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El mecenas insaciable

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“El mecenas insaciable,” accessed May 11, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2657.

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El mecenas insaciable

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Nueva Revista 130 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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2432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 24EL MECENASINSACIABLEVicente LleóCATEDRÁTICO DE HISTORIA DEL ARTE.UNIVERSIDAD DE SEVILLALOS DISTINTOS ORGANISMOS OFICIALES QUE DE UN MODOU OTRO TIENEN RELACIÓN CON EL ARTE Y LA CULTURA, EN ARASDE UNA SUPUESTA DEMOCRATIZACIÓN, HAN IDO ADQUIRIENDOEN TODO EL MUNDO OCCIDENTAL UN PROTAGONISMO INÉDITO. PARTIENDO DEL MODELO DESARROLLADO EN FRANCIA PORANDRÉ MALRAUX (19011976), LOS ESTADOS, CON SUS ENORMESRECURSOS, HAN DESARROLLADO UNA POLÍTICA DE DIRIGISMOCULTURAL ASFIXIANTE. EN ESPAÑA, CON SUS DIECISIETE ADMINISTRACIONES PÚBLICAS, LA SITUACIÓN ES AÚN MÁS ALARMANTE.La noción de que es preciso «democratizar la cultura» oque «la cultura debe ser democrática» ha adquirido en losúltimos tiempos un carácter apodíctico. Considerado popularmentey de un modo mecánico como parte integrantedel Estado de bienestar sobrevenido después de la II GuerraMundial, nadie discute ya el derechode todoslos estratossociales al acceso atodaslas manifestaciones culturales, através de museos, bibliotecas, teatros, salas de concierto, etc.;es más, la opinión mayoritaria es que tal acceso debe sernueva revista· 130242432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 25el mecenas insaciablegratuito, máxime, naturalmente, cuando se trata de instituciones públicas, pero incluso cuando se trata de un acontecimientoartístico o musical debido a la iniciativa privada,no es raro escuchar voces que claman indignadas por tener que pagar para su disfrute.Recientemente, esta difusa noción ha sufrido una sorprendente metamorfosis, así, frente al concepto de «democratización de la cultura», se ha acuñado ahora el de «democracia cultural». El primero se refiere a una idea de lacultura como un patrimonio acumulado históricamente,un caudal de riquezas, ya existentes, que sería necesarioacercar a las masas, difundirlo entre ellas, lo que, desdeciertas posturas radicales, habría sido vistocomo una muestrade insufrible paternalismo. La «democracia cultural»,por el contrario, defiende una situación en la que esas mismasmasas definirían e incluso crearían sunueva culturaespecífica y propia. Hay que señalar, sin embargo, queesta última versión no ha obtenido excesivo eco, al menosen Europa. La noción de «democratización de la cultura»,por el contrario, sigue vigente entre nosotros y, a pesar desu decadencia, desde el punto de vista cualitativo, cuantitativamente goza, al parecer, de buena salud.Se debe a André Malraux, inspirado en una efímeraexperiencia desarrollada por el socialista Leo Lagrangecomo ministro des Loisirsdurante el gobierno del FrentePopular en Francia, la propuesta, efectuada en 1956, decreación de un ministerio que agrupase los distintos organismos relacionados con la creación o difusión de obrasde arte, cuyo objetivo sería hacer accesible las principalesobras de la Humanidad, al mayor número posible de gente,nueva revista· 130252432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 26vicente lleó(empezando, todo hay que decirlo, por las obras francesas) y al mismo tiempo promover la creación de grandesobras de arte y de la mente. Para ello, aparte de «democratizar» las grandes instituciones culturales — museos, galerías, monumentos, bibliotecas, etc.—, Malraux planteóy desarrolló una auténtica red nacional de Maisons de laCulture, organismos polivalentes encaminados a la creación, en todas sus facetas, más que a la difusión.Conviene tener en cuenta ciertas condiciones que influyeron en los proyectos de Malraux: en primer lugar,desde luego, la voluntad de recuperar para Francia, másconcretamente para París, el protagonismo highbrowquehabía ostentado hasta la II Guerra Mundial, para perderlodespués ante Nueva York. Por otro lado, el nuevo ministro,se dedicó con auténtico celo a desmontar las viejas instituciones que, hasta entonces, habían sostenido la creacióny difusión artísticas, es decir, museos, academiasy las Écoles des Beaux Arts, consideradas por él mismo residuos deuna concepción elitista y, en definitiva, poco democráticadel arte, que era preciso destruir, hacer tabula rasacomopaso previo a su «Gran Visión».Sin la capacidad de publicista, especialmente de símismo, que siempre caracterizó a Malraux, que inclusoconsiguió salvarle del bochornoso episodio del robo enCamboya de antigüedades khmer a los 21 años, difícilmente hubiera conseguido embaucar a tanta gente, destacadamente alpropio Charles de Gaulle, quien, aunquenunca confió en sus volubles convicciones políticas, seguramente quedó fascinado por ese proyecto de recuperación de La Grandeurque le prometía. Pero en definitiva,nueva revista· 130262432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 27el mecenas insaciable¿en qué consistía la democratización cultural para Malraux? Ciñéndonos al tema del arte, la idea era hacer de laobra original algo redundante; la manera en que el arte yafuera clásico o moderno podía alcanzar a un público cadavez mas amplio era sencillamente sustituirlo por su reproducción mecánica,fotográfica; una reproducción, es necesario subrayar, cada vez más perfecta, capaz de revelardetalles insospechados de las obras originales, invisiblesal ojo; un «museo de papel», que él definiría, de forma expeditiva, como su «museo imaginario» ycuyos primerosembajadores fueron la colección de libros titulada L’Univers des Formesy la revista L’Oeil, proyectos ambos promovidos por el ministro francés. Pero, además, se trataba,de mostrar las obras de arte fuera de cualquier contextohistórico, lejos de los rigores científicos propios de las disciplinas académicas tradicionales —tan elitistas—. Laspublicaciones citadas y otras muchas que les siguieronbuscaban mostrar formascomo si éstas flotasen en unéter atemporal, indefinido, yuxtaponiéndolas a veces paramostrar semejanzas que, a través del tiempo y el espacio,mostrarían una especie de afinidad misteriosa; en suma,crear un UniversAutreque solo el ojo privilegiado de sofisticados dilettanti, formados en la ideología malrauxiana,sería capaz de reconocer pero que podían ofrecer a unasmasas que abrigaban la ilusión de pertenecer a un escalón intelectual más alto.Fuera, pues, engorrosas cronologías, fuera la inserciónde la obra de arte en la historia global, fuera sus análisisiconográficos o iconológicos: el mundo era para aquelloscapaces de saltarse la severidad de las disciplinas acadénueva revista· 130272432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 28vicente lleómicas hasta llegar a unos saberes accesibles solo a los iniciados.Lo más sorprendente fue que el proyecto malrauxianoencontrase un eco prácticamente unánime en el resto delos países europeos, de modo que, paulatinamente, losrestantes países occidentales fueron creando sus propiasversiones del modelo francés. No, evidentemente, todos almismo ritmo; los ingleses con su pragmatismo y liberalismo peculiares se resistieron hasta 1997 e incluso entoncesel ente resultante fue fruto de la engorrosa unión de dosdepartamentos tan dispares como Culture, Media and Sportscon Business, Innovation and Skills, y en cualquier caso,el peso de instituciones privadas, como el National Trustpor ejemplo, siguió siendodefinitivoen campos como laconservación y la difusión del patrimonio histórico. En losEstados Unidos, por su parte y como es bien conocido, noexiste nada parecido a un Ministerio de Cultura e inclusolos distintos National Endowments(para las Artes, las Humanidades, etc.) son en realidad Agencias Federales independientes.Se trata, sin embargo, de excepciones en un panoramadominado por el modelo Malraux o, lo que es aún peor,por su caricatura, el modelo Jack Lang; las consecuenciasen la Cultura de los distintos países no se han hecho esperar. En efecto, si históricamente la labor de promocióny creación cultural había recaído sobre patronos colectivos —la Iglesia, la Corona, la Aristocracia— o, posteriormente, tras la crisis del Ancien Régime, sobre patronos individuales —filántropos, grandes coleccionistas, etc.—, lausurpación por el Estado de esa labor de mecenazgo hanueva revista· 130282432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 29el mecenas insaciabletrastocado las sutiles relaciones antiguas entre patronos ycreadores.El principal factor de esta profunda transformación eseconómico: no existe potencial mecenas o patrono privado ni tampoco corporativo que, por muy adinerado quesea, pueda competir con los presupuestos del Estado. Lacapacidad de influir en creadores o incluso en «difusores»de la cultura por medio de subsidios, ayudas y subvenciones;la posibilidad de condicionar la misma creación culturalmediante concursos, competiciones, invitaciones a participar en bienalesy otras exposiciones; en fin, la voluntadde dirigir la cultura en función de presupuestos externosa ella, en general políticos, no tiene parangón histórico niadmite competencia. En el caso español, por lo demás, estasituación aparece multiplicada diecisiete veces.Efectivamente, si a la existencia de un presupuesto aparentemente inagotable, le añadimos la fragmentación deesa «política cultural» del Estado en diecisiete reproducciones de la misma a escala reducida, a veces en competencia unas con otras, el resultado no puede ser otra cosaque la caótica situación actual. Tomemos el caso de losmuseos y más específicamente el de los museos de artecontemporáneo, que tras la Transición parecían escasos.En 1989 se inauguraban dos importantes museos: en VaIVAM) ylencia el Instituto Valenciano de Arte Moderno (en Las Palmas de Gran Canaria el Centro Atlántico de ArteCAAM): veinte años después se habían inauguradoModerno (otros dieciocho museos más, solo de arte contemporáneo aun coste difícilmente calculable, aunque solo los siete construidos entre 1986 y 1995 se ha calculado que costaronnueva revista· 130292432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 30vicente lleó25.653 millones de las antiguas pesetas; todos ellos, porsupuesto, en edificios de nueva planta o rehabilitados pero,en cualquier caso, «de autor», aunque careciesen prácticamente de colección o, incluso, de proyecto para formaruna. Cada región autónoma quería su o sus museos;loque fueran a exhibir o la labor que pretendían desarrollaren ellos quedaba en un segundo plano. Es evidente quealgunos de estos museos, con directores o patronatos mejor preparados, han sabido seguir una ruta propia y se hanconsolidado como instituciones ágiles. Otros, máxime conla actual reducción de presupuestos, a duras penas puedenpermanecer abiertos; pero nadie se atreve a realizar el cálculode la inversión dividida por número de visitantes o porcualquier otra ratio que permitiera estimar, aunque fuerade forma aproximada, la rentabilidad, no ya económica,sino social de cada institución. De este modo, se ha idocreando una superestructura museística (pero también editorial, musical o teatral)que, aferrada a la financiación estatal,sobrevive e incluso se multiplica sin rendir cuentas(especialmente económicas) ante nadie y, lo que es peor,sin apenas conexión con el público, formando parte de unholdingendogámico que incluye, además de los museos, lasgalerías de las que se abastecen, las revistas de arte cuyos críticosalientan tales empresas o, en fin, los organismos públicos y privados que promueven ciclos de conferencias o «jornadas» que prestan una proyección externa a las mismas.Pero, si pasamos de los museos de arte contemporáneoespañoles a otros museos más tradicionales, aquí la situación también presenta riesgos aparentes, irónicamente, eneste caso por hacer uso de los ratiosde visitantes por innueva revista· 130302432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 31el mecenas insaciableversión. En efecto, se ha desarrollado un círculo vicioso alverse los museos comprometidos con sponsorsprivados ypúblicos que exigen un retorno de sus inversiones mensurable en número de visitantes mediante espectaculares exposiciones y no menos espectaculares ampliaciones de lasinstalaciones para hacerlas más seductoras, esfuerzo querequiere cada vez mayores inversiones.En efecto, los museos deben hacer ahora su propiomarketing, tienen que entrar en el circuito de aquellos centros recomendados por las revistas de arte, pero una vezcaptados los visitantes, estos tienen que ser seducidos comosi su oferta se tratara de un producto comercial. Curiosamente, esta labor de difusión, «pedagógica» parece basarseen la premisa de que al público en general no le interesael arte y que, por tanto, es preciso «vendérselo». El museo se convierte, así, en una especie de resorten el que elvisitante puede encontrar entertainmentde múltiples formas de modo que las verdaderas colecciones, su supuestarazón de ser, pero profundamente banalizadas, quedan relegadas a un limbo al que, si acaso, por mala conciencia,se acude para cumplir lo antes posible con el rito.La ampliación del Louvre diseñada por I. M. Pei reflejaa la perfección esa perversa metamorfosis de los museos:la entrada, a través de la espectacular pirámide, nos introduce en lo más parecido a un Shopping Centerque puedaexistir, por el que los visitantes deambulan como pedestresversiones de los flaneursque Baudelaire describiera recorriendo los pasajes de París; en efecto, de la tienda dereproducciones a la librería, de la cafetería a los guardarropaso salas de baño, los visitantes vagan por un espacionueva revista· 130312432 El mecenas insaciable.qxp:Layout 1 23409 12:32 Página 32vicente lleódesmesurado que empequeñece incluso las propias salasdel Louvre, con una atención distraída y un creciente complejo de culpa por ir relegando el momento de entrar enel museo propiamente dicho.Pero si el Grand Louvre de Pei puede parecernos unexceso, un objetivo selfdefeating, en España tampoco podemos sentirnos superiores: en la mayoría de los museosrenovados recientemente, empezando por el propio Pradoy continuando, por ejemplo, por la recientísima renovación del Museo del Romanticismo madrileño, lo primeroque encuentra el visitante, además de la taquilla, es la tienda y la cafetería, como si se tratara de señuelos capaces deatraer a los visitantes por encima o más allá del fastidioso«deber» de visitar las colecciones.Una «producción cultural», como desde la izquierdagusta denominar la creación, por sus resonancias obreristas, tan fuertemente subvencionada que en casos como eldel cine o de buena parte del arte contemporáneo se realizaa espaldas del demospara el que inicialmente iba destinado, y unos museos de difusión que terminan por expulsarde sus recintos los visitantes, son los resultados más tangibles de la apropiación por el Estado, como si fuera unmecenas insaciable, de los mecanismos y los presupuestos del antiguo patronazgo.nueva revista· 13032