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En defensa de la política

Valentí Puig

La situación actual de la sociedad frente a la política, según el autor no se le puede exigir a la política el esfuerzo exclusivo de una ejemplaridad moral ya que la sociedad la rechaza como valor público.

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Valentí Puig, “En defensa de la política,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1742.

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Title

En defensa de la política

Subject

La antipolítica

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La situación actual de la sociedad frente a la política, según el autor no se le puede exigir a la política el esfuerzo exclusivo de una ejemplaridad moral ya que la sociedad la rechaza como valor público.

Creator

Valentí Puig

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Nueva Revista 125 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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En defensa de la políticaVALENTÍPUIGPERIODISTAEl ágora es una remota forma conciliatoria que Facebook y los foros ciberespaciales buscan sustituir entre tantas oscilaciones de la expresión democrática. El deseo de edificar sistemas de convivencia choca con las pulsiones características de una sociedad que a veces se deja polarizar entrela autonomía del individuo y las cohesiones de la comunidad, sin dar opciones al equilibrio. Aun así, la supremacía de la política, por grave quesea la crisis de lideratos, aprovisiona de energía los nuevos modos delágora. A diferencia de aquella concepción determinista que lo ahormabatodo con las estructuras de clase y los bloques económicos, la huella personal sigue siendo fundamental para la política. La buena política la hacenlas personas para las personas.En el dominio de las nuevas irresponsabilidades y dependencias rigen lasideologías «soft», mientras que en la articulación de otras masas operan nuevamente los populismos. Entre el Estado de derecho y el Estado de bienestar, transitamos entre la condición de individuo y persona, en ambas direcciones. Fatalmente, damos por hecho que el Estado asuma nuestrasresponsabilidades. Es como si renunciásemos a nuestra parcela de autonomía política.A la vez, necesitamos de la política, aunque sólo fuera para no cederel paso a la antipolítica, que es una subestimación flagrante de la dignidad de la persona. La antipolítica es para quienes conciben las urnasya como un estadio fósil de la vida pública, como una superfluidad caduca en una época de instantaneidades. La antipolítica niega la voluntad de vivir en la libertad sin ignorar la decepción. La vieja canciónde la democracia directa frente a la democracia representativa es otro delos antifaces ilusionistas de la antipolítica. Pese a todo, la tolerancia y elpluralismo —el debate— sólo sobrevivirán en la tan traqueteada democracia constitucional y representativa. En no poca medida, será gracias ala política.8NUEVA REVISTA 125Comunidad y persona se codefiCreer en la protección medioamnen, dice Michael Novak, porque unabiental no es incompatible con darverdadera comunidad respeta a laspor hecho que la economía de merpersonas libres y una comunidad falsacado es garantía de libertad e iniciao inadecuada no lo hace, del mismotiva. No creer en una u otra fe relimodo que una falsa comunidad reprigiosa no impide estar en contra delme las capacidades individuales de reaborto.flexión y elección. Es el modo de articular deberes y derechos del individuo.Es un equilibro a menudo vacilante,según se oriente hacia la luz o hacia la penumbra. La política —dice BernardCrick, biógrafo de Orwell e ilustre teórico del laborismo— es la interacciónentre una mutua dependencia del todo y un cierto sentido de independencia de las partes. Por eso Ortega decía que los grupos que integran un Estado viven juntos para algo; son una comunidad de propósitos, de anhelos, degrandes utilidades. La crítica de los valores morales y sociales del capitalismo democrático trajo como consecuencia lo que llamaríamos cultura adversaria o contracultura basada en el desprestigio de la libre iniciativa, del esfuerzo individual, de la responsabilidad y de los vínculos de confianza. Comoresultado, las antiguas virtudes que conformaban la sociedad abierta —desdeel ahorro al altruismo— fueron consideradas lacras anacrónicas: el Estado loasumía todo, el individuo se subsumía en la cultura de la dependencia.Por buscar la turbofelicidad, negamos la mesura de las cosas. En unmundo difícil, desearíamos retrotraernos a lo más fácil. James Madison dijoque si los hombres fuesen ángeles, ningún gobierno sería necesario. Es poreso que todos los sistemas políticos concebidos para la llegada del hombrenuevo degeneran en la inhumanidad mientras que se mantienen en gradualproceso de ajuste los sistemas conscientes de la imperfección y finitud del serXX, como lo es la refutahumano. Es una de las grandes lecciones del siglo ción de todos los determinismos históricos.En 1962, Bernard Crick publicó En defensa de la política. Aparentemente era un producto típico de la London School of Economics pero tiene hoysu peculiar vigencia, especialmente por cómo intuyó la supervivencia deuna política posideológica, y la capacidad prácticamente inagotable de virtudes políticas como prudencia, espíritu conciliador, capacidad de adaptarse.9OCTUBRE 2009VALENTÍ PUIGLa política como «actividad», viva, adaptable, flexible y conciliadora. DecíaCrick que la política puede ser asunto confuso, mundano, inconcluso, liado,muy alejado de la pasión por certezas y la fascinación por búsquedas catastrofistas que afligen al intelectual totalitario; sin embargo, le ofrece al serhumano, al menos, capacidad de elección respecto a qué papel jugar, porejemplo, del mismo modo que es algo inevitable a menos que un régimenpolítico llegue a extremos de coerción o piense preferentemente en términosde ideología. Matiz significativo: una cosa es el pensamiento político y otrael pensamiento ideológico.En la década de los noventa abundaron las políticas de lo equívoco, consecuencia seguramente de la relativización intelectual que supuso lo posmoderno. Por eso el ágora democrática dejó de ser una metanarrativa, comocasi todo. Fue alterado también el equilibrio entre individuo y comunidad. Laresponsabilidad perdió su peso específico como valor. Con la hipertrofia delEstado de bienestar, la responsabilidad de asistir a los demás dejó de concernir al individuo, y luego a familia, allegados, cuerpos intermedios de la sociedad, asociaciones voluntarias, y sólo en último término al Estado. La inversión de este principio retroalimenta los efectos de un sistema de dependencia, reduce la capacidad individual y merma las iniciativas asociativas.Contribuir a una comunidad moral no es algo que corresponda unilateralmente a quienes se exigen una fe religiosa sino a todo ciudadano que conciba la ciudad del hombre como un compartir el bien común.Con el nuevo siglo regresamos al miedo a la catástrofe y la opinión pública fue configurándose como un «reality show». El 11S de Nueva York y el11M de Madrid desajustaron, al menos transitoriamente, las compensaciones—los estabilizadores automáticos— entre libertad y seguridad. La globalización, el islam radical, las migraciones masivas e incluso el proceso de integración europea se convirtieron en los nuevos miedos que adulteraban la integridad —siempre precaria— de la acción política al ser tan intensas lascorrientes populistas o la tentación abstencionista. La carencia de lideratos intelectuales o espirituales condicionaba la política a un corto plazo regido porlas oscilaciones demoscópicas. Finalmente, la primera recesión económicadel mundo globalizado añadió ansiedad a un momento histórico agitadotanto por miedos como por la gran trivialización. El descrédito institucionalva en aumento.10NUEVA REVISTA 125EN DEFENSA DE LA POLÍTICAPor lo demás, todos los indicadores refieren un mundo que —másNo puede exigírsele a la política elallá de la recesión, y en parte diviesfuerzo exclusivo de una ejemplarisando un retorno al crecimiento—dad moral que una sociedad desvinnunca fue tan próspero ni ofrecióculada prácticamente rechaza comotantas oportunidades a las personas.valor público.Es un mundo en el que la políticacomo arte de lo posible pudiera recuperar posibilidades, potencial, horizonte. ¿Saldremos de la zozobra yentraremos en una etapa más animosa? Hoy y mañana, la política es imprescindible. Europa es un ejemplo relevante: su densidad histórica y subienestar no impiden actitudes temerosas que configuran las características de un declive en términos demográficos y espirituales, entre los Estados Unidos y Asia.Algo puede estar cambiando al incorporarse nuevas generaciones a lavida pública aunque sea pronto para identificar su senda. Lo más evidente esel «mix» y las identidades compartidas. Creer en la protección medioambiental no es incompatible con dar por hecho que la economía de mercado —como la propiedad— es garantía de libertad e iniciativa. No creer en unau otra fe religiosa no impide estar en contra del aborto. Sobre ese «mix» todavía tienen que cartografiar sus estrategias los partidos políticos. Tardandemasiado. Urge renovar la política pero la partitocracia ha generado compartimentos estancos, zonas tabú, núcleos específicos para una baja política,caduca y desacreditada.¿Qué margen de maniobra quedará para la política como pasión yrazón? El decurso histórico no nos aliviará de nuevos miedos, consecuencia del terrorismo global, de la proliferación nuclear, de catástrofes naturales o erupciones colectivas. Unos continentes se arman y otros se vandesarmando. Aun lejos de otro milenarismo, la incertidumbre sobresaturalas expectativas políticas y las deslegitima. Como dice Natan Sharansky,puede ser muy peligroso perder de vista el hecho de que existe una mayordivisoria entre el mundo de la libertad y el mundo del miedo que entre lasfacciones en competencia en una sociedad libre. Y la diferencia entre elmundo del miedo y el de la libertad es que en el primero el desafío primario es encontrar la fuerza interior para confrontar el mal, mientras que11OCTUBRE 2009VALENTÍ PUIGen el mundo de la libertad el desafío fundamental es tener la claridadmoral para ver el mal.Un deseo irrestricto de alterar la naturaleza humana penetraría en un destino de ruinas morales camuflado de jardín de las maravillas. El Bosco ya lepuso cabeza humana a un cuerpo de murciélago. Serían las amenazas decuño nuevo para lo bello y lo justo. Para las generaciones que vienen, no vana faltar vértigos. Son a la vez oportunidades para la política como reconocimiento de la imperfección que a la vez no desiste de un afán moral. En losprolegómenos del nihilismo transhumano, la sistematización de la eutanasiao el experimentalismo de clonación requieren ya de un ejercicio político extremadamente atento y capaz de indagar ese laberinto, proponer alternativas y normas jurídicas.En general, una inmersión en la humildad política sería provechosa. Lamegalomanía nos asfixia. Que la política equivalga únicamente a ambiciónse hace insano. Caído el muro de Berlín y con la inoperancia socialdemócrata en un mundo globalizado, la presunción fatal del socialismo imbuidode una prognosis infalible del futuro también merecería una cura de humildad. Algunos la hacen. No es el caso del zapaterismo. Prometer lo que nose puede hacer ha sido rasgo general de la política de todos los tiempos peroeste nuevo siglo requiere de un modus vivendimás contractual si es que buscamos la credibilidad de lo público. En efecto, se trata de recuperar la vidapública y sus valores, a contracorriente de unos modos sociales que externalizan constantemente los elementos de la vida privada, a consecuencia dela autocomplacencia narcisista del homo videns.Ciertamente, no puede exigírsele a la política el esfuerzo exclusivo deuna ejemplaridad moral que una sociedad desvinculada prácticamente rechaza como valor público. Pero sí un sentido de la responsabilidad pública que oponga un mínimo de resistencia a la embriaguez de la democracia demoscópica. Esa es en buena parte una democracia regresiva,decorada profusamente con un atrezzo de democracia directa. Es la política del nirvana frente a la política de la responsabilidad. Es la política delequívoco frente a la política que se nutre de las tensiones entre lo real ylo ideal, de prueba y error, entre individuo y comunidad, entre la ambición y el bien público. Una política de la conciencia después de la era dela ideología. La política de las personas para las personas.12NUEVA REVISTA 125