Nueva Revista 120 > Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictadura

Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictadura

Ignacio Uría

Análisis de la historia de Cuba desde la Revolución cubana hasta hoy.

File: Cuba.pdf

Archivos

Referencia

Ignacio Uría, “Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictadura,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1823.

Dublin Core

Title

Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictadura

Subject

La renuncia de Fidel Castro

Description

Análisis de la historia de Cuba desde la Revolución cubana hasta hoy.

Creator

Ignacio Uría

Source

Nueva Revista 120 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

LATINOAMÉRICAENTRE MITOSCON EL ANHELO DE UN FUTURO ESCENARIOCuba. Medio siglo entre la revolución y la dictaduraIGNACIOURÍAMIEMBRODECUBAXXIPROJECTDEGEORGETOWNUNIVERSITYl próximo 1 de enero se cumplen cincuenta años del triunfo de la revolución cubana. Es decir, medio siglo, expresión que explica mejorEel tiempo transcurrido. En 1959 nadie hubiese apostado por la permanencia de la revolución durante tanto tiempo. Ni siquiera Fidel Castro, que había repetido hasta la saciedad que su objetivo era devolverla democracia al país y restaurar la Constitución de 1940.Desde 1952, Cuba sufría la dictadura de Fulgencio Batista tras ungolpe de estado incruento que fue justificado como «revolucionario» y«por el bien de la patria amenazada por la corrupción partidista». Antela indiferencia casi general de los cubanos, su llegada al poder tambiénfue tolerada por EE.UU.Batista, que era un sargento mulato convertido en general y hombrefuerte desde los años treinta, tenía una ideología cercana al populismo dePerón o Getulio Vargas. Por eso su primer anuncio fueron viviendas paralos más pobres y un aumento general de salarios. De hecho, en 1940 habíasido presidente de Cuba gracias a los votos de la clase media, que apoyómayoritariamente a su partido, la Coalición Socialista Democrática. Suprograma estaba basado en el orden y el gasto público, pero sin ocultar sucercanía al socialismo, tendencia confirmada al nombrar ministros a dosdestacados comunistas, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 110]En 1958, sin embargo, la dictadura estaba a punto de ser derrotadadebido (y quizá esto sea el «determinismo retrospectivo» del que hablaba Max Weber) a la corrupción, el rechazo popular y la represióndescontrolada de la policía. Sin embargo, un motivo sobresalía por encima del resto: el deseo de libertad de los cubanos, cansados de las injusticias de Batista. Si a eso unimos la retirada del apoyo estadounidense y la presión guerrillera tendremos el cuadro completo de la caída delrégimen en la madrugada del 1 de enero de 1959.Batista, rumbo a Santo Domingo, dejó atrás una república enmarañada y a los pies del Movimiento 26 de Julio. En ese instante, las fuerzas rebeldes ya habían llegado al centro del país, aunque no controlaban las principales capitales de provincia y mucho menos La Habana. Sin embargo, losrevolucionarios triunfaron y lo hicieron con el absoluto respaldo de loscubanos, convencidos de que Fidel Castro era el caudillo salvador de Cuba.Desde 1898, la casi totalidad de los políticos cubanos habían combatido contra España y, por tanto, tenían formación castrense. Estodio lugar a un estilo de gobierno «militar» en el que la nación era sentida como un gran campamento que se dirigía por decreto e impulsoscaudillistas. Y donde hay un caudillo carismático las instituciones sedifuminan y terminan por desaparecer. Por eso la república cubana erapresa fácil y periódica del populismo y los políticos «revolucionarios»,adjetivo habitual desde las guerras contra España del sigloXIX.En 1958, los rebeldes fidelistas no eran los únicos opositores a Batista y tampoco eran los más preparados para tomar el poder. A su ladohabía organizaciones como el Directorio Revolucionario (de origenuniversitario) o la Triple A, además de una oposición en la que destacaba Carlos Márquez Sterling (del Partido del Pueblo Libre), políticomoderado que en las elecciones de ese año propuso una amnistía general y la conversión del movimiento revolucionario en un partido político. De este modo, podría participar en unas hipotéticas elecciones democráticas que se hubiesen celebrado en 1960. Es decir, entre ladictadura de Batista y la revolución de Castro, Márquez Sterling defendía una vía pacífica y democrática anclada en la Constitución de 1940,cuya Asamblea constituyente había presidido.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 111]Ignacio UríaSin embargo, la historia oficial de la revolución no reconoce másoposición a Batista que la de Fidel Castro y se esfuerza por ocultar queel comunismo nunca logró más del 3% de los votos en unas eleccioneslibres. Tampoco asume que la clase media en Cuba había aumentado susingresos y calidad de vida desde el fin de la II Guerra Mundial ininterrumpidamente.Sin embargo, junto a esas realidades también había otras menos positivas. Así, en 1955 un informe del Banco Nacional de Cuba afirmabaque el país no podía continuar dependiendo del azúcar para mantenersu economía, ni tampoco que el trato comercial favorable de los EE.UU.fuera eterno. «Si no damos a nuestra economía una estructura y orientación que permitan una distribución equitativa y adecuada de los medios de vida, días muy aciagos nos esperan».Otro informe, en este caso de la Agrupación Católica Universitaria, señalaba en 1957: «La ciudad de La Habana está viviendo unaépoca de extraordinaria prosperidad mientras que en el campo se estándando condiciones de estancamiento, miseria y desesperación difícilesde creer» y denunciaba el alto analfabetismo en las zonas rurales, asícomo la falta de asistencia médica primaria. Ambas realidades fueronaprovechadas por Fidel Castro para respaldar su revolución.El análisis oficial cubano de laLAHISTORIACOMOCOARTADAetapa prerrevolucionaria se basaen que el comunismo era la voluntad de toda la nación desde la independencia de España. Es decir, el comunismo no es una imposición dela minoría que toma el poder en 1959, sino que es la voluntad del pueblo.Esa voluntad fue correctamente interpretada por Castro que, tras unaetapa de transición entre 1959 y 1961, la consagró definitivamente aldeclarar que Cuba era una república marxistaleninista.Para que este mensaje sea coherente es necesario convertir el periodo republicano (de 1902 a 1958) en un régimen clasista en el que unoscubanos explotaban a otros, un tiempo de corrupción, segregación racial y servidumbre ante los EE.UU.Por eso se le bautiza como «periodoneocolonial».NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 112]Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictaduraPara justificar el triunfo de la revolución, se presenta entonces todaDonde hay un caudillo carisla política cubana anterior a 1959mático las instituciones se dicomo una lucha del socialismo confuminan y terminan por desatra el capitalismo burgués. De esteparecer.modo, la pluralidad política y lasinstituciones son acusadas de ser unlastre para la unidad de la nación enun proyecto común. Es decir, la democracia liberal parlamentaria es elorigen de una decadencia que sólo Fidel Castro puede enmendar.Desde abril de 1961 el discurso oficial se construye sobre divisiones artificiales que justifican la falta de libertades. Por eso comienza a hablarsede «Socialismo contra Democracia» o de «Libertad popular contra Servidumbre neocolonial» y se atacan aquellas realidades que pudieran introducir dudas en el pueblo. Por ejemplo, la fuerte influencia cultural católica y su presencia en la vida diaria republicana, en la que el 90% de lapoblación estaba bautizada, unos 125.000 alumnos iban a colegios religiosos (como el propio Fidel Castro) y la intensa participación en la vidapolítica de miembros en la Acción Católica era constante.Es cierto que otros índices eran mucho más bajos. Por ejemplo, elcumplimiento dominical, que apenas llegaba al 13%, o la poca atenciónque recibían las zonas rurales en comparación con las ciudades, ya queprácticamente sólo se visitaba a los guajiros para bautizarlos. Sobretodo, en el Oriente del país, donde su arzobispo, Enrique Pérez Serantes—el mismo que salvó a Fidel de ser fusilado en 1953 tras el asalto alcuartel Moncada—, se esforzó en superar el secular olvido con la población rural. En esto Cuba no era diferente al resto de América.El mismo espíritu revisionista de los comunistas cubanos provocó elocultamiento de las guerrillas alzadas contra el gobierno de Castro a principios de 1960 (y que fueron bautizadas como «Luchas contra bandidos»)o las acusaciones de connivencia con Batista del movimiento obrero (quehabía logrado mejoras como la jornada de ocho horas o las vacaciones pagadas) y, en general, cualquier referencia al mayoritario acuerdo político y social que supuso la Constitución socialdemócrata de 1940.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 113]Ignacio UríaComo ya he señalado, el único referente inexcusable en el discursooficial cubano es Fidel Castro, y esto a pesar de que no fuera el únicolíder revolucionario hasta 1958. Por el camino se quedaron otros hombres de gran talla política, como Frank País —el jefe de la guerrilla urbana en Santiago de Cuba y posible rival en la dirección del Movimiento 26 de Julio—, o José Antonio Echeverría, Manzanita, líder delDirectorio Revolucionario y último presidente de la FEU(FederaciónEstudiantil Universitaria). Ambos fueron asesinados antes del triunfode la revolución, lo que permitió convertirlos en héroes silenciosos.En ese panorama histórico Batista, es el reverso de Fidel Castro y eljustificante de todo lo ocurrido más tarde. Para legitimar aún más aFidel se crea el mito del Che Guevara y, en menor medida por su temprana y misteriosa desaparición, de Camilo Cienfuegos. Ellos forman latrinidadrevolucionaria que salvará a Cuba de sus todos sus males —algunos innegables—. Como es conocido, Guevara y Cienfuegos murieron en los primeros años de la revolución y también se convirtieron enhéroes silenciosos.Por tanto, ya desde la etapa guerrillera, la historia de la revoluciónha sido un asunto de Estado que debe ser narrado según el discurso delos sectores más radicales del 26 de Julio, que es llamado «movimiento»por imitación al Movimiento Nacional franquista (no en vano FidelCastro, ya desde su época con los jesuitas, se sabía discursos enteros dePrimo de Rivera y, aparte de copiar los colores negro y rojo de la Falange, de él había tomado su aversión a la democracia parlamentaria y al liberalismo).Los «sectores radicales» antes citados son los comandantes de la Sierra Maestra: Fidel, Che y Raúl. Entre los tres deciden la composicióndel primer gabinete ministerial, de modo que no se le pueda tachar decomunista. Así, la mayoría de los ministros nombrados en 1959 eranpolíticos de reconocida trayectoria democrática (como el primer presidente, el juez Manuel Urrutia) y algunos de ellos abiertamente anticomunistas.Sin embargo, desde los primeros días del triunfo, Fidel asume quesólo podrá mantenerse el poder si es capaz de crear un Estado fuerte yNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 114]Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictaduraunitario, ya que es consciente deque el M26J tiene escasa implanCon la renuncia de Fidel llegatación urbana, sobre todo en Lael turno de la diplomacia y laHabana. Sabe también que aún sopolítica porque el triunfo debreviven estructuras e intereses queObama y los nuevos acuerdosintentarán convertir la revolucióncon Rusia marcarán el futuroen algo pasajero, sin cambiar nada yescenario cubano.sin reformas profundas.El precio para evitarlo será sovietizarla revolución, ya que Castrotomó la senda marxistaleninista por coherencia intelectual con su pensamiento nacionalista y revolucionario (si la partitocracia y la burguesía, la Iglesia y los EE.UU. han saqueado inmoral e impunemente a loscubanos, su gobierno devolvería al pueblo todo lo robado) y porque sóloel comunismo podía justificar un gobierno autocrático y convencer ala URSSde la pureza ideológica de la revolución cubana.Según esta tesis, Fidel no traicionó la esencia del pensamiento radical nacionalista en el que, como tantos otros, maduró políticamente. Loúnico que hizo fue llevarlo al extremo para crear un Estado totalitario.Es cierto que hasta 1961 siempre negó ser comunista, pero, al menosdesde El Bogotazode 1948, en el que participó activamente, puede apreciarse su afinidad con el socialismo.Cuestión distinta es que dichas tendencias izquierdistas se hubiesenmantenido hasta entonces en los límites de la democracia. Como ha destacado Richard Pipes (Harvard University): «Desde un punto de vistahistórico, el castrismo es un líder en busca de un movimiento, un movimiento en busca de una ideología y una ideología en busca del poder».El resto del trabajo lo hizo la intelectualidad de izquierdas occidental, que saludó con gozo el experimento cubano. Comienza entonces el«turismo revolucionario» de escritores y artistas ávidos por conocer deprimera mano los logros de la revolución. Así, desfilan por La HabanaNeruda, Vargas Llosa, Sartre, Cortázar y otros conversos a la nueva fe fidelista, que funciona como un fenómeno religioso según las tesis delhistoriador Michael Burleigh.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 115]Ignacio UríaEn el fondo de todo el proceso hay dos constantes: la revolucióncomo única fuente del derecho y el arraigado convencimiento de que larepresión es un elemento imprescindible en la acción de gobierno, yaque sólo el terror revolucionario logra la obediencia colectiva. Batistainstauró esas prácticas y Fidel Castro las ha mantenido, ya que nadie sesiente a salvo en un sistema que castiga arbitrariamente y en el que lasnociones de «ciudadano» o «seguridad jurídica» se convierten en resabios burgueses.Finalmente, gracias a la propaganda cristaliza la leyenda de que losmiles de cubanos que lucharon contra Batista lo hicieron por el socialismo. Lejos de ese mito, lo cierto es que cientos de ellos murieron porderrotar a la dictadura, ya fuera por lealtad a las ideas democráticas, alnacionalismo republicano o simplemente por la libertad de Cuba. Loque resulta inaceptable es el discurso oficial de que toda oposición alproceso revolucionario sea, en el fondo, anexionista o mafiosa. Esa es latragedia última de Cuba: la existencia de un exilio y, si se me permiteel juego de palabras, un insilio creado por la conversión de la revolución al comunismo, algo que la mayoría de los cubanos no quería y queel gobierno de La Habana sigue sin asumir en 2008.Precisamente 2008 ha sido especial por laUNFUTUROINCIERTOrenuncia de Fidel Castro a la presidencia ya la jefatura militar de Cuba. Termina así medio siglo de historia concentrada en un solo hombre.El deterioro de Fidel Castro es progresivo —como demuestra la reciente fotografía filtrada por la Iglesia ortodoxa rusa durante la consagración de un templo en La Habana— y, por lo que se deduce, irreversible. Él mismo confirma que, a sus 82 años, le falta el vigor suficientepara afrontar el futuro.Sin embargo, Castro está tranquilo porque la vieja guardia, apoyadaen los jóvenes comunistas, continuará con la revolución. Concluye así«el postotalitarismo carismático», según expresión del profesor de Georgetown Eusebio MujalLeón, ya que a partir de ahora será el Partido Comunista —pese a su progresiva debilidad ideológica y organizativa quiénNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 116]Cuba. Medio siglo entre la revolución y la dictadurasustituya— al comandante. Desarmada la utopía, el miedo al cambio esel principal aglutinador y legitimador del régimen, ya que el núcleo nacionalista y antiamericano que tantas cosas ha justificado se ha reducido en la última década.Da la impresión, por tanto, de que la nación está madura para asumir la despedida. Más dudas existen acerca de si estamos en el inicio dela transición, algo que el paso del tiempo parece desmentir. Raúl Castroy sus ministros, que han realizado con éxito el traspaso de poderes, estánahora inmersos en una batalla política de gran calado y atan cabos paraque la situación no se desquicie.Con la renuncia de Fidel llega el turno de la diplomacia y la políticaporque el triunfo de Obama y los nuevos acuerdos con Rusia marcaránel futuro escenario cubano. A corto plazo todo seguirá en manos de losmilitares, como garantes el orden interno, y el Partido Comunista,dueño de un arma poderosa: autorizar la salida incondicional del país.Si eso se permitiera, el éxodo inmediato hacia Miami sería de cientos demiles de personas, posibilidad que aterra a los EE.UU.Por tanto, a todosconviene que el Partido y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)continúen «en la vanguardia del proceso».Como señala el historiador Rafael Rojas, en las dictaduras la historia oficial es incuestionable y, a la vez, ficticia, ya que transmite la ideade que el poder lo ejercen las masas populares. «Cuando es el puebloquien rige la nación, la historia política desaparece y en su lugar quedauna leyenda consoladora. En ese mundo perfectamente armónico nohay disidencias o fricciones y quienes se oponen son [...] asumidos comoagentes de alguna fuerza diabólica exterior».La historia de la revolución o, más bien, de las dos revoluciones cubanas (la que se dio entre 1956 y 1961 y la posterior de 1961 en adelante)sigue rescribiéndose cada día para evitar enfrentarse una dolorosa realidad:la perpetua condena de los cubanos a vivir entre la revolución, la dictaduray el exilio. O dicho de otro modo, a vivir en una guerra civil que dura yamedio siglo. Ni Orwell lo hubiera mejorado.IGNACIOURÍANUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 117]