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Los sitios de Antonio Vega
Felipe Santos
Artículo sobre los últimos días de Antonio Vega, su música, su puesta en escena y su público.
File: Los sitios de Antonio Vega.pdf
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Número
Referencia
Felipe Santos, “Los sitios de Antonio Vega,” accessed October 7, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1890.
Dublin Core
Title
Los sitios de Antonio Vega
Subject
Música
Description
Artículo sobre los últimos días de Antonio Vega, su música, su puesta en escena y su público.
Creator
Felipe Santos
Source
Nueva Revista 123 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426
Publisher
Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.
Rights
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved
Format
document/pdf
Language
es
Type
text
Document Item Type Metadata
Text
Los sitios de Antonio VegaFELIPESANTOSNadie recuerda con exactitud cuándo empezó a pasar. Apenas empezabaa quedarle un hilo de voz y la guitarra clara y poderosa de antaño se volvía más débil y confusa. Pero el público su público siempre permaneció fiel a unas canciones de las que penden nítidos recuerdos. En susconciertos, cuando su deterioro físico se hacía más evidente, ellos eran alfinal los que cantaban, los que empujaban aquellos encuentros en los queuno se volvía a encontrar con el que una vez fue.El fenómeno de Antonio Vega tiene mucho que ver con la dependencia de su público, la necesidad perentoria de unas letras y unas cancionesque rescataban, que servían de asidero espiritual a los jóvenes de un paísen creciente bienestar material. Casi tan dependientes como él de un espíritu algo anárquico, de su experiencia con las drogas, que terminaríanpor consumirle. Aunque luego la puntilla se la diera un cáncer de pulmón,que entraría ya en un cuerpo en liquidación para terminar el trabajo.Después de tocar Chica de ayer, en su última aparición televisiva el pasado 17 de marzo, le preguntaron por qué aquellos años fueron los mejores. «Los ochenta supusieron la oportunidad para muchos de una expresión artística, de hallar un camino; cualquiera que tenía una idea podíaplasmarla».Aquella fue la esencia de la llamada movida. Una explosión de creatividad desbordante, alimentada por una transición política donde se recuperó el diálogo y la tolerancia como patrimonio colectivo de un paísque se abría de nuevo al mundo. Sus artistas lo percibieron de inmediato y aquel arte popular empezó a crecer de forma anárquica, como unaenredadera que cubre la fachada de una casa solariega. «Te desafío a quete pierdas más de diez minutos en aquel bosque», decía uno de los protagonistas de Arrebato (Iván Zulueta, 1980), mientras señalaba los árboles de un pequeño teatrito de papel. De repente, todo eran posibilidadesde creación.134NUEVA REVISTA 123«Cada tema lleva un trocito de mímismo». Chica de ayerfue su primeracanción, escrita y compuesta en las ociosas esperas del servicio militar. Hasta entonces sólo versionaba y cantaba canciones de otros, junto con su primo, NachoGarcía Vega, y otro par de amigos. Cuando tuvieron un puñado de canciones originales, empezaron a ensayar y a tocarpara intentar dar el gran salto. En aquellas sesiones bromeaban llamándose porsus nombres en femenino. Y así, entreempujones y risotadas, nació el nombrede uno de los grandes grupos que alumbraron aquellos años: Nacha Pop.«Chica de ayeres una canción queme lo ha dado todo: satisfacciones, disgustos, dinero... Se emancipó hacemucho tiempo y tiene vida propia», diríaaños más tarde. Fue un descubrimientopersonal que la exageración contemporánea terminó por elevar a los grandilocuentes términos de «himno» o el muchomás cursi «temazo». Cuando oía todoesto, Antonio Vega siempre se limitaba amirar hacia abajo, hacia la guitarra quesiempre colgaba de su hombro.Pero junto a aquella necesidad deexteriorizarlo todo, también se extendióla pasión por experimentarlo todo. Y asífue como muchos comenzaron a flirtearcon las drogas, sin ser conscientes desus lamentables y destructivas consecuencias. En 2004, años después de quedesapareciera su gran amigo Enrique135JUNIO 2009FELIPE SANTOSUrquijo, reconoció que «probablemente sí, el desconocimiento de los efectos a largo plazo del consumo de drogas nos hizo coquetear con ellas sinsaber lo que podía acarrear. Hoy por hoy la historia hubiera sido otra. Perofue así».Fueron muchos los que pasaron por aquello, moneda común entre losmiembros de muchos grupos musicales. Drogarse estaba de moda. Desdeque Pete Townsend, del grupo The Who, dijera en 1965 aquello de «esperomorir antes de hacerme viejo», las drogas no fueron más que otra manifestación de rebeldía, que desgraciadamente alcanzó el rango de moda antesde que muchos fueran conscientes de sus peligros. Una consecuencia másde la crisis del principio de autoridad que se fraguó en mayo de 1968. España vivió aquella época con diez años de retraso, cuando la situación política y social lo hizo posible. Una adolescencia cultural por la que se debíapasar. Muchos lo pagaron caro con el tiempo. La leyenda, entonces, acuñoesta frase anónima: «Nos decían que las drogas mataban y resultó que entretodas las mentiras que se decían entonces, ésa era verdad».Las canciones de Antonio Vega fueron el puente entre dos generaciones de jóvenes, la que vivió los años de la transición y la que creció ya conla democracia. Esta última lo conocería como cantante en solitario, quedecidió abrirse camino hacia un estilo más intimista, mucho más personalque el sonido cosmopolita y comercial del último Nacha Pop. No me irémañana (1991) fue el primer disco en solitario y Tesoros, el primer temaque compuso tras la disolución del grupo.Cuál sería el menorcuál de mis tesoros el mayorme inclino por dudarde los adjetivos la verdad.Siempre componía de la misma manera. Solo, abrazado a su guitarra española. La primera idea siempre venía del rasgueo de las cuerdas, una melodía, una idea que se abrió camino esperando el metro, o encendiendoun cigarro camino de Pentagrama, aquel bar oscuro y divertido dondepasó tanto tiempo con sus amigos escuchando las canciones del momento. Cuando la melodía tomaba cuerpo y los acordes se definían, Antonio136NUEVA REVISTA 123LOS SITIOS DE ANTONIO VEGAse aprestaba a escribir una letra que vistiera aquellas notas. Era como caminarsobre las rocas de un río para ganar laorilla. Nunca lo intentó al revés.«¿Sabes? Yo creo que las cancionesya existen por sí mismas. Sólo hacefalta proporcionarles el elemento necesario para hacerlas visibles. Al menos esla sensación que yo tengo cuando, derepente y sin saber porqué, consigo dibujar una melodía, una armonía... y sindarme cuenta tengo en mis manos unaobra con toda su descripción y su valorargumental». De aquel lugar surgíanaquellas canciones que hablaban detiempos pasados, de oportunidadesperdidas, de una cierta incompatibilidad con la vida ordinaria, aparentemente tranquila y apacible, de la nueva sociedad del bienestar, que alumbró ladécada de los noventa. Allí, en aquellacasa de la sierra de Madrid que no teníateléfono, componía a partir de sus recuerdos, de imágenes que le persiguen,de sensaciones indelebles, haciendobueno aquello que escribió Josep Pla:«Observar es más difícil que pensar».Antonio era un chico alto y delgado,tímido, que le gustaba sentarse en claselo más atrás posible. Sin estudiar demasiado, sacaba las cosas adelante. Su afición era escuchar aquellos discos deMuddy Waters e intentar luego replicaraquellos riffsdel mejor bluesen su guitarra eléctrica. Así fue como empezó a137JUNIO 2009FELIPE SANTOSjuntarse con su primo y otros amigos para versionar las canciones inmortales de aquellos años. Tras volver del servicio militar y como una broma,levantaron un grupo que teloneóa gentes como Ramones o Siouxie andthe Banshees. Hasta Ricardo Franco le ofreció la posibilidad de participaren una de sus películas.«A mí las cosas me han ido algunas veces mejor y otras peor, perosiempre sobre la base de la fidelidad a uno mismo y el empeño por lomío. Así es como creo que me hice un sitio y es la manera de llegar a conseguirlo en este país, perseverar. Hay que hacer un ejercicio de confesióncon uno mismo y no pervertirlo». Quizá por ello, nunca unas pocas canciones supusieron para un cantante el reconocimiento de toda una generación de jóvenes y de artistas. Miguel Bosé, en la promoción televisiva desu Papitour, decidió cantar la intimista El sitio de mi recreojunto a él, enun dúo que los dos sabían desigual y desequilibrado. Pero como hacía elpúblico de Antonio, aquello era lo de menos. Lo que importaba era aquelmomento, volver a cantar aquella canción junto a uno de los mayores talentos que ha dado la música popular española y sentir la magia de suletra. «Siempre que la canto, me dice cosas nuevas», le decía, balbuceante,a un Miguel Bosé que apenas podía reprimir la emoción. Igual que le ocurrió a la broncínea voz de Eva Amaral cuando subió al escenario paracompartir con él Cómo hablar. Pocas veces una canción tan desajustadaen su interpretación dijo y conmovió tanto.«El sitio de mi recreoes un sitio que todos tenemos y que llevamos ennuestro interior. Lo que pasa es que no siempre se descubre. Es un lugaren el que estamos en consenso con nosotros mismos, en el que no existela contradicción ni el conflicto. De alguna manera acudes a él cuando buscas la soledad bien entendida, esa que no es impuesta y que realmente teaporta algo».Donde nos llevó la imaginación,donde con los ojos cerradosse divisan infinitos campos.Donde se creó la primera luzjunto a la semilla de cielo azulvolveré a ese lugar donde nací.138NUEVA REVISTA 123LOS SITIOS DE ANTONIO VEGAAntonio habitó aquel lugar imaginario alo largo de toda su vida. Era su pequeñorincón, humilde y acogedor. Del que sólosalió para oír los gritos del público cadavez que empuñaba una guitarra y salía aun escenario. Quizá abusó de aquellaimagen, y por eso siempre fue aquel«chico triste y solitario» con que todo elmundo lo presentaba. Lo cierto es quesus próximos le recuerdan un fino sentido del humor, que a veces deslizaba ensus entrevistas. Una vez Wyoming le preguntó en uno de sus showsqué teníapara que todo el mundo estuviera pendiente de lo que componía. «Pues muchomorro contestó, mucho morro es loque tiene Antonio Vega».En su último año volvió a rodearse de una banda solvente, y aquellospequeños encuentros recuperaron algo de aquella locuacidad musical conla que siempre se expresó Antonio Vega.De sol, espiga y deseoson sus manos en mi pelo,de nieve, huracán y abismos,el sitio de mi recreo.Cuando los focos se apagan y Antonio se diluye entre las sombras, lleganlos aplausos, uniformes y agradecidos, de aquellos que una vez fueronjóvenes y abrazaron la vida con su música como telón de fondo. Quizá laconsecuencia más importante de la muerte de Antonio es darnos cuentaque, esta vez de verdad, nos estamos haciendo mayores. Mientras, de laoscuridad del escenario, siempre oiremos emerger ese familiar balbuceoa través de un micrófono. «Gracias, chicos». 139JUNIO 2009