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“Joseph,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1970.

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Joseph

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Nueva Revista 127 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Cultura en realidadJOSEPH PEARCE: UN CONVERSO ENTRE CONVERSOSJosé M.ª CarabantePROFESOR DE FILOSOFÍA DEL DERECHO.CENTRO UNIVERSITARIO VILLANUEVAESCRITOR DE PRESTIGIO, MAESTRO EN EL ARTE DE LA BIOGRAFÍA, JOSEPH PEARCE ES PRÁCTICAMENTE UN DESCONOCIDOPARA EL PÚBLICO ESPAÑOL. SIN EMBARGO, NADIE MEJOR QUEÉL CONOCE LA RELEVANCIA QUE TIENE LA EXPERIENCIA VITALEN LA CONFIGURACIÓN DE LAS OBRAS LITERARIAS. LA PROPIAVIDA DE PEARCE, SU PROCESO DE TRANSFORMACIÓN INTERIORY SUS INQUIETUDES SON, COMO SE EXPLICA EN LAS PÁGINASQUE SIGUEN, ESENCIALES PARA ENTENDER SU INTERÉS PORCIERTOS ESCRITORES QUE HAN MANTENIDO EL COMPROMISOCON SUS CREENCIAS EN TIEMPOS DE MAYOR INCERTIDUMBRE.Chesterton, Tolkien, Newman —sobre todo Newman,como padre espiritual de varias generaciones de conversos— no son solo los nombres de los personajes biografiadospor Joseph Pearce, sino también las señales luminosas quehan guiado su conversión. Tal vez por ello, en las exhaustivasnueva revista· 12770joseph pearce: un converso entre conversosbiografías que ha escrito se percibe tanta emoción y tantoagradecimiento, casi podría decirse que veneración, porquienes, como él, se han acercado a la fe y a una visión gozosa y optimista de la vida. Porque, como tantos otros, Pearce abandonó lo que, en sus palabras, era «un infierno deodio» por el brillo y «resplandor del cristianismo».Es difícil penetrar en el misterio de las conversiones; dehecho, Pearce lo comenta en algunos de sus libros y la lectura de sus textos lo demuestra. Es inútil intentar analizarcómo se encuentra o llega la fe, buscar las razones de unatransformación tan íntima como sobrenatural. ¿Cómo es posible que el joven Pearce, un adolescente atribulado, miembro de un movimiento político xenófobo y anticatólico, cambiara radicalmente su visión del mundo? Nacido en 1961 enun barrio pobre y conflictivo de Londres, su juventud fuebastante convulsa y estuvo marcada por el activismo político.La propia realidad social que le tocó vivir le obligó a adquirir compromisos no siempre acertados. En un entornocada vez más multirracial, con importantes cambios sociales debidos a la inmigración de los sesenta, no es de extrañar que brotara el conflicto y el enfrentamiento político. Elresentimiento se concitó sobre los que eran diferentes.Protagonista de los problemas de la convivencia entre culturas, Pearce se afilió al National Front (NF), un partidode extrema derecha, enormemente combativo y virulento,que nació bajo premisas racistas y xenófobas.Su compromiso no fue una aventura pasajera. Comoél mismo explica, decidió dedicarse por completo a eseproyecto de corte revolucionario y esforzarse en lo posible por conservar la pureza cultural de su propio país. nueva revista· 12773josé m.ª carabanteY destacó particularmente en el área de la propaganda:NF—con un exdirigió el periódico de las juventudes del presivo nombre, Bulldog—, editó una revista nacionalista e incluso llegó a la cúpula del partido con apenas dieciocho años.Fueron años de amargura, de hostilidad, de odio. El resentimiento empapó la vida de Pearce y sus proyectos, comoha confesado. Y auque la religión no fuera en un principiomotivo de preocupación personal —se declaraba agnóstico—, sí que se convirtió en un elemento más de la lucha política.Desde la perspectiva de un nacionalismo algo simplista y excluyente, aquejado de un prejuicio extendido en un sector delanglicanismo, pensaba que el catolicismo era una religión extranjera y, por tanto, un enemigo a batir. Esta visión, a la quese sumaban las implicaciones del trágico conflicto irlandés, lecondujo a una anticatolicismo beligerante y violento: es significativo que fuera uno de los líderes que se opusieron públicamente a una visita pastoral de Juan Pablo II.DEL RADICALISMO A LA FEEl compromiso con la lucha política y la voluntad de cambiar las cosas, aunque fuera de forma drástica, provocó unaprimera transformación, al menos intelectual. Pearce erainconformista y curioso —se ha definido siempre como unamante de los libros— y parecía empeñado en ensayar unaalternativa que superara esa divergencia histórica entre liberalismo y comunismo. Como críticos de ambos sistemas—es decir, equilibrados en su defensa de la justicia social— alguien le sugirió que leyera a Belloc y a Chesterton.Ese fue el resquicio que aprovechó la fe.nueva revista· 12774joseph pearce: un converso entre conversosCon la excusa de leer opiniones políticas heterodoxas,no tuvo más remedio que encajar la defensa del catolicismo y de la doctrina social de la Iglesia que con tanta inteligencia como finura supo hacer, especialmente, Chesterton. Encontró Ortodoxiabastante razonable, por ejemplo.La visión católica de la vida comenzó a desvelarse en unveinteañero caótico pero noble. En la maraña de sus teorías se abría un horizonte de coherencia y ante las argumentaciones y el sentido común del autor de El hombreque fue juevesse cayeron como por ensalmo sus prejuicios.Debió de dejar poso en su alma esa cosmovisión alegre,optimista, casi llegando a la ingenuidad, que proponeChesterton. Pero su vida, como siempre, tomaba otros derroteros. En dos ocasiones tuvo que vérselas con la justicia,acusado de apología del racismo. Y fue condenado enambas ocasiones. La experiencia de la cárcel fue para élcatártica, un paso decisivo para su conversión. En la cárcel, paradójicamente, puedo encontrarse a sí mismo y reconciliarse con su existencia, sobre todo en aquellos momentos en que, por razones de seguridad, fue desplazado ala zona de aislamiento.También fueron años de ansiedad intelectual y de un anhelo profundo de verdad; momentos de dudas, de vacilaciones, de convicciones que se resquebrajaban a la luz de otrasnuevas. De Chesterton —a quien considera su Virgilio—pasó a Belloc; de la política y la economía a la fe: Lewis, Tolkien y Newman. Y tantos otros. Entonces, cuando en unmomento dado los funcionarios de prisión le preguntaronpor su filiación religiosa, Pearce dijo: «Soy católico». Fue suprimera declaración de fe.nueva revista· 12775josé m.ª carabanteHubo algo nuevo y radical que prendió en su interior,pero la conversión religiosa tiene su propio tempo. Comenzó a balbucir oraciones en la soledad de su celda, sepropuso distanciarse de su pasado radical y profundizar enla fe. Al salir de prisión, en 1986, rompió con todos esoslazos que le unían al extremismo —y que, por otro lado,era todo lo que tenía— y comenzó un nuevo itinerariovital, más modesto y reflexivo. Comenzó a ir a misa, a hablar asiduamente con un sacerdote; cambió de ambiente,de ciudad. Y finalmente, después de un largo tiempo depreparación, fue admitido en la Iglesia católica en 1989.CATOLICISMO Y ESPERANZASu propia experiencia y su carácter inquieto, sin embargo,le han llevado a reflexionar sobre las vidas de aquellas personas que influyeron en su propio proceso de conversión.Un converso se interesa por otros conversos, explica. Trasvarios años de investigación, en 1996 apareció su biografíasobre Chesterton, que tuvo bastante resonancia en los medios de comunicación. Después vinieron los estudios históricos y literarios sobre Tolkien, Solzhenitsyn, Belloc y C. S.Lewis, entre otros. Ahora bien, sería erróneo suponer que laintención de Pearce es meramente literaria o intelectual;busca, sobre todo, descubrir las similitudes entre el contexto en el que vivieron estos autores y el mundo actual.Porque si algo une a todos estos escritores no es exclusivamente la calidad y el brillo de su literatura, sino el intentode salvar algunas certezas en las épocas de mayor confusióny desconsuelo. Todos ellos, aunque quizá involuntariamente, fueron miembros de un movimiento literario que nonueva revista· 12776joseph pearce: un converso entre conversosocultaba su finalidad espiritual. Puede decirse que encontraron lo que buscaban en la fe aunque tenían —y esto eslo más fascinante— diversos orígenes: anglicanos, ateos yagnósticos. Fueron los nuevos heraldos de la cultura cristiana y se convirtieron para millones de lectores —tambiénpara los de hoy— en una suerte de refugio espiritual en uncontexto social y político descreído. En cualquier caso, Pearce no se ha quedado en el mero descubrimiento: su propósito es destacar cómo los grandes de la literatura anglosajona del siglo pasado (Waugh, Lewis, Tolkien, el mismoChesterton) utilizaron la magia de su prosa para proponera sus coetáneos una perspectiva más esperanzadora fundada en la trascendencia.En esa tesitura se encuentra ahora el propio Pearce.Desde su residencia en Florida, como profesor y escritor,propone una apología del catolicismo comprometido en lasluchas de hoy: el consumismo, el aborto, la pobreza, la justicia social, el laicismo, etc. En este sentido, sostiene queser católico es ahora lo más extraño y chocante, un escándalo para un mundo fuertemente secularizado. El catolicismo, a su juicio, es una buena opción para hacer frentea los desafíos que se le presentan al hombre contemporáneo, constituyendo una alternativa seria y razonable al posmodernismo superficial de nuestro tiempo.En todos sus ensayos late una idea importante que enocasiones se tiende a olvidar: la fuerza creativa de la fe, elfermento cultural que reside en la creencia religiosa. Nose trata de restar importancia a la reflexión teórica ni deorillar los vínculos de la razón y la fe: Pearce ha señaladotambién la importancia de este asunto y recuerda el nueva revista· 12777josé m.ª carabanteimpacto que le produjo Fides et ratio. Se refiere más bien ala necesidad de promover la belleza en un mundo pesimista, como recientemente ha advertido Benedicto XVI. La belleza puede aligerar el camino hacia la razón y procurar suarmonía con las creencias. Partiendo de esta idea, es fácilinterpretar el curso de la Modernidad como una progresivadivergencia entre la cabeza y el corazón, lo que ha provocado el auge de un cientificismo frío e inhumano y una debilidad moral que ha dejado al hombre desnortado. Encontrarsentido a su existencia: esto es lo que necesita el hombre dehoy, según Pearce, y sus libros cuentan cómo muchos hanbuscado y encontrado esperanza en sus vidas. UN REPASO A LAS PRINCIPALES OBRAS DE JOSEPH PEARCEG. K. Chesterton [Encuentro, Madrid, 2009]«Chesterton ha sido mi Virgilio», ha comentado en algunaocasión Joseph Pearce. Este libro puede ser considerado,desde este punto de vista, como el pago de una deuda degratitud. Fue su primer ensayo con resonancia pública y esconsiderada como una de las biografías definitivas sobreel creador de El padre Brown. Publicado originalmente en1996, Pearce manejó para elaborarlo los textos publicadosde Chesterton e incluso pudo acceder a algunos que todanueva revista· 12778joseph pearce: un converso entre conversosvía permanecen inéditos. Como resultado ofrece una biografía detallada y minuciosa.En este ensayo utilizó por primera vez una estrategiaque se ha convertido ya en su propia seña de identidad:tiene en cuenta al personaje, pero busca descubrir a partirde la obra sobre todo a la persona. Por eso, Chesterton, unescritor del que especialmente se puede decir que es inseparable de sus libros, aparece también en sus contradicciones y desvelos. Se constata así que era, desde la infancia, un alma en ebullición, apasionada, y que contaba conuna genialidad rápida que sabía atisbar siempre el ladobueno de la realidad. Su nobleza y sinceridad queda patente en el proceso de su conversión al catolicismo, unhecho estudiado con hondura por Pearce.En estas páginas hay infinidad de detalles y ejemplosal respecto de cómo era este Chesterton jovial y, sobretodo, inquieto: sus relaciones familiares, el combate dialéctico y constante con quienes no pensaban como él (porejemplo, Shaw), su vocación periodística, el proceso decreación de sus obras, el descubrimiento del amor y su matrimonio, su visión poética, los viajes por América, sus frustraciones y sufrimientos o su ingenuidad...La intención de Pearce es resaltar algo que en la lectura de Chesterton puede pasar inadvertido: la profundidadde su visión filosófica, que emerge detrás de la confabulación de risa y lógica característica de sus obras. De otraforma, no podría explicarse la poderosa influencia que haejercido en la vida espiritual de muchas generaciones, empezando por C. S. Lewis que, como Pearce, reconoce quedebe su fe cristiana a la lectura de El hombre eterno.nueva revista· 12779josé m.ª carabanteOscar Wilde. La verdad sin máscaras[Ciudadela, Madrid, 2006]Oscar Wilde es el prototipo de intelectual culto, algo snob,escandalosamente frívolo y herido por la impostura queconfiere un éxito demasiado temprano. Pero esa es la máscara. Un prototipo, por cierto, que ha sido fructíferamente utilizado por el movimiento homosexual, que ha convertido a este escritor brillante y polémico en un icono desu lucha. Si quitamos esa máscara, como hace Pearce, aparece una persona débil, contradictoria, voluble, pero capazde captar siempre la belleza, como se pone de manifiestoen uno de los libros más bellos de la literatura íntima: Deprofundis.En realidad, viene a decirnos Pearce, se produce unaespecie de esquizofrenia entre la vida y la obra de Wilde.Y las visiones que normalmente se ofrecen sobre él pecantambién de dualismo: o bien es idolatrado por la culturalightcomo epítome de la superficialidad o bien es acusado por la mirada férrea de la intransigencia más puritana.Pearce sostiene que Wilde fue ciertamente un ser tendente al histrionismo, protagonista de algunos hechos ciertamente vergonzosos, representante del decadentismo artístico que privilegia el arte, la forma y la actitud por encimade la verdad, pero paradójicamente expresó un exquisitotacto moral y una nobleza de espíritu especialmente claraen la mayoría de sus obras. Basta con leer esa parábola dela destrucción moral que es El retrato de Dorian Gray.El repaso por su vida constituye una aventura interesante, casi una novela que provoca sensaciones ambiguas.nueva revista· 12780joseph pearce: un converso entre conversosParece claro que el propio Wilde ha sido el personaje másconseguido que ha salido de su pluma. Pero, como indicaPearce, Wilde vivió en un estado de confusión interna casipermanente y fueron sus propias contradicciones las quele condenaron a la condición de paria en la que murió. Eneste libro se da a entender que la clave de este resquebrajamiento interior está relacionada con su negativa a convertirse al catolicismo durante su juventud. Este es el motivo principal que explica sus altibajos y la profundahondura de sus poemas y escritos.«El vicio supremo es la superficialidad», repite insistentemente Wilde en la carta que envió a quien fuera su amante, Alfred Douglas, desde la cárcel de Reading. La experiencia en la prisión fue reveladora, sostiene Pearce. Algo debíasaber del carácter redentor y purificador del sufrimientoquien se había jactado de su hedonismo. Y como en Reading, también al final de su vida, rodeado de unos pocos fieles, pero sumido en la pobreza, Wilde supo encontrar supropia alma. Ya en el lecho de muerte, Oscar Wilde recibióel bautismo. Manteniendo casi en suspenso al lector y comentando algunas genialidades de Wilde, Pearce consiguedesmontar todos los tópicos que se han construido sobre supersona y rescatar al hombre de su mito.nueva revista· 12781josé m.ª carabanteSohlzhenitsyn. Un alma en el exilio [Ciudadela, Madrid, 2007]Archipiélago Gulagmarcó un antes y un después en la visión que muchos occidentales tenían del imperio soviético, pero también fue un punto de inflexión en la biografíadel propio Sohlzhenitsyn. Y aunque la vida de este premioNobel es bastante conocida por quienes han leído sus estremecedoras obras (porque incorporan abundante material biográfico), el viaje que nos propone Pearce en estelibro resulta casi como una confesión, fruto de una serie deentrevistas con el autor y de una exhaustiva recopilaciónde material.Lo más interesante —aparte de la información queofrece sobre las diferentes etapas de su vida— es conocerla trayectoria espiritual, el camino interior de un hombredescreído de todas las ideologías y profundamente religioso. Más allá de su aventura con el poder soviético, su experiencia en un campo de concentración o el intenso periodo de escritura que precedió a su obra más relevante, lasemblanza que dibuja Pearce subraya que la esencia deeste ruso es el exilio. Este ser con apariencia de monje ortodoxo y mirada al infinito se mueve entre la inquietud desu alma y las zozobras que atacan lo eterno.Si hubiera que llamar la atención sobre algún rasgo de supersonalidad, no erraríamos al referirnos a su independencia. Sohlzhenitsyn no se doblegó ante las excusas ideológicas, ni como mártir de un liberalismo en el que no creía, nicomo defensor de un sistema que le condenó al Gulag. Poreso se empeñó en criticar cualquier concepción política quenueva revista· 12782joseph pearce: un converso entre conversoshiciera perder la relevancia de lo espiritual. Durante suetapa en Estados Unidos, por ejemplo, a la que llegaba comoexiliado político, comienza también a denunciar con virulencia el consumismo y el materialismo que asolaban —ycontinúan asolando— este otro lado del Muro.Sus ideas, dice Pearce, se basaban en una defensa delser humano, reivindicando la vida moral, la existencia austera y fundada en valores, sobre las diversas lacras que letocó vivir: egoísmo, economicismo, explotación de la naturaleza, manipulación técnica del hombre. Para Pearce,Sohlzhenitsyn es uno de los baluartes morales que siguehablando a la humanidad a través de sus obras, incluso trassu fallecimiento, hace ahora tres años.Shakespeare. Una investigación[Palabra, Madrid, 2008]«La búsqueda del auténtico Shakespeare». Pearce da aconocer en este libro al hombre de carne y hueso que seescondía detrás de uno de los escritores más brillantes dela historia. La tarea no ha sido sencilla. Además de rastrear datos e interpretar textos, ha tenido que hacer frente ala inagotable literatura que versa sobre el bardo de Avon.Para ello, según indica en un certero apéndice sobre la crítica histórica y literaria, emplea los métodos objetivos delhistoriador y biógrafo, sin sucumbir a los cantos de sirenade la deconstrucción literaria. No ha querido entrar en losnueva revista· 12783josé m.ª carabanteinterminables debates que ha originado la figura del dramaturgo inglés: ha pasado por alto las interpretacionessubjetivistas y los prejuicios —incluso la posibilidad deque no fuera Shakespeare quien escribía, una teoría bastante extendida y con numerosos adeptos— para guiarseen la medida de lo posible por la fuerza de los hechos.Pues bien: Shakespeare vivió, fue quien escribió susobras y era católico. Hay pruebas suficientes que segúnPearce confirman estas afirmaciones. Shakespeare procedía de una familia de tradición católica y fue educado enun entorno fiel a la fe de Roma, bajo la tutela de profesores católicos; la simple lectura del testamento de su padre,John Shakespeare, manifiesta claramente las conviccionesreligiosas de su hogar. Es más, es su raigambre católica loque margina a la familia de Shakespeare durante el reinado de Isabel I que, como es conocido, fue extremadamente lejos en su legislación anticatólica. Se codeó con católicos e incluso se sostiene que dejó Stratford y se asentó enLondres debido a la persecución religiosa. Se sabe, asimismo que su propio padre, algunos primos, e incluso suhija fueron en varias ocasiones multados por catolicismo.Es también el excesivo celo anticatólico lo que explica lafalta de muchos datos relevantes para la investigación. Así,por ejemplo, del propio testamento del poeta se colige quela mayoría de los beneficiarios eran católicos y muchasmenciones son de origen católico.A partir del análisis de estos y otros acontecimientos, Pearce consigue, con la astucia del detective, ofrecer como enun mosaico las diversas vicisitudes por las que atravesó Shakespeare a lo largo de su vida y sostiene que los hechos quenueva revista· 12784joseph pearce: un converso entre conversoslo vinculan con el anglicanismo son puramente accidentales. Su trabajo, sin embargo, todavía no ha concluido. Creeque, sabiendo que Shakespeare era católico, hay que releersus obras bajo esta nueva óptica, y por tanto se ha embarcado en el estudio de las obras shakespearianas teniendo encuenta el enfoque religioso. Como adelanto, ofrece un interesante estudio sobre El rey Lear en el apéndice.Escritores conversos [Palabra, Madrid, 2009]Es un reto para cualquier escritor sintetizar en un solo librolas vivencias espirituales y las transformaciones religiosasde una de las generaciones más brillantes de la literatura inglesa. En Escritores conversosse expone con éxito el cursode las actitudes interiores, los desvelos y las dudas. Perotambién se subraya la importancia del movimiento en elcontexto cultural y social de la época, combinando historiay biografía. Muchos son los protagonistas de este libro, talvez demasiados. Sin embargo sus caracteres heterogéneos,las particularidades de sus estilos, su diversa procedencia...todo ello se aúna de una forma magistral y permite detectar la comunión intelectual y espiritual de un grupo de escritores especialmente lúcidos y creativos.Los personajes que desfilan por estas páginas son siempre testigos o intermediarios en esa cadena de coincidencias amistosas y de influencias recíprocas que provoca, ennueva revista· 12785josé m.ª carabantealgunos, su conversión al catolicismo, y en otros, una seriaprofundización en las verdades de la fe. Junto con la habilidad literaria y artística de estos gigantes, Pearce resalta unaspecto común a todos ellos: fueron verdaderos propagadores de la fe y firmes defensores de la cultura cristiana, enun contexto de transición y guerra.El mundo que heredaron estos escritores estaba fundado sobre la duda; proliferaban filosofías que, aunque dedistinto signo, querían poner en evidencia la coherenciaintelectual y moral de la fe cristiana. Pero supieron enfrentarse a todo ello con ilusión y alegría. Chesterton,Knox, Benson, Wauhg, Lewis o Tolkien, por citar a algunosde ellos, no tuvieron reparos en ofrecer una visión cristiana y esperanzadora.En este libro, lleno de anécdotas y de vida, se pone demanifiesto la hondura y nobleza intelectual de quienes seesforzaron por defender sus convicciones. Pearce destacaen este sentido su valentía y coraje. Se descubren, por otrolado, demasiadas coincidencias con el mundo de hoy comopara pensar que el propósito de Pearce es sólo una remembranza sentimental o un ejercicio de virtuosismo histórico. ¿Puede formarse hoy un movimiento de iguales características? El tiempo lo dirá. nueva revista· 12786