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¿El ocaso de las idolatrías?

Felipe Santos

Reseña musical de la obra de Wagner "Götterdämmerung" y la situación de la Alemania Nazi.

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Felipe Santos, “¿El ocaso de las idolatrías?,” accessed April 20, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1741.

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¿El ocaso de las idolatrías?

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Música

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Reseña musical de la obra de Wagner "Götterdämmerung" y la situación de la Alemania Nazi.

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Felipe Santos

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Nueva Revista 125 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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MÚSICA¿El ocaso de las idolatrías?FELIPESANTOSGötterdämmerung, de Richard WagnerLance Ryan, Ralf Lukas, Matti Salminen, FranzJosef Kapellmann, Jennifer Wilson, ElisabeteMatos, Catherine WynRogers, Daniela Denschlag, Pilar Vázquez, Eugenia Bethencourt, SilviaVázquez, AnnKatrin Naidu, Marina Prudenskaya.Producción del Palau de les Arts Reina Sofía y el Maggio Musicale Fiorentino, Carles PadrissaLa Fura dels Baus (dir. escena).Orquesta de la Comunitat Valenciana, Zubin Mehta (dir.)Palau de les Arts Reina Sofía, Valencia, 2.6.09.La frente achatada y prominente de Robert Ley apenas se contraía cuando hablaba en público. Se había dejado el bigotillo igual que Hitler desdeque era estudiante universitario, cuando empezó a asistir a los actos deun nuevo partido que se hacía llamar Partido Nacionalsocialista de losObreros Alemanes, más conocido por sus siglas NSDAPo Nazi Partei. Fuepiloto durante la Gran Guerra, en la que fue hecho prisionero tras ser derribado sobre Francia. Cuando todo terminó pudo doctorarse en Filosofía en la Universidad de Bonn, pero su camino se cruzó con el de aquelantiguo cabo del ejército bávaro, de rostro circunspecto y ademanes convulsos, que llegaría a ser canciller. Escaló pronto en el nuevo régimen yse puso al frente del sindicato oficial alemán: el DAF. Desde allí creóKraft durch Freude(Fuerza mediante Alegría), una nueva organizaciónde nombre orwelliano bajo el que se escondían los actos de propaganda destinados a reforzar la moral de los trabajadores alemanes: vacaciones baratas, cruceros, entradas para teatros y conciertos, acontecimientosdeportivos.126NUEVA REVISTA 125Años después ahí estaba, inaugurando los actos del Festival de Bayreuthde 1940, muy queridos por Hitler, que los frecuentaba cada año. Pero losfestivales de aquel año debían ser muy especiales. Desde septiembre del añoanterior, el Reich se hallaba en guerra abierta con sus paí ses fronterizos y lascosas no habían resultado nada mal. Hitler dio orden de que la vida teatral yartística se mantuviera en toda Alemania como muestra de su fortaleza. Y Bayreuth no podía ser una excepción. «Todos conocemos el viejo dicho—bramó Ley—: cuando los cañones hablan, las musas se quedan en silencio.Pero en la nueva Alemania, la lira y la espada van juntas». Toda la ciudad seengalanó con el rojo de la nueva bandera alemana, y los «invitados del führer», que así se llamaban los que pudieron asistir a aquellos festivales, circulaban ordenadamente de camino a la colina verde: los civiles por la acera ylos militares, en formación, por el empedrado de la calzada. En la platea delteatro del festival, durante todas aquellas veladas, se produjo algo que, a buenseguro, había provocado en el Richard Wagner que concibió el Anillo, unamueca de satisfacción. El gran teatro del Reich se contempló frente al espejodel teatro de una fábula que reivindica la derrota del ansia de poder por lafuerza del amor.ICierto es que, para el imaginario colectivo de generaciones posteriores,decir Wagner ha sido casi lo mismo que decir Hitler. El director de cine americano Woody Allen empleó aquello en uno de sus ingeniosos diálogos, yaquella broma se convirtió, para el gran público, en moneda de uso común.«Cuando oigo mucho a Wagner, me dan ganas de invadir Polonia», decía elpersonaje interpretado por el propio Allen en Misterioso asesinato en Manhattan(1993). Así que aquella frase se convirtió en el lugar común cada vezque alguien mencionaba aquel nombre durante una conversación.Motivos no faltan, desde luego. Es difícil que en Israel pueda interpretarse su música sin que a muchos judíos les recuerde todavía a aquella músicainfernal que algún oficial de las SS solía poner en el gramófono de su despacho, en las frías y aterradoras noches de los campos de concentración yexterminio. Así ocurrió en 1981, cuando Zubin Mehta dirigía un conciertode la Orquesta Filamónica de Israel en Tel Aviv. A su término, anunció el bis127OCTUBRE 2009FELIPE SANTOSque había preparado con los músicos;interpretarían el preludio y muerte deamorde la ópera Tristan und Isolde,una pieza habitual en salas de concierto. Pero fue pronunciar aquel nombrey desatarse los gritos y los insultos.Mehta recuerda, en sus memorias,aquel «caos tremendo» y al concertino,Chaim Traub, defenderse de un espectador «particularmente grosero» con elarco de su violín. Hubo alguien queELCLANWAGNERvio a uno de los asistentes subir al escenario y mostrar sus brazos. «TodavíaJONATHANCARRquedan en ese país muchas personasTraducción con números» grabados en la piel.deMiguel MartínezLage,Turner Noema, 2009,La cuestión nazi está bastante505 páginaspresente en un interesante libro queacaba de publicar la editorial Turnercon el título El clan Wagnery queestá escrito por el corresponsal del Financial Timesen Alemania, JonathanCarr. La especial relación mantenida por el führercon varios miembrosde la familia Wagner convirtió aquella colina en objeto de trato preferente por el Reich alemán. Pero la visión en perspectiva que ofrece esta obranos revela una curiosa paradoja: el hecho de que los miembros no alemanes de la familia Wagner fueran precisamente los más fervientes nacionalistas alemanes. Desde Cósima, la mujer del compositor, que se crióy educó en París, hasta los británicos Winifred, la gran amiga, devota yconfidente de Hitler, que fue la gran matriarca del clan tras enviudar deSiegfried, el hijo de Wagner, y el sorprendente Houston Stewart Chamberlain, que se casó con Eva, la hija menor del compositor, y que fue autorde Los cimientos del siglo XX(1899), una de las obras que acabarían inspirando el credo nazi.En aquellos años, las óperas de Richard Wagner, que en realidad aburrían soberanamente a la mayoría de los dirigentes nazis, eran una buenaoportunidad de promover un vínculo nacional a través del arte alemán.128NUEVA REVISTA 125¿EL OCASO DE LAS IDOLATRÍAS?Pero lo cierto es que sólo Los maestros cantores de Nuremberg y algunaspiezas aisladas, como la Marcha fúnebre de Sigfrido o La cabalgata de lasvalquirias, fueron del gusto de los nazis. Fue el jefe, Adolf Hitler, quienconsagró a Wagner como uno de sus modelos, junto a Lutero y Federicoel Grande, en aquel confuso libro que escribió en la cárcel: Mein Kampf.Así que nadie osaba en su presencia hacer ninguna chanza sobre aquellas óperas. Sin ir más lejos, a Joseph Goebbels, Götterdammerung, laópera que cierra el ciclo del Anillo,siempre le pareció un bodrio que además contradecía los valores del nacionalsocialismo. Igual que el «religioso»Parsifal. Ver en un escenario cómo sobreviene el desastre a consecuenciadel deseo de poder no encajaba muy bien en aquellas mentes que idolatraban la supremacía: el fuerte prevalece y el débil no tiene otro destinoque perecer. Hasta el gran ideólogo nazi, Alfred Rosenberg, reconoció queBeethoven encarnaba mucho mejor el ideal que perseguía el nuevo Reich.Para él, el compositor de Bonn «sujetó al destino por el cuello y reconoció que la fuerza era la máxima moralidad del hombre».IICarles Padrissa cerró el pasado mes de junio la tetralogía wagneriana queviene dirigiendo, desde hace tres años, en el Palau de les Arts de Valencia.Sin duda, hemos presenciado una de las grandes propuestas artísticas delAnillo de los últimos años, que pronto podrá recordarse en formato audiovisual. Empresa nada fácil, ante la que han sucumbido reputados directores de escena. La estética de la Fura dels Baus se ha vuelto a consagrarcomo una de las miradas teatrales más interesantes para los espectáculosde ópera contemporáneos.La propuesta para el Anillo se ha cerrado con Götterdammerung (Elocaso de los dioses), que ha vuelto a reforzar las tesis dramáticas y simbólicas de las anteriores óperas del ciclo, edificadas sobre la capacidad expresiva del cuerpo humano en combinación con la estética de la técnica industrial. Con ocasión de las jornadas precedentes (vid n.º 112 y n.º 118 deNueva Revista) nos habíamos encontrado ante un concepto ecológico deldrama wagneriano, que ponía de relieve el contraste entre el mundo de la naturaleza, mágico y puro, y el fabricado por el hombre, frío e inerte.129OCTUBRE 2009FELIPE SANTOSLas tres nornas en el comienzo del acto I © Palau de les Arts. Eva RipollEn el primer mundo nace el amor entre un hombre, surgido de una caverna, y una semidiosa, que se va a poner a prueba durante esta última ópera.«Te identificas pronto con un Wagner visionario que intuía a dónde nosiba a llevar la degradación suicida de la naturaleza», ha dicho durante losensayos Carles Padrissa. De ahí el extraordinario simbolismo que tiene enesta producción el oro del Rin: un grupo de cuerpos dorados que se arrastran y yacen amontonados en el suelo, que nos traen a la mente los horrores de Auschwitz y de tantos y tantos lugares en los que se perpetróuno de los mayores crímenes de la historia de la humanidad. El escritorJean Améry, devastado por aquellos años de miedo y exilio, nos recuerdaen Años de andanzas nada magistrales(PreTextos, 2006) que el infierno130NUEVA REVISTA 125¿EL OCASO DE LAS IDOLATRÍAS?Siegfried llega al reino de los gibichungos © Palau de les Arts. Eva Ripoll«es un mundo sin los demás donde mi yo no pueda absorber otro y no seaechado de menos por ningún otro. Alienación. Por fin sé lo que significa:un modelo de mundo que desprecia todo lo vivido cualitativamente, lopropio y lo ajeno. ¿Por qué no decirlo de forma completamente ingenuay popular? Alienación es la existencia en un mundo sin amor».Quizá por esta razón, Padrissa ha encontrado en las singulares secuencias de Metrópolis(Fritz Lang, 1926) la inspiración para crear el reino delos gibichungos, al que llega el incauto Siegfried. Durante su singladura,el río por el que navega comienza a saturarse en negros, blancos y grises,azulados también. El agua se torna contaminada y sucia, llena de botellasvacías. Allí está Gunther, el monarca, un avaro vital, siempre a la caza de131OCTUBRE 2009FELIPE SANTOSHagen alerta a la ciudad de los gibichungos © Photo G. Luca Moggi New Press Photo Teatro del Maggio Musicale Fiorentinola transacción más ventajosa, y el implacable y calculador Hagen, posiblemente el más posmoderno de todos los personajes wagnerianos. Elbajo Matti Salminen encarnó el carácter complejo que encierra de formasuperlativa, con un timbre oscuro, conspirador y despiadado. Ya con ellos,Siegfried deja sus ropas salvajes para adoptar las del nuevo reino, con trajenegro, corbata, gomina y unas gafas.El origen del Anillo se encuentra entre las ideas que llevaron a la revolución de 1848, donde Wagner tuvo una destacada participación en las calles de Dresde. En aquellos días incubó las primeras líneas de lo que iba aser una parábola sobre la humanidad. El compositor apoyó aquella revuelta porque el nuevo sistema debía traer la recuperación del arte verdadero,132NUEVA REVISTA 125¿EL OCASO DE LAS IDOLATRÍAS?que no había alcanzado tal estatusdesde la Grecia clásica. «Los griegos que se entregaron a un artecapaz de abarcarlo todo en condiciones ideales salían de las funciones sintiéndose enaltecidos y unidos, con una mejor comprensióntanto del mundo como de sí mismos». Leyó con intensidad las tragedias de Esquilo. La idea era«dejar de tratar la cultura como unamera mercancía y reunificar lasartes» hasta configurar la obra dearte total (gesamtkunstwerk). Perseguido, tuvo que huir a Suiza,donde escribió El arte y la revolución. Entre las páginas de aqueltexto revolucionario se anunciabaun nuevo proyecto artístico: la creación de la saga de los nibelungos,a la manera de los antiguos grieBrünnhilde, consolada por Waltraute (c) Tato Baezagos. La lectura de aquellos postulados provocó en el filósofo Friedrich Nietzsche tal efecto que lellevó a escribir en su cuaderno de notas: «¡Abajo el arte que no revolucionala sociedad, que no renueva y une al pueblo!».En la sociedad moderna, el arte está reducido a mera mercancía. Asílo ve Wagner. Sin embargo, el arte, como expresión de la fuerza creadora del hombre, ha de ser un fin en sí mismo. Las leyes de la competencia y el mercado terminan por reducirlo a un simple medio para conseguir un fin distinto: el entretenimiento de las masas, el lujo de lospudientes, el mero sustento del artista. Esta idea ha preocupado desdeentonces, incluso hoy día. En uno de los libros que influyeron en aquellos estudiantes parisinos que protagonizaron las revueltas de mayo del68, escrito por el filósofo Guy Debord, podía leerse: «El bienestar nunca133OCTUBRE 2009FELIPE SANTOSEl Walhall es pasto de las llamas y las nornas salen al Rin para recuperar el anillo © Palau de les Arts. Eva Ripollestará lo bastante bien como para satisfacer a quienes buscan lo que noestá en el mercado, lo que el mercado precisamente elimina» (La sociedad del espectáculo, 1967).Ese mundo idólatra y fatuo contra el que Wagner se revuelve está representado en el Anillo como el mundo de los nibelungos, donde Alberich maquina que su hijo Hagen, que sirve en la corte de los gibichungos,le procure la venganza sobre quien le arrebató el anillo. Ese mundo quetambién termina por corromper al mismo dios Wotan. Es la extensión dela codicia, que termina por afectar también a Siegfried y Brünnhilde. Elhéroe welsungo termina asesinado a traición y la semidiosa, viendo losefectos del anillo, decide arrojarse al fuego donde arde el cadáver de su134NUEVA REVISTA 125¿EL OCASO DE LAS IDOLATRÍAS?amado, entre los compases de uno de los finales más bellos y purificadores de la historia de la ópera.El director Zubin Mehta culminó una lectura del Anillo suntuosa y coherente, de la mano de una orquesta de la Comunitat Valenciana que hacrecido artísticamente durante todo el ciclo. Además de Matti Salminen,entre los cantantes destacó una briosa Jennifer Wilson en el papel de la célebre valquiria, que cabalgó sobre su artilugio hacia el fuego virtual delas videoproyecciones de Franc Aleu, donde aquel Walhall tejido por loscuerpos de sus súbditos terminó por desmembrarse y desaparecer.IIIRichard Wagner trabajó durante un cuarto de siglo en la composición delAnillo. En noviembre de 1874 terminó la jornada que cierra el ciclo.«Nodigo nada más», escribe en la última página de la partitura. Dos años después, con el teatro de Bayreuth ya construido por Luis II de Baviera, seofrece el estreno del Anillo en su integridad durante cuatro días, con motivo de la apertura del primer festival. Aquello marca la cumbre de la carrera artística de Wagner, y su amigo Nietzsche, como muchos otros, espera mucho que aquel oasis artístico, edificado sobre la colina verde de unapequeña ciudad de Baviera. Por fin se podría pasar página a toda la decadencia del arte burgués, que el filósofo siempre vio del mismo modo:«Sorprendente turbación de juicio, mal disimulado afán de recrearse, deentretenimiento a cualquier precio, lisonjeo erudito, aires de importanciay teatralidad con la seriedad del arte por parte de los que lo escenifican,avidez brutal de ganar dinero en los empresarios, vaciedad y despreocupación de una sociedad […]. Todo esto junto constituye el sofocante y pernicioso ambiente de nuestra situación actual en el mundo artístico».Pero el primer Bayreuth confirmó la extrema dificultad que tienen losideales para plasmarse en realidades. Sobre todo cuando el mundo de laidolatría que quiere superar, empieza a idolatrarlo a él. Nietzsche fue invitado a los ensayos y lo que encontró distaba mucho de lo que Wagnerhabía ideado en sus primeros escritos revolucionarios. «Entonces no sólose me hizo palpablemente claro lo indiferente e iluso del idealde Wagner; vi sobre todo cómo incluso para los más allegados el idealno era el135OCTUBRE 2009FELIPE SANTOSasunto principal, sino que cosas totalmente distintas se considerabancomo más importantes y eran recibidas con pasión. Hay que añadir la sociedad, digna de compasión, de los señores y las mujercitas del patronato [...]. Estaban juntos todos los desocupados mamarrachos de Europa, ycualquier príncipe iba y venía por la casa de Wagner como si se tratarade un deporte más». Junto a una serie de problemas personales, aquellosignificó el final de la amistad con el compositor. El filósofo se encontraba ya enfrascado en la redacción de Humano, demasiado humano, quevería la luz en 1878.Desde que la guerra estallara en 1939, Hitler sólo volvió al Festival deBayreuth una vez más. Fue la noche del 23 de julio de 1940. Se representaba Götterdämmerung. Sobre el escenario de Bayreuth pudo ver en acción a Siegfried, su héroe favorito, cuyo nombre llevaba una de sus líneasdefensivas. Aunque fue una de las nietas de Wagner, la díscola Friedelind,quien le comparó en privado con Alberich, el rey de los nibelungos. «¡Apartaos del anillo!», dice Hagen antes de ser tragado por las aguas revueltas,como si fuese otro Ricardo III clamando por su caballo en medio delcampo de batalla. Impresionado tras ver cómo el fuego destruye el Walhall y el agua del Rin anega el reino de los gibichungos al final de la ópera,se queda a saludar en privado a Winifred y a varios invitados. El ambiente es de contenida euforia. Toda la Europa continental, con la excepción dela península ibérica, está bajo control alemán. Ahora anhela conquistar losterritorios británicos. Quizá el año que viene, por estas fechas, pueda contarse dentro de las fronteras del Reich. Sueña con entrar en Londres. Perotras aquel verano, ya no volverá más a los festivales. La guerra empieza a complicarse a partir de 1942, tras haber intentado una invasión a gran escala de la Unión Soviética. Pero el invierno y la encarnizada defensa soviética le obligan a retirarse de Stalingrado. Para el verano siguiente,Mussolini será depuesto y, un año más tarde, las tropas aliadas desembarcarán en Normandía.136NUEVA REVISTA 125