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Adios, amigo

Antonio Fontán

En memoria de Juan Pablo de Villanueva, ilustre periodista y empresario de la comunicación, colaborador de Nueva Revista y vicepresidente de su Fundación desde 1990.

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Antonio Fontán, “Adios, amigo,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1820.

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Adios, amigo

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Homenaje a Juan Pablo de Villanueva

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En memoria de Juan Pablo de Villanueva, ilustre periodista y empresario de la comunicación, colaborador de Nueva Revista y vicepresidente de su Fundación desde 1990.

Creator

Antonio Fontán

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Nueva Revista 120 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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JUAN PABLO DE VILLANUEVAHOMENAJEAdiós, amigoEl pasado lunes 3 de noviembre nosdecía adiós nuestro querido amigoJuan Pablo de Villanueva, ilustreperiodista y empresario de la comunicación, que colaboró con NuevaRevista de Política, Cultura y Artecomo miembro del Consejo Editorial y vicepresidente de la Fundación Nueva Revista desde suscomienzos allá por el año 1990.Siempre dispuesto a ayudar yaportar su experiencia en los números de nuestra publicación, JuanPablo era uno de los habituales en las reuniones de directores y delConsejo, además de colaborar con sus artículos, en los que siempreestuvo presente su interés por el desarrollo y modernización de España, la política nacional e internacional y la defensa de la libertad;desde su primer artículo «La lucha por la libertad» (nº 1,1990), hastael último, «Navarra sin mayoría suficiente» (nº 111, 2007), sin olvidar su participación en la entrevista que nuestra publicación realizóal presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, a finales de 2006.En las siguientes páginas hemos querido recoger, a modo de homenaje, testimonios de compañeros y amigos suyos de la revista y delGrupo Negocios, donde desempeñó algunas de sus últimas iniciativasy dejó una huella profesional y humana imborrable.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 46]Adiós, amigoAquel verano de 1962ANTONIOFONTÁNEl 9 de junio de 1962 llegábamos al famoso aeropuerto berlinés de Tempelhof, que ha sido cerrado ahora, Juan Pablo de Villanueva y yo con ungrupo de jóvenes universitarios recién graduados de la primera promoción del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra. JuanPablo, con todo ese aire de amable persona mayor que siempre tuvo, erael benjamín de la clase, y yo, profesor en Pamplona, acompañaba en elviaje de estudios a los que desde aquellos días eran ya profesionales.Recuerdo que cuando aterrizamos en el Berlín occidental —entonces un enclave de libertad en la República comunista alemana—, JuanPablo, que era el que estaba más cerca de la puerta de la cabina, bajó decididamente la escalerilla delante de todos.Al pie del avión nos esperaba un atento representante del serviciode intercambio universitario de la República Federal, que, sombrero enmano, se dirigió a él diciéndole, en alemán, «bienvenido, profesor Fontán». Nuestro hoy llorado amigo, sin inmutarse, le dio la mano sonriente y con un amable gesto y mirando atrás, le contestó en españolque el profesor no era él sino el que venía detrás.Anduvimos por la cercada capital, pasamos ante la cárcel de Spandau y, por fin, en un autobús oficial de la república comunista atravesamos el «checkpoint Charlie», donde nos retiraron los pasaportes hastala vuelta. Fuimos a los dos principales museos, mientras los «vopos» quenos acompañaban alejaban de nuestro autobús a la gente que se acercaba a pedir tabaco.Los de aquel viaje fueron unos días inolvidables para todos: París, Bruselas, Groninga, Münster, Berlín, Fráncfort, y no recuerdo si llegamoshasta Múnich, todo en un modesto y algo destartalado autobús de matrícula de Vitoria, que finalmente nos dejó «aparcados» cerca de Fráncfort,porque se le había roto una biela. A orillas de la autopista, mientras buscábamos un teléfono de carretera para pedir ayuda, Ramón Pi con su guitarra distraía el forzoso y preocupado ocio de sus compañeros.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 47]Homenaje a Juan Pablo de VillanuevaAl fin por la mañana, casi todos en los pasillos de un tren que encomparación con los de España nos parecía rápido, llegamos a Parísdonde el día trece, que era domingo (domingo de Pentecostés), nos esperaban otras aventuras de distinto género.Algunos de los viajeros acudimos a misa aquella tarde a la iglesia deSanto Tomás, junto al boulevard Raspail y al lado del de SaintGermain.Al salir nos encontramos con don José María Gil Robles, a quien yo meacerqué a saludar. Le extrañó que no supiéramos lo que había pasado enMadrid. Nos dijo que él y otros cuantos españoles habían regresado deMúnich la tarde anterior. En Barajas les esperaba la policía que a variosde ellos, o por lo menos a Gil Robles, le ofrecieron una opción «o salir deEspaña otra vez o dirigirse confinados a Canarias». Eran los del famoso«Contubernio». Nos lo contaron entre don José María, Vidal Beneyto yPrados Arrarte. (Estos dos últimos habían preferido quedarse en París,previendo que en Madrid no se les iba a recibir bien), Gil Robles optó porirse a París para poder ocuparse de los asuntos profesionales de abogadoque tenía fuera de España. A Fuerteventura y a Hierro fueron los demás.Juan Pablo y yo y algunos de nuestros compañeros de viaje comentábamos que si no fuera por la censura, al llegar a España habríamospodido tener un verdadero scoop. Pero el sistema no podía tolerar «desfachatez» semejante.He contado esta historia tan larga en esta triste jornada en que nosha llegado a sus amigos la penosa noticia del fallecimiento de Villanueva, a quien todos los profesionales de la prensa que le han conocidosiempre le han apreciado —y admirado— mucho. Igual que las otrasnumerosas personas del mundo empresarial y público que han tenidoocasión de tratarle.Desde aquel verano de 1962 hasta ayer mismo Villanueva (madrileño de 1943) ha estado siempre, incansablemente vinculado a la prensacomo periodista y como empresario y creador y alma de diarios y revistas. Su carrera profesional ha sido variada y rica, siempre en la primeralínea de los medios de comunicación en que ha intervenido.Redactor y jefe de información del diario madrileño El Alcázara losveinte años, fue luego sucesivamente subdirector y director de Nuevo NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 48]Adiós, amigoDiarioy subdirector de la Agencia Efe y colaboró con las empresas de varios periódicos de distintas provincias (Málaga, León). Promovió el lanzamiento de Actualidad Económica, de la que también fue director, y creócon otros compañeros las sociedades editoriales que lanzaron una revistade decoración y Telva. Al disolverse la llamada Prensa del Movimientoadquirió el diario deportivo Marca, del que fue igualmente director durante dos años y siguió ocupándose de él como presidente del Consejo.En 1986 con algunos compañeros de su generación fundó el diario Expansión, que siempre fue el de más circulación de la prensa económica, yque él dirigió en sus primeros años, a la vez que presidía el Consejo. Mástarde, ya en 1997, se hizo cargo del grupo Negocios, siendo director deLa Gacetay presidente de la sociedad editora durante varios años más.También ha sido obra suya la organización de la empresa Siena, editoraentre otras publicaciones de El Magisterio Españoly de la revista Padres.Villanueva ha desarrollado también otras importantes actividades yempresas en los campos del pensamiento y de la opinión pública y dela enseñanza del periodismo.La Fundación Diálogos, de la que era presidente, ha realizado connotable éxito numerosos cursos y reuniones de personalidades públicasespañolas y extranjeras del mundo de la política, de la economía y de lascuestiones sociales.Una de las más queridas y trascendentes empresas iniciadas y dirigidas por Juan Pablo de Villanueva ha sido el llamado «Programa Balboa», que desde hace siete años está celebrando cursos anuales de postgrado para jóvenes periodistas de Iberoamérica. A lo largo de estetiempo han estudiado y trabajado en España durante un año enterociento cincuenta jóvenes periodistas de todos los países de Hispanoamérica, que tras esos meses de estudios y prácticas trabajan actualmente en sus respectivos países en actividades de prensa, radio, televisión yotros medios de comunicación.Durante el medio siglo que corre entre 1959, cuando empezó sus estudios de periodismo en la Universidad de Navarra y estas últimas semanas del 2008, Villanueva ha llevado a cabo un trabajo profesionalde vasto alcance que ha dado lugar a la alta estimación de su personaNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 49]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevaen la profesión y en la vida pública y al prestigio que ha acompañadosiempre a su persona en tan variada y apreciada vida profesional. JuanPablo de Villanueva, que pertenece al Consejo Editorial de Nueva Revista, ha sido una de esas figuras ejemplares que honran al periodismoespañol.El creador de la prensa económica en EspañaARTUROMORENOCONSEJOEDITORIALDENUEVAREVISTALa última vez que hablé con Juan Pablo fue el pasado 29 de octubre,cuatro días antes de su fallecimiento. Ese día un grupo de amigos de donAVEcamino de Sevilla para encontrarnosAntonio Fontán íbamos en el con él en Guadalcanal, referencia familiar de los Fontán y apelativo delmarquesado otorgado por la Casa Real a don Antonio, como reconocimiento por su larga y leal trayectoria al servicio de la Monarquía y deEspaña.Durante el viaje rondaba en la atmósfera una preocupación coincidente y recurrente entre nosotros sobre el estado de salud de nuestroamigo Juan Pablo. Pensé que era un buen momento para llamarle, puesen otras circunstancias hubiera hecho el viaje con nosotros y estaba seguro de que le alegraría saber que íbamos a Guadalcanal y que nos acordábamos mucho de él. La sensación que tuve al despedirnos y, pasar elteléfono a otros amigos, fue la de un hombre que se enfrentaba a la enfermedad con la normalidad, la fortaleza y la confianza tan habitualesen su comportamiento. No percibí ningún rastro de abatimiento, ni demiedo al acercarse a la gran hora; quizás sólo un cierto cansancio del exhaustivo tratamiento médico que recibía.Conocí a Juan Pablo hace veinte años, y siempre fue un hombre pulcro, digno, de entusiasmo contenido pero evidente, conversador y conciliador, prudente y mesurado en el juicio, que amaba la vida y la honNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 50]Adiós, amigoJuan Pablo (a la izquierda) en el transcurso de una de las clases impartidas en el EstudioGeneral de Navarra, primera sede del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra.raba como regalo divino. Juan Pablo con su aire bonachón, tranquilo yun tanto eclesiástico, siempre tenía algo entre las manos. Reunía condiciones de hombre de pensamiento, enraizado en la fortaleza de susconvicciones y en su sentido patriotismo, y de acción, como demuestran sus continuas iniciativas empresariales en torno a proyectos periodísticos; siempre con la firme idea de influir en la sociedad y de difundir los valores que fueron el motor de su actividad humana.Recuerdo que era habitual oírle hablar con altura y firmeza sobre lostemas que le importaban: la unidad de España, Navarra, la educación,la justicia, la economía, y lo hacía siempre con cordialidad, cercanía yprofundidad pero con el deseo ferviente de conocer la opinión de losNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 51]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevademás para corregir, ampliar o ratificar su juicio. Era un hombre sensible, abierto y flexible, que en las reuniones en las que coincidíamosnunca pontificaba ni limitaba el debate, sino que galvanizaba adecuadamente la discusión y, sin que los interlocutores lo percibieran, obtenía un juicio útil y ponderado sobre las diversas cuestiones que podíaninteresar.Juan Pablo de Villanueva era una persona con la que siempre se estaba cómodo, porque aun siendo muy claro en sus opiniones, no teníaun sentido imperativo de las mismas. Le recuerdo muchas veces, encualquier restaurante, acompasando su opinión con la utilización delos cubiertos a modo de improvisada batería, que para sí quisieran los últimos grupos pop. Había una felicidad innata en él.Nueva Revistafue el origen y el motivo de nuestra creciente amistad.Coincidimos habitualmente, desde 1990, en las cenascoloquio que secelebraban en el restaurante La Dorada, después de las reuniones delConsejo Editorial. Pero nuestra relación se intensificó a raíz de la adquisición, en 1996, del Grupo Negocios propietario a la sazón de La Gaceta de los Negocios. Colaboré activamente con él en la obtención delcapital necesario para afrontar ese reto empresarial y posteriormente meencargó que me hiciera cargo del Consejo Editorial, como coordinadordel mismo.Durante cerca de diez años, aparte de las cotidianas llamadas telefónicas, nos reuníamos todos los meses con Juan Pablo en el restauranteArturo de la calle Sagasta un grupo de personas, entre las que se encontraban Sucre Alcalá, Salvador Bernal, Álvaro DelgadoGal, Fernando Méndez, Rafael Puyol, Antxón Sarasqueta, y también en suépoca de director Fernando Rayón. Entre todos pasábamos revista a lasmaterias de actualidad y sobre todo a los temas de fondo que afectabanal futuro de España.Para Juan Pablo, como dijo Ortega, «la vida era un quehacer». Teníaunas dotes excepcionales como periodista y ese fue su destino. Se entregó en cuerpo y alma a su profesión, inspirando múltiples iniciativasempresariales en el campo periodístico, como la mejor vía para trabajarpor un fin superior: el construir una España mejor sustentada en losNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 52]Adiós, amigoprincipios a los que siempre fue fiel. Se puede decir que Juan Pablo deVillanueva fue el creador e impulsor de la prensa económica en España.No sé si fue el primero, pero sí el que le dio la dimensión actual. Así,contribuyó a través de la información económica a la modernizacióneconómica de nuestro país.No todo fueron éxitos, tuvo también Juan Pablo decepciones y fracasos. Pero desde su fortaleza moral, el sentido trascendente de la vidaen la que firme y fielmente creía, un fair playirreductible y una fe incansable en los proyectos que emprendía, y cuya característica más notoria era su proverbial terquedad, le ayudaron a que su buen corazón ysu nobleza de espíritu nunca se enturbiaran.Siguió siempre adelante, tenía la misma ilusión de siempre por losnuevos proyectos. Nunca perdió la iniciativa, ni abdicó en el combate.Nos deja un recuerdo imborrable, e inevitablemente le echaremos demenos.Construir el futuro desde un periódicoANTXÓNSARASQUETACONSEJOEDITORIALDENUEVAREVISTAA Juan Pablo le faltaba un diario, un nuevo proyecto editorial. Se hacíapresente en todas nuestras conversaciones. Juan Pablo tenía un periódico en su cabeza. Me hablaba de las partes y del todo del futuro diario.De las secciones, del diseño, de la línea editorial, de la estructura de suspáginas. Sería una apuesta por un diario de calidad, me insistía.Un día de 1996 me comentó José María Cuevas que querían deshacerse de la participación que tenía la patronal en el Grupo Negocios, y me preguntó si conocía a alguien que pudiera estar interesadoen comprarla. Le dije que creía que sí, pero que tenía que comprobarCEOEme comentaba la imporlo. A medida que el presidente de la tancia de mantener la presencia de La Gaceta de los Negociosen elNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 55]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevamercado, yo estaba pensando en Juan Pablo de Villanueva porquedesde hacía años me hablaba de emprender una nueva aventura periodística. En uno de nuestros frecuentes encuentros, en los que durante diecisiete años cultivamos la amistad, el arte de la buena mesa y el ejerciciointelectual de reflexionar sobre la situación de nuestro país y los cambios que se estaban produciendo en el mundo, le comenté a Juan Pabloel interés de Cuevas por encontrar nuevos inversores para sacar adelante La Gaceta. Desconocía los detalles, la situación económica deldiario parecía ser problemática, pero que lo estudiase porque tambiénpodía ser una oportunidad para el nuevo proyecto en el que pensaba. Legustó la idea. Me preguntó sobre el diario, en el que vengo publicandomis artículos semanales desde 1994, y me dijo que lo estudiaría. Durante los meses siguientes me fue contando cómo iba progresando todo.Está en una situación difícil, pero creo que nos podemos arriesgar, medijo. Y terminó cuajando lo que se convirtió en la nueva aventura periodística de Juan Pablo. Con un grupo de amigos, empresarios, y profesionales, compró la mayoría del Grupo Negocios, y durante diez añosfue su presidenteeditor. El 3 de febrero de 2000 asistíamos en Cabo Cañaveral al lanzamiento del satélite de Hispasat 1C, recuerdo que se suscitó una conversaciónsobre la aventura espacial y del futuro científico y tecnológico que ibaXXIque estaba naciendo. Inmersos en aquel ama marcar el nuevo siglo biente, Juan Pablo me comentó: «Es un futuro en el que creo que podemos hacer muchas cosas desde el periódico». Emprender proyectos,tener iniciativas, hacer futuro, fue una de las pasiones de Juan Pablohasta su fallecimiento. Lo seguirá haciendo.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 56]Adiós, amigoAmbición y emociónNAZARETHECHARTCONSEJOEDITORIALDENUEVAREVISTANo sé si Juan Pablo Villanueva era, como yo, un incondicional de El alaoeste de la Casa Blanca. Nunca se lo pregunté, ni tuve oportunidad de sugerirle que se comprara alguna temporada de esta serie de culto. Estoysegura de que le hubiera gustado. Le hubiera gustado porque, más alláde las andanzas del presidente Bartlet en la ficción, de unos guiones inteligentes y precisos, El ala oestetransmite ambición y emoción. Ambición de un país mejor, ambición de gobernar para todos, ambición desuperar divisiones. Y emoción por la certidumbre de que la política auténtica es aquella que nace de la vocación genuina de servicio a losdemás.Ambición y emoción. Ésos han sido dos rasgos que han caracterizado tanto la trayectoria profesional de Juan Pablo Villanueva como suvida personal.Ambición de contribuir, desde los medios de comunicación, a lograr un país mejor, una España mejor. Ambición de evitar sectarismosinútiles y acercarse a los demás sin prejuicios. Ambición de reunir, desuperar divisiones, sin traicionar nunca los principios propios. Y también emoción, la emoción que surge ante alguien que no entiende sutrabajo si no es como un modo de servir a la sociedad a la que uno pertenece.Porque, igual que la política, él entendía el periodismo como unatarea de servicio público. Y por eso siempre tuvo muy claro que el papel—y la responsabilidad— de los medios de comunicación en las sociedades democráticas es fundamental. Tanto, que debe contar con el concurso de los mejores en cada campo.De Juan Pablo recordaré siempre su afabilidad, su inconformismo, suánimo para evitar el desánimo y superar los obstáculos de todo tipo queaparecieran en su camino. Y su confianza en los demás. Recuerdo muybien aquel día de 1998 en el que me ofreció incorporarme como columnista a La Gaceta. «Escribe de lo que quieras». Después de muchas dudas,NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 57]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevaescribí mi primer artículo sobre Bill Clinton, entonces enredado por elcaso Lewinski. Casualidades de la vida. La política estadounidense estuvo presente en aquel texto, y lo está también en el inicio de esta despedida. Querido Juan Pablo: somos muchos los que no vamos a olvidarte.Maestro de personasPABLOCALDÉSLLOPISCONSEJOEDITORIALDENUEVAREVISTATodos conocemos ya la trayectoria profesional de Juan Pablo de Villanueva. Se graduó en Periodismo en la Universidad de Navarra con premio extraordinario en 1963. Ha dirigido cuatro periódicos en nuestropaís y ha fundado uno de los grupos de comunicación más importantesde España. Nadie puede discutir que ha sido un periodista de primerorden y un empresario periodístico que ha creado valor y empleo.No voy hablar de Juan Pablo desde su faceta de periodista, sinodesde su lado humano y como gestor. Le conocí en noviembre de 1997,hace ahora once años. En dicha fecha se hacía cargo del Grupo Negocios, editora de La Gaceta de los Negociosy de la revista Dinero. Me ofreció que me responsabilizara del área comercial y de marketing. La primera instrucción que me dio fue que analizara el equipo humano quehabía en dicho departamento y que contara con todos ellos y no despidiera a ninguno. Le preocupaban mucho las personas y consideraba elempleo como un medio para el desarrollo humano de las mismas.Yo venía de un mundo completamente ajeno al de la comunicación,concretamente del sector financiero. Tengo que agradecerle la infinitapaciencia que tuvo conmigo enseñándome todos los trucos de una compañía periodística. Era exigente, pero cariñosamente exigente, porquecon el primero que era tremendamente exigente era consigo mismo,pero al mismo tiempo era muy compresivo. Era el primero en remangarse y en echar una mano para apoyar una gestión. Como decía él,NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 58]Adiós, amigoJuan Pablo con Esperanza Aguirre y Antonio Fontán.«hay que pedalear». A pesar de su condición de director del periódicosiempre estaba dispuesto a ayudarte, a acompañarte a una reunión o unacomida de carácter comercial para reforzar la acción.No sólo se preocupaba de ti desde el punto de vista profesional sinotambién desde el punto de vista humano. Continuamente te preguntabapor tu familia, por los chavales, como él los llamaba. De manera muy respetuosa hacía su labor de apostolado y se preocupaba por tu práctica dela fe. Recordaré siempre con mucho cariño las romerías que realizábamostodos los meses de mayo a una preciosa ermita en Colmenar Viejo. Siempre terminaban en una comida en un modesto bar con el menú del día.Una vez me comentó que no tenía miedo a la muerte. Lo que sítemía era una enfermedad larga o que se quedara en una situación queno se valiera por sí mismo. Juan Pablo, Dios te ha premiado con lamuerte que tú querías.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 59]Homenaje a Juan Pablo de VillanuevaAlgunos recuerdos de la infanciaLUISNÚÑEZLADEVEZECONSEJOEDITORIALDENUEVAREVISTAConocí a Juan Pablo cuando nuestras respectivas familias veraneabanen La Granja. Su padre alquilaba durante los veranos un piso en la quefue casa de Oficios, y el mío, otro en las Caballerizas Reales.A esa diferente domiciliación asociamos una rivalidad que oponíaépicamente los de Caballerizas a los de Oficios. La simetría familiaralimentaba las discrepancias. Las edades de Luis, Juan Pablo y Julioeran correlativas a la mía y las de mis hermanos, Carlos e Ignacio. Gabriel era más pequeño y aún no contaba en las hostilidades; tampoco,Blanca y Concha, niñas a su juego. Había tríos en Caballerizas con losque engrosar la beligerancia, como Santiago, Antonio y Javier Esteban, y tríos cerca de Oficios, como Luis, Nicolás y Julio Toledo. Próximos a Oficios eran los Gandarillas, algo mayores para nosotros, Santos, Jaime y Miguel. Con Miguel, ahora sacerdote, volví a reunirmeel día del entierro de Juan Pablo. Creo que hacía medio siglo que nolo veía.Nuestras diferencias se resolvían en el jardín de la Alameda queabraza a la Colegiata del Palacio. Allí nos batíamos a espadas de paloo nos disparábamos con tiradores de goma y hojalata. Cambiábamosde escenario para perseguirnos entre las fuentes de los jardines o perdernos en el Laberinto jugando a policías y ladrones, mientras emulábamos a los guardias reales que, según contaban los más entendidos,enviaba antaño la reina para entretenerse viendo, desde los balcones palaciegos, cómo se desorientaban en los cruces de los artificiosos senderos.Convivimos durante los interminables veranos de la infancia, intercambiando tebeos de El Guerrero del Antifazy Roberto Alcázar,mucho antes de que la suerte me regalara la oportunidad de compartircon Juan Pablo tantas y variadas concreciones de su oculta imaginación periodística. De esa vida profesional ya han hablado otros que nose detendrán a apreciar que era el mejor jugador de chapas, no tanNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 60]Adiós, amigobueno arrojando el clavo, insuperable en su manejo de la taba, y querecuerde, uno de los pocos de La Granja que nunca jugó al mus en losCestos.Salíamos en grupo. Bajábamos en bicicleta la cuesta de Infantes,bordeábamos la Pradera para llegar al Tiro Pichón donde se hallabael primer campo de golf que se diseñó en España. Tenían Luis y JuanPablo sendas bicicletas Orbea, esmaltadas en negro. Fueron los primeros en subir en bici al puerto de Navacerrada. Después, en las curvas de las Siete Revueltas, o en la bajada que va del alto de Robledoal puente del Eresma, cuando hacíamos la ruta de La GranjaRiofríoLa Granja, Juan Pablo se frenaba para aguardarnos. Se adelantaba alsubir las cuestas, por empinadas que fueran, y se despreocupaba al bajarlas. Ahora sé que lo hacía para que pudiéramos llegar agrupados ala meta.¿Cómo se hace eso, Juan Pablo?FELIPESANTOSPERIODISTAPara alguien que cursaba estudios de periodismo, el nombre de JuanPablo de Villanueva estaba asociado a un modelo, a un ejemplo al quedebíamos aspirar. Prácticamente desde cero había logrado levantar ungrupo de publicaciones de gran prestigio. Los que queríamos trabajaren prensa económica veíamos en Expansióny Actualidad Económicanuestra particular arcadia profesional. «Somos periodistas para influiren la opinión pública, para garantizar y salvaguardar el sistema de libertades, así de claro», recordaba estos días Pilar Cambra que le habíadicho alguna vez.Hasta conocerle personalmente, nunca comprendí que este ejemplo, en realidad, estaba todavía más allá de ser el responsable de unosexitosos resultados profesionales en el periodismo. Cuando yo era aúnNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 61]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevaun estudiante de los primeros años de la carrera, tuve la suerte de serrecibido junto a otro compañero por Juan Pablo en su despacho delpaseo de Recoletos, justo al doblar la esquina de la calle Recoletos,donde se cocían todos sus periódicos y revistas. Aquello ya me sorprendió. Todo un presidente de Punto Editorial perdiendo el tiempocon unos estudiantes. Campechano, nos invitó a sentarnos con él enlos sofás de su despacho. Queríamos pedirle consejo y apoyo para un seminario que queríamos organizar con la embajada de los Estados Unidos en Nueva York y Washington. Hacía días que recorríamos los despachos de quienes nos podían ayudar en aquel proyecto, para el que yacontábamos con el Departamento de Estado y su programa de visitantes internacionales.Escuchó sin pestañear toda aquella locura de unos jovenzuelos, a losque parecía habérseles subido demasiado a la cabeza la carrera que estaban cursando. Y con la misma parsimonia dibujó unos cuantos consejos que nos vendrían muy bien para elegir bien las visitas y los encuentros de aquel viaje. «Así que la Bolsa de Nueva York...». Le encantabatodo lo relacionado con los mercados financieros. Había asistido a suexplosión en nuestro país, hacía unos pocos años, y había conseguidoque muchos de nosotros contempláramos hacernos periodistas económicos como una posibilidad real y ambiciosa.Muchos años después he coincidido con él en las cenas del ConsejoEditorial de Nueva Revista. Yo había llegado a trabajar en Expansión,como quería, pero él ya no era presidente de la compañía editora. Eldestino me llevó después por territorios que nunca imaginé, hasta quelo encontré allí, acariciando con ese gesto tan característico suyo ellomo y la cubierta de un nuevo número de la revista. Con los mismoscomentarios socarrones y agudos de siempre. Con esa bonhomía quetanto contrastaba con el entorno yuppiey competitivo en el que se desenvolvía. Siempre sin perder la calma, aunque hubiese motivos másque justificados para ello. ¿Cómo se hace eso, Juan Pablo? Siempre lamenté no habérselo llegado a preguntar.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 62]Adiós, amigoPoceros y chipironesJOAQUÍNMADINAPERIODISTAConocí a Juan Pablo cuando fichó a mi mujer, Ángeles Oregui, para hacerse cargo de las páginas de bolsa en el nuevo diario Expansión, hace yacasi 25 años. Como primera medida, Ángeles y Juan Pablo se pusierona la tarea de diseñar el cuadro de bolsa, que querían que fuera «el mejorde la prensa nacional». Este no fue un objetivo difícil, porque los cuadros de bolsa españoles eran muy elementales, con sota, caballo y rey.Más complicado resultó crear (quizá) el mejor cuadro de la bolsa europea, porque aquí la competencia era mayor. En este intento, se dieronuna buena panzada de análisis bursátil que, a lo tonto a lo tonto, en unplazo inferior a un año dio como resultado que Expansiónsuperara la tirada de su principal diario de la competencia. La sección de bolsa fueel motor del éxito del periódico, cuando menos en su origen.A Juan Pablo le gustaba la bolsa y tenía dinero invertido en ella,pero el dinero, el dinero por el dinero, nunca fue su objetivo. Es más, eldinero por el dinero no le importaba nada. Le divertía la bolsa y le divertían los negocios; era un empresario. Un emprendedor. Hasta la última cena que compartimos en los primeros días del mes de octubre,Juan Pablo hablaba recurrentemente de sus proyectos. Descargaba enellos todo su entusiasmo, con las mismas ganas y la misma vitalidad quea los veinte años. Ponía los labios en forma de chupete, sacudía los brazos como si espantara a las moscas, y abría la espita de la corriente deideas. Mejor dicho, del torrente de ideas.Era un periodista todo terreno, con una vocación absoluta. Y conuna virtud profesional por encima de cualquier otra: respetaba al periodismo y a los periodistas. Frente a los «poceros» periodísticos quenos maltratan —a lectores y redacciones—, Juan Pablo era un ejemplo de respeto. De madurez intelectual. Se creía lo que hacía. Creía enel medio periodístico y en el fin del buen periodismo. Nunca la soberbia. Nunca la verdad torticera, ni la mentira; que son lo mismo.Nunca el atajo, sino el trabajo. Nunca el pimpampum, sino la razón.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 63]Homenaje a Juan Pablo de VillanuevaNunca una crítica esquinada. Nunca una censura ideológica, políticao mediopensionista ¡Qué envidia! Nunca una mala palabra. Nuncauna mala cara. Hoy que está de moda la bipolaridad, hay que decir asu favor que era un hombre moderado y controlado.Durante el tiempo que trabajé con él, tras la marcha de Ángeles a susaventuras extraperiodísticas, nuestra relación fue de cordialidad. No deamistad. O no con la plenitud amistosa que llegamos a alcanzar después,aunque para entonces ya tomábamos cigalas en Motrico, en vacaciones,con Paco Gómez Antón, y me invitó a participar en un retiro espiritualdel que no saqué ningún provecho. Quizá yo estaba a la defensiva. Fuemás tarde, a raíz de su marcha de Expansión—abandonado por todos yhasta por el gallo que no cantó tres veces, ni dos, ni una—, cuando fuimos armando nuestra amistad, paso a paso, sorbo a sorbo, chipirón a chipirón, confidencia a confidencia. Negocio a negocio; ruinosos. Nuncagané un euro con Juan Pablo y, en cambio, perdí algunos. La aventura deLa Gaceta de los Negociosdesplumó buena parte de mis ahorros. En cuanto a los que le abandonaron, «allá con su conciencia», decía.Le gustaban los chipirones y Ángeles se los preparaba con cariñocuando venía a casa. Al final, sin chipirón, salíamos a cenar a una taberna próxima con alguna frecuencia. Comía y bebía con afición, aunque cada vez menos. Cuando hace unas semanas estaba en Pamplona,en el hospital, nos citamos para otra nueva cena, que no pudo ser. Yonunca supe que tenía leucemia, ni lo adiviné porque no sé, ni quierosaber nada, de medicina. «Me han dado un tratamiento de choque», medijo poco antes de morir. El martes. «Pero físicamente me encuentrobien», añadió, ¿Bien? «Me encuentro bien», repitió. «Si me dejan, elviernes voy para Madrid». Y nos vemos. Pero el viernes, ¡ay!, ya estabatocado de muerte. «¿Y después, qué? », le pregunté. «Lo que digan».Cuando colgué, le mandé un abrazo. Y él, como siempre, me respondió: «Un abrazo muy fuerte», con voz clara. Había tenido peor vozen las últimas semanas. Y yo me creí lo del abrazo; era como si te lodiera de verdad. Así que, cuando me enteré de su muerte, me enfadémucho por su ausencia y entré en mi coche dando voces: «¡Juan Pablo,Juan Pablo!», grité, o casi grité, como si le llamara, y entonces sentí queNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 64]Adiós, amigose había sentado a mi lado, y me tranquilicé. No era una aparición. Noestaba junto a mí, no, naturalmente que no, pero tuve la sospecha deque me había oído. Le llamé y vino, es lo que pensé.Le sentía. Ahora, al alcance de la mano, de la amistad profunda, yatengo de quien echar mano en los tragos difíciles. Estoy seguro de queme ayudará en lo que él sabía, y en lo que no sabía y ahora sabe.Mi amigo YampoléRAMÓNPIPERIODISTAA Juan Pablo de Villanueva lo llamábamos sus amigos, desde la épocade estudiantes, JeanPaul, en francés. No se sabe por qué; al menos, yono lo sé. Sí creo saber que ponerle ese nombre afrancesado en diminutivo (JeanPaulet) se le ocurrió a Florentino Pérez Embid, que se dirigía hace casi medio siglo a su entonces jovencísimo amigo llamándoloYampolé, con todo su acento andaluz. Esta variante más confianzudahizo fortuna, pero la dejábamos sólo para usarla en los ámbitos más íntimos. Porque Juan Pablo, como ha señalado Antonio Fontán, irradiaba cierta solemnidad de persona mayor ya desde la adolescencia.Se me acaba de morir mi amigo Yampolé. Ya sé que su alma estáahora con Dios esperando el momento de reunirse con su cuerpo resucitado y glorioso, porque yo pertenezco al sector de católicos que, segúnlas encuestas, creen en la resurrección de la carne; pero no puedo evitar sentirme triste. Los humanos somos así de defectuosos (otro viejoamigo de Yampolé, Nicolás de Laurentis, diría «sois así de defectuosos»),y nos apegamos a los afectos visibles aunque sepamos que la verdad delas cosas trasciende lo que se puede ver y tocar.Ocurre con las fotografías que contemplarlas resulta particularmente grato o bien inmediatamente después de haberlas hecho, o bien alcabo de mucho tiempo. Con las personas queridas que han muerto esNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 65]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevaparecido. Por eso, ahora que acabamos de enterrar su cuerpo me resultade mucho consuelo recordar al amigo, no sólo en lo que tuvo de relevante para la vida pública, sino también, y acaso sobre todo, como serhumano con el que se han compartido tantas vivencias.No sé cómo se las componía para inspirar a la vez autoridad y proximidad, pero lo cierto es que no sólo sus amigos, sino también sus subordinados, el recuerdo que conservan de Juan Pablo es el de un hombreque parecía estar en el ejercicio permanente de disimular su considerable calidez humana, como si manifestar sus afectos fuese alguna forma deimpudor. Lo cierto, sin embargo, es que siempre era igual, incluso en losmomentos de desinhibición propios de un rato con los amigos íntimos.Él era así. Era raro oírlo reírse a carcajadas, pero sonreía mucho, y se reíasocarronamente con frecuencia. Tal vez una palabra que pudiera definirbien este rasgo de su carácter sería el equilibrio, pero no de equilibrista,sino de equilibrado. O sea, de todo lo contrario al fingimiento.Mi amigo Yampoléera un hombre verdadero, fiable, enemigo de losextremos, con un hondísimo sentido de la amistad, y, como digo,mucho más afectuoso de lo que aparentaba. En cuanto se le trataba unpoco, se percibía en él una instintiva tendencia al acercamiento que eracasi imposible no devolverle.En los meses de la crisis de Nuevo Diario, entre abril y noviembre de1970, los que constituimos el grupo fundador de lo que se llamó mástarde Grupo Recoletos reconocimos en él desde el primer momento unaprimacía natural. No era un líder, en el sentido de que no tenía «carisma», que es esa capacidad de algunas personas de hacerse seguir por otrassin que se sepa por qué. Era más bien el aglutinante, el engrudo, como sidijéramos, que nos mantenía unidos. Nosotros (José María GarcíaHoz,Luis Infante, Juan Kindelán, Nicolás de Laurentis, Sucre Alcalá Rodríguez y yo mismo) éramos «el Equipo»; poco después se nos unió RamiroNieto. Y más tarde vinieron otros muchos más (Pilar Cambra, EduardoFerreira, Javier Olave, Jesús Martínez, José Jesús López, tantos y tantos)en una especie de círculos concéntricos alrededor de Juan Pablo. Si seme permite la frivolidad, de fuera a dentro la gradación era perceptible:don Juan Pablo, Juan Pablo, JeanPaul, Yampolé.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 66]Adiós, amigoJuan Pablo y José María Aznar charlan al término de un acto.Pero Yampoléera también muy, muy tozudo, y no se apeaba delburro fácilmente si estaba convencido de algo. La vida y los avataresde la aventura empresarial común se encargaron de poner de manifiesto las aristas inevitables entre personas dotadas de personalidadfuerte, que desembocaron en separaciones profesionales y en algunaocasión pusieron en riesgo hasta los afectos personales. Pues bien,en este aspecto hondo de nuestras relaciones soy testigo de primeramano del dolor que experimentó más de una vez mi amigo Yampolé,de sus esfuerzos por restañar las heridas —compartido por losdemás—, y de su felicidad tras la restauración de amistades profundasde tantos años.He tenido, tengo y tendré muy pocos amigos como Yampolé. Egoístamente pido a Dios que todos me sobrevivan, porque este golpe hasido, de verdad, muy duro para mí.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 67]Homenaje a Juan Pablo de VillanuevaUna aventura apasionanteFERNANDORAYÓNEXDIRECTORDELAGACETADELOSNEGOCIOSNo recuerdo bien el día. Sería hace unos diez años. Quizá fue dando unpaseo, o viendo alguna exposición: Juan Pablo no hacía deporte bajoningún concepto. Le pregunté por lo que había pasado, hacía ya unosaños, en Recoletos; sobre su salida del Grupo que fundó y cuyas revistas y periódicos dirigió. Me miró con su mirada socarrona y dijo:«Vamos a tomarnos un vermú, que no quiero hablar mal de nadie».Hasta unos años después no me contó aquella historia. Era otro el contexto. Y no habló mal de nadie.Hace cinco años fuimos a dar otro paseo. Yo estaba a punto de dejarmi trabajo en Vocento y quería hacer una revista de arte. Se lo conté.Me pidió que le dejara pensarlo. Sabía que a él le gustaba la arquitectura y la pintura, y que vería con buenos ojos aquel proyecto.Me llamó unos días después y me habló de La Gaceta. De que queríaañadirle una parte blanca al salmón, y que ahí podría escribir de cultura, sociedad, arte y lo que quisiera. Le pregunté por la dedicación. Medijo que un par de horas a la semana un par de días. Que ya tenía gentebuena en ello, y que yo podría ser el redactor jefe de aquella sección.Yo, la verdad, vi aquello un poco nebuloso, pero como conocía aJuan Pablo, me lancé a la aventura y un buen día desembarqué en el periódico. En aquella sección estaban Carlos Bueno, Ángel Peña, PacoGutiérrez, Isabel Esparza y David Álvarez. Cinco periodistas como lacopa de un pino. Y yo venía de jefecillo suyo. Pero también estaba JuanPablo y así comenzaron cuatro años apasionantes, locos, disparatados.Por supuesto, el engaño de Juan Pablo quedó inmediatamente aldescubierto. Allí trabajaba de diez y media de la mañana a nueve de lanoche de lunes a viernes, como era habitual en la prensa económica.Hacíamos ¡once páginas al día! además de un cuadernillo llamado Ociolos sábados. Y los domingos había turnos. Creo que nunca he trabajado más en mi vida y nunca lo he pasado tan bien. El trabajo llegó a sertal, que un día a la pobre Isabel le dio un surmenagey la tuvieron queNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 68]Adiós, amigollevar a un ambulatorio a que le dieran un calmante. Ese día me planté en el despacho de Juan Pablo, sin que Vicky me pudiera frenar, y ledije que me iba. Que hasta allí habíamos llegado. Juan Pablo me volvió a explicar el proyecto. Me habló del periódico, de la gente quetenía. De lo bien que iban las cosas. De que necesitaba nuestro esfuerzo. Y, finalmente, me autorizó a fichar un nuevo redactor. Entonces medi cuenta de por qué Juan Pablo conseguía hacer equipos. Sabía motivar y animar a la redacción. Ilusionarla. Creaba a su alrededor un ambiente de trabajo y, como ahora se dice, de buen rolloque convertía,aquella tropa disparatada y loca, en una piña.Dos años después llegó el cansancio. La paliza era, todos los días, soberana. Y cuando le expuse que lo que me había pedido estaba en marcha, y que ya no me necesitaba, me dijo que me iba a nombrar subdirector del periódico. Que no me podía ir. Que tenía planes...A las pocas semanas me contó que me iba a proponer como director.De nada valieron mis explicaciones sobre lo poco que sabía de economía, ni sobre los agravios que iba a suscitar el nombramiento. «Yo tevoy a ayudar. Voy a seguir aquí. Pero tienes que hacer tú el periódico. Yelegir tu gente». Me habló de la redacción con gran afecto y me pidióque trabajara con todos. Y así lo hice.He de reconocer que, los casi dos años que estuve en la direcciónde La Gacetahan sido, sin duda, los años más apasionantes de mi carrera profesional. Conseguimos abrir con nuestras informaciones lostelediarios de todas las cadenas y nos posicionamos como segundo diario económico. Luego vendría la salida de Juan Pablo del Grupo Negocios y, meses después, la mía. Pero esa es otra historia que no quiero ahora recordar.Hace unos meses nos vimos en su despacho de la Fundación Diálogos. Hablamos de planes de futuro. De aquella revista de arte que queríaeditar. Entonces me contó que en enero había estado «muy, muy jodido»... las dichosas plaquetas. Que se iba a Galicia en verano. Y así fue.Y allí le dio el ictus. Le llamé después de la operación, cuando ya le estaban haciendo un chequeo en Pamplona: «Ya sabes, las dichosas plaquetas» y quedamos para vernos a su vuelta.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 69]Homenaje a Juan Pablo de VillanuevaEn fin, si he contado esta pequeña historia. La historia de estos añosde trabajo junto a Juan Pablo, es porque, incluido este triste final, hansido unos años apasionantes. Años de periodismo de primera división.Con pocos medios. Con esfuerzo. Con cansancio. Pero con Juan Pablo.Sin él, seguro, las cosas van a ser muy distintas.Juan Pablo en tres frasesMIGUELVILLAREJOEXDIRECTORADJUNTODELAGACETADELOSNEGOCIOSJuan Pablo estaba extrañado de su éxito material. Me lo comentó undía que quedamos a comer cerca de su despacho de la Fundación Diálogos. «He ganado mucho dinero, pero no lo buscaba. Llegó por añadidura. Sólo hacía periodismo». Juan Pablo acababa de dejar el GrupoNegocios. Había sido un divorcio largo y triste, que había sorprendido a viejos camaradas en trincheras opuestas. Estas cosas pasan. Maquiavelo ya advirtió esta trágica inconsistencia: los deseos de las personas y los intereses de los grupos no siempre coinciden. La razón deEstado obliga a veces a adoptar decisiones dolorosas y la buena marcha de la empresa exige amargos sacrificios. No hace falta estudiarEconómicas para entenderlo. ¿Se imagina que su jefe diera una oportunidad a todos los desheredados que se encontrara por la calle?¿Cuánto tardaría en quebrar una empresa gestionada sólo con criteriosde caridad?Nadie experimentó como Juan Pablo los desencuentros y la amoralidad del capitalismo, pero justamente por eso nadie se esforzó tanto porponer moral en él. Rara vez adoptó una de esas decisiones dolorosas.En los diez años que coincidimos en La Gaceta de los Negocioscreo queprescindió de dos redactores. A su alrededor nunca faltaba alguien pidiéndole cabezas. Es el modo más sencillo de zanjar diferencias con unsubalterno díscolo. Además, refuerza el principio de autoridad y, en fin,NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 70]Adiós, amigoya saben, es inevitable, no somos una ONG, probablemente le hacemosun favor echándole y reorientando su carrera...Pero Juan Pablo no cedía. Arrugaba la nariz en un gesto muy suyo ysacudía la cabeza: «No vamos a despedir a nadie». Para él era de verdad un recurso desesperado, algo de lo que sólo se echaba mano cuando todo lo demás había fallado.Cualquier experto en gestión le explicará que semejante filosofíacausa una fatal acumulación de incompetentes que acaba por hundir elnegocio. Pero ya digo que Juan Pablo ganó mucho dinero. Sus proyectos salían adelante, y algunos espectacularmente, como Marcao Expansión. En La Gaceta de los Negocios no repitió éxito, aunque hay queprecisar que cogió un diario terminal, lo estabilizó y lo situó segundoen difusión, lo que no es poca cosa.¿Cuál era su fórmula? Ni él mismo la sabía. No buscaba el dinero.Cuando el régimen de Franco le obligó a dejar la dirección de NuevoDiario,montó una modesta redacción y se dedicó a hacer boletines. Porlo visto, todo lo que este hombre necesitaba era un pedazo de papel impreso en el que levantar acta de lo que pasaba a su alrededor.Aquella redacción acabó siendo el embrión de un imperio. Ademásde hacer los boletines, asesoraban a otras publicaciones que querían mejorar los contenidos, cambiar de diseño o modernizar la impresión. Actualidad Económicafue una de las que buscó su consejo. Juan Pablo se diocuenta enseguida de que era una mina y decidió comprarla con un grupode amigos: Juan Kindelán, José María García Hoz y Luis Infante. No tenían ni un duro, así que fueron al Banco de Vizcaya, a pedirle 40 millones de pesetas a Pedro Toledo. «¿Y cómo planeáis devolverlos?», les preguntó. Juan Pablo le tendió un papel con una lista de nombres. «Los vana poner estos señores», dijo. «Pensamos venderles el 49% de la revista».Toledo examinó el papel. «Esta lista está muy bien hecha», comentó. Lesdejó los 40 millones. Antes de un año se los habían devuelto.Lo demás llegó por añadidura. Actualidad Económicaera, efectivamente, una mina. Compraron Telva, reflotaron Marca,lanzaron Expansión. Todo paso a paso, mirando cada peseta, respetando muchoa las personas, pero aún más la verdad. Eso les granjeó problemas. OtrosNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 73]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevaperiodistas que hacen grandes aspavientos se las arreglan para estar siempre en el machito: con Franco eran jerarcas en los medios del Movimiento y ahora reparten el carné de demócrata. Juan Pablo no tuvo unarelación fácil con el poder. Franco le cerraba los periódicos, pero ni populares ni socialistas le regalaron nada. Es natural. Sólo hacía periodismo.Peleón infatigable y tenazMANUELTRAPOTEEXSUBDIRECTORDELAGACETADELOSNEGOCIOSDe mirada limpia, amplia sonrisa, sorprendentemente tímido... Y conun carácter fuerte, como se suele definir a las personas con un ciertogenio. Juan Pablo era así. O más bien, yo le veía así. Y precisamente porello, porque tenía un carácter fuerte, me sorprendía su pelea diaria, minuto a minuto, por ahogar sus primeros impulsos y esmerar al máximosu trato con los demás.Juan Pablo era un peleón infatigable, tenaz. En primer lugar, insisto,consigo mismo, porque se conocía lo suficiente como para plantearsemetas de mejora personal día a día, con esa visión sobrenatural que poseía como consecuencia de su libre y responsable correspondencia a sucondición de católico practicante. Un día, por ejemplo, me comentó a lospostres de un almuerzo de trabajo —con medias palabras, porque no eraamigo de hablar habitualmente de estas cuestiones— que había decididodejar de tomar café. No es que hubiera recibido algún consejo médico alrespecto, sino simplemente que deseaba evitar cualquier tipo de dependencia. Y había decidido también dejar de depender del café.Era un peleón infatigable y tenaz, sí. Y prueba de ello es su propio currículum personal y profesional. Primero como estudiante; después,como profesional de la comunicación —fue un periodista de raza, comose suele decir—; y en tercer lugar, por aquello de seguir un orden cronológico, como empresario editor.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 74]Adiós, amigoEs cierto que tenía visión de futuro. Evidentemente. Pero más importante, a mi juicio, era su compromiso diario con los proyectos planteados y su altura de miras. Sabía sentarse en la mesa de un consejo ycompartir sus proyectos empresariales con otras personas. Y disfrutabahaciendo el periódico cada tarde, en medio de la redacción, sin evitarun intenso debate sobre cómo debía valorarse cada noticia y en qué términos la podía entender mejor el lector.Y llegados a este punto, no quisiera dejar de apuntar una cuestiónmás. Era arrollador en la exposición de sus argumentos. Con numerosos recursos y una vasta formación cultural. No en vano se definía a símismo como un gran devorador de libros. Y al tiempo, un gran intelectual liberal, capaz de defender con pasión su puntos de vista y de escuchar con la misma atención las opiniones de los demás.Desde este punto de vista se puede entender mejor que, siendo uncatólico practicante por los cuatro costados, fiel hijo de la Iglesia comonumerario de la Prelatura del Opus Dei, evitó en todo momento impulsar proyectos periodísticos confesionales. Porque sabía muy bien queun católico no puede ni debe hacerse portavoz de opiniones sometidasal debate cotidiano como si fuesen las de la Iglesia católica, cuyas verdades trascienden la coyuntura de cada época.Su talante liberal le llevó a respetar siempre las opiniones de los demás,a las que sumaba también las suyas propias. Y buscó siempre la verdad enmedio de ellas. Aunque jamás cedió en el debate de las verdades objetivas,como son la libertad de las personas y la defensa de la vida. Dos de los pilares básicos que se dibujan claramente en todos y cada uno de los proyectos con los que se identificó a lo largo de su dilatada vida profesional.Lamentablemente, los párrafos anteriores no son más que una pobrey sobria aproximación a la verdadera y rica personalidad humana e intelectual de Juan Pablo de Villanueva, periodista y editor. Así lo habránentendido quienes hayan compartido algunos años de su vida con él. Ypor ello, quizá, entenderán también que el teclado del ordenador sehaya negado a dar forma a esos impulsos del corazón que fluyen sin remedio, y con cierto desorden, cuando se evoca el recuerdo cariñoso deun compañero y amigo leal.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 75]Homenaje a Juan Pablo de VillanuevaNada menos que un compañeroHERNANDOF. CALLEJAEXDIRECTORADJUNTODELAGACETADELOSNEGOCIOSLa primera frase que oí a Juan Pablo Villanueva referida directamentea mí fue «tú te quedas». Iba a decirle, recién llegado él a La Gaceta, quecomo director daba por hecho que querría un adjunto de su confianza,que lo entendía y que... No me dio lugar a ello. Y aquí empezó una espléndida relación profesional y una creciente amistad que, en los últimos tiempos, se hizo más densa y más profunda. Acaso sólo teníamos encomún la imposibilidad incluso física de dedicarnos a otra cosa que nofuera hacer periódicos.Nuestra educación, nuestras costumbres, nuestra manera de ser, eranmuy distintos, pero a la hora del cierre, entonces, nos hervía la mismatinta por la venas, nos invadía ese trémolo más maternal que paternalde un nuevo y van... muchos miles de periodicos.Estos días se han prodigado los recuerdos a Juan Pablo que destacan sucondición de empresario de periódicos. Con ser importante y exitosa sucarrera de editor, yo al que he conocido y he querido es a Juan Pablo nadamenos que periodista, capaz de garabatear una portada sobre otra paraayudarse a pensar, capaz, siendo empresario y director a un tiempo, deponer siempre por delante el número del día a cualquier urgencia de otrotipo. Y capaz de confiarnos (se fiaba de nosotros) aquello tan valioso. Élse jugaba todo y, sin embargo, tantas veces dejó en nuestras manos la criatura. Sólo podíamos corresponderle con la máxima lealtad.A lo largo de mi carrera he tenido empresarios, mejores y peores.Alguno realmente descabellado. Y he tenido directores. Los recuerdouno a uno por sus nombres y por lo que aprendí de y con ellos. Alguno intuitivo y brillante, alguno locoide e iluminado, alguno distantey mayestático, alguno compañero, sobre todo. Si alguna vez vuelvo adirigir un medio, sé que ahora me parecería mucho al director que fueJuan Pablo y no porque haya sido uno de los que más me han durado(o yo a él) sino porque fue un magnífico director de periódico. Y esoes lo más.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 76]Adiós, amigoPeriodista y empresario (por ese orden)MIGUELORMAETXEADIRECTORDEDINEROTuve la suerte de trabajar diez años con Juan Pablo de Villanueva. Él menombró director de la revista Dineroy apoyó mi trabajo en tiempos difíciles. Siempre me llamó la atención la doble faceta de Juan Pablo, unperiodista formado en la prestigiosa Universidad de Navarra, graduadocon premio extraordinario, que a los 26 años ya dirigía un diario en Madrid. Luego llevaría las riendas de tres más, llegando al difícil récord dehaber dirigido cuatro diarios en la capital del Reino. Pero desde muytemprano tuvo el acierto de ser empresario de sus propias aventuras periodísticas.Juan Pablo era un hombre muy preocupado por la cuenta de resultados de las empresas que presidía, muy batallador y tenaz, con la porfía sin igual de un navarro para perseguir metas elusivas. En las reuniones mensuales para el seguimiento de la revista dedicaba el máximoesfuerzo para empujar la gestión comercial de Ediciones Intelige, editora de Dinero. Sabía muy bien que la consecución de la excelencia periodística precisa de una independencia que sólo se logra con una cuenta de resultados positiva y holgada. Le molestaban grandemente laspresiones que inevitablemente sufre una publicación prestigiosa delmundo de los negocios.Las publicaciones de economía a menudo adolecen en España demagros resultados financieros. Incluso las mejores tienen difusiones queson la quinta y aun la décima parte de la prensa hermana de Italia oFrancia. En un país en el que se lee poco, las publicaciones especializadas de calidad están condenadas a ser estrictamente minoritarias. Perosus modestas tiradas no son óbice para alcanzar una notable influenciaen los círculos de elites a los que se dirigen. Esta circunstancia las convierte en blanco fácil de presiones de variada índole. Una de las pocasveces que he visto a Juan Pablo golpear su mesa con el puño, fue coneste motivo, notablemente irritado por las insistentes llamadas de losaltos responsables de una importante empresa española que querían NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 77]Homenaje a Juan Pablo de Villanuevainfluir más allá de lo razonable en un reportaje de Dinero. «¿Es que pretenden decirnos lo que tenemos que publicar?», me dijo, para terminar dictaminando: «Haz lo que estimes oportuno».Siempre vi a Juan Pablo como un colega, sin dejar de ser mi editor.Comprendía muy bien las complejas encrucijadas a las que se enfrentael responsable periodístico de un medio. Y su apoyo era roqueño, de unatenacidad excepcional. Aprendí con él unas cuentas cosas que no te enseñan en las escuelas de periodismo, pero que tal vez son la sal de estaprofesión, que sólo puede ejercerse con plena entrega si en la raíz de tutrabajo está la idea de servicio a los demás. Gracias, Juan Pablo.Mucho más que un jefeLUISLACAVEPERIODISTA«Os quiero mucho». Estas palabras que pronunció a dos amigos, que sedesplazaron a Pamplona, horas antes de fallecer resumen muy sucintamente el lema de su vida.Juan Pablo de Villanueva, amigo, maestro, consejero, jefe y presidente, fue una persona con profundas convicciones que intentó desarrollar ensu vida tratando a todos por igual. No estaba encerrado en los despachos,actitud muy propia de los presidentes. Eran muy frecuentes sus paseospor las redacciones departiendo amigablemente con todos, desde el director adjunto hasta el último becario, siempre tenía tiempo para todos.Le interesaba no sólo la faceta profesional de sus trabajadores, sino primordialmente la humana. Sabía meterseen la piel de la otra persona, ensus problemas y alegrías, porque esto era lo que le ocupaba. Le interesaban las personas, la amistad, la felicidad. Más de uno de sus trabajadorescambió el rumbo de su vida por un consejo acertado que le dio.Recuerdo que cuatro días antes de fallecer estuve comiendo con élen Pamplona. En esa comida salieron a relucir muchos nombres, con NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 78]Adiós, amigoalgunos de ellos mantuvo ciertas discrepancias profesionales. Me llamóla atención que no tuvo ninguna palabra negativa para ellos, más bienal contrario, siempre justificaba una actitud equivocada de la otra parte,porque tal y como repetía como un soniquete «siempre hay que ponerse en el lugar del otro».Decía las cosas, pero nunca las imponía, dejaba hacer. Con su famoso «tú verás» la redacción hacía y deshacía a su libre antojo, pero conuna enorme responsabilidad. Esto que es muy fácil de decir no es lo queocurre precisamente en las redacciones de los periódicos españoles,donde si te descuidas la noticia que aparece publicada no tiene nadaque ver con lo que habías firmado. A quién no le han cambiado un titular o el enfoque de una noticia. Con Juan Pablo, esto no pasaba, siempre y cuando toda la información fuera veraz y estuviese contrastada.Por eso era muy fácil que siempre se pusiera del lado de su trabajadorante las presiones externas.Recuerdo un día que estaba en su despacho cuando le llamó un importante empresario para quejarse de una información que publicaba elperiódico. Enseguida le amenazaron con retirar la campaña publicitaria que había en marcha. Daba igual, Juan Pablo se ponía al lado de sutrabajador. Muchas veces le escuché: «Nosotros no nos ponemos de rodillas delante de nadie». Ésta era otra de sus frases, pero tenía muchasmás que reflejaban su pensamiento y su forma de vida en la que no paróde trabajar, aunque en estas líneas haya intentado dibujar el perfil profundamente humano que tenía. De hecho, días antes de su fallecimiento aún seguía dándole vueltas a un nuevo proyecto empresarial que yaestaba avanzado y en vías de financiación. Aunque el primer sentimiento que hayamos podido tener es el de la orfandad, ahora es el momento de seguir desarrollando toda su obra, incluso este último proyecto, ya que contamos con toda su ayuda desde el cielo.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 79]