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Lo viejo

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“Lo viejo,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1978.

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Lo viejo

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Nueva Revista 127 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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STEFAN ZWEIG.LO VIEJO Y LO NUEVOJavier OrtizEchagüePROFESOR DE HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍALA AUTOBIOGRAFÍA DE STEFAN ZWEIG, EL MUNDO DE AYER,CONSTITUYE UN TESTIMONIO ELOCUENTE DE LAS CONTRADICCIONES DE LA CULTURA ARTÍSTICA DE LA PRIMERA MITADDEL SIGLOXX. EL ARTÍCULO TRATA DE SITUAR LA POSTURA DEZWEIG EN EL ENTRECRUZAMIENTO DE DISTINTAS CORRIENTESY PERSONAJES CON LOS QUE MANTUVO RELACIÓN. EL RESULTADO ES UN RETRATO CONTRADICTORIO, QUE REFLEJA CÓMOVEÍA UN LIBERAL FORMADO EN LA VIENA DE FIN DE SIGLO LA.CULTURA DE VANGUARDIA DEL PERIODO DE ENTREGUERRAS«Entre los numerosos enigmas del mundo, el más profundo e inexpugnable sigue siendo el misterio de la creación»,escribió Stefan Zweig. Educado en la tradición del humanismo liberal europeo, Zweig consideraba las artes comoel ámbito privilegiado en el que pueden desarrollarse lospuros valores del espíritu, y —siguiendo esa «religión delgenio», tan difundida en la Viena de fin de siglo— a los artistas como seres clarividentes que, en algunos momentos,nueva revista· 127128percibían y eran capaces de plasmar lo que otros no alcanzaban a ver. Zweig había sido durante largo tiempo un apasionado coleccionista de manuscritos, tanto literarios comomusicales, reflejos excepcionales del proceso de creación:las galeradas de una novela de Balzac emborronada por correcciones, los cuadernos de trabajo de Leonardo, o una amplia colección de escritos de Goethe. No en vano uno de suslibros más difundidos, Momentos estelares de la humanidad,estaba dedicado en buena parte a describir esos instantesespeciales de inspiración.En todas estas facetas, Zweig era un representante deXIX, de cuya crila mentalidad liberal de finales del siglosis fue un testigo ejemplar. Es conocido el candoroso retrato que, en la autobiografía titulada El mundo de ayer,hizo del ambiente cultural de la Viena fin de siglo. Hoy díaes ya popular la excepcional conjunción de circunstanciasque se dieron en aquel momento, objeto del libro clásicode Carl E. Schorske (FindeSiècle Vienna, 1961). Zweigdescribió una Viena poseída por el ideal de la «seguridad»,que confiaba en un progreso para el que no se preveían límites, cuya experiencia de la guerra se limitaba a algunasescaramuzas en la guerra francoprusiana de 1871, y queevitaba cualquier negocio excesivamente arriesgado. Yjunto a esto, una ciudad volcada en la música y en la literatura, en la que pervivía una cierta tradición humanista en la que aún estaba claro el «conocimiento general»,que marcaba lo que cualquier persona de cierto estatus«debía saber».En esta descripción podía percibirse, de un modo muycaracterístico, una concepción del arte volcada sobre sínueva revista· 127129javier ortizechagüemisma, que en aquellos años algunos definieron con la fórmula de l’art pour l’art.«La verdadera experiencia de nuestros años de juventud —decía en El mundo de ayer—consistió en que algo nuevo se fraguaba en el arte, algo queera más apasionante, problemático y tentador que aquelloque había satisfecho a nuestros padres». Esta juventud notenía el más mínimo interés por los problemas políticos ysociales de su época. «Sólo tenía ojos para libros y cuadros», reconoció Zweig. «No caíamos en la cuenta de quelos cambios que se producían en el ámbito de lo estéticono eran sino vibraciones y síntomas de otros, de un alcance mucho mayor, que habían de conmocionar y, finalmente, destruir, el mundo de nuestros padres, el mundode la seguridad».Efectivamente, como recordó el ya citado Schorske,en la Viena finisecular se estaba produciendo una «ubicua y simultánea crítica de su herencia literalracionaldesde el interior de los diversos campos de la actividad cultural». Para Schorske, el nacimiento de lo que él llama el«hombre psicológico» se produjo paralelamente en el psicoanálisis freudiano, la pintura de Gustav Klimt o la literatura de Hugo von Hofmannsthal, y derivó finalmenteen la «explosión» de la cultura tradicional en la obra deOskar Kokoschka o de Arnold Schönberg.La actitud de Zweig en este sentido fue ambigua y refleja bien las contradicciones de su generación. Durantela Primera Guerra Mundial —junto a otros como RomainRolland— se dedicó a la labor antibelicista desde la Suizaneutral. La aparentemente eterna estabilidad del imperioaustriaco había acabado de pronto, y buena parte de losnueva revista· 127130stefan zweig. lo viejo y lo nuevointelectuales apoyaron entusiasmados el conflicto. La guerra había comenzado, de hecho, con la imagen aterradorade los cientos de jóvenes que se subieron enfervorizadosa los trenes que los conducían al frente, mientras —comorecordó Ernst Jünger en Tempestades de acero— cantaban«Kein schöner Tod ist auf der Welt...»[No hay en el mundomuerte más bella...]. Muchos artistas y poetas se unieronsin dudarlo a esta sangría. El profeta del futurismo, Marinetti, se alistó en el ejército italiano y proclamó pomposamente que «la guerra es la única higiene del mundo».El citado Kokoschka fue herido en el frente, en 1915. Yel pintor Franz Marc, compañero de Kandinsky antes dela guerra, falleció cerca de Verdún en 1916. Y esto, por nocitar más que tres casos de una lista que resultó larga ypenosa.En este ambiente enrarecido, el esteticismo burguésanterior a 1914 dejó de tener sentido. Zweig —pacifistaliberal durante la guerra— pudo comprobarlo con amargura. Muchos futuristas y expresionistas habían apoyadoabiertamente el conflicto, y habían colaborado con lasnuevas formas para enardecer los ánimos. Por ejemplo, elcitado Franz Marc, poco antes de caer en el frente, escribió que la guerra era el necesario «purgatorio de la Europa vieja, enloquecida, culpable». La posguerra estuvomarcada por la popularización de movimientos de anteguerra como el cubismo, por el nacimiento de un nuevoexpresionismo de denuncia, quizás más violento que elprimero, y nuevas corrientes como el surrealismo. «Lanueva pintura —escribió Zweig— dio por liquidada todala obra de Rembrandt, Holbein y Velázquez e inició losnueva revista· 127131javier ortizechagüeexperimentos cubistas y surrealistas más extravagantes.En todo se proscribió el elemento inteligible: la melodíaen la música, el parecido en el retrato, la comprensibilidad en la lengua».El mundo de la estabilidad y respeto a las tradiciones anterior a la guerra se había clausurado violentamente. Algunos grupos artísticos como los dadaístas de Zurich fuerontambién radicalmente pacifistas durante la Gran Guerra (unapiadosa leyenda cuenta cómo, antes de partir para Rusia,Lenin solía jugar al ajedrez con Tristan Tzara en el cabaretVoltaire...). Sin embargo, su postura no era ilustrada al modode Zweig. El rechazo de la sociedad burguesa llevó al da daísmo a una postura abiertamente nihilista, que negaba radicalmente la fe en la creación individual que defendíaZweig. Sus obras carecerían de subjetividad: estarían formadas por recortes de periódicos y otros medios de masas, y unode sus componentes fundamentales sería el azar.El testimonio de Zweig refleja cómo percibía estos fenómenos un intelectual liberal formado en el viejo mundo. Lomás probable es que sólo tuviera noticias de oídas, pues enrealidad la relación entre vanguardia y tradición resultaba algomás compleja (Picasso, por ejemplo, había vivido durante laguerra en Italia, y a partir de aquí comenzó un nuevo estiloen su pintura, conocido como «neoclásico»). En cualquiercaso, sí es interesante destacar los reparos que generaba unanueva cultura que albergaba un claro germen de violencia.Dejando a un lado la tópica acusación de extravagancia queZweig dirigió al surrealismo, no debería olvidarse que —en sumanifiesto de 1924— André Breton había proclamado que«el acto surrealista más simple consiste en salir a la calle connueva revista· 127132stefan zweig. lo viejo y lo nuevoun revolver en la mano y, a ciegas, disparar cuanto se puedacontra la multitud». Este nuevo clima cultural era, para Zweig,«la gran venganza de nuestra juventud que se desahogabatriunfante contra el mundo de nuestros padres».Aunque Zweig no lo viera en un primer momento, todoesto estaba ya latente en la cultura ilustrada de la Vienafinisecular. Esa era la ciudad donde el doctor Freud desarrolló sus investigaciones sobre la cara oculta del optimismo liberal, como el mismo Zweig describió en El mundo deayer. Y de hecho, él mismo mantuvo una larga amistad conSigmund Freud, a quien consideraba sencillamente como«el espíritu más agudo de nuestro tiempo».Según relató Zweig, Freud no estaba en absoluto sorprendido con la ascensión de Hitler al poder y la nueva guerra que se avecinaba. Aquel triunfo de la barbarie colectiva no era más que una confirmación de su pesimismohabitual, que le había llevado a afirmar, desde hacía años,el predominio de los instintos sobre la razón. Y él mismo sevio afectado por esta situación, de la que no se enorgullecía en absoluto. Austria fue ocupada por el ejército alemánel 11 de marzo de 1938 y tuvo que abandonar el país.El destino final del exilio de Freud fue Londres, a dondellegó el 4 de junio. Zweig se encontraba en la misma de ciudad, y desde entonces se vieron con frecuencia. Durante estasvisitas ocurrió un episodio significativo. Zweig considerabaque Salvador Dalí era «el único pintor genial de nuestraépoca», además —según le escribió al propio Freud— del«más fiel y más agradecido discípulo de sus ideas entre los artistas». A su vez, Dalí había tratado, sin éxito, de encontrarse con Freud en Viena en diversas ocasiones. Aprovechandonueva revista· 127133javier ortizechagüela cercanía, Dalí trató de contactar, por mediación de Zweig,con su venerado maestro. Y efectivamente, al poco tiempo dela llegada de Freud a Londres, el 19 de junio, Zweig se presentó en su casa acompañado por Dalí, que pretendía realizar un retrato del doctor vienés. El encuentro tuvo su éxito,pues el 22 de julio, Freud escribió a Zweig muy agradecidopor la oportunidad que había tenido de conocer al joven pintor. «Hasta ahora —reconocía— me sentía inclinado a considerar a los surrealistas, que, al parecer, me han elegido porsu santo patrón, como chiflados incurables». Sin embargo,este español, «con sus ojos cándidos y fanáticos y su indudable maestría técnica, me ha hecho reconsiderar mi opinión.En realidad, sería muy interesante investigar analíticamentecómo ha llegado a ser compuesto un cuadro así». Zweig le comunicó los contenidos de esta carta a Dalí, que estaba encantado con que el propio Freud le hubiera calificado de «fanático», y desde entonces lo repitió siempre que tuvooportunidad. En cuanto al retrato, Dalí lo realizó convencidodel tremendo parecido que había entre el cráneo de Freud yun caracol. El resultado fue un dibujo que presentaba a unanciano débil y cansado, con una espiral marcada sobre la cabeza. Pese a la insistencia de Dalí, al comprobar su aspecto,Zweig decidió no mostrárselo a Freud, para evitar nuevossobresaltos a la frágil salud del anciano doctor. «Dalí, clarividente, había incluido ya la muerte en él», escribió.Efectivamente, Freud murió un año después, y Zweigvivió apenas tres años más. Mientras tanto, Dalí ya habíasido expulsado del movimiento surrealista por sus declaraciones ambiguas respecto a Hitler (que él atribuía a unaobsesión paranoica, completamente ajena a la política).nueva revista· 127134stefan zweig. lo viejo y lo nuevoY cuando, en 1950, afirmó que había abandonado su postura irreverente y proclamó su conversión al catolicismo,recurrió precisamente a la correspondencia de Freud conZweig. Freud —decía— «me había señalado ya como unmístico en potencia, hasta aplicarme el calificativo de fanático». Esta conversión de Dalí fue acompañada de unaopción artística de vuelta a Rafael y Velázquez: a esa tradición que, poco antes, algunos creían extinguida por lossurrealistas.«¡Qué época tan alocada, anárquica e inverosímil la deaquellos años!», escribió Zweig. Y, a su modo, tenía razón. nueva revista· 127135