Nueva Revista 120 > El legado de Diego Saavedra Fajardo

El legado de Diego Saavedra Fajardo

Antonio R. Rubio Plo

Análisis del libro de Diego de Saavedra "Locuras de Europa"

File: Diego Saavedra.pdf

Referencia

Antonio R. Rubio Plo, “El legado de Diego Saavedra Fajardo,” accessed March 29, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1825.

Dublin Core

Title

El legado de Diego Saavedra Fajardo

Subject

Literatura s.XVIII

Description

Análisis del libro de Diego de Saavedra "Locuras de Europa"

Creator

Antonio R. Rubio Plo

Source

Nueva Revista 120 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

LOCURAS FRANCESAS Y EUROPEASEl legado de Diego Saavedra FajardoANTONIOR. RUBIOPLOHISTORIADORYANALISTADERELACIONESINTERNACIONALESn 1748 se publicaba en Alemania Locuras de Europa, un opúsculodel diplomático español Diego de Saavedra Fajardo, fallecido enEMadrid exactamente un siglo antes. Se trata de unas observacionessobre la política exterior de los principales Estados europeos en los añosanteriores a la paz de Westfalia, que consagraría el sistema de equilibrio entre los Estados como el fundamento básico de las relaciones exteriores en el Viejo Continente.Cien años después de Westfalia, la hegemonía europea se estaba desplazando desde Francia a Gran Bretaña, países que habían estado unavez más en bandos opuestos al firmarse en 1748 la paz de Aquisgrán quepuso fin a la Guerra de Sucesión de Austria. Sería cuestión de pocotiempo, con la paz de París en 1763, que los británicos asumieran elcontrol de las colonias francesas de América del Norte. La hora de protagonismo francés en la escena internacional tocaba a su fin, si bien serecuperaría efímeramente con Napoleón. ¿Quién sabe si el impresor deesta obra póstuma de Saavedra Fajardo quería mostrar lo acertado de losjuicios del español sobre la política exterior francesa, que tarde o temprano labraría su propia ruina.Las interpretaciones sobre esta obra de Saavedra son de lo más dispares en las escasas monografías que se han hecho sobre ella. No obstante, no pretendemos hacer aquí un trabajo de análisis, literario oNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 136] político, sino algunas reflexiones sobre la voluntad de hegemonía quesiempre tiene aspectos trágicos como bien supieron exponer Plutarco oShakespeare. Por lo demás, siempre será interesante recordar a un personaje un tanto olvidado, puesto de actualidad en el Año Saavedra Fajardo, conmemorativo del 360 aniversario de la muerte del diplomático murciano. Una destacada aportación de la Región de Murcia parapresentar otros aspectos de la historia de España que no sean ese currículo minimalista reductor de nuestra historia a hechos cercanos almito como la España medieval de las tres culturas, la Ilustración de Carlos III y la Segunda República.Hay quien considera que Saavedra es un nostálgico de la idea imperial de los Austrias, un fiel servidor de Felipe IV que mantiene con entereza las posiciones de la monarquía católica, en un tiempo en el queun monarca como Felipe IV pretende asemejarse a los reyes de Israel oJudá que sufren derrotas militares como castigo de sus pecados. Así loatestigua su correspondencia con sor María de Ágreda, donde se muestra convencido de que él, otro ungido del Señor, ha de hacer penitencia por ver si Dios aparta de su reino su mano justiciera. Pero SaavedraFajardo, hombre de confianza de Felipe IV, no hace uso de estas poderosas imágenes del Antiguo Testamento. Sus consejos se asientan en laexperiencia o el sentido común, que ha puesto al servicio de la monarquía española como propagandista. Su tarea no es la del análisis sosegado sino la de las respuestas urgentes, capaces de ejercer algún tipo deinfluencias en las diplomacias de otros Estados.Los resultados tenían que ser forzosamente ingratos, pues los gobernantes de todos los tiempos suelen apostar por el corto plazo, aquelloque reporte beneficios inmediatos. Son, por tanto, más dados a las tácticas que a las estrategias. Y es que por mucho que Saavedra advirtieraa Holanda, Suecia o la Santa Sede de los riesgos que les supondría alargo plazo la política hegemónica de Francia en Europa, no sería fácilque estos Estados cambiaran sus actitudes acomodaticias hacia los franceses. De una u otra manera, la constelación de Estados europeos, quese consolidará en Westfalia, acepta el triunfo de la teoría política del interés de los Estados, predominante en Francia, sobre todo argumentoNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 137]Antonio R. Rubio Ploderivado del derecho natural. El interés es presentado como una victoriade la razón, aunque la realidad es que la única razón valorada era la deEstado, por mucho que Baltasar Gracián la descalificara con el lúcido calificativo de «razón de establo».Locuras de Europa se nos presenta bajo la cobertura de la literaturafantástica: un diálogo entre el dios Mercurio y el filósofo Luciano de Samosata, prototipo del desengaño y del escepticismo. No hay, sin embargo, profundidad en los caracteres sino simple pretexto para exponerlos criterios del autor, por entonces de vuelta de muchas cosas, y conuna especie de fatiga intelectual, que acaba afectando a su estado físico, pues el 24 de agosto de 1648 fallece en el convento de los agustinosrecoletos de Madrid, que estuvo en lo que hoy es la Biblioteca Nacional. La obra debió de escribirse en Münster hacia 1646, en los prolegómenos de la paz de Westfalia, cuando la representación española, de laque Saavedra formaba parte, debía conocer toda clase de penurias económicas y se sentiría desmoralizada al ver que los delegados del Imperio alemán buscaban sus propios intereses en vez de hacer causa comúncon los Austrias. Se asombra nuestro diplomático de la actitud de Alemania: «Que, pudiendo con la unión y concordia aspirar al dominiouniversal, se rinda por división a sus enemigos». Pero Saavedra sabe reflejar el ambiente de Münster en sencillos y esclarecedores términos:«La paz anda en las bocas, y la guerra en los corazones y las plumas». Asísólo se podía favorecer la arrogancia de los franceses, en nada dispuestos a firmar una paz con los españoles sino les favorecía por completo.De hecho, habría que esperar a la paz de los Pirineos (1659) paraque Francia se sienta plenamente satisfecha, incluyendo la alianza forzosa que supone el casamiento de Luis XIV con la infanta María Teresa, hija de Felipe IV. Tiempo llegará para que los franceses se cobrenlos réditos de esta boda, exponente más del interés de Estado que dela tradicional política matrimonial de los Austrias, instrumento en elpasado de prevención de conflictos. El fracaso de los objetivos de lamonarquía española en Europa explica el pronto olvido del opúsculode Saavedra Fajardo y el que tardara más de un siglo en publicarse. Nohabía conseguido su propósito de presentar la política de FranciaNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 138]El legado de Diego Saavedra Fajardocomo «capricho y conveniencia deSerá una constante históricauno solo». Otras delegaciones deque un papel marginal bieron leer el escrito del español ede España en la escenainternamente pudieron darle lainternacional esté asociado razón, pero nada más podía espea problemas de cohesiónrarse pues se estaba repitiendo lainterna, tanto políticos antigua fábula en la que todos loscomo territoriales.animales se unen contra el leónviejo y cansado. En cambio, elleón francés era joven y con plena capacidad para enseñar sus garras.El agotamiento le llegaría un siglo después.No parece desacertado percibir en esta obra de Saavedra una ciertamelancolía. El cetro imperial ha caído de manos de los Austrias, queapenas pueden aspirar a conservar lo que poseen. Se diría que nuestroautor ha captado que el empecinamiento en la aspiración hacia unamonarquía universal sólo traerá nuevas guerras, en las que la victoriaes tan incierta como costosa, y se agravará la condición de los súbditoscon el riesgo de perder sus vidas y haciendas. Y es que Westfalia suponeen sentido estricto el triunfo de la política sobre una visión del mundoen que lo religioso era el vínculo que unía al Estado y la sociedad. Si elCristianísimo Rey de Francia ha optado por la razón de Estado, nuevonombre de la Fortuna elogiada por Maquiavelo, el Rey Católico estabadestinado a quedarse solo en Europa.La teoría del interés de los Estados parece haber desplazado a las enseñanzas sobre el derecho de gentes de la Escuela de Salamanca, aunqueéstas no siempre coincidieran con la práctica de los gobernantes españoles. No es extraño que en la época de entreguerras, tras los horroresde la primera contienda mundial, hija del sistema de equilibrio entre laspotencias, algunos juristas volvieran su pensamiento a las enseñanzas delos teólogos españoles del siglo XVI. Con Westfalia se impone en las relaciones interestatales un sistema de individualismo societario, por loque no podemos hablar de locuras de Francia sino de locuras de Europa.No era sólo un problema de quien ostentara la hegemonía sino quetodos los Estados adoptan similares comportamientos. De ahí que la pazNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 139]Antonio R. Rubio Plose asentara en bases frágiles, las de un tablero de ajedrez en la que los jugadores están atentos al mínimo descuido del adversario.En ese tablero se muestra en toda su crudeza esta situación descrita porel padre José, consejero de Richelieu: «¿Quién duda de que un soberanodébil y mal obedecido de los suyos o una república agitada de desórdenestengan menos consideración de sus vecinos y aliados y de todos los demás,que la que tendría si este príncipe se viera en un Estado floreciente bienservido y temido de los suyos, o si este señorío gozara en dulce paz de unaperfecta y entera libertad?».Saavedra, buen conocedor de la literatura política francesa a la quetenía que rebatir, habría asentido a este texto de 1624 porque cuando escribe Locuras de Europa está en marcha el proceso secesionista de Cataluña y Portugal. La decadencia de la España de los Austrias en Europaestá marcada por síntomas de debilidad interna, y será una constante histórica que un papel marginal de España en la escena internacional estéasociado a problemas de cohesión interna, tanto políticos como territoriales. Lo refleja Saavedra en su opúsculo, pero sus razonables argumentos, con plena base histórica, de que a portugueses y catalanes no les convenía la independencia, difícilmente encontrarían acogida en la era deltriunfo del interés de los Estados.ANTONIOR. RUBIOPLOSaavedra Fajardo y la vulpejaDon Diego Saavedra Fajardo era un hombre de mundo: había viajadomucho; representó a su rey en multitud de negocios diplomáticos; sabíalo que se podía decir ostensiblemente y lo que era preciso velar y disfrazar. Saavedra Fajardo abomina también de la vulpeja florentina. Ensu Idea de un príncipe político cristiano, él dice —empresa XLI— que elhombre debe obrar con equidad, no queriendo para otro lo que noNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 140]El legado de Diego Saavedra Fajardoquiera para sí. Y añade, lleno de profunda indignación: «De donde seinfiere cuán impío y feroz es el intento de Maquiavelo, que forma a supríncipe con otro supuesto o naturaleza de león y de raposa, para quelo que no pudiese alcanzar con la razón, lo alcance con la fuerza y el engaño».Esto dice Saavedra Fajardo, indignado y vejado por la doctrina de laredomada vulpeja florentina. Ahora, si leemos con cuidado su libro, veremos cómo también aquí asoma, bajo la piel del mastín, un hopo y unhocico que acaso dejan muy atrás a los de la raposa italiana. ¿Quién haescrito el consejo de que «decir siempre la verdad sería peligrosa sencillez, siendo el silencio el principal instrumento de reinar»? ¿En qué libroestá escrita la sentencia de que «ninguna cosa mejor ni más provechosa a los mortales que la prudente difidencia»? ¿Quién es el que celebracierta astucia que con respecto a Gonzalo de Córdoba ejercitó Fernando el Católico, el cual «no tuvo ocasión para que entrase en su pechosospecha alguna de la fidelidad del Gran Capitán, y con todo eso letenía personas que de secreto notasen y advirtiesen sus acciones, paraque penetrando aquella diligencia viviese más advertido en ellas»?¿Quién ha trazado el apotegma de que «lo que no puede facilitar la violencia, facilite la maña, consultada con el tiempo y la ocasión»? Finalmente, y para no hacer enfadosa la materia, ¿qué autor, impío y ferozha estampado la siguiente advertencia, que es una maravilla de astucia:«Ocultos han de ser los consejos y designios de los príncipes, con tantorecato, que tal vez ni aun sus ministros los penetren, antes los crean diferentes y sean los primeros que queden engañados, para que más naturalmente y con mayor eficacia, sin el peligro de la disimulación, que fácilmente se descubre, afirmen y acrediten lo que tienen por cierto, ybeba el pueblo de ellos el engaño, con que se esparza y corra por todaspartes»?Sílaba por sílaba, es preciso leer esta sentencia para ver toda la profundidad y complejidad psicológica que encierra.El político, capítulo XIX, AzorínNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 141]