Nueva Revista 123 > Jose Antonio Muñoz Rojas

Jose Antonio Muñoz Rojas

Fernando Ortiz

Análisis de la vida y obra del autor José Antonio Muñoz Rojas, poeta.

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Fernando Ortiz, “Jose Antonio Muñoz Rojas,” accessed April 27, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1883.

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Jose Antonio Muñoz Rojas

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Poesía

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Análisis de la vida y obra del autor José Antonio Muñoz Rojas, poeta.

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Fernando Ortiz

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Nueva Revista 123 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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POESÍAJosé Antonio Muñoz Rojas,poetaen verso y prosaFERNANDOORTIZCRÍTICOLITERARIO«En mi fin está mi principio». El lema bordado en el trono de María Estuardo aparece en el verso final de East Coker, el segundo de los Cuartetosde Eliot, uno de los maestros confesados de Muñoz Rojas. Pues bien,empecemos esta disertación hablando de uno de sus últimos libros publicados, El comendador(2006), singular novela histórica porque, al serMuñoz Rojas descendiente delcomendador y vivir sobre el mismo sueloy bajo el mismo cielo —en Antequera, de la que fue alcaide, tuvo solareste personaje del Renacimiento—, se produce una intensa empatía delnovelista con el personaje novelado. Quizá sería más exacto decir biografiado por la documentación tan excelente y cumplida que se maneja, si nohubiera asimismo una riqueza imaginativa que es la que nos lo hace tanreal y vivo. Desde grandes cronistas como Pero Mexía y fray Prudenciode Sandoval, autor de la Vida y hechos del emperador Carlos V, hasta elpropio testamento del comendador, legajos, documentos y coplas de laépoca, han sido escudriñados con la paciente minuciosidad del erudito.Lejos de cualquier apresuramiento —el cuerpo del manuscrito está fechado en 1959 y existe una larga addendade 1975—, Muñoz Rojas ha conseguido crear un personaje de carne y sangre y no de cartónpiedra.Pero quizá el lector se pregunte, ¿quién era el comendador? Se llamabaLope Ruy Díaz de Narváez y Rojas, comendador de Castilleja de la Cuesta,de la Orden de Santiago, del Consejo del emperador Carlos V, fiel ejecutorde la ciudad de Antequera, capitán de Su Majestad, que luchó heroicamente, al servicio de su rey, desde la conquista de Mazalquivir a la de Túnez,86NUEVA REVISTA 123pasando por Trípoli, Navarra, las Comunidades, Fuenterrabía y Pavía. Cuando lo llamó Carlos V a Túnez tenía ya más de ochenta años y, aunque veíasu fin cercano, acudió ante la suasoria llamada de su señor. Los huesos detantos familiares suyos (entre ellos, dos hijos) yacían insepultos en los arenales africanos que él, hombre de fronteras y muchos años cansado deguerrear, hizo constar en acta sus últimas voluntades antes de salir por postrera vez al campo de batalla.Al escribano Álvaro de Oviedo le dictó sus disposiciones: «Acudamosa lo eterno, que es la fama vividora» dijo. «Si la voluntad de Dios NuestroSeñor fuere de me llevar de la presente vida en la jornada, donde quieraque falleciere mi cuerpo sea trasladado a la ciudad de Antequera». Enterramiento y fundación dejó concertadas con Santo Tomás de Villanueva.En la iglesia de San Agustín hubo 17 banderas que proclamaban sus glorias en el arco toral. Eso oía a sus familiares el niño José Antonio cuandoiba con ellos al templo. Ya no había banderas, ni siquiera inscripción ni lápida en el suelo, pues fue recubierto de cemento en una restauración.Nuevo discurso de las armas y de las letras que aprendería José Antoniodesde su infancia. Polvo las banderas, la lápida y los huesos de quienfuera alcaide de su ciudad. Sólo quedaba la palabra. In principio erat Verbum. Legajos de la época, algunos documentos y la siempreviva palabrade algunos grandes poetas antequeranos, que perdurará quizá lo quenuestra lengua. Lección temprana y magistral. Y la memoria se va a otroheroico hombre de armas, perteneciente a una de las más poderosas estirpes de la nobleza castellana. A don Rodrigo Manrique, maestre de Santiago, comendador también, éste de Segura de la Sierra, y conde de Paredes. Si nos acompaña vivamente en la memoria no es por sus muchasvictorias. Es por las inmortales Coplas por la muerte de su padreque escribiera su hijo Jorge Manrique, otro poeta dilecto de Muñoz Rojas. JoséAntonio Muñoz Rojas aprende pronto el valor de la palabra, y así nos declara al hablar del poeta contemporáneo suyo que más profundamente leimpresionara, Antonio Machado: «Tenía lo esencial del poeta, que es loesencial del hombre: su palabra. Lo demás importaba poco». Corría el añode 1927.Seguiré hablando de los libros finales de José Antonio, porque, comoen el poema de Eliot, «En mi comienzo está mi fin», para terminar diciendo:87JUNIO 2009FERNANDO ORTIZ«En mi fin está mi comienzo». Entre comienzo y fin suceden muchascosas... Pero lo esencial del ser humano es un fatum, un natural desenvolvimiento, el suyo propio, no intercambiable por otro, que sigue uncurso al que los accidentes y los años modifican, pero no desnaturalizan.Así es que hablaré ahora del ciclo de «Poesía de senectud» de José Antonio Muñoz Rojas, formado por Objetos perdidos(1997), Entre otros olvidos(2001) y La voz que me llama (2005). Todos estos libros se encuentran recogidos en la Obra completa en verso, publicada en 2008 con prólogo yal cuidado de Clara Martínez. De Objetos perdidosya señalé en mi libroContraluz de la lírica: «Es un largo poema dividido en veintiséis estrofasnumeradas en romanos. Se trata de un zigzagueante monólogo donde delo más cotidiano (la pérdida de las gafas, por ejemplo, que da ocasión auna frase hecha) se pasa, por medio de sutiles giros del lenguaje, a lasgrandes preguntas metafísicas: «Pensabas que tenías que hacer esto y lootro, y lo de más allá [...]. ¿Hay más allá?, me pregunto». La vida de JoséAntonio ha consistido en un perpetuo anhelo de receptividad ante lo quele importa: Dios y la naturaleza, y muy especialmente la naturaleza querodea la Casería del Conde, para él verdadero milagro en constante renovación. Cuando la turbamulta y las turbaciones y miserias propias de lacondición humana nos apesadumbran sólo nos queda la humildad y el«dejarse ir», el ponerse en las manos de Dios: «La tua volontate è nostrapace»es un verso casi entero de Dante, con la única omisión de la primera palabra, la preposición «En», que el poeta ha reproducido en Objetosperdidos. La sequedad interior a veces acongoja al autor, la duda le hacetartamudear, y este trastabilleo en la búsqueda de la paz es el movimiento que reproducen magistralmente los versos libres y encabalgados delpoema. Un movimiento a trompicones, a valsonazos... O, más exactamente, al son de la personalísima música elaborada en una rica y larga vidade actitud espiritual expectativa y acezante. Esta música, a pesar de lostemas tratados, nunca suena con solemnidad, sí con desenfado coloquialy humor y, a momentos, cuando la ocasión lo requiere, con grave sencillez. Léase, al respecto, la estrofa XVII: «Hay palabras que se unen y crean. Su unión siempre es fecunda. Quien las tenga de huéspedes en el almaserá salvo, decirlas es perderlas. Viven dentro. Sus nombres son Silencio y Soledad. Y su fruto la paz. A veces nuestra».88NUEVA REVISTA 123JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, POETA EN VERSO Y PROSAResuenan ecos de San Juan y delEliot de losCuatro cuartetos pero,La vida de José Antonio ha consistimás que en el halago exterior, en lado en un perpetuo anhelo de recepmédula de este poema, pues hay untividad ante lo que le importa: Dios ysimilar anhelo en el poeta inglés, ella naturaleza.fraile carmelita y José AntonioMuñoz Rojas: «Ahora que lo piensobien lo que me pasa es lo que no me pasa. Qué es lo que me pasa,Dios mío? Que no me pasa nada. Por eso me quedo así sin hacer nada Sabes lo que haces, o lo que dices cuando dices, sin hacer nada? Puede no hacerse nada? Sería nada, lo que tú haces, Dios mío Nada ynadie. Es eso todo?».Hasta aquí la cita sobre Objetos perdidosde mi libro Contraluz de lalírica. Hablemos ahora del siguiente poemario del autor, Entre otros olvidos(2001). Este poemario es de poesía religiosa, que no sacra. Quiero indicar con tal distinción que el autor, con acertado criterio poético, nos dael proceso de sus experiencias y no el resultado de ellas. Sin altisonancia,al exponer los datos de su hombre interior brota naturalmente el vislumbre y la preocupación de lo divino. Con difícil sencillez, en un lenguajemuy coloquial, escribe con sutil simbolismo que remite las preocupaciones del poeta en último término a Dios. Estas preocupaciones son, fundamentalmente, el agradecimiento ante la belleza de la naturaleza, el amor,el peso y la fatiga de los años, la memoria y los olvidos que la edad depara. La primera parte del volumen, «Cuestiones», trata de la sequedad interior, de la epifanía de la poesía y del Espíritu. He escrito esta última palabra con mayúscula inicial porque el autor escribe: Veni Sancti Spiritu.Hay un bellísimo poema donde se dan todos estos temas entrelazados, yes en el «Homenaje» que Muñoz Rojas dedica a Fray Luis.La segunda parte del volumen se titula Cuánto Abril, título que recuerda un famoso poema de su amigo Jorge Guillén y Abril del alma, poemario de Muñoz Rojas publicado en 1943. Las referencias a las hermosuras dela naturaleza que captan los sentidos se encuentran sensorialmente expuestas: «Como si el jaramago no estuviera con sus incontinencias enmiles de amarillos, proclamando aquí estoy, tenedme en cuenta». Sin dramatismos, se dice del apagamiento de esos mismos sentidos: «los años, los89JUNIO 2009FERNANDO ORTIZpeligros de andar a tientas como siempre andamos reclamando lapared, el suelo, el muro donde apoyarnos». Al fin, unos versos vienen arecordarle a quien los escribe: «Déjate ya de abriles y de rosas [...] quetodo es uno y lo mismo, y lo demás, y los demases. Y siempre Ese». Escrita la «e» inicial de «Ese» con mayúscula. Detrás de las apariencias estáDios, viene a decirnos el poeta.La tercera parte, «Olvidos», consta de poemas amorosos. El amor esvisto como «chorro de vida dándole de pronto sentido al sinsentido».Pero ese amor humano es, con frecuencia, trascendido. Palabras como«eternidad» y «resurrección» se deslizan como al desgaire en estos madrigales donde el poeta habla, con llaneza no reñida con el pudor, de su indefensión y de la injuria de los años. De la precariedad, en fin, de la máshonda aventura humana, en tanto que humana, que es el amor.El último libro de versos de este ciclo se titula La voz que me llama, ycierra por ahora su obra en verso. Se trata de un poemario de aparentesencillez y aun descuido, pero de secreta complejidad. Hay que haberleído con atención la obra anterior del autor para captar muchos de susmatices. Así, pienso que «La elegía de la Alhajuela» (finca en la que fuefeliz en sus años infantiles, hoy derruido el caserío y la tierra sin labrar), amás de estar presente en textos anteriores de M. R. es quizá, un poemaclave en el que gravita el Eliot que afirma: «El fin de todo nuestro explorar será llegar a donde empezamos y conocer el lugar por vez primera, a través de la desconocida, recordada puerta cuando lo último quequede en la tierra por descubrir sea lo que era el principio». El tono oracular de Eliot se convierte en coloquial en Muñoz Rojas. Veámoslo: «Unmontón de escombros es lo que queda de aquella entrada, de aquella reguerilla donde corría el agua eternamente el agua [...] Busco la entrada y no está y la estoy viendo sin poder entrar aunque estemos viéndola y sintiendo el agua cantando, el agua correr». Asimismo, en el poemadonde escribe: «a eso que llamabas Pazcontestando a la voz que te preguntaba Quién?», está aludiendo a la fórmula con la que se le preguntaba quién era al que llegaba a la casa de su niñez y cómo era bienvenidocon la palabra «paz». La mujer encargada de franquear la puerta se llamaba Pazy daba la paz a quien llegaba a la casa. Sobre ello, que recuerde,había escrito al menos M. R. un memorable soneto (el primer soneto de90NUEVA REVISTA 123JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, POETA EN VERSO Y PROSALugares del corazónen la edición deClara Martínez) y también una prosaNos hallamos ante un humanista.poética en Las musarañas (el poemaUno de los pocos humanistas, en elen prosa «El mundo y la casa»).sentido clásico de la palabra, queLos 28 breves poemas de La Vozsobreviven hoy en nuestras letras.que me llamason 28 latidos quecantan la Naturaleza o bien se cuestionan desde la senectud el sentido de la vida. En el temblor de estos poemas de cortos, irregulares y escasos versos, apenas apuntes, se habla dela palabra, de la verdad, de la inspiración —«un reguerillo»—, como gustadecir Muñoz Rojas. Galerías del alma: «una mano que te lleve, un corredor reluciente». La soledad sonora que en su interior resuena. Indagaciones en la penumbra donde, machadianamente, trata de asir una respuesta: «Mientras tanto, tratas de no replicar a preguntas sin respuesta». O«Entre inventar y sentir se va la vida sin sentirla». Fogonazos de claridady de misterio, estas escuetas líneas siguen la poética preceptuada por Antonio Machado en el prólogo de sus Soledades: «[La poesía es] una hondapalpitación del espíritu: lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo quedice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo».Ahora, remontémonos a unos años atrás, no tantos, cuando MuñozRojas no era un autor galardonado por las instituciones ni aplaudido conunanimidad por la crítica, aunque siempre hubo un reducido número deconocedores que apreciaban su quehacer literario. En 1982 publico milibro La estirpe de Bécquery en él hay un capítulo titulado «José AntonioMuñoz Rojas, poeta en verso y prosa» en el que señalo el alto valor de suobra. Hasta la edición de Cristóbal Cuevas de su Poesía 19291980(publicada en1989) no se realiza una buena edición de sus versos, incrementada, además, con algunos poemarios que M. R. había hasta entonces dejado inéditos. Cristóbal Cuevas, en su prólogo, hace una excelente divisióntripartita de la obra del autor antequerano, afirmando antes: «La poesía deMuñoz Rojas ha estado sometida a una evolución, desde un inicial optimismo esteticista, a un existencialismo final más austero». Resumiendo,las tres etapas que señala Cuevas son: La primera, de búsqueda y afirmación, que llega hasta la guerra civil. En ella podemos distinguir, a su vez,91JUNIO 2009FERNANDO ORTIZun momento vacilante —centrado alrededor de Versos de retorno(1929, suprimer libro)— y otro de temprana madurez, en que aparece ya una vozpersonalizada —Ardiente jinete(1931)—. En ambos se descubre el impacto del neopopularismo y las vanguardias.La segunda etapa, de madurez y hallazgo, abarca desde 1939 a 1954, yse caracteriza por el optimismo vital y la exaltación del amor. Sonetos deamor, Abril del alma, yCantos a Rosason sus hitos fundamentales. La tercera etapa va de 1954 hasta 1980. En ella la poesía de Muñoz Rojas entraen una fase de perplejidad filosófica y cristiano pesimismo. Las Consolacionesy Oscuridad adentroson sus obras capitales. Su actitud es pascaliana, un poco en la senda de Unamuno. El poema, menos sujeto ahora aataduras tradicionales —aunque no se renuncie del todo a las viejas formas—, encuentra en el verso libre un cauce adecuado de expresión.Según Cuevas, «en conjunto, se puede afirmar que la poesía de MuñozRojas ha avanzado hacia un lirismo de contenido cada vez más filosófico,y hacia una forma más sencilla y coloquial». En su esquema, que me parece excelente, añadiría al final las primeras páginas del presente ensayosobre el «periodo de senectud».No es ésta la ocasión más oportuna de referirme a los libros y poemasrecuperados y a la meritoria labor filológica de las ediciones de CristóbalCuevas y Clara Martínez, sino la de trazar una semblanza del autor y de algunos de sus libros a mi parecer cimeros, que lo han convertido en un clásico de la lengua española del siglo XX. Libros que me conformaron comopoeta en mi juventud, y que en mi admiración por su obra, me llevaron aconocer al hombre años después.Ese «años después» fue en 1980, en Sevilla, mi ciudad, donde hizo elservicio militar y viven algunos de sus hijos y nietos. Acudió acompañando a un amigo común a la presentación de un libro de Calle del Aire, editorial que yo entonces dirigía. El acto se celebraba en un salón del Ayuntamiento y cerca de la puerta del mismo nos conocimos. El libro que sepresentaba era La destrucción o el humor, del poeta Javier Salvago. Nocreo exagerar si digo que hubo una simpatía mutua, ya que pronto noscarteábamos, teniendo como tema central nuestras epístolas una pasióncompartida, la poesía. Me invitó, a poco de cartearnos, a que lo visitara ensu Casería del Conde, donde charlamos de lo divino y de lo humano:92NUEVA REVISTA 123JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, POETA EN VERSO Y PROSADe Góngora, Tassara, Valera, Machado y su paisano Pedro de Espinosa,Las cosas del campoes el magistralpor poner algunos ejemplos que fuediario de un escritor atento a cadaron recurrentes. Dábamos largos pamatiz de la luz, porque es el diario deseos por el campo cercano a la Caseun señor rural que casi todo lo temeríay nuestra conversación versabay casi todo se lo debe al cielo.con frecuencia de personajes y sucesos pretéritos y actuales, a veces literarios, a veces tan variados como pueda serlo la vida misma. Algunasveces, sin merma del pudor, nos confesamos nuestras propias cuitas ypreocupaciones. Mis frecuentes visitas a la Caseríaduraron cerca de dosdecenios. Así es que, cuando lo conocí, estaba en sus setenta años muybien llevados, conservaba memoria prodigiosa —hay que ver la de poemas largos de autores clásicos que me recitó sin una falla de la memoria—.Y, a veces, le brillaban los ojos de malicia y sorna —su sentido del humorera agudo como estilete y sólo lo atemperaba la compasión y la compostura—. Conservaba una excelente forma física. Aún le vi acariciar a sus caballos, jugar con sus perros y dar unas brazadas en verano en la albercadel jardín, en donde sesteábamos en unas tumbonas a la sombra después delalmuerzo. Y esos largos paseos y charlas por el campo... Fue de verdad unamigo y un maestro, parafraseando el título de un delicioso libro suyo, Amigos y maestros(Valencia, PreTextos, 1992) que desde ahora recomiendo allector y en el que evoca maravillosamente figuras que para él fueron ejemplos: Góngora, Espinosa, Antonio Machado, su encuentro en el 24 de RussellSquare con Mr. Eliot, Manuel Gómez Moreno, Unamuno en Cambridge enel 36, don José Castillejo, Juan Ramón Jiménez, poetas amigos del 27... Nosigo, y valgan los nombres dichos como muestra.Con este libro comienza a publicar en PreTextos, que sacará a la luzsu relativamente abundante obra inédita, también la agotada y los nuevostextos que desde esa fecha escribe. En fin, esta relación fue entonces paramí muy positiva porque José Antonio me animó en mi vocación poética ypresentó en su Antequera la segunda edición de mi libro de ensayos La estirpe de Bécquer. Tuvo también la generosidad de presentar Sevilla y los sevillanosen la librería Antonio Machado de Sevilla y de escribir sobre laedición de mi poesía completa. De esos años, del ochenta al noventailargos,93JUNIO 2009FERNANDO ORTIZcasi dos decenios, procede la semblanza que de él trazo y las valoraciones de sus libros, espigadas de mis recopilaciones de ensayos La estirpe deBécquery Contraluz de la lírica. Perdonen las autocitas. Pero ya en 1982,había señalado en La estirpe de Bécquerlas causas que, a mi parecer, hacían de él casi un desconocido en nuestras letras, a pesar de sus entoncessetenta años y de haber publicado ya buena parte de lo más excelente desu obra: «Una de ellas —escribía yo—, quizá la más importante, es la elegancia. Esta cualidad espiritual se caracteriza por su discreción, por sufalta de estridencia, por ese pasar sin que se advierta. Otra causa: nos hallamos ante un humanista. Uno de los pocos humanistas, en el sentido clásico de la palabra, que sobreviven hoy en nuestras letras. Y es evidenteque la sociedad literaria española no aprecia especialmente ninguna deestas dos cualidades. Así, nos encontramos con que las causas que propician el desconocimiento de la obra de Muñoz Rojas. son, a su vez, rasgosesenciales e inherentes a ésta». Congratulémonos de que él haya podidover reconocida su labor poética.José Antonio Muñoz Rojas nació en 1909 en Antequera, ciudad de espadañas y romances fronterizos. Antequera, norte de mi plumase titula unlibro suyo donde agavilla amores y erudiciones antequeranas. En Antequera se asentaron los Rojas castellanos a fines de la Edad Media, y de esaestirpe viene nuestro autor. Allí, en su finca la Casería del Conde, pasa lamayor parte del año. Mira cómo crecen los sembrados, acaricia a sus perros o a sus caballos, pasea, recibe a sus amigos, casi siempre hijos, nietos o hermanos a su alrededor. En el centro de la casa y de la familia sumujer, Marilú (María Lourdes Bayo, nacida en Málaga el 8 de abril de 1919y fallecida en Antequera el 28 de noviembre de 2003), contrapunto decidido al dubitativo José Antonio, cuando es dubitativo, pues no he conocido yo a un dubitativo de tan firmes criterios. Paradojas de la vida. Y precisamente de la vida —de la de José Antonio Muñoz Rojas., claro está—,continuaré hablando algo, aunque poco, pues en su caso existe una grancoherencia entre vida y obra.Muñoz Rojas estudió en los jesuitas de Málaga y Madrid y se licenció enDerecho en esta última ciudad. Hizo en Sevilla no sólo el servicio militar,sino muy buenas amistades con los poetas de Mediodía, especialmente conJoaquín Romero Murube. En Málaga, en la imprenta Sur, publicó su primer94NUEVA REVISTA 123JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, POETA EN VERSO Y PROSAlibro, Versos de retorno(1929), y serelaciona amistosamente con EmilioSi en algún poeta tiene sentido la diPrados, Manuel Altolaguirre y Josévisión de Dámaso Alonso en poetasMaría Hinojosa. Entre Madrid y Antearraigados y desarraigados es enquera se ha desenvuelto la mayorMuñoz Rojas.parte de su vida urbana. Y, comoseñor rural, desde La Casería delConde, su privilegiado observatorio y retiro, el mayor asombro se lo produce lo que la naturaleza nos depara cada año. Desde las cosechas hasta elmisterio de las yerbas silvestres innominadas. El poema final de su libro Lascosas del campodel que Dámaso Alonso escribiera que no había leído prosapoética tan bella desde Platero y yo, se titula «Tierra eterna», y termina conesta invocación: «¡Ay de los que te olvidaren, de los que en tu piel y en susojos pierdan tu recuerdo, de los que no se refresquen contigo, de los quete pierden de alma». Y no hay errata. Muñoz Rojas no escribe «del alma», escribe «de alma». O, dicho de otra manera más tajante y quizá menos exacta:Su tierra es parte de su alma, su alma es parte de su tierra.Las cosas del campo, libro al que le añadió en edición posterior Lasmusarañasy Las sombras, son cimas de la prosa poética del siglo XXquetienen mucho en común. ¿Poemas en prosa o prosas poéticas? Dejemos lasetiquetas y vayamos a los contenidos. Hay unos pocos libros extraordinarios sobre el campo y los pueblos andaluces. Es una tradición bella y luminosa porque el sol la señorea. Tierras solares, tituló su libro sobreAndalucía el gran Rubén. En él se adentra en la Andalucía esencial, inaugurando una genealogía de prosistas del fenómeno andaluz, como JoséMaría Izquierdo y Ortega, quienes caracterizarán de «solar» nuestra tierra.Para ellos, el astro rey es el crisol donde se funden las sucesivas civilizaciones que aquí se han ido instalando. Y Juan Ramón Jiménez, en su Platero y yo, en la segunda prosa, dice: «Al ocultarse el sol que, un momentoantes, todo lo hacía dos, tres, cien veces más grande y mejor con sus complicaciones de luz y oro, todo, sin la transición larga del crepúsculo, lo dejaba sólo y pobre, como si hubiera cambiado onzas primero y luego platapor cobre. Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin cambio.¡Qué tristes y qué pequeñas las calles, las plazas, la torre, los caminos delos montes!».95JUNIO 2009FERNANDO ORTIZ«La luz está fresca, un temblor lleno de gracia se cierne sobre los frutos que comienzan a cuajarse, sobre los olivos que tienen la flor a punto.Todo espera el clarinazo del calor», escribe Muñoz Rojas en Las cosas delcampo, magistral diario de un escritor atento a cada matiz de la luz, porque es el diario de un señor rural que casi todo lo teme y casi todo se lodebe al cielo. Joaquín Romero Murube, en su elegía en prosa juanramoniana dedicada a cantar su pueblo nativo, Los Palacios, anota: «Las horasdel reloj no rigen en la vida del pueblo: es el sol, la luz». Pero, cuidado,que una cosa son los pueblos andaluces, que suelen dar la espalda alcampo del que viven. Y otra cosa es el campo. Sobre el campo escribesobre todo en su finca Muñoz Rojas, aunque a veces recuerde en líricasinstantáneas hechos y personajes de su infancia en Antequera. Y, aunquetambién escriba sobre el campo, más lo hace sobre Moguer Juan Ramóny, sobre Los Palacios, Romero. Pero hay mucho en común en estas prosasbellísimas que se adentran en la Andalucía más verdadera y menos pintoresca. Más grave, difícil y sencilla. Más profunda, en suma. Que lo pintoresco también es verdad. Pero otra verdad más epidérmica que los de aquícasi no la vemos de tan vista, y ha tenido que venir Gautier con su Viajea Españaa hacer que reparemos en ella.¿Un poeta campesino, entonces? Pues no. Sigamos con algunos datosbiográficos. Muñoz Rojas es un excelente gustador de la literatura inglesa.En 1936 marchó a la Universidad de Cambridge, en la que fue lector deespañol. El ambiente británico ayudó a conformar a aquel joven que dejaba atrás una España en desintegración. Él, como Eliot, como Cernuda—cada uno a su peculiar y muy diferente manera—, buscará el hilo conductor de la civilización occidental en Inglaterra ante un mundo que sehace añicos. El ambiente de Cambridge le cautiva: «los altos olmos, lasnegras cornejas, el río de mansedumbre, las verdes alfombras, el sosiegorey». Algunos de los poetas que le marcarán —como autor y como hombre— va a conocerlos allí: Eliot, Hopkins, Donne. Grandes poetas todosellos, asimismo poetas de acendrada religiosidad. Si una de las clavesesenciales de la obra y del hombre Muñoz Rojas es la naturaleza, Dios serála otra. En verso y en prosa se elevará su cántico inagotable ante estosmilagros, modulándolos de forma diferente en los distintos meandrosdel discurrir del río de su larga vida. Si en algún poeta tiene sentido la96NUEVA REVISTA 123JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, POETA EN VERSO Y PROSAdivisión de Dámaso Alonso en poetas arraigados y desarraigados es enMuñoz Rojas no les va a la zaga enMuñoz Rojas. Pero esa herencia noningún momento a los poetas de laresulta casual. En su caso, como en elgeneración del 36 en la tarea de esde Eliot y Cernuda, se trata, en buenacandir su huella personal en el viejomedida, de una conquista personaly clásico molde métrico.de las propias raíces. La tradición, oes reinvención propia, o no es nada.La tesis doctoral que preparó Muñoz Rojas para la Universidad de Cambridge llevaba el título de Relación de los poetas metafísicos ingleses conlas letras españolas.Aunque no llegó a terminarla, a ella le dedicó muchosesfuerzos. Fruto de esos esfuerzos fue el descubrimiento de algún libro español en la biblioteca de John Donne. Muchos años después publicaríasus Ensayos angloandaluces, donde hay páginas sobre Herbert y FrayLuis de Granada, Crashaw, Hopkins, Francis Thompson, Eliot... Pienso yoque el maduro conocimiento de estos clásicos no sólo le llevó a escribirpáginas eruditas y ensayísticas iluminadoras sino, lo que es más importante, le templó su gusto y su estilo. La tercera parte del volumen, tituladaCampo y paisajes andaluces, contiene algunos de los ensayos mejores quesobre Andalucía jamás se hayan escrito.Elegancia y mesura son características de Muñoz Rojas. y de su obra.Él, gran conocedor del Barroco, admira a Góngora pero prefiere a Pedrode Espinosa. ¿Por qué? Porque Espinosa resulta más humano, comedido...y tiene sorna. Incluso cuando habla de los dioses de la gentilidad. Algoimpensable en Góngora quien, en sus poemas mayores, nunca baja de suesplendente diadema verbal, ni se despoja por un momento de su soberbio y rígido uniforme de gala de Gran Mariscal de la Poesía. «La humildadno tiene límites», dice Eliot de forma memorable en un verso que ha citado más de una vez en sus escritos Muñoz Rojas. Por eso, porque es humilde además de gran poeta, prefiere a Antonio Machado antes que aJuan Ramón Jiménez. La influencia de Antonio Machado, el poeta español contemporáneo que le es más próximo y querido, y de San Juan dela Cruz, están muy presentes en su primer poemario, mitigando así el intelectualismo tan común en los primeros libros del 27, marcados por lapoesía purade Paul Valéry y la poesía desnudade Juan Ramón Jiménez,97JUNIO 2009FERNANDO ORTIZque llevarían a Ortega a su teoría expuesta en La deshumanización delarte.José Antonio es autor de un buen puñado de libros, pero me estoy limitando a señalar los que considero más singulares. Los Cantos a Rosasalieron a la luz por vez primera en un delgado volumen de poesías publicado por la colección «Adonais» en 1954. Cuando casi toda la poesía deesa época nos resulta tan ajada y lejana... Los Cantospueden leerse comosi hubieran sido escritos esta misma mañana. El endecasílabo blanco, muysuelto y encabalgado, precedente del que luego usaría con frecuencia lageneración del 50 (Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Carlos Sahagún)es de una fluidez, de una frescura y de una natural rotundidad extraordinarias. La polisemia del nombre de la dedicataria es intencionada. Rosa:símbolo de perfección, de finalidad, de logro absoluto. En el Barroco, emblema de la belleza y del goce transitorio y fugaz. Así, estos poemas llenos de levedad y hondura no son sólo bellísimos madrigales, sino meditación poética de jugosa madurez sobre los grandes temas que suelenllamarse eternos: paso del tiempo, vejez, muerte.En la generación del 36, que es aquella a la que la crítica adscribecomo poeta a Muñoz Rojas, hay muy buenos, excelentes sonetistas, autores de piezas de este género que pueden figurar sin desdoro al lado de lasmejores de nuestra lírica. Recordemos a Miguel Hernández y a LeopoldoPanero, por poner dos ejemplos. Pues bien, Muñoz Rojas. no les va a lazaga en ningún momento en la tarea de escandir su huella personal en elviejo y clásico molde métrico: Sonetos de amor por un autor indiferente(1942), Sonetos enamorados(1943), Lugares del corazón en nueve sonetosque lo celebran (1962) y los sonetos de Abril del alma(1943), poemariocuyo segundo capítulo lo integran 17 sonetos, todos ellos ejemplos de lodicho.Textos poéticos —así lo llaman acertadamente en su edición de la editorial Cátedra Rafael Ballesteros, Julio Neira y Francisco Ruiz Noguera—son las Historias de familia, que yo denominé en La estirpe de Bécquer«prosas de ficción» y que el profesor Cuevas prefiere definir a la inglesacomo Stories. En fin, son pasajes en que la prosa deliberadamente se emplea como instrumento poético. «Y en todas, o casi todas, no sólo se propuso el autor contar una historia, sino crear una atmósfera de poesía»,98NUEVA REVISTA 123JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS, POETA EN VERSO Y PROSAcomo escribió Gil de Biedma en su ensayo «Luis Cernuda y la expresiónpoética en prosa». «Expresión poética en prosa», añado yo, viene a ser lomismo que «prosa poética». «Lo malo del rótulo —añade Gil de Biedma—es que se convierte en la España del siglo XXen pandémico». Poco tienenque ver Juan Ramón, Azorín y Eugenio Montes, González Ruano y Pedrode Lorenzo, por poner ejemplos diferenciados. Por eso la crítica es remisa a las obras etiquetadas bajo este rótulo. En tales circunstancias, la primera edición de este librito salió en 1943 en la editorial de la Revista deOccidentey fue recibido sin pena ni gloria. Sin embargo, no era precisamente de narradores de calidad de lo que andaba sobrada España: Azorín y Baroja, como supervivientes del 98; Agustí, Cela, Foxá, Halcón, Laforet, Zunzunegui y la nómina está prácticamente completa.Las historias que contaba Muñoz Rojas no entraban dentro de las preocupaciones de los españoles de los años cuarenta. Pero eso no justificaque, en 1981, las monografías sobre narrativa de posguerra ni siquiera reseñen este volumen que es, en cuanto a imaginación y lenguaje, bastantesuperior a la media de los mejores libros de ficción de esos años. El gracejo de la historia titulada «Riturqui» me recuerda el fino humor de donJuan Valera. Y nada más. Terminaré citando como colofón y resumen elsignificativo párrafo final de M. R. en el Discurso de recepción del PremioReina Sofía: «Quisiera referirme a lo que para mí ha significado la poesía,ese algo interior que nos nutre y nos proporciona una vida distinta en elcurso de la nuestra material, un aliento que nos mantiene y nos revive consus prodigios, sus hermosuras y sus iluminaciones. La poesía es una liberación». 99JUNIO 2009