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Miguel de Cervantes

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“Miguel de Cervantes,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1729.

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Miguel de Cervantes

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Nueva Revista 129 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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MIGUEL DE CERVANTESEN MIL PALABRASFrancisco RicoCervantes, creó, amó y desdeñó la literatura en igual medida. Desde mozo se sintió atraído por las letras romancesy aspiró a labrarse una reputación cultivándolas con una resuelta vocación de originalidad. Jamás le faltó la confianzaen sí mismo, la convicción de que era capaz de escribir obraslargamente superiores a cuantas corrían en lengua vulgar:las comedias que apalabraba en 1592 iban aser «de las mejores [...] que se han representado en España»; con las Novelas ejemplares, «no imitadas ni hurtadas», se sabía «el primero» en ilustrar el género en castellano; el Persileshabíade «llegar al extremo de bondad posible».Tenía la literatura en un concepto no poco alto, pero nosacralizado, y le complacía ensayar nuevos caminos, pero sinexperimentalismos a cualquier precio, consciente de cuáleseran los límites de los «libros de entretenimiento», como lossuyos, y de hasta qué punto los condicionaban el «deseo degloria» y de ganancia y el imperativo de asegurar el placerde la lectura. Nunca quiso, con todo, ganarse al público a costa de traicionar los ideales estéticos que había hecho suyosde joven, al arrimo de Italia.nueva revista· 129109francisco ricoCuando rondaba la cuarentena, llevó a las tablas conbuen éxito «hasta veinte o treinta comedias, que todas ellasse recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos nide otra cosa arrojadiza», y no es dudoso que lo hizo conjugando «los preceptos del arte» y una clara voluntad de renovación. «Entró luego el monstruo de naturaleza, el granLope de Vega, y alzose con la monarquía cómica». Volvió Miguel a componer algunas piezas, templadamente abiertas alas orientaciones del Fénix, pero sin renunciar al meollo delneoclasicismo. Ningún empresario se interesó por estrenarlas. No había «pájaros en los nidos de antaño».En la España de Felipe III, en efecto, Cervantes (15471616) es un «poetón ya viejo», un superviviente de otro siglo,otros principios y otros gustos. Las luminarias del momento lo sentían distinto y distante, y él desdeñaba la teoríay la práctica de la literatura que entonces contaba con máscrédito. El prólogo al Quijote, hacia agosto de 1604, diceprecisamente esa doble marginación.El Quijotees declaradamente «una invectiva contra loslibros de caballerías», pero el prólogo sólo lo explica al finaly casi al desgaire, y en cambio enfila con complacencia dosblancos capitales: por un lado, la fácil exhibición de «letrashumanas», que da a los autores patente de «hombres leídos,eruditos y elocuentes», y, por otra parte, «la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas yelogiosque al principio de los libros suelen ponerse». Queen el Quijotefalte toda esa balumba lírica, porque Lope ylas demás estrellas no quisieron aprestarla, pudo dependerdepiques personales, pero en última instancia responde ala disidencia cervantina que tan cristalinamente expresan lasandanadas contra el primer blanco.nueva revista· 129110miguel de cervantes en mil palabrasEs que las modas de la época ponían en los altares la literatura de la literatura, la literatura como ostentación deun saber cuyo prototipo eran las aulas de los jesuitas —entre humanismo en declive y cuatro ochavos de escolástica—, la literatura para iniciados y selectos, menos alerta ala enjundia de los conceptos que a la manera de «intricarlosy escurecerlos». Cervantes, por el contrario, creía en una literatura de la verdad, de la experiencia y de la vida: una literaturaabundante en casos estupendos, no ajena siquiera alprodigio, pero atenida fundamentalmente al criterio de laverosimilitud, como tertium quidentre la realidad de la historia y la fantasía de la fábula; una literatura amena y ejemplar,escrita «a la llana, con palabras significantes», para que,pongamos, «el melancólico se mueva a risa, el risueño laacreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire dela invención, el grave no la desprecie, ni el prudente dejede alabarla».Los libros de caballerías, pese a los buenos ratos quele dieron a Miguel, eran una contravención andante de todaverosimilitud y ejemplaridad.Pero Cervantes, con un pelode abuso, los presenta asimismo como espejo (por no decirque alegoría) de algunas de las direcciones que más le desagradan en la literatura contemporánea. Así (bastará unamuestra), los laberintos al modo de «la razón de la sinrazónque a mi razón se hace...»y los periodos hinchados por «elrubicundo Apolo» y la «meliflua armonía» están lejos de sertan arquetípicamente caballerescos como nos proponen losdos primeros capítulos del Quijote, y más bien reflejan, alsesgo, el creciente prurito de «intrincar y oscurecer» que Cervantescontemplaba con tanta alarma (y con cuánta clarivinueva revista· 129111francisco ricodencia: a cortísimo plazo, ese prurito desembocó en un callejón sin salida y desbarató la suprema aportación del Renacimiento español y la novedad también suprema de lasletras europeas, la novela realista).«Con estas razones» perdió Alonso Quijano el juicio: lamala literatura de los libros de caballerías lo decidió a «irsepor todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras». Despojada de la función militar que otrora le habíacorrespondido, gran parte de la nobleza del Quinientos sentía tentaciones semejantes. En la corte y en las ciudades,la nostalgia de las glorias guerreras de la Edad Media se mitigaba con juegos de cañas, entradas, saraos..., y particularmente con torneos y pasos de armas en que a menudo seescenificaban episodios de los relatos caballerescos y loscontendientes asumían la personalidad de sus más célebresprotagonistas. Alonso Quijano hubiera querido participaren tales escapes imaginativos, «y lo primero que hizo» paracompletar el arnés de sus bisabuelos fue justamente fabricarse una celada de papier maché, como las de esas mascaradas. Pero no las había en su pequeño «lugar», y no puede sorprendernos, por ende, que de leer y proyectar escribirlibros de caballerías pasara al cabo a vivirlos de otra forma,en la locura de recuperar el papel de relieve que sus antepasadoshabían tenido en lasociedad y a él, sin más ocupación que no decaer de su rango de hidalgo, tan penosamentele tocaba ahora preservar.El delirio anacrónico de don Quijote es, pues, social yliterario, consistiendo como consiste en tomar en tanto modelo de vida una literatura inverosímil y corrigiéndolo comoel narrador lo corrige con una perspectiva que toma la vidanueva revista· 129112miguel de cervantes en mil palabrascomo modelo de la literatura. Pero menos que en el desarrollo de ese tema y, desde luego, en las incidencias de latrama que lo sirve, el realismo profundo del Quijoteestá enel lenguaje con que se cuenta. Cervantes revoluciona la ficción concibiéndola no en el estilo artificial de la literatura,según la norma de mayor prestigio entre 1605 y 1615, sinoen la prosa familiar de la vida. «A la llana», con la libertad,los cambios de registro, los zigzagueos de una conversaciónentre amigos bienhumorados, hasta los lances más implausibles desde el punto de vista del naturalismo decimonónico quedan situados en el ámbito de la experiencia diaria(con el sentido común, clave principal a su vez del pensamiento de Cervantes).Esa radical innovación tiene que ver con la teoría literaria, pero aún más con el mercado del libro y, sobre todo,con el talante humano del bueno de Miguel. PUBLICADO EN NUEVA REVISTA N.º 52 (1997)nueva revista· 129113