dinamización
Gildo Seisdedos
La ciudad es el espacio natural para la innovación y el cambio.
España tiene un importante know how y reputación internacional
en gestión urbana que, sin embargo, necesita adaptarse al nuevo
modelo que surge tras la crisis. Por ello, es especialmente importante
la creación de zonas para la innovación, la implicación
de la ciudad en programas estratégicos de desarrollo urbano y la
adaptación de sus infraestructuras a las nuevas tecnologías.
File: 255-262.pdf
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Número
Referencia
Gildo Seisdedos, “Las ciudades como motor de dinamización,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/3636.
Dublin Core
Title
Las ciudades como motor de dinamización
Subject
Políticas de innovación e investigación en España
Description
La ciudad es el espacio natural para la innovación y el cambio.
España tiene un importante know how y reputación internacional
en gestión urbana que, sin embargo, necesita adaptarse al nuevo
modelo que surge tras la crisis. Por ello, es especialmente importante
la creación de zonas para la innovación, la implicación
de la ciudad en programas estratégicos de desarrollo urbano y la
adaptación de sus infraestructuras a las nuevas tecnologías.
España tiene un importante know how y reputación internacional
en gestión urbana que, sin embargo, necesita adaptarse al nuevo
modelo que surge tras la crisis. Por ello, es especialmente importante
la creación de zonas para la innovación, la implicación
de la ciudad en programas estratégicos de desarrollo urbano y la
adaptación de sus infraestructuras a las nuevas tecnologías.
Creator
Gildo Seisdedos
Source
Nueva Revista 135 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426
Publisher
Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.
Rights
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved
Format
document/pdf
Language
es
Type
text
Document Item Type Metadata
Text
LAS CIUDADES, ESPACIO PARA LA INNOVACIÓN Y EL DINAMISMO ECONÓMICO
Desde siempre, las ciudades son los motores que dinamizan
las economías y las sociedades. La esencia de su ventaja
competitiva radica en su densidad, que hace crecer el
número de interacciones y, de esta fricción social acelerada,
surge el fuego de la cultura y la innovación. Se trata de
lo que los economistas llamamos pomposamente economías
de aglomeración.
Este fenómeno recurrente no ha hecho sino acentuarse
en los últimos años de la mano del fenómeno de la globalización
y del nuevo sistema productivo posfordista que libera, al menos parcialmente, a empresas y organizaciones
de la fricción a la que el espacio y el tiempo les somete.
Este proceso ha ido de la mano de nuevas políticas urbanas
en las que la ciudad adquiere un protagonismo social,
político y económico inesperado. Así, el foco de la
competitividad internacional pasa de los países a las ciudades
regiones y, en paralelo, asistimos al surgimiento de
políticas económicas a nivel local más complejas y sofisticada.
La ciudad deja de ser un mero garante higiénico de
parámetros básicos como alumbrado público, salubridad,
gestión de residuos, agua o viario y se convierte en agente
clave de la política económica.
La competencia por el talento, la creación de espacios
para la innovación o la economía creativa y la implicación
directa de las ciudades en proyectos considerados estratégicos
para el desarrollo económico urbano (palacios de
congresos, recintos feriales, equipamientos culturales, candidaturas
a eventos, oficinas de apoyo a la internacionalización
de sus empresas o a los emprendimientos de sus
ciudadanos y campañas de city marketing son solo algunas
de sus manifestaciones) pasan a ser los nuevos pet projects
de los gestores municipales.
LAS CIUDADES ESPAÑOLAS. REFERENTES GLOBALES DE EXCELENCIA
España no es ajena a esta tendencia. Al contrario, está en
cabeza de la misma con un claro liderazgo internacional
que, con demasiada frecuencia, pasa desapercibido para
el gran público e, incluso, para líderes de opinión.
Falta interiorizar que uno de los grandes activos de España
son nuestras ciudades y la forma en que se gestionan. Es cierto que la burbuja inmobiliaria, especialmente
en el litoral, presenta ejemplos aberrantes de mal urbanismo.
Tampoco se puede negar que hay numerosas ciudades
fantasmas que ilustran de manera dramática y desolada
el cambio de ciclo. Y sería de tontos no aprestarse
a sacar conclusiones y aprender de las causas y dinámicas
que han generado estas disfunciones.
Pero, la sombra no debe impedirnos ver las luces. La
arquitectura española es un referente global: en su demoledor
«The party is over», The Economist tomaba la gastronomía
y la arquitectura como los dos referentes para definir
la creatividad de España.
Pero no sólo eso. Los municipios españoles han sido capaces
de evolucionar hacia el futuro en un tiempo récord y
con una calidad técnica y de ejecución sobresaliente. Los
procesos de transformación y regeneración de las ciudades
españolas son puestos con frecuencia como mejor práctica
global en este campo. A ello no ajeno la existencia de un
potente cluster especializado en «hacer ciudad» que abarca
un complejo entramado de organizaciones: constructoras
de infraestructuras, arquitectura, tecnología de la información,
energías renovables, servicios urbanos y financiación.
Un know how que ha de evolucionar a nivel español pero
que es plenamente vigente y aplicable en el mundo emergente
y en construcción (Asia y Latinoamérica).
ANTE UN NUEVO MODELO
Nos encontramos con una situación paradójica: el modelo
de gestión urbana español es un referente global pero, al
mismo tiempo, se enfrenta a una situación de crisis radical.
El recurso al suelo como elemento de financiación de
los municipios ya no existe. Eso ha generado una drástica
caída de los ingresos que, unida al mantenimiento de un
nivel de gasto presupuestario diseñado en el anterior escenario
económico, ha conducido a la insostenibilidad financiera
de muchos municipios. Una insostenibilidad financiera
que está siendo financiada en una parte importante por
los proveedores de servicios urbanos.
Evidentemente esta solución es provisional y, en ausencia
de un improbable cambio de la situación económica, la
necesidad de un nuevo modelo está ya encima de la mesa.
A continuación se describen algunos de los aspectos claves
que este nuevo modelo deberá tener si quiere adaptarse al
nuevo entorno y mantener ese carácter de referencia global.
Estas claves se han extraído y adaptado del manifiesto
que elaboramos el pasado mes de mayo desde el Club de
Innovación Urbana, una iniciativa liderada por el IE Business
School y Philips e integrada por una veintena de organizaciones
(entre ellas, Philips, Accenture, Aguirre Newman,
Arnaiz & Partners, Clear Channel, CIAC, Ciudad
Sostenible, Indra, FCC, Redex y Urbaser). El Club de Innovación
Urbana se constituye con la vocación de contribuir,
desde una perspectiva técnica y no política, al necesario
cambio para que nuestras ciudades puedan hacer frente a
los desafíos que el nuevo escenario les pone delante.
Esta situación de crisis genera la necesidad (y oportunidad)
de innovar en nuestras ciudades, de hacer las cosas
de otro modo. Asistimos al nacimiento de un nuevo
modelo de gestión y gobierno municipal ya sea de manera
espontánea o de forma planificada o dirigida. A continuación se desarrollan cinco puntos esenciales para avanzar
hacia un nuevo modelo de gestión, más ligero y flexible
que llene de contenido los espacios urbanos y materialice
el potencial creativo de nuestras ciudades dinamizando la
actividad emprendedora, cultural y científica que fluye
por nuestras calles.
1. Hacer visibles los costes de los servicios urbanos
Si preguntamos a un ciudadano cuánto le cuesta usar su
teléfono móvil seguramente nos podrá decir sin pestañear
la tarifa que paga. Sin embargo, pocos podrán responder
cuánto pagan por servicios básicos tan esenciales como el
agua, el alumbrado público o la recogida de residuos sólidos
urbanos. Los servicios urbanos básicos son percibidos
por el ciudadano como un mínimo vital que solo concitan
nuestro interés cuando fallan, como un derecho gratuito y
sin contraprestaciones. Esta arraigada creencia está en la
raíz de muchos de los efectos perniciosos del modelo anterior
y ha ocasionado, paradójicamente, que el coste de
estos servicios sea opaco y, en consecuencia, elevado. Todos
los servicios, de una manera u otra, se terminan pagando
y, en general, cuanto más opaco es el modo en que
se hace, más caro suelen comprarse. Las ciudades no son,
en absoluto, una excepción a este respecto.
2. La segunda descentralización: un nuevo marco institucional
Los problemas de los municipios españoles no se resuelven
solo aplicando mejor lo que ya existe sino que requieren
de un nuevo marco institucional. Los dos partidos mayoritarios comparten la idea de una segunda descentralización
(esta vez desde las comunidades autónomas a
los municipios) y es precisa una clarificación de competencias
entre ambos escalones administrativos que evite
por un lado las duplicidades y, por otro, las competencias
huérfanas (o impropias) asumidas de manera residual por
los ayuntamientos sin la dotación presupuestaria complementaria.
Hay evidencia científica de que hay un tamaño
ideal de municipio, una escala por debajo de la cual no
hay la masa crítica suficiente para prestar servicios de
manera eficiente y, por encima de la cual, se degrada y
despersonaliza el nivel de servicio al ciudadano. No hay
duda de que el número de municipios españoles es excesivamente
elevado y fragmentado.
3. La búsqueda de eficiencia: no solo más por menos
La innovación que nuestros municipios necesitan se va a
ver orientada a la búsqueda de la eficiencia: de hacer más
con lo mismo... o con menos. Afortunadamente, el margen
de mejora es muy amplio en una gran variedad de campos.
La eficiencia energética en la iluminación pública (el primer
capítulo de gasto de muchos municipios) es un buen
ejemplo de cómo la tecnología permite ahorros en gasto corriente
que pueden financiar, bajo el paraguas jurídico adecuado,
las necesarias inversiones para actualizar el hardware
obsoleto de nuestras ciudades. También poner fin a la excesiva
fragmentación de las contratas de servicios urbanos
permite ganar en escala y en eficiencia, reduciendo costes
con un único perjudicado: el despilfarro de recursos.
Pero, del mismo modo en el que el marco institucional
actual es un lastre para el nuevo modelo, pensar que simplemente
hacer mejor lo que estamos haciendo va a ser la
columna vertebral del nuevo modelo es miope. La innovación
urbana del nuevo modelo pasa por hacer las cosas
con nuevos esquemas. En primer lugar, con un nuevo papel
del sector privado orientado al desarrollo de nuevas (y
más flexibles) fórmulas de colaboración público privada. Y
en segundo lugar, haciendo que el know how de las organizaciones
que prestan servicios a las ciudades no se quede
en su prestación o ejecución sino que suba hasta los
niveles superiores de diseño de la cartera de servicios sin
olvidar que esto requiere desarrollar, aún más, la potente
capacidad para trabajar en red del sector privado.
4. El espacio sigue teniendo un valor
El estallido de la burbuja inmobiliaria no supone que el
espacio carezca por completo de valor, simplemente que
el modelo de explotación y gestión del suelo ha de evolucionar.
El nuevo modelo ha de poner el énfasis no ya en
crear de nuevo sino en transformar y hacer evolucionar lo
ya construido. Tres buenos ejemplos en este sentido son
la apuesta por la rehabilitación, la actualización energética
de barrios del desarrollismo y la necesaria reinvención
del tejido urbano asociado al turismo.
5. Un nuevo modelo de participación: las TIC y la ciudad
Internet no es una innovación tecnológica asimilable a lo
que el fax supuso para las comunicaciones escritas: configura un nuevo modelo productivo y social con nuevas
reglas y que tiene en lo local el nexo con lo global. La sociedad
del conocimiento se asienta en el tejido de un municipio
dotado de infraestructuras de información y comunicaciones
que dan paso a una nueva ciudadanía, a
nuevas formas de participación y gobernanza urbana.
Solo con un despliegue de las TIC similar al que ya tienen
empresas y ciudadanos, podrán las ciudades llenarse
de inteligencia convirtiéndose en centros neurálgicos
que producen y transmiten la información que proviene
de sus infraestructuras, de los flujos y desplazamientos que
en ellas se producen y de las personas que las habitan.
Las elecciones de mayo de 2011 han dado paso a un
periodo trascendental para los municipios españoles, que
exigirá a los gestores urbanos ir más allá de la política y
redefinir el marco institucional y el modelo de gestión.
Una labor que es urgente y fundamental para conseguir
que nuestras ciudades sigan siendo poderosos motores sociales
de dinamismo.
Desde siempre, las ciudades son los motores que dinamizan
las economías y las sociedades. La esencia de su ventaja
competitiva radica en su densidad, que hace crecer el
número de interacciones y, de esta fricción social acelerada,
surge el fuego de la cultura y la innovación. Se trata de
lo que los economistas llamamos pomposamente economías
de aglomeración.
Este fenómeno recurrente no ha hecho sino acentuarse
en los últimos años de la mano del fenómeno de la globalización
y del nuevo sistema productivo posfordista que libera, al menos parcialmente, a empresas y organizaciones
de la fricción a la que el espacio y el tiempo les somete.
Este proceso ha ido de la mano de nuevas políticas urbanas
en las que la ciudad adquiere un protagonismo social,
político y económico inesperado. Así, el foco de la
competitividad internacional pasa de los países a las ciudades
regiones y, en paralelo, asistimos al surgimiento de
políticas económicas a nivel local más complejas y sofisticada.
La ciudad deja de ser un mero garante higiénico de
parámetros básicos como alumbrado público, salubridad,
gestión de residuos, agua o viario y se convierte en agente
clave de la política económica.
La competencia por el talento, la creación de espacios
para la innovación o la economía creativa y la implicación
directa de las ciudades en proyectos considerados estratégicos
para el desarrollo económico urbano (palacios de
congresos, recintos feriales, equipamientos culturales, candidaturas
a eventos, oficinas de apoyo a la internacionalización
de sus empresas o a los emprendimientos de sus
ciudadanos y campañas de city marketing son solo algunas
de sus manifestaciones) pasan a ser los nuevos pet projects
de los gestores municipales.
LAS CIUDADES ESPAÑOLAS. REFERENTES GLOBALES DE EXCELENCIA
España no es ajena a esta tendencia. Al contrario, está en
cabeza de la misma con un claro liderazgo internacional
que, con demasiada frecuencia, pasa desapercibido para
el gran público e, incluso, para líderes de opinión.
Falta interiorizar que uno de los grandes activos de España
son nuestras ciudades y la forma en que se gestionan. Es cierto que la burbuja inmobiliaria, especialmente
en el litoral, presenta ejemplos aberrantes de mal urbanismo.
Tampoco se puede negar que hay numerosas ciudades
fantasmas que ilustran de manera dramática y desolada
el cambio de ciclo. Y sería de tontos no aprestarse
a sacar conclusiones y aprender de las causas y dinámicas
que han generado estas disfunciones.
Pero, la sombra no debe impedirnos ver las luces. La
arquitectura española es un referente global: en su demoledor
«The party is over», The Economist tomaba la gastronomía
y la arquitectura como los dos referentes para definir
la creatividad de España.
Pero no sólo eso. Los municipios españoles han sido capaces
de evolucionar hacia el futuro en un tiempo récord y
con una calidad técnica y de ejecución sobresaliente. Los
procesos de transformación y regeneración de las ciudades
españolas son puestos con frecuencia como mejor práctica
global en este campo. A ello no ajeno la existencia de un
potente cluster especializado en «hacer ciudad» que abarca
un complejo entramado de organizaciones: constructoras
de infraestructuras, arquitectura, tecnología de la información,
energías renovables, servicios urbanos y financiación.
Un know how que ha de evolucionar a nivel español pero
que es plenamente vigente y aplicable en el mundo emergente
y en construcción (Asia y Latinoamérica).
ANTE UN NUEVO MODELO
Nos encontramos con una situación paradójica: el modelo
de gestión urbana español es un referente global pero, al
mismo tiempo, se enfrenta a una situación de crisis radical.
El recurso al suelo como elemento de financiación de
los municipios ya no existe. Eso ha generado una drástica
caída de los ingresos que, unida al mantenimiento de un
nivel de gasto presupuestario diseñado en el anterior escenario
económico, ha conducido a la insostenibilidad financiera
de muchos municipios. Una insostenibilidad financiera
que está siendo financiada en una parte importante por
los proveedores de servicios urbanos.
Evidentemente esta solución es provisional y, en ausencia
de un improbable cambio de la situación económica, la
necesidad de un nuevo modelo está ya encima de la mesa.
A continuación se describen algunos de los aspectos claves
que este nuevo modelo deberá tener si quiere adaptarse al
nuevo entorno y mantener ese carácter de referencia global.
Estas claves se han extraído y adaptado del manifiesto
que elaboramos el pasado mes de mayo desde el Club de
Innovación Urbana, una iniciativa liderada por el IE Business
School y Philips e integrada por una veintena de organizaciones
(entre ellas, Philips, Accenture, Aguirre Newman,
Arnaiz & Partners, Clear Channel, CIAC, Ciudad
Sostenible, Indra, FCC, Redex y Urbaser). El Club de Innovación
Urbana se constituye con la vocación de contribuir,
desde una perspectiva técnica y no política, al necesario
cambio para que nuestras ciudades puedan hacer frente a
los desafíos que el nuevo escenario les pone delante.
Esta situación de crisis genera la necesidad (y oportunidad)
de innovar en nuestras ciudades, de hacer las cosas
de otro modo. Asistimos al nacimiento de un nuevo
modelo de gestión y gobierno municipal ya sea de manera
espontánea o de forma planificada o dirigida. A continuación se desarrollan cinco puntos esenciales para avanzar
hacia un nuevo modelo de gestión, más ligero y flexible
que llene de contenido los espacios urbanos y materialice
el potencial creativo de nuestras ciudades dinamizando la
actividad emprendedora, cultural y científica que fluye
por nuestras calles.
1. Hacer visibles los costes de los servicios urbanos
Si preguntamos a un ciudadano cuánto le cuesta usar su
teléfono móvil seguramente nos podrá decir sin pestañear
la tarifa que paga. Sin embargo, pocos podrán responder
cuánto pagan por servicios básicos tan esenciales como el
agua, el alumbrado público o la recogida de residuos sólidos
urbanos. Los servicios urbanos básicos son percibidos
por el ciudadano como un mínimo vital que solo concitan
nuestro interés cuando fallan, como un derecho gratuito y
sin contraprestaciones. Esta arraigada creencia está en la
raíz de muchos de los efectos perniciosos del modelo anterior
y ha ocasionado, paradójicamente, que el coste de
estos servicios sea opaco y, en consecuencia, elevado. Todos
los servicios, de una manera u otra, se terminan pagando
y, en general, cuanto más opaco es el modo en que
se hace, más caro suelen comprarse. Las ciudades no son,
en absoluto, una excepción a este respecto.
2. La segunda descentralización: un nuevo marco institucional
Los problemas de los municipios españoles no se resuelven
solo aplicando mejor lo que ya existe sino que requieren
de un nuevo marco institucional. Los dos partidos mayoritarios comparten la idea de una segunda descentralización
(esta vez desde las comunidades autónomas a
los municipios) y es precisa una clarificación de competencias
entre ambos escalones administrativos que evite
por un lado las duplicidades y, por otro, las competencias
huérfanas (o impropias) asumidas de manera residual por
los ayuntamientos sin la dotación presupuestaria complementaria.
Hay evidencia científica de que hay un tamaño
ideal de municipio, una escala por debajo de la cual no
hay la masa crítica suficiente para prestar servicios de
manera eficiente y, por encima de la cual, se degrada y
despersonaliza el nivel de servicio al ciudadano. No hay
duda de que el número de municipios españoles es excesivamente
elevado y fragmentado.
3. La búsqueda de eficiencia: no solo más por menos
La innovación que nuestros municipios necesitan se va a
ver orientada a la búsqueda de la eficiencia: de hacer más
con lo mismo... o con menos. Afortunadamente, el margen
de mejora es muy amplio en una gran variedad de campos.
La eficiencia energética en la iluminación pública (el primer
capítulo de gasto de muchos municipios) es un buen
ejemplo de cómo la tecnología permite ahorros en gasto corriente
que pueden financiar, bajo el paraguas jurídico adecuado,
las necesarias inversiones para actualizar el hardware
obsoleto de nuestras ciudades. También poner fin a la excesiva
fragmentación de las contratas de servicios urbanos
permite ganar en escala y en eficiencia, reduciendo costes
con un único perjudicado: el despilfarro de recursos.
Pero, del mismo modo en el que el marco institucional
actual es un lastre para el nuevo modelo, pensar que simplemente
hacer mejor lo que estamos haciendo va a ser la
columna vertebral del nuevo modelo es miope. La innovación
urbana del nuevo modelo pasa por hacer las cosas
con nuevos esquemas. En primer lugar, con un nuevo papel
del sector privado orientado al desarrollo de nuevas (y
más flexibles) fórmulas de colaboración público privada. Y
en segundo lugar, haciendo que el know how de las organizaciones
que prestan servicios a las ciudades no se quede
en su prestación o ejecución sino que suba hasta los
niveles superiores de diseño de la cartera de servicios sin
olvidar que esto requiere desarrollar, aún más, la potente
capacidad para trabajar en red del sector privado.
4. El espacio sigue teniendo un valor
El estallido de la burbuja inmobiliaria no supone que el
espacio carezca por completo de valor, simplemente que
el modelo de explotación y gestión del suelo ha de evolucionar.
El nuevo modelo ha de poner el énfasis no ya en
crear de nuevo sino en transformar y hacer evolucionar lo
ya construido. Tres buenos ejemplos en este sentido son
la apuesta por la rehabilitación, la actualización energética
de barrios del desarrollismo y la necesaria reinvención
del tejido urbano asociado al turismo.
5. Un nuevo modelo de participación: las TIC y la ciudad
Internet no es una innovación tecnológica asimilable a lo
que el fax supuso para las comunicaciones escritas: configura un nuevo modelo productivo y social con nuevas
reglas y que tiene en lo local el nexo con lo global. La sociedad
del conocimiento se asienta en el tejido de un municipio
dotado de infraestructuras de información y comunicaciones
que dan paso a una nueva ciudadanía, a
nuevas formas de participación y gobernanza urbana.
Solo con un despliegue de las TIC similar al que ya tienen
empresas y ciudadanos, podrán las ciudades llenarse
de inteligencia convirtiéndose en centros neurálgicos
que producen y transmiten la información que proviene
de sus infraestructuras, de los flujos y desplazamientos que
en ellas se producen y de las personas que las habitan.
Las elecciones de mayo de 2011 han dado paso a un
periodo trascendental para los municipios españoles, que
exigirá a los gestores urbanos ir más allá de la política y
redefinir el marco institucional y el modelo de gestión.
Una labor que es urgente y fundamental para conseguir
que nuestras ciudades sigan siendo poderosos motores sociales
de dinamismo.