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El aborto: un debate sin discusión

Gabriel de Pablo

De cómo la nueva Ley del Aborto genera un debate que tiene dividida a España en dos: hay quien lo considera un derecho de la mujer y otros que lo consideran un crimen.

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Gabriel de Pablo, “El aborto: un debate sin discusión,” accessed April 19, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1740.

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Title

El aborto: un debate sin discusión

Subject

Derecho al aborto

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De cómo la nueva Ley del Aborto genera un debate que tiene dividida a España en dos: hay quien lo considera un derecho de la mujer y otros que lo consideran un crimen.

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Gabriel de Pablo

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Nueva Revista 125 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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El aborto: un debate sin discusiónGABRIELDEPABLOPERIODISTAAl abordar un tema como el del aborto, surge una complicación que lo haceactualmente irresoluble. Esta complicación es de índole filosófica, o mejordicho, epistemológica. Para los que están en contra del aborto el asunto seremite a una cuestión natural evidente: lo que hay en el seno de una mujerembarazada es un ser humano, más aún, es su propio hijo. Esto es obvio ybasta con una observación primaria para ratificarlo. De ahí que los gruposprovida sustenten sus campañas en enseñar cómo es un feto de doce semanas, por ejemplo, o en mostrar la evolución del embarazo desde el momento de la concepción hasta que llega a término (para visualizar la continuidad de la vida): informan también desde qué semana el corazón late,en qué semana se forman los distintos órganos y, sobre todo, en qué semana «se parece a un bebé». Desde su punto de vista, es evidente (es decir, nodiscutible) que enseñando un muñequito a un parlamentario, éste no va a tener más remedio que reconocer la verdad. Quedan, pues, perplejos ydesanimados al comprobar que todos sus esfuerzos son en vano, pues niel parlamentario ni la ministra del ramo «reconocen» ahí a un ser humano(aunque tal vez sí a un ser vivo, rizando el rizo de la incongruencia, como1bien explicó en un brillante artículo el filósofo Alejandro Llano).Por contra, quienes se declaran partidarios del aborto sostienen su puntode vista en la negación. Está claro que esoserá un ser humano en un momento dado, pero aún no lo es. Determinar cuál es concretamente ese«momento dado» se convierte entonces en el quidde la cuestión. Algunosafirman que será humano cuando nazca (sería mejor decir, si nace); otrosdicen que lo será a partir de la semana 12, otros que a partir de la 24 y, engeneral, cada cual pone la fecha según su gusto o la costumbre de su país.También se utilizan abundantemente prefijos para remarcar la potencialidaddeese ser: el más conocido es preembrión, pero hay ya quien habla de29OCTUBRE 2009GABRIEL DE PABLOprehumano. Finalmente, algunos, más osados, manejan también el concepto de viabilidad: un feto es verdaderamente humano sólo cuando es viable.Ello hace que la conversación derive en determinar por qué no es entonceslegítimo eliminar a un ser humano ya nacido si de repente deja de ser viable (ancianos, enfermos, etc.). Se concluye entonces con un tajante «no es lomismo», o se acepta que en realidad la eutanasia es una opción asimismorecomendable, para lo cual se disertará ampliamente acerca del conceptode vivir con dignidad y, por ende, de morir o matar con ella.En este punto de la discusión, cualquiera puede ver que el acuerdo esimposible. Y lo es porque en realidad no es una discusión. En efecto, entrelos dos grupos existe una brecha insalvable: los unos aceptan la observación como modo de conocer; los otros simplemente la niegan. La posturade los provida es científicoracional, la de los abortistas es mágicovoluntarista. Los primeros creen «que existe una verdad ahí fuera, podemosconocerla y debemos actuar conforme a ella»; los segundos piensan que«no existe más realidad que yo, y conocer es en todo caso irrelevante». Elprincipio que alienta a los provida puede ser discutido, puesto que sebasa en criterios científicos o racionales. Para rebatir sus argumentacionesbastará con demostrar que el feto no es un ser humano desde el momento de la concepción (por ejemplo, si se demostrara científicamente que notiene una estructura genética propia y única). Otra opción racional pararebatir a los provida sería aventurar una definición de «ser humano» quese pueda aplicar necesariamentea todos los individuos de la especie, nacidos o no (el nacimiento parece ser un mero accidente, pues no es posible que un feto no sea humano un segundo antes de nacer y sí lo seacuando ya ha nacido). Una vez definido el «ser humano», ya habría lugarpara una discusión basada en la lógica y en la experiencia, es decir, en laciencia. Ya he dicho que los más osados abortistas hablan de la viabilidadde la vida, pero sólo lo aplican a los no nacidos. Es una trampa, porquela definición, naturalmente, debe tener carácter universal. Pero si apechugamos con el axioma que reza que «sólo es humano lo que es viable», porpura coherencia, deberíamos poder matar a todo aquel que no sea capazde sobrevivir por sí mismo. Eso sería como resucitar a Hitler. Por eso, losantivida prudentes no aventuran ninguna definición sobre un tema en elque pillarse los dedos es más fácil que morderse la lengua.30NUEVA REVISTA 125EL ABORTO: UN DEBATE SIN DISCUSIÓNSi la observación, el empirismo,no vale para sostener la «teoría» proNi la ciencia ni la razón son capacesaborto, ni tampoco la racionalidad,de doblegar una premisa que no de¿en qué se sustenta entonces? Enpende de nada más que de sí misma,algo tan elemental como el deseo, laes decir, que es exclusiva compeapetencia, la voluntad o, por utilizartencia del sujeto que la enuncia.terminología conocida, «el derecho adecidir». Si yo decido que mi hijo noes mi hijo, sino un tumor o «un conjunto de células», ¿quién me lo puedediscutir? El axioma (de índole iluminista) es impecable. Ni la ciencia ni larazón son capaces de doblegar una premisa que no depende de nada másque de sí misma, es decir, que es exclusiva competencia del sujeto que laenuncia. Esto explica el desánimo que cunde entre el colectivo provida,pues ¿qué medios se pueden usar para revertir la situación actual a cortoo medio plazo, si ni la ciencia ni la lógica son aceptadas como herramientas de conocimiento y de debate?En el fondo de la postura proabortista no hay otra cosa que esa blandura posmoderna, relativista, utilitaria, pesimista e inmanente de la que ya2hablé en otro artículo publicado en esta misma revista. Es la consagracióndel yocomo nuevo dios de la creación, ante el cual deben doblegarsetodas las criaturas. Yo me lo merezco todo y nadie me puede pedir cuenta de nada de lo que haga. La ciencia, la razón, la humanidad, incluso mipropio hijo, todo está al servicio de mis deseos. Claro está que la mayoríade las mujeres que deciden abortar no son siquiera conscientes de esto.Cuando abortan, lo hacen por temor, por ignorancia, por asimilación social («es lo que hace todo el mundo») o sometidas a presiones internas(psicológicas) o externas (laborales, familiares, etc.). No son necesariamente filósofas, sino hijas de su tiempo que han interiorizado ese nuevoparadigma de la posmodernidad, y lo expresan con frases como: «En estemomento no puedo tener un hijo», «si tengo un hijo ahora, perderé oportunidades laborales», «¿cómo voy a tener un hijo con 17 años?», etc.Los defensores del aborto, sabedores de la debilidad de sus «argumentaciones», se empeñan a su vez en atribuir a los provida un elemento mágico, por eso es habitual vender la oposición al aborto como un asunto defe. Es cierto que sociológicamente los más activos defensores de la vida31OCTUBRE 2009GABRIEL DE PABLOson los cristianos, pero es falso que para estar en contra del aborto hayaque ser creyente. Dios no es la razón por la que el aborto es malo, delmismo modo que Dios no es la causa por la que sea malo asesinar judíos.Es una cuestión de derechos humanos fundamentales, una cuestión ilustrada y, por lo tanto, una cuestión empírica y racional: todos los quehemos sido padres sabemos por experiencia que lo que hay ahíes tu hijo,y podemos demostrarlo, como podemos demostrar que un judío es tanhumano como un alemán, por más que los nazis lo negaran. Así pues, esperfectamente posible ser ateo o agnóstico y ser provida, aunque sea imposible —en teoría— ser cristiano y ser proaborto.Pero, ¿son conscientes los abortistas de que el «derecho a decidir» no essostenible ni científica ni racionalmente? Sí, son conscientes. Por eso,cuando se discute sobre el aborto, es habitual que quien lo defiende empiece hablando sobre el derecho a decidir y, una vez reducido al absurdo, termine hablando de la violación o del peligro para la vida de lamadre, es decir, de los supuestos que hoy contempla la ley y a los que seacogen menos del 1% de las mujeres que abortan. Es lógico, puesto queesos supuestos son los únicos en los que el debate aún puede ser razonable (excluyendo, por cierto, el de las malformaciones en el feto; dehecho nunca he comprendido por qué las asociaciones de discapacitadosno se oponen con mayor vehemencia al aborto eugenésico).En efecto, cuando hay un conflicto de derechos fundamentales entreel derecho a la vida de la madre y el derecho a la vida de su hijo, es difícil determinar cuál de los dos tendrá prioridad (hoy, con los avances dela medicina, es cada vez más infrecuente encontrarse en esta tesitura).O en caso de violación o estupro, ¿qué es lo menos malo, hacer queuna mujer tenga un hijo de su padre (o de su violador) o tolerar queaborte? Es un dilema que aún se mantiene en los márgenes de la racionalidad, pues sea cual sea la respuesta que se dé, se reconoce de hechoque existe un ser humano gestándose en el vientre de su madre, al cualse le concede el rango de «bien jurídico protegible».Hoy en día ya no es así. El 98% de los 112.000 abortos que se practicananualmente en España no tienen, de hecho, una causa seria. Precisamentepor eso el Gobierno quiere prescindir de lo engorroso e «hipócrita» de tenerque inventar «motivos» para abortar. Si el aborto es de hecholibre en Espa32NUEVA REVISTA 125EL ABORTO: UN DEBATE SIN DISCUSIÓNña (que lo es), pretende el Gobiernoque sea libre también de derecho. LaDios no es la razón por la que elley de supuestos, aun siendo moralaborto es malo, del mismo modo quemente dudosa, dejaba claro que elDios no es la causa por la que seafeto era «algo» valioso y que sólo muymalo asesinar judíos.excepcionalmente se podía acabarcon su vida. Pero el fraude de ley yla cobardía de los que debían aplicarla con rigor, la convirtieron en letramuerta nada más promulgarla. Hace ya muchos años que España vive yacepta fácticamente el aborto como un «derecho de la mujer». No deja de serdramático, pues, que hayamos entrado en el reino de la irracionalidad portransigir con un dilema, al menos parcialmente, racional.Así las cosas, dado que el verdadero debate es imposible, todo quedareducido a puro marketing. La racionalidad y el empirismo ya no son el vehículo de organización social, como sucedía en la modernidad. Ahora, enla posmodernidad, su lugar lo ocupa la opinión pública. No importa que loque se defienda sea irracional o evidentemente falso, lo único importantees lo que la gente opine, lo que la gente vote. La propaganda difunde yafianza sus axiomas, sus mentiras repetidas, y la sociedad elabora una conciencia colectiva que hoy hemos dado en llamar «lo políticamente correcto», ante lo cual sólo cabe la genuflexión o el disimulo. Romper esa «espiral del silencio» es arriesgarse a la exclusión social, como bien explicóElisabeth NoelleNeumann. Por eso tienen tanto mérito los grupos provida.«Salir del armario» conlleva, para ellos, la marginación. Se les tilda de fundamentalistas, de retrógrados, de fascistas y, en general, de todo aquelloque nuestra conciencia colectiva considera ilícito. Eso hace aún más complicada la acción social contra el aborto.En realidad, el aborto no es una causa, sino un efecto de la situaciónactual de nuestra cultura. Para terminar con esa barbarie, hay que cambiar primero los fundamentos profundos de nuestra época. No es casualidad que el papa Benedicto XVI y otros intelectuales ilustrados traten repetidamente el tema del relativismo, pues si no se cree que «existe laverdad y podemos conocerla», ¿cómo aceptaremos que hemos de vivirconforme a ella? No se puede vivir de acuerdo con algo que se desconoce. Para cambiar la moral de nuestro mundo, antes hay que solucionar la33OCTUBRE 2009GABRIEL DE PABLOcrisis de verdad en que habitamos. Esto es mucho más difícil que conseguir que una ley no se apruebe en el Congreso. Es una lucha a muy largoplazo, como lo son todas las luchas que merecen realmente la pena y quese mueven en el ámbito de la Cultura con mayúsculas.El movimiento provida debe seguir haciendo «pedagogía de la verdad»,salvando vidas humanas y ayudando a las embarazadas. Su labor es una necesaria y valiosa gota de agua en el océano, pero por desgracia no es suficiente para frenar la expansión imparable del aborto a corto y medio plazo.Es preciso recordar que actualmente no se está discutiendo la eliminacióndel aborto, sino la mera sustitución de una ley por otra. La letra de la leyactual es menos mala que la que se pretende promulgar, pero de hecho, elnúmero de abortos continuará siendo igual de elevado que hasta ahora.Por otra parte, la generalización del aborto coadyuva a un asentamiento másprofundo de la cultura posmoderna de la irresponsabilidad. Es decir, cuantos más abortos haya, más le costará a la gente visualizarlo como lo que es,un crimen. El tiempo corre en contra de la vida.Ha llegado, en definitiva, el momento de ser posibilista. Históricamente el movimiento contra el aborto ha venido defendiendo una postura maximalista, ideal en sus fines y sus medios, sin duda porque los más activos detractores del aborto han sido desde el principio los cristianos. Se leha dado sin querer un carácter en cierto modo confesional a la lucha contra el aborto. Eso ha llevado inconscientemente a crear un solo paqueteargumental, que lleva implícita una gran confusión sobre los fines y losmedios, a saber: si usted se opone al aborto, se opone también a los anticonceptivos, a la banalización del sexo y, en general, a la crisis moral denuestra cultura. No se me ocurre nada menos político que esa estrategia,puesto que al amalgamar en una sola unidad cuestiones diversas, lo quese está haciendo es expulsar de hecho de la causa provida a todo aquelque discrepe de alguno de los puntos: hay quien piensa que la promiscuidad no está mal y, sin embargo, se opone al aborto; hay también quienaprueba el uso de anticonceptivos y, sin embargo, está en contra del aborto. Es decir, hay una gran bolsa de posibles aliados para la lucha contrael aborto entre quienes aceptan y viven en la posmodernidad y el relativismo. El maximalismo no ayuda precisamente, ni en este ni en ningúnotro tema, a la consecución de cambios sociales o políticos.34NUEVA REVISTA 125EL ABORTO: UN DEBATE SIN DISCUSIÓNEl único fin del movimiento provida debería ser terminar con el criEl 98% de los 112.000 abortos que semen del aborto, y a ese fin deberíanpractican anualmente en España noir dirigidos todos sus esfuerzos. Notienen, de hecho, una causa seria.se trata de conseguir además que laPrecisamente por eso el Gobiernogente sea responsable, templada, hequiere prescindir de lo engorroso eroica, y menos aún «buena cristiana».«hipócrita» de tener que inventarEn política, mezclar churras con me«motivos» para abortar. rinas no trae buenos resultados,pues la política en sí misma es unarte prudencial, donde hay que conjugar las opiniones de una gran variedad de personas para alcanzar un solo bien común. La acción social requiere de «consenso» para ser eficaz y atractiva, y no hay cosa más atractiva que la lucha por un derecho humano fundamental, como es elderecho a la vida. Se trata de buscar el mínimo denominador común quepuede catalizar los intereses de una amplia variedad de personas, aplicando el principio de que «el que no está contra nosotros, está a favornuestro». Pretender lo contrario es muy poco práctico.Hay que separar, pues, la lucha contra el aborto de la oposición a lacontracultura de la posmodernidad. Ciertamente están relacionadas, puescomo ya he explicado el aborto es un efecto del relativismo. Pero quizá esposible hallar «soluciones posmodernas» a un asunto sangrante y concretocomo es el asesinato masivo de millones de niños no nacidos. Al fin y alcabo, incluso para la mentalidad posmoderna, es preciso tener mucho estómago para negar lo que hace patente la experiencia de la maternidad:que es su propio hijo lo que crece en el útero de una mujer embarazada.Partiendo, pues, de los propios principios posmodernos, es de vital importancia comprender que, para el pensamiento neofeminista que sostiene la política del aborto, el aborto en sí no es un fin, sino un medio, aunque a estas alturas los proaborto parecen haberlo olvidado. Cuando sehabla de que la mujer tiene «derecho a decidir», no se quiere decir que«tiene derecho a abortar», sino que «tiene derecho a no tener un hijo si nolo desea». En eso las feministas incluyen el aborto, pero no porque encuentren especialmente estimulante que las mujeres aborten (siempre sedice aquello de «ninguna mujer quiere abortar»), sino porque estiman que,37OCTUBRE 2009GABRIEL DE PABLOen última instancia, el derecho a no tener un hijo prevalece incluso cuando éste ya está de hecho vivo en el interior de la madre (parece terrorífico pensar que el siguiente paso lógico de ese postulado sería extendertambién el «aborto» a los niños ya nacidos). Así pues, ni siquiera desde laperspectiva feminista el aborto es un derecho, sino un mero medio paraalcanzar el derecho (esta vez sí) de la mujer a «decidir sobre su maternidad». Por analogía, es sencillo entender que el derecho a la propia vida mehabilita para, en caso necesario, matar a alguien en defensa propia, peronadie diría que yo tengo «derecho a matar». Matar en defensa propia esun simple medio para ejercer mi «derecho a la vida».La cuestión es: ¿aceptarían las feministas «aparcar» el aborto, si fuera realmente efectivo el «derecho de la mujer a no tener un hijo si no lo desea»?En efecto, sin «embarazos no deseados», el aborto dejaría de tener sentido.La mujer posmoderna no desea abortar, sino no quedarse embarazada. Nose trata de apoyar la política del preservativo, pues la experiencia ya ha demostrado que la generalización de su uso no ha traído como consecuenciaun descenso del número de abortos, sino todo lo contrario. Tampoco setrata de insistir en la «educación sexual», pues nunca ha habido más información que ahora, y también se ha demostrado ineficaz para reducir el número de «embarazos no deseados». Evidentemente, tampoco es cosa de quelos grupos provida de orientación cristiana se pongan a defender ahoracuestiones que van contra su conciencia. Ni mucho menos.Pienso más bien en los ciudadanos y partidos políticos que no se sienten cómodos con la barra libre del aborto, pero al mismo tiempo no seatreven a posicionarse en contra, bien por cobardía, bien por amalgamarentre sus votantes a personas de mentalidad moderna y posmoderna. Sepodrían proponer al Gobierno medidas encaminadas, en primera instancia, a reducir el número de abortos como una cuestión de salud pública.Una opción interesante podría ser ofrecer gratis a las mujeres que abortan una esterilización voluntaria reversible (hoy perfectamente posible). Esescalofriante ver cómo se está generalizando el «aborto de repetición».Aproximadamente el 20% (y creciendo) de las mujeres que abortan lohacen por segunda, tercera, cuarta vez y sucesivas. Eso significa que haymucha gente que está usando el aborto como un anticonceptivo, y esoque en las estadísticas no se recogen los abortos con la píldora del día38NUEVA REVISTA 125EL ABORTO: UN DEBATE SIN DISCUSIÓNdespués. Sería mejor para todos queesas mujeres que se obstinan enCuantos más abortos haya, más leabortar por deporte y aquellas quecostará a la gente visualizarlo comoviven en el filo de la navaja no pulo que es, un crimen. El tiempo corredieran, ni por accidente, quedarseen contra de la vida.embarazadas, si no piensan tener asu hijo. Para el pensamiento feminista, la esterilización reversible voluntaria sería la panacea que les permitiría «vivir su sexualidad» libremente y sin «consecuencias desagradables».Para el pensamiento provida sería un mal menor asumible, desde el cualseguir luchando, con vistas al futuro, por un cambio real de la cultura. Incluso desde el punto de vista económico, sería más barato para el Estadopagar una ligadura de trompas que un número indeterminado de abortosy píldoras del día después. Desde el punto de vista de la argumentaciónsanitaria es siempre mejor apostar por la prevención (si hay mujeres queconsideran el embarazo como una «enfermedad», ¿no será mejor vacunarlas?). Y una medida así, además, convertiría en aliados a las empresas sanitarias que se dedican al negocio de la infertilidad y dejaría sin argumentos a los que ven en el aborto una solución, en vez de ver un problema.Ha llegado para todos los políticos el momento de mojarse y moverficha. Si no son capaces de manifestarse abiertamente a favor o en contradel aborto, que al menos apuesten por una política malminorista. Su responsabilidad es buscar la mejor solución posible a cada problema. Y eneste horrible asunto, se trata de decidir qué es menos malo: cargar en nuestra conciencia social con millones de asesinatos o cargar sólo con el egoísmo institucionalizado. Poner límites al relativismo, incluso desde el propiorelativismo, es ya una forma de combatirlo. Personalmente, prefiero que laposteridad juzgue nuestra época como la «era de la estupidez» que comola «era del crimen organizado».NOTAS1«Contra la vida y la evidencia», Alejandro Llano. Alfa y Omega, n.º 643.2«El imperio del pesimismo», Gabriel de Pablo. Nueva Revista, n.º 124, mayojunio de 2009, páginas 1319.39OCTUBRE 2009