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Baraja de recuerdos

Luis Alberto de Cuenca

Una visión del autor de estos últimos veinte años, desde el inicio de la revista hasta hoy, aludiendo, sobre todo, al día de su presentación en Madrid.

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Referencia

Luis Alberto de Cuenca, “Baraja de recuerdos,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1927.

Dublin Core

Title

Baraja de recuerdos

Subject

Veinte años de Nueva Revista

Description

Una visión del autor de estos últimos veinte años, desde el inicio de la revista hasta hoy, aludiendo, sobre todo, al día de su presentación en Madrid.

Creator

Luis Alberto de Cuenca

Source

Nueva Revista 126 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

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VEINTE AÑOS DESPUÉSBaraja de recuerdosLUISALBERTODECUENCAINSTITUTODELENGUASYCULTURASDELMEDITERRÁNEOYORIENTEPRÓXIMO(CSIC)Los números de la vida humana mueven a la sonrisa por su precariedad.Veinte años nos parecen, por ejemplo, una cifra respetable, de la que poderservirse para inmortalizar un tango («que veinte años no es nada», etc.) o escribir un poema («ahora que de todo hace ya veinte años», de Jaime Gil deBiedma). A mí, y no exagero un ápice, los veinte años transcurridos desdela aparición de la primera entrega de Nueva Revistase me antojan harto improbables, porque me parece que fue ayer —sí, ayer mismo, a la caída de latarde— cuando nos reunimos todos los amigos de Antonio Fontán en elhotel Villa Real de Madrid, sito en la plaza de las Cortes, 10, a brindar por labotadura de su nuevo paquebote de papel, entre político y cultural, quenació con el nombre de Nueva Revistay que ahora cumple cuatro lustrosexactos de feliz y fecunda travesía.Don Antonio me había publicado mis primeros artículos de prensacuando era director del diario Madridy, poco después, había sido profesormío de Filología y Crítica Textual Latinas (una asignatura irrepetible quecursábamos los estudiantes de Filología Clásica en la Autónoma) en micuarto curso de carrera, que coincidió con el otoño de 1971 y el inviernoy la primavera de 1972. Lo recuerdo siempre con libros que acababan desalir en las cuatro esquinas del orbe y que él conseguía, como por arte debirlibirloque, nada más ponerse a la venta, lo que suscitaba en mí pasmoy admiración a partes iguales. Otro motivo por el que, a mis diecinueveaños, decidí adoptar a Fontán como modelo tiene que ver con el arte. Recuerdo que en aquellos años, o tal vez un poco más tarde, había aparecido en Francia un monumental Watteau de Jean Ferré en cuatro imponentes volúmenes que Fontán comentó muy elogiosa y pormenorizadamenteen ABC, mi periódico. Me pareció genial que un catedrático de Latín como63DICIEMBRE 2009LUIS ALBERTO DE CUENCAAntonio Fontán se dedicase a glosar tan colosal monografía artística, puessiempre he creído que no hemos nacido tan sólo para ser una sola cosa,sino para desplegarnos como abanicos vivos en diferentes parcelas delsaber, como hacía mi profesor de Crítica Textual Latina. Y eso que todavíano había llegado su momento como protagonista de nuestra Transición política, en la que tanto brillaría como presidente del Senado y como ministro, lo que confirmaba la imagen de intelectual polifacético y de humanista comprometido con la realidad que me había forjado de mi maestro.Pero volvamos de los orígenes a aquella tarde de 1990 en que se presentó Nueva Revistaen el hotel citado. ¡Qué jornada tan deliciosa! Éramos jóvenes. Creíamos firmemente que el futuro nos pertenecía. Estábamos implicados en una tarea colectiva que implicaba no sólo rescatar a lasociedad española de entonces de aquel felipismo que hoy incluso añoramos —pues todo es susceptible de empeorar—, ofreciéndole la posibilidad de abrirse a la luz del pensamiento liberal —una doctrina que cuesta tanto introducir en España—, sino también, y sobre todo, divertirnos loindecible con aquel juguete privilegiado que era para nosotros Nueva Revista, donde podíamos escribir sobre cualquier cosa, con tal que fuéramoséticos, inteligentes y brillantes, y de esas tres cualidades estábamos sobrados por aquel entonces.Nueva Revistaera y es don Antonio Fontán por encima de todo, peroen sus inicios fue también cosa de su subdirector, Sucre Alcalá, un nicaragüense maravilloso que siempre me atendió con una amabilidad y un afecto fuera de lo común y con cuya amistad me sigo y seguiré honrando hastaque la muerte nos separe. Fue Sucre, bajo la atenta aquiescencia benévolade Fontán, quien me encargó la primera sección de la que me hice cargoen Nueva Revista, ni más ni menos que la rotulada «Literatura Fantástica»,de la que luego saldría más de un libro, como atestigua la existencia de dosentradas bibliográficas con mi firma: Baldosas amarillas(2001) y De Gilgamesh a Francisco Nieva(2005). Disfrutábamos como niños buscando lasilustraciones que iban a enriquecer los textos que yo enviaba, que ibandesde la epopeya de Gilgamesh y el cuento egipcio de Los dos hermanoshasta Madame d’Aulnoy, el hombrepez de Liérganes, Horace Walpole, elDráculade Stoker —del que acabo de conseguir, ¡por fin!, un ejemplar glorioso de la editio princeps(1897)— o la saga de Corum de Mike Moorcock.64NUEVA REVISTA 126BARAJA DE RECUERDOSEra la primera época de nuestra revista, en la que los artículos —y espeSiempre he creído que no hemos nacialmente los míos— aparecían procido tan sólo para ser una sola cosa,fusamente ilustrados, y Sucre, lasino para desplegarnos como abaniinconmensurable Pilar Soldevilla y elcos vivos en diferentes parcelas delque suscribe nos afanábamos en bussaber, como hacía mi profesor decar imágenes que casaran con los texCrítica Textual Latina.tos, lo que nos divertía muchísimo.Luego Nueva Revistase hizo másseria desde el punto de vista del formato, pero igualmente interesante. Contribuí con otras dos secciones a esta segunda época, que hoy continúa su andadura. La primera de ellas se tituló «Poetas de línea clara», dándome pie aque desarrollara mi teoría tintinianade la poesía; se dieron cita en ella vatesimprescindibles como Cavafis, Chesterton, Cirlot, José del Río Sainz o ManuelMachado, junto a jóvenes promesas —hoy no tan jóvenes— como mi entrañable amigo y colaborador Fernando Lanzas. Tengo que darle forma de libroa mis «Poe tas de línea clara»; don Antonio me lo ha recomendado más de unavez, y quiero hacerlo «antes que el tiempo muera en nuestros brazos». La segunda se rotuló «Algunas de las mejores poesías de la lengua castellana», siguiendo la hoja de ruta marcada por mí mismo al publicar, en 1998, Las cienmejores poesías de la lengua castellanaen la colección Austral de EspasaCalpe, tras las huellas, beneméritas siempre, de don Marcelino Menéndez Pelayo, que urdió otro florilegio con el mismo título a comienzos del siglo XX.En esa última —por ahora— sección a mi cargo aparecieron versos de gentecomo Luis Rosales, dos condes —el de Salinas, de nuestro Siglo de Oro, y elde Foxá (19031959), al que últimamente acostumbran a vejar y prohibir lasautoridades municipales sevillanas—, Álvaro Mutis, Álvaro García o una sextina formidable de Esteban Torre.Sólo me queda desear a Nueva Revistaun futuro aún más esplendoroso que su pasado, lo cual es desearle mucho. Y dejar constancia en estaslíneas de mi cariño y devoción por un proyecto que hoy cumple veinteaños y que, con la ayuda de Dios y el necesario impulso de mi querido yadmirado Antonio Fontán, aspira a estar presente mucho más tiempo entrenosotros.65DICIEMBRE 2009