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La razon de las naciones

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“La razon de las naciones,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2636.

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La razon de las naciones

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Nueva Revista 132 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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LibrosPierre ManentLA RAZÓN DE LAS NACIONES.REFLEXIONES SOBRELA DEMOCRACIA EN EUROPAEscolar y Mayo Editores, 2009, 104 págs., 11 eurosLa razón de las naciones. Reflexiones sobre la democracia en Europaviene a completar la bibliografía dePierre Manent en castellano, dequien ya se publicó en su día Historia del pensamiento liberal(Emecé Editores, Buenos Aires, 1990) yCurso de filosofía política(F.C.E.,Buenos Aires, 2003). La última obrade este discípulo de Raymond Aronanaliza de qué modo se está desarrollando la muy polémica construcción de la Unión Europea. Polémica porque estaría traicionando sus principios fundacionales y a aquellosque los inspiraron, ya quese ha convertido en una «gobernanza», término al que recurre Manent para subrayar lo poco que cuenta para laUEla soberanía de cada Estado y por su aspiración a acoger en su seno a naciones ajenas al Viejo Continente. Tresfactores que tienen una causa: «La desaparición, quizá eldesmantelamiento, de la forma política que desde hacenueva revista· 132233ignacio marina grimautantos siglos ha arropado el progreso del hombre europeo,a saber, la nación».¿Se puede permanecer indiferente ante tal acontecimiento? No, no es posible, salvo que se incurra en graveirresponsabilidad, ya que, como recuerda el pensador galo,«una forma política —la nación, la ciudad— no es una ligera indumentaria que uno puede ponerse y quitarse avoluntad y seguir siendo lo que es. Es ese Todo en el quetodos los elementos de nuestra vida se unen y adquierensentido». Tal es la importancia de la nación, que si éstadesapareciera de manera súbita[la cursiva es de Manet]y lo que lo mantiene unida se dispersara, cada uno denosotros se convertiría al instante en un monstruo para símismo». Esta reflexión recuerda a aquella que hicieraCharles Maurras en Mis ideas políticasy según la cual «laidea de nación no es una nebulosa;es la representaciónen términos abstractos de una realidad muy concreta. Lanación es el más amplio de los círculos comunitarios queson (en lo temporal) sólidos y completos. Rompedla y dejaréis desnudo al individuo. Perderá toda defensa, todoapoyo, todo concurso».Este fenómeno, ciertamente inquietante e inimaginable cuando la construcción de Europa empezaba a ponersus fundamentos iniciales tras la Segunda Guerra Mundial,tiene un origen: el paulatino alejamiento de esa «agenciahumana central» sita en Bruselas de cualquier territorio opueblo concreto y su pretensión de ampliar el área de «lapura democracia». Se trataría de una democracia exentade contenido, «una democracia sin pueblo», o tal comodice Manent, «una gobernanza democrática muy respenueva revista· 132234la razón de las nacionestuosa con los derechos humanos, pero desligada de cualquier deliberación colectiva». Esta es la versión europeaEE.UU.del «imperio democrático»; otra es la americana: como nación que vigila la democracia y cuya máxima ambición es «un mundo reunido en el que ninguna diferenciacolectiva sea ya significativa». Así, el democratismo norteamericano nada tiene de inocente para el autor de esteensayo y sería una amenaza a la identidad de las naciones.La primera versión del «imperio democrático» se afanaen la extensión inacabable de la «construcción europea»;la segunda, en la «mundialización democrática», con elapoyo de algunos utopistas que, como el francés PhilippeNemo en ¿Qué es Occidente?(Gota a Gota, Madrid, 2006),aspiran a «una Unión Occidental[la cursiva es de Nemo]que reuniera a Europa occidental, Norteamérica y [algunos] países occidentales». Ambas versiones el «imperiodemocrático» serían dos realidades políticas contra la identidad nacional. ¿Por qué? Leamos a Manent: «Hace todavía poco tiempo, la idea democrática legitimaba y alimentaba el amor que cada pueblo experimentaba naturalmentepor sí mismo. En adelante se reprueba y desatiende eseamor en nombre de la democracia. ¿Qué ha ocurrido? ¿Ycuál es el porvenir de la asociación humana si ningún grupo, ninguna comunión, ningún pueblo es ya legítimo; sisólo la generalidadhumana es ya legítima? ¡Qué rápido seha perdido el sentido de la nación democrática en los parajes mismos en que esta forma extraordinaria de la asociación humana apareció por primera vez: en Europa!».La segunda versión del «imperio democrático» tambiénamenazaría a la identidad —mejor dicho, a la nación—nueva revista· 132235ignacio marina grimauporque no hace sino concebir la sociedad civil como ungigantesco mercado de proporciones universales y sostiene que el poder de los ciudadanos únicamente admite sutraducción en la «gobernanza» democrática, especie derevivaldel laissezfaire, cuya actividad máxima se ve reducida a la protección de las reglas de juego del intercambiomercantil.Pero ahí no para la cosa. Hay otro hecho preocupanteal que se refiere el ensayista, cifrado en la transformaciónde la democracia no ya en el sentido paretiano, sino netamente antitocquevilliano. Si para Tocqueville la democracia es la igualdad de condiciones —una igualdad de condiciones progresiva y siempre mayor—, hoy nos alejamosde tal convicción cuyos fundamentos eran institucionalizar la soberanía popular y reducir la distancia social. Pésimacosa, sin duda, porque, so capa del unanimismo democrático, también por su culpa, en Europa se perpetra unatentado contra las condiciones «de posibilidad de la democracia», es decir, el Estado soberano y el pueblo constituido, «más conocido por el nombre de nación». Dos fenómenos estrechamente vinculados, ya que «el Estadosoberano es la condición necesaria de la igualdad de condiciones». ¿Por qué? Muy sencillo: porque «soberano» estanto como decir que su legitimidad es superior a todaotra legitimidad que se dé en el conjunto social.Hacía mucho tiempo que las naciones europeas nocorrían semejante peligro, tal y como advierte este brevepero enjundioso ensayo de Pierre Manent.Ignacio Marina Grimaunueva revista· 132236