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Huracán en el exilio cubano
Alberto Míguez
Sobre el revuelo que ocasionó la declaración del embajador Arcos en el exilio cubano, sobre todo en el asentado en Estados Unidos.
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Número
Referencia
Alberto Míguez, “Huracán en el exilio cubano,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2516.
Dublin Core
Title
Huracán en el exilio cubano
Subject
Los grandes cambios
Description
Sobre el revuelo que ocasionó la declaración del embajador Arcos en el exilio cubano, sobre todo en el asentado en Estados Unidos.
Creator
Alberto Míguez
Source
Nueva Revista 007 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426
Publisher
Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.
Rights
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved
Format
document/pdf
Language
es
Type
text
Document Item Type Metadata
Text
HURACAN EN EL EXILIO CUBANO
Por Alberto Míguez
La publicación el 16 de junio pasado
de una declaración del disidente
cubano Gustavo Arcos Bergnes en el
diario El Nuevo Herald, de Miami, suplemento
en castellano del The Miami Herald,
desencadenó una verdadera tempestad en
los círculos del exilio cubano, sobre todo
entre los más veteranos e intransigentes. La
declaración de Gustavo Arcos (ex embajador
de Castro en Bruselas, ex preso político
y actualmente secretario general del Comité
Cubano pro-Derechos Humanos) estaba
fechada en La Habana y en ella se proponía
una «concertación pacífica» entre el
régimen castrista. los disidentes y exiliados
«interiores» y los exiliados del exterior.
«Bajemos cada uno de nuestros viejos burros
—decía Arcos en su declaración— y
efectuemos de manera civilizada, honesta
y respetuosa la próxima conferencia de cubanos
en Cuba, invitándose a todas las organizaciones
de las distintas corrientes de
opinión que están dentro y fuera.» En su
declaración, Arcos reconocía que «alimentar
a todos los ciudadanos con las calorías
necesarias para vivir, asegurar la atención
médica y la educación escolar gratuita y
otros logros sociales sobresalientes para un
país de América Latina no es suficiente».
También reconocía: «Es cierto que hay en
Cuba una parte considerable del pueblo que
respalda al Gobierno cubano y a sus dirigentes
», algo que muy pocos disidentes y
ningún exiliado se había atrevido a decir
abiertamente en el pasado.
Como era de esperar, la declaración del
embajador Arcos provocó reacciones encontradas,
casi todas hostiles, en el exilio
cubano, sobre todo el asentado en Estados
Unidos. Abrió fuego el poeta y ex preso político
Armando Valladares con una declaración
publicada en el Diario Las Américas,
también de Miami. Valladares hacía
gravísimas acusaciones contra Arcos —compañero
suyo de presidio durante años— e
incluso llegaba a señalar que su propuesta
de diálogo era una traición sugerida por el
propio régimen castrista para desbaratar la
unidad de acción del exilio y de la oposición
interna. La declaración de Valladares
fue seguida de una carta abierta firmada
por la española Mary Paz Martínez Nieto,
presidenta del Coalición Europea pro-Derechos
Humanos en Cuba y dirigida al también
disidente y exiliado, Ricardo Bofill,
que apoyó la tesis de Arcos.
La Asociación de Municipios Cubanos en
el Exilio, los médicos cubanos en el exilio,
«Cuba Independiente y Democrática» (la
organización que dirige el comandante Huber
Matos), la «Junta Patriótica Cubana»
que encabeza Manuel Antonio de Varona,
Alfa 66 y un largo etcétera de organizaciones,
grupos, tendencias y «sensibilidades»
del exilio histórico cubano, reaccionaron
con inquina y despego a la iniciativa porque
«no es posible negociar con asesinos».
Pero hubo también importantes grupos
y personalidades del exilio cubano que han
expresado su apoyo a la idea de! «encuentro
» de Arcos. El comandante Gutiérrez
Menoyo, el profesor Aguilar León, el escritor
Alberto Müller, la embajadora Marta
Frayde, entre otros, declararon su simpatía
por cualquier proyecto de reconciliación
«entre cubanos» sea cual sea su ideología.
Se trata, según todas estas personalidades,
de «evitar que Cuba sea una nueva
Rumania», algo en lo que coinciden también
los disidentes y opositores del interior.
El régimen castrista reaccionó, por su parte,
con la intransigencia acostumbrada, en
primer lugar, despreciando al promotor de
la idea que, según Roberto Robaina (dirigente
de las Juventudes Comunistas de Cuba),
«cuenta apenas con unos cuantos familiares
» en su organización de derechos humanos.
La posibilidad de que en el diálogo o
«encuentro» participasen también representantes
del exilio fue tajantemente rechazada
por otros portavoces castristas, utilizando
la fraseología acostumbrada de «gusanos,
peones del imperialismo yanqui», etc.
Todo indica, sin embargo, que hay sectores
del régimen castrista para quienes el
«modelo rumano» resulta excesivo. O dicho
en otras palabras, no están dispuestos a
desaparecer junto con el fundador y líder máximo,
Fidel Castro. Estos sectores —«tecnócratas
», según la terminología de Castro—
parecen más dispuestos a iniciar un diálogo
en el que, naturalmente, el mayor peso correspondería
a los disidentes y opositores del
interior. Castro, sus generales y sus policías
parecen dispuestos, sin embargo, a descabezar
de un tajo a quienes «quieren pactar con
la gusanera». El recuerdo de! general Ochoa,
fusilado por su participación en una imaginaria
operación de narcotráfico, sigue pesando
sobre la clase política del régimen.
Aspecto importante de esta polémica es,
sin duda, la postura de Estados Unidos.
Hasta ahora tanto el presidente Bush como
el Departamento de Estado habían rechazado
la eventualidad de cualquier negociación,
diálogo o transacción con el régimen castrista.
Pero las cosas parecen estar cambiando.
El presidente Bush se mostró recientemente
mucho más cauto a cualquier «encuentro»
entre opositores y castristas, pero dijo también
que está deseoso de que se le planteen
alternativas nuevas para que Cuba salga de
la dictadura y se encamine hacía un régimen
representativo. Algo está cambiando, pues,
en las entrañas del establecimiento político
norteamericano con respecto a Cuba. Mientras
tanto, un grupo de personalidades de todo
el mundo acaba de solicitar el Premio
Nobel de la Paz para Gustavo Arcos.
Por Alberto Míguez
La publicación el 16 de junio pasado
de una declaración del disidente
cubano Gustavo Arcos Bergnes en el
diario El Nuevo Herald, de Miami, suplemento
en castellano del The Miami Herald,
desencadenó una verdadera tempestad en
los círculos del exilio cubano, sobre todo
entre los más veteranos e intransigentes. La
declaración de Gustavo Arcos (ex embajador
de Castro en Bruselas, ex preso político
y actualmente secretario general del Comité
Cubano pro-Derechos Humanos) estaba
fechada en La Habana y en ella se proponía
una «concertación pacífica» entre el
régimen castrista. los disidentes y exiliados
«interiores» y los exiliados del exterior.
«Bajemos cada uno de nuestros viejos burros
—decía Arcos en su declaración— y
efectuemos de manera civilizada, honesta
y respetuosa la próxima conferencia de cubanos
en Cuba, invitándose a todas las organizaciones
de las distintas corrientes de
opinión que están dentro y fuera.» En su
declaración, Arcos reconocía que «alimentar
a todos los ciudadanos con las calorías
necesarias para vivir, asegurar la atención
médica y la educación escolar gratuita y
otros logros sociales sobresalientes para un
país de América Latina no es suficiente».
También reconocía: «Es cierto que hay en
Cuba una parte considerable del pueblo que
respalda al Gobierno cubano y a sus dirigentes
», algo que muy pocos disidentes y
ningún exiliado se había atrevido a decir
abiertamente en el pasado.
Como era de esperar, la declaración del
embajador Arcos provocó reacciones encontradas,
casi todas hostiles, en el exilio
cubano, sobre todo el asentado en Estados
Unidos. Abrió fuego el poeta y ex preso político
Armando Valladares con una declaración
publicada en el Diario Las Américas,
también de Miami. Valladares hacía
gravísimas acusaciones contra Arcos —compañero
suyo de presidio durante años— e
incluso llegaba a señalar que su propuesta
de diálogo era una traición sugerida por el
propio régimen castrista para desbaratar la
unidad de acción del exilio y de la oposición
interna. La declaración de Valladares
fue seguida de una carta abierta firmada
por la española Mary Paz Martínez Nieto,
presidenta del Coalición Europea pro-Derechos
Humanos en Cuba y dirigida al también
disidente y exiliado, Ricardo Bofill,
que apoyó la tesis de Arcos.
La Asociación de Municipios Cubanos en
el Exilio, los médicos cubanos en el exilio,
«Cuba Independiente y Democrática» (la
organización que dirige el comandante Huber
Matos), la «Junta Patriótica Cubana»
que encabeza Manuel Antonio de Varona,
Alfa 66 y un largo etcétera de organizaciones,
grupos, tendencias y «sensibilidades»
del exilio histórico cubano, reaccionaron
con inquina y despego a la iniciativa porque
«no es posible negociar con asesinos».
Pero hubo también importantes grupos
y personalidades del exilio cubano que han
expresado su apoyo a la idea de! «encuentro
» de Arcos. El comandante Gutiérrez
Menoyo, el profesor Aguilar León, el escritor
Alberto Müller, la embajadora Marta
Frayde, entre otros, declararon su simpatía
por cualquier proyecto de reconciliación
«entre cubanos» sea cual sea su ideología.
Se trata, según todas estas personalidades,
de «evitar que Cuba sea una nueva
Rumania», algo en lo que coinciden también
los disidentes y opositores del interior.
El régimen castrista reaccionó, por su parte,
con la intransigencia acostumbrada, en
primer lugar, despreciando al promotor de
la idea que, según Roberto Robaina (dirigente
de las Juventudes Comunistas de Cuba),
«cuenta apenas con unos cuantos familiares
» en su organización de derechos humanos.
La posibilidad de que en el diálogo o
«encuentro» participasen también representantes
del exilio fue tajantemente rechazada
por otros portavoces castristas, utilizando
la fraseología acostumbrada de «gusanos,
peones del imperialismo yanqui», etc.
Todo indica, sin embargo, que hay sectores
del régimen castrista para quienes el
«modelo rumano» resulta excesivo. O dicho
en otras palabras, no están dispuestos a
desaparecer junto con el fundador y líder máximo,
Fidel Castro. Estos sectores —«tecnócratas
», según la terminología de Castro—
parecen más dispuestos a iniciar un diálogo
en el que, naturalmente, el mayor peso correspondería
a los disidentes y opositores del
interior. Castro, sus generales y sus policías
parecen dispuestos, sin embargo, a descabezar
de un tajo a quienes «quieren pactar con
la gusanera». El recuerdo de! general Ochoa,
fusilado por su participación en una imaginaria
operación de narcotráfico, sigue pesando
sobre la clase política del régimen.
Aspecto importante de esta polémica es,
sin duda, la postura de Estados Unidos.
Hasta ahora tanto el presidente Bush como
el Departamento de Estado habían rechazado
la eventualidad de cualquier negociación,
diálogo o transacción con el régimen castrista.
Pero las cosas parecen estar cambiando.
El presidente Bush se mostró recientemente
mucho más cauto a cualquier «encuentro»
entre opositores y castristas, pero dijo también
que está deseoso de que se le planteen
alternativas nuevas para que Cuba salga de
la dictadura y se encamine hacía un régimen
representativo. Algo está cambiando, pues,
en las entrañas del establecimiento político
norteamericano con respecto a Cuba. Mientras
tanto, un grupo de personalidades de todo
el mundo acaba de solicitar el Premio
Nobel de la Paz para Gustavo Arcos.