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Copias, imitaciones y falsificaciones en el mundo del arte

Fernando Rayón

Desde la vinculación entre el arte y el dinero, las falsificaciones han sido constantes en todas las culturas y civilizaciones.

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Fernando Rayón, “Copias, imitaciones y falsificaciones en el mundo del arte,” accessed March 28, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1849.

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Title

Copias, imitaciones y falsificaciones en el mundo del arte

Subject

El arte falsificado

Description

Desde la vinculación entre el arte y el dinero, las falsificaciones han sido constantes en todas las culturas y civilizaciones.

Creator

Fernando Rayón

Source

Nueva Revista 122 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

Type

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Copias, imitacionesyfalsificaciones en el mundo del arteFERNANDORAYÓNDIRECTORDEARSMAGAZINEDesde que el arte se vinculó al dinero, cosa que ocurrió muy pronto en lahistoria de la humanidad, las falsificaciones e imitaciones de las obras originales han sido una constante en todas las culturas y civilizaciones. La dificultad por poseer un original, el gran valor que éstas alcanzaban, o simplemente la incapacidad de los genios para realizar todas las obras que se lesreclamaban, favorecían no sólo la aparición de imitaciones de mayor omenor fortuna, cuando no simplemente falsificaciones.La creación, por parte de los maestros, de talleres que pudieran satisfacerlas grandes demandas y encargos que les hacían vino a establecer unos nuevos criterios, aún hoy no asimilados por los expertos, sobre lo que era unaobra original del maestro y aquella que hacían sus discípulos. Entre una yotra había un amplio abanico de posibilidades: «basada en un dibujo delmaestro», «en una idea original del maestro», «comenzada por el maestro yterminada por un discípulo», «obra de un discípulo retocada por su maestro», «de taller pero firmada por el maestro».Hoy produce cierta sorpresa la proliferación de equipos de «expertos»que tratan de establecer nuevos y completos catálogos «de los autores».Quizá en algunos casos la «originalidad» pueda determinarse con ciertogrado de seguridad, pero en la mayoría de las veces resulta poco menos queaventurado establecer el «corpus definitivo» de un artista basándonos en losconocimientos que hoy tenemos, pues, dicho sea de paso, no pasa un día176NUEVA REVISTA 122FERNANDO RAYÓNsin que se publiquen nuevos estudios, documentos e investigaciones sobrelos artistas o sobre sus obras.Algunos ejemplos pueden servir para aclarar lo que digo. Hace unosaños un complejo ordenador determinó que la versión de los Museos Capitolinos del San Juan Bautistade Caravaggio era la «original» de las dos versiones existentes. La otra, guardada en la galería DoriaPamphili también enRoma, pasó a ser considerada una versión del taller. La decisión del ordenador parecía poner punto final a una discusión de siglos. Pero las cosas noestán tan claras y al ordenador le han salido contestones algunos expertos,incluso entre los investigadores más jóvenes. Y otro ejemplo. La aparición deuna nueva versión de las Majas al balcónde Goya en la colección Kreuzlinguen de Suiza forzó la descatalogación del lienzo hasta entonces tenido pororiginal por todos los expertos, la versión delMuseo Metropolitano deNueva York. Todos admitieron que la versión suiza era la buena y la americana pasó a ser considerada del taller. Pero, ¡ojo!, hace apenas unos días enMadrid Phillipe de Montebello, el que fuera director durante treinta añosdel museo estadounidense, volvía a la carga replanteando la autoría de Goyade las Majasde Nueva York. ¡Y ya que hablamos de Goya, para qué referirme a la reciente polémica que se ha montado sobre la autoría de El coloso!Con estos ejemplos sólo quiero señalar, que la distancia que separa tantas veces el «original» de un maestro de un «taller» o «discípulo» es tan sutilque no es de extrañar que los «expertos» prefieran evitar los pronunciamientos y certificaciones escritas y digan un día una cosa que les permitirá sinduda decir la contraria si las circunstancias cambian. A estas guerras de atribuciones no son ajenos, como es obvio, ni el dinero ni el orgullo personal.Siempre he considerado que es mucho peor el orgullo, pues nubla la mentemás que el dinero, que ya es decir. Ejemplos no nos faltan.UNA LARGA TRADICIÓNPero no quería centrarme hoy en este aspecto sino en otro mucho más prosaico y apasionante: el de las simples falsificaciones. Ya en la época de 177ABRIL 2009COPIAS, IMITACIONES YFALSIFICACIONES EN EL MUNDO DEL ARTEÁngel músico. Falsificación de Melozzo da Forlí. Fragmento mural. Museo Nacional del Prado, Madrid.Fidias, el gran escultor griego, surgieron algunos imitadores que vendíanobras como del maestro y los anales de la época cuentan que lograron tantadestreza que, según Pausanias, ni el mismo Fidias acertaba a distinguir suobra de la copia. Y les recuerdo que entonces no utilizaban procedimientosdigitales de reproducción. No debían ser tan malas aquellas copias: ¡imagínense lo que hoy podríamos pagar por una de aquellas falsificaciones!178NUEVA REVISTA 122FERNANDO RAYÓNEl caso es que las falsificaciones puras y duras siempre han acompañado la vida de los maestros y no ha sido, hasta fecha muy reciente, cuandoel mercado de obras de arte se ha tenido que poner serio con los Emyl deHory que habían inundado literalmente las subastas y las ventas con sus falsificaciones.Según un conocido comerciante, con galería abierta en Madrid desde haceaños, un treinta por ciento de las obras que están en el mercado español—particulares, subastas y galerías— son falsas. Incluye entre esas «falsas» lasobras que se atribuyen a un autor y que no son de él. Y adorna la afirmación con una serie de historias que servirían de guión al mejor thriller. En esalínea se sitúan otros profesionales del sector que recuerdan que para que unaobra se adjudique a un autor en una subasta en España no necesita ningúncertificado ni papel que lo justifique. «Y a veces incluso es mejor así, porquese leen algunos certificados que sacan los colores hasta al que los lee».Como la relación de falsificaciones, algunas verdaderamente fantásticascomo la de la tiara de Saitafernes, es inmensa, querría en estas líneas referirme a dos que tenemos muy cerca y que una mentalidad excesivamentepuritana ha impedido que conociéramos su fascinante historia. Me refieronada menos que al Autorretratode Rembrandt y al Ángel músicode Melozzo da Forlí, obras ambas propiedad del Museo del Prado.La primera en ingresar en el Prado fue el Ángel músico del pintor italiano. En 1940 Francesc Cambó, político catalán que ocuparía varias carterasministeriales en el Gobierno español, regaló al Prado una serie de obrasde primitivos italianos que, según sus memorias, había comprado para quepudieran completar las lagunas históricas de nuestra primera pinacoteca.Entre las múltiples piezas que donó figuraba una extraña pintura mural, degran belleza que representaba a un ángel músico. El gran interés de estaobra era que resultaba ser el único original de Michelozzo degli Ambrogi(14381494), pintor italiano renacentista, más conocido como Melozzo daForlí, que entonces existía fuera del Vaticano. Efectivamente, en aquella pinacoteca se conservan, procedentes de un desaparecido techo pintado por179ABRIL 2009COPIAS, IMITACIONES YFALSIFICACIONES EN EL MUNDO DEL ARTEeste maestro para la capilla de los Santos Apóstoles del Vaticano, una seriede ángeles con los que el de Cambó tenía ciertas analogías: la corona estaba realizada con puntos de luz, la simplicidad del dibujo, los mismos colores... Sólo difería de ellos en el fondo: nubes en los de Roma y un limonero en el de Cambó.La obra ingresó en el Prado como de Da Forlí y con ese nombre se exhibió durante años, muchos años. Incluso tuvo un cierto éxito «popular» alconvertirse en uno de los christmas más demandados por el público cuando llegaba la Navidad.Pero las dudas sobre el cuadro también venían de lejos. Ya Fischel, en1929, redactor de la ficha del catálogo de la célebre venta Spiridon, dondeCambó compró el cuadro por 75.000 marcos, propuso una autoría diferente, «un pintor veronés o vicentino», sin especificar fecha. A partir de entonces, la pintura mural, que inicialmente había sido tasada en 100.000 marcosfue perdiendo credibilidad entre los especialistas. No en el Prado, donde, apesar de las dudas de Sánchez Cantón, figuró en sus salas como original deMelozzo da Forlí hasta 1990.Con motivo de la exposición que, sobre la colección Cambó, se hizo enel museo en aquel año, el cuadro fue trasladado a los laboratorios de la Pinacoteca Vaticana que confirmaron las dudas existentes y dataron el frescoXVIII. Alguno de los herederos(nunca mejor dicho) no más allá del siglo del político ha manifestado alguna vez a quien escribe estas líneas su intención de reclamar el cuadro si éste no lo querían ya en el Prado, pero es cuestión esa con algunos flecos legales que podrían tener otra trascendencia.El otro caso al que quería referirme también tiene su historia. En 1941quedó depositado en el Museo del Prado un Autorretratode Rembrandtque, dada la escasez de obras de este pintor en las colecciones españolas,fue comprado por su patronato tres años después. Su adquisición fue recibida con regocijo por los expertos e inmediatamente pasó a ocupar un lugardestacado junto a la Artemisiadel maestro holandés, única obra del artistaen nuestro país entonces. Pero las dudas surgieron muy pronto. Los exper180NUEVA REVISTA 122FERNANDO RAYÓNAutorretrato. Falsificación de Rembrandt. Óleo sobre lienzo. 81 x 65 cm. Museo Nacional del Prado, Madrid.tos holandeses que visitaban el Prado torcían el morro cada vez que veían elcuadro y, mucho antes que la Comisión Rembrandt descatalogara decenasde cuadros del maestro, el Autorretrato del Prado ya había perdido su atribución. De ahí a desaparecer de las salas fue un suspiro. Pero ¿cómo puedepasar un Rembrandt de ser auténtico a considerarse una simple falsificación?Pues de una forma muy sencilla: nunca nadie ha dicho que lo fuera. Un grupo de expertos del Prado de aquellos años cuarenta quedaría en 181ABRIL 2009COPIAS, IMITACIONES YFALSIFICACIONES EN EL MUNDO DEL ARTEentredicho, sobre todo porque tuvieron tres años el cuadro depositado antesde proceder a su compra, y nadie, entre los actuales investigadores quierecontar una verdad que, aunque evidente, pudiera salpicarles. Todos tienenmeteduras de pata que callar. La reciente muestra sobre el pintor holandéshubiera sido una buena ocasión para recordar las peripecias de aquel Rembrandt pero, muy discretamente, los organizadores han preferido pasar depuntillas por la existencia de aquel lienzo, sin duda inspirado en el célebreautorretrato del pintor de la colección de lord Iveagh, hoy en KenwoodHouse, en el londinense barrio de Hampstead.Hay muchas historias más. En casi todos los museos, en casi toda España, en todo el mundo. En ocasiones, los responsables de estas instituciones prefieren cubrir con el manto de «ahora se tiene como obra de taller» o«no es original del maestro, sino de un discípulo» la pifia que, no por malafe, cometieron algunas personas de la institución. Por eso hay tantas falsificaciones que nunca se anuncian. Simplemente desaparecen en los almacenes de los museos. Pero habría que hacerles un hueco. Si tienen calidadartística y encima una historia que puede resultar apasionante, ha llegadoel momento de contar las historias de nuestros falsos. El Museo Lázaro Galdiano lo ha hecho con algunas de sus obras, no con todas, A nadie sorprende que aquel mecenas se equivocara algunas veces, incluso de maneragrave, si acertó también otras. El tiempo explica muchas cosas y además, siel Prado fuera listo, vendería más christmas del Melozzo da Forlí que de laAdoración de los Reyesde Velázquez.182NUEVA REVISTA 122FERNANDO RAYÓN