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El «Estado cultural», una infección totalitaria

Pedro Corral

Sobre la pésima imagen de cultura que da España fuera de su territorio debido a la presencia de Chikilicuatre en las aulas del Instituto Cervantes de Belgrado. Reseña del libro "El estado cultural" de Marc Fumaroli.

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Pedro Corral, “El «Estado cultural», una infección totalitaria,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1665.

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El «Estado cultural», una infección totalitaria

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Sobre la pésima imagen de cultura que da España fuera de su territorio debido a la presencia de Chikilicuatre en las aulas del Instituto Cervantes de Belgrado. Reseña del libro "El estado cultural" de Marc Fumaroli.

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Pedro Corral

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Nueva Revista 118 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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URGE TRATAMIENTOEl «Estado cultural»,unainfección totalitariaPEDROCORRALPERIODISTAYESCRITORa presencia de Rodolfo Chikilicuatre como profesor en las aulas delInstituto Cervantes de Belgrado, días antes de su actuación en el fesLtival de Eurovisión, y el intento de los representantes legales de Españapor hacer valer ante un tribunal de Tampa (Florida) nuestros derechosde propiedad sobre el fabuloso tesoro de 500.000 monedas de oro y plataexpoliado frente a nuestras costas, son hechos de reciente actualidadque mueven a reflexionar sobre el inquietante balance que arroja el actual «poder cultural» de nuestro Estado.Entre ambos episodios fluye una misma estrategia de promoción del ridículo como imagen nacional. No somos nadie, y además nos gusta quefuera nos vean así, ya sea en Eurovisión o en un tribunal norteamericano,instancias ambas a las que acudimos a mendigar una sonrisa compasiva antenuestra paupérrima condición de nación sin pasado y sin capacidad ni voluntad de futuro. Hemos dejado de ser la patria de Cervantes para ser lapatria del «chikichiki», onomatopeya asaz elocuente de la fruición conlaque todos nos meten mano en el concierto internacional, ya sean unoscazatesoros sin escrúpulos o unos sangrientos piratas somalíes.Si Marc Fumaroli hubiera conocido episodios similares en Franciaa la hora de desentrañar los usos y costumbres del «Estado cultural» enel país vecino, habría tenido pocas dudas del acierto de su ensayosobre la «nueva religión moderna» (Marc Fumaroli, El Estado cultural, El Acantilado, 2007).A la vista de tales episodios, es evidenteque España podría encarnar hoy a la perfección uno de los principalesNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 9]Pedro Corral diagnósticos de Fumaroli cuando escribe que el Estado ha abandonado su altafunción como protector del patrimonioque ha recibido en herencia y se limita apromover productos de incalificablegusto e improbable calidad artística, yasea en la televisión o en los museos,bajo la coartada dela democratizacióndel acceso a la cultura y la lucha contrael «consumo cultural».Se podría debatir también sobre elELESTADOCULTURALgrado en que se cumplen en nuestro paíslas advertencias de Fumaroli acerca delMARCFUMAROLIdominio de unas élites o camarillas queEl Acantilado, 2007imponen el discurso cultural y monopo468 págs.lizan las subvenciones, para extenderuna red funcionarial y clientelar de lasartes y las letras similar a la que el autor denuncia en Francia. Y se podría reflexionar sobre el transformismo del mundo de la cultura, antaño tendente a la rebeldía y a la desconfianza genética ante el poder, yque hoy se ha convertido en España en la correa de transmisión de unaideología oficial que demoniza y excluye a todo aquel que no acate lasconsignas del republicanismo buenista, asimétrico y plurinacional.El sentido «voluntarista y misionero» del que se ha dotado a la cultura desde los despachos burocráticos la convierte, al decir del autor,en el catecismo de una «nueva religión moderna». Fumaroli señala aesta «nueva religión» como una poderosa plataforma de adoctrinamiento, enemiga del individuo, de su capacidad y talento, porque es pornaturaleza uniformizadora e igualitarista, es decir, tendente a cultivarla mediocridad y a ensalzar la necedad como meta espiritual.El ensayo de Fumaroli, dedicado a la memoria de Raymond Aron, esun alegato a favor de una cultura entendida desde el punto de vista liberal, la que promueve la singularidad de cada individuo, el estímulo de sucreatividad y de su capacidad de disfrute de las artes, y su posibilidad deNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 10]El «Estado cultural», una infección totalitariacrecimiento personal y promociónEl mundo de la cultura es hoysocial mediante el saber. Desde estaen España la correa deperspectiva liberal, el ensayista frantransmisión de una ideologíacés clama contra una cultura deoficial que demoniza y«fórmulas repetitivas, de eslóganes,excluye a todo aquel que node tópicos ideológicos», reducida aacate las consignas del«propaganda ideológica» y a «marepublicanismo buenista,traca política».Es del todo improbable queasimétrico y plurinacional.cuando Fumaroli denuncia en suensayo que hoy la «cultura de la política cultural es la máscara insinuante del poder», pudiera imaginar ungesto tan ilustrativo como el de algunos de nuestros artistas al proponer la imitación de las cejas del actual jefe del Gobierno como seña deidentidad entre adeptos a esta férrea alianza entre cultura y poder. Unaalianza destinada a instaurar en España una hegemonía política, socialy cultural, y que tiene las manos completamente libres para hacerlo,pues si el poder político está sometido al control democrático, a la crítica de los medios de comunicación y a la posibilidad de la alternancia,el poder cultural es hoy incontrolable, incuestionable e intocable.Quienes temerariamente se atreven en España a rebatir las consignas del aparato cultural y a proponer un discurso alternativo, son tachados de carcas sin remisión. Y es que en España tampoco estaríamosnada lejos de sufrir las llagas que Fumaroli escarba con su dedo para elcaso francés, cuando denuncia la instauración de una cultura «comisariada», sometida a los filtros ideológicos del poder y fiscalizada paramedir su fidelidad al discurso imperante.No cabe duda de que la reflexión de Fumaroli sobre la cultura como herramienta de propaganda encuentra en nuestro país inquietantes confirmaciones en el discurso con pretensiones totalizadoras que practican, muchas veces a dúo, los poderes socialista y nacionalista a nivel nacional yautonómico. Pertrechados de una ingente financiación a costa de los contribuyentes, con pleno dominio de la educación y la televisión públicas,que son también instrumentos del «Estado cultural», nuestros burócratasNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 11]Pedro Corral de izquierda y nacionalistas han convertido la cultura en una poderosafuente de dogmatismo y dirigismo en dos cuestiones convergentes.Me refiero, en primer lugar, a la propagación de una historia mutilada y falseada de la guerra civil, mediante la cual la izquierda y los nacionalismos se arrogan un plus de legitimidad democrática, demonizando como heredera del franquismo a la única opción políticamayoritaria que puede disputarles el terreno. Y, en segundo lugar, a lainstauración de un discurso que identifica a España —y a todo lo español, incluido el idioma oficial— como fuente de opresión de las singularidades históricas y culturales de las supuestas tierras prometidas«anexionadas» por Franco a consecuencia de la contienda del 36.Si digo que son cuestiones convergentes es porque hoy salta a lavista la comunión de intereses de socialistas y nacionalistas a la horade etiquetar todo lo español como reaccionario, antiguo y católico, paraproponerse como adalides de un cantonalismo que se pretende progresista, moderno y laico. Una reciente muestra de esta descabellada operación ha sido el ridículo posicionamiento del Gobierno ante el bicentenario de la Guerra de la Independencia, declarándose partidario de los«afrancesados» e identificando falsamente a los defensores de la nacióny de la libertad frente al invasor como una sarta encolerizada de aristócratas y curas del Antiguo Régimen.El derroche de medios, recursos e instituciones empleados, bajo elsello de «política cultural», en la elaboración y difusión de estos engendros propagandísticos que ponen en cuestión la nación española,parece imposible de contrarrestar a día de hoy. Pero lo más inquietantees que este derroche se haga en nombre de la cultura y con el dinero delos contribuyentes, cuando es una realidad que la complicidad de la izquierda y los nacionalismos en esta estrategia política de deconstrucción de España se está llevando por delante lo que la cultura españolatiene de verdadera riqueza, que es su universalidad y diversidad, atesorada durante siglos de convivencia en común.La aniquilación de la cultura española, entendida como el fruto másexcelso de la continuidad histórica de nuestra nación y su proyecciónuniversal, se ha convertido en el objetivo preferente de los planesNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 12]El «Estado cultural», una infección totalitariaeducativos, lingüísticos y culturales de este nuevo cantonalismo. Elarma de la inmersión lingüística, en la que los derechos de una determinada lengua regional prevalecen sobre el derecho constitucional decada español a utilizar y conocer la lengua oficial española, tiene unpapel clave en esta estrategia. Y al mismo tiempo señala su más aterradora paradoja: que nuestros escolares no puedan conocer en su idiomamaterno las creaciones de Antonio Machado, García Lorca, Max Aubo Cernuda, por citar algunos autores de los que la izquierda siempre seha apropiado, supone condenarles a un ostracismo mayor al que pudoarrojarles nunca el franquismo. Lo cual vuelve a demostrar la necesidad de acometer urgentemente, como hizo Fumaroli en Francia, un debate sobre el tratamiento de la infección totalitaria que representa el?«Estado cultural» en España. PEDROCORRALNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 13]