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La estancia

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“La estancia,” accessed April 19, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1972.

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La estancia

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Nueva Revista 127 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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LA ESTANCIA CASTELLANADEJIMÉNEZ LOZANOLuis Julio González PlatónESCRITOREs media tarde cuando llego a Alcazarén, los dos palacios,el pueblo castellano en el que vive don José. Es tierra demudéjar, de torres con arcos de ladrillos, de horizontes limpios en los que se ve el vuelo lento y pesado de la avutarda. Es tierra de pueblos que aún conservan viejos recuerdos de judíos, de moros, de cristianos conviviendo en losmercados de Olmedo, de Arévalo, de la no muy lejana Medina del Campo. Tierras que conocieron la infancia deaquel mudejarillo de Fontiveros y que aún hoy ven pasarpor sus calles a ancianas vestidas con la almafada. Don Josévive en Alcazarén como un eremita, como un morabito,en un oasis en el que las palmeras se hubieran metamorfoseado en libros.Unos chopos desnudos nos señalan su casa en las afueras del pueblo. En la puerta un cave canemy enseguida lasonrisa del escritor que nos invita a pasar a su despacho. Peroantes recorremos el jardín, el hortus claususen el que elescritor me va señalando los nombres de las plantas quevamos viendo en nuestro paseo. Tiene siempre un hortusmucho de femenino, de mano de mujer, de mirada escondida en la sombra y, como él mismo dice en su Guía espiritualnueva revista· 12787luis julio gonzález platónde Castilla, tiene el jardín y el claustro con sombra y aguamucho de paraíso para el castellano que vive el estío ardiente de estas tierras. En la tapia un azulejo con un poemade Emily Dickinson:Si no estuviera vivaCuando los petirrojos vuelvan,Al de la corbata roja,Dadle una miga en recuerdo.Los pájaros son una constante, como seres delicados, desvalidos ante la fuerza de la naturaleza, evangélicos testigos de la providencia divina, en la obra de nuestro escritor.«Un ala de un gorrioncillo, rota, pone en cuestión a Dios»,nos dice en Pájaros, su libro de poemas dedicado a las avesdel cielo.Junto al azulejo de la poetisa americana otro de Safo.Ambos están en la tapia vigilando las lluvias, los soles, lasnieblas, poniendo hitos de poesía. La presencia del mundoclásico en la obra y en la vida del escritor abulense constituye la base de su ser más íntimo, de sus adentros. Lectorapasionado de la literatura clásica, me confiesa su devociónpor Horacio, de quien traduce unas odas, como «ejercicioliterario» antes de ponerse a escribir.Pero ya nos acercamos a la casa. En la puerta, la cortina típica de los pueblos castellanos; la cortina que defendíael interior del calor, de la luz, del polvo, de las miradas indiscretas. Por el pasillo, solado con baldosas rojas pintadasde almazarrón, llegamos hasta el despacho. Es el despachoaustero de un castellano viejo en el que los libros son protagonistas absolutos: libros en los estantes de la biblioteca,nueva revista· 12788la estancia castellana de jiménez lozanolibros sobre su mesa de trabajo compartiendo espacio conun rimero de periódicos franceses e ingleses, con la polifonía de Victoria o con las armonías de Sisask. Es un «PetitPort Royal» en tierras de ValladolidMe cuenta que nació en Langa, un pueblecito de LaMoraña de horizontes muy parecidos a los que se ven desdedonde estamos; que estudió Derecho y Filosofía y Letras yque tuvo desde edad muy temprana una gran afición por lalectura. Es ante todo, creo que incluso antes que escritor,un fabuloso lector que ha aprendido bien sus latines y esegran conocimiento de la literatura universal trasuda en suobra. Hablamos de los filósofos que más le han influido, desus gentlemen and friends, con los que charla, a quienesconsulta, en quienes busca consuelo. Visión muy quevedesca de dialogar con los muertos. Me señala los estantesabarrotados de su biblioteca; en uno de ellos, las obras completas de Kierkegaard y Pascal. De esa obra completa delpensador francés, arranca el interés de don José por el jansenismo y de ese interés por el jansenismo, la que para míes su mejor novela, Historia de un otoño.Unos rayos de sol se cuelan por entre las nubes y lleganhasta el jardín invernal. Hay un gorrioncillo en el jardín,quizás aquel pájaromaestro que posado en el muladar o enel tejado le enseñó a nuestro escritor la humildad de lasaves del cielo.Cuando leo a este hombre menudo, de ojos claros untanto pícaros y burlones, dotado de una exquisita sensibilidad, creo que ante todo es un poeta. Tiene la sensibilidadde un poeta y la aplica luego con esmero y con sabiduría alos distintos géneros que toca. Me lleva fuera, a una casanueva revista· 12789luis julio gonzález platónaneja que ha dedicado para biblioteca. Allí me señala unabuena colección de poetas ingleses: William Wordsworth,Tennyson, Lionel Johnson, Donne y tantos otros que le hanido acompañando a lo largo de su vida. Le comento que ensu obra poética (es autor de varios libros de poemas: Tantas devastaciones, Un fulgor tan breve, El tiempo de Eurídice, Pájarosy Elegías menores) hay esa sensibilidad por la naturaleza que me parece propia del «haiku» japonés.Mientras le digo esto y veo por las ventanas los brotes enlos lilos en el jardín, se me viene al recuerdo otro poemilla suyo:Las destruidas lilaspor el hielo de abril.Una hermosura menosen el mundo.Pero me refuta diciéndome que también aparece esta sensibilidad por la naturaleza en otros poetas y no sólo desdeel romanticismo. Ya Virgilio se emocionaba y nos emociona con un atardecer en sus bucólicas: «Y ya los tejados delas cortijos a lo lejos humean y cada vez mayores las sombras descienden de los altos montes».«La sensibilidad no es patrimonio de ninguna culturasino patrimonio del que se acerca a ella, del que la vive ensu alma». Creo que tiene razón.Seguimos este recorrido mágico que estamos haciendopor la biblioteca del autor y llegamos a la estantería en laque se guardan sus obras. Pasa en silencio ante ellas; no eshombre dado a la autocomplacencia sino más bien un luchador del lenguaje, un orfebre que trabaja su prosa y sunueva revista· 12790la estancia castellana de jiménez lozanoverso, que la deja reposar y que al cabo del tiempo le aplica aquello de Pasternak que a él tanto le gusta y que me repite ante sus libros: «De lo que escribimos sólo debe perdurar aquello que al releerlo nos parece ajeno»Pero en esta estantería están novelas espléndidas: Lassandalias de plata, con su Blas Civicos; Duelo en la casagrande, una novela sobre tiempos recios; Los lobeznos, conlas luchas y las ambiciones de los políticos; Ronda de noche,Los compañeros o Un hombre en la raya. No puedo pormenos que repetirle que mi novela favorita es Historia deun otoño, que la aventura de aquellas monjas frente alpoder de Luis XIV me pareció apasionante cuando la leíuna tarde de julio a la sombra de la puerta de San Sebastián en Rioseco.También están aquí sus narraciones breves. Es buen escritor Jiménez Lozano en distancias cortas. Como cuentista encontramos un buen puñado de libros que nos revelan auno de los grandes maestros del cuento en castellano en laúltima mitad del siglo veinte a la altura de Aldecoa, de Medardo Fraile o de Meliano Peraile. Cuentos con personajesvivos, con vidas que se nos quedan grabadas. Así, enEl granode maíz rojoo El cogedor de acianos. Siempre me ha parecido que aquí está lo mejor del autor, lo más atrayente, loque más perdurará. Y junto a los cuentos esos libros difícilmente clasificables pero que para mí son también lomejor del autor: Un dedo en los labios, en el que el autor penetra de una manera espléndida en la psicología femenina;Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda (13251402), un libro del que me cuenta que recibió la crítica airada de un profesor norteamericano que le reprochaba lanueva revista· 12791luis julio gonzález platónfalta de rigor histórico con un personaje de ficción, y El mudejarillo, el acercamiento más hermoso a otro de sus autores de referencia: San Juan de la Cruz.Volvemos a su despacho. Aprovecho para preguntarlepor su labor como periodista en El Norte de Castilla, endonde coincidió con otros dos premios Cervantes: MiguelDelibes y Francisco Umbral. Hablamos de mil cosas. Merecomienda lecturas como el que habla de viejos amigos.Le haré caso. En cada visita a su casa lleno mis alforjas denuevas lecturas y nunca quedo defraudado. Escuchamos elGloria Patride Sisask casi con veneración, pero el tiempo,aun entre armonías divinas, pasa y es hora de marchar.Salimos de nuevo al hortus. La tarde es hermosa en estatierra de Alcazarén, un pueblo en donde aún es el gallo elque señala los amaneceres. El sol poniente juega en losarcos de ladrillo de la torre mudéjar. Un perro que habíapasado la tarde al sol junto a unas tapias de adobe entra enel corral por un portalón de madera que ya está algo desvencijado, algo achacoso de tantas heladas y tantos estíos.Anochece cuando salimos del pueblo. A lo lejos la lunacuelga sobre las cotarras de Mojados como en un haiku deKobayashi. Queda don José en su despacho leyendo, penABCo parasando en el próximo artículo para una tercera de El Norte de Castilla; pensando en su mundo —que es unpoco el mío— de ronqueras e inquisiciones, de petirrojos ymudejarillos, de lobeznos y granos de maíz rojo. Para alumbrarse —para alumbrarnos— ha dejado encendida la luz deuna candela.nueva revista· 12792