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Las cosas del campo

Enrique Andrés Ruíz

Se trata de una crítica al libro de José Antonio Muñoz Rojas "Las cosas del campo" y a su propia persona.

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Referencia

Enrique Andrés Ruíz, “Las cosas del campo,” accessed April 19, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1393.

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Title

Las cosas del campo

Subject

Críticas

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Se trata de una crítica al libro de José Antonio Muñoz Rojas "Las cosas del campo" y a su propia persona.

Creator

Enrique Andrés Ruíz

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Nueva Revista 064 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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rales», creyéndolos desde luego oriQuien sabe de él, quien lo ha vivido, ginales, puros, intocados por la mano incluso quien ha tenido cerca y ha humana y, lo que más importa, perescuchado a quienes lo hicieron, didos. Y, en cuanto al tiempo, viene sabe también que el campo nada a tenerse por un estado primigenio tiene que ver con la Naturaleza. A la de la felicidad, antes de que la histoNaturaleza hay que escribirla demaria de nuestra especie se empeñara siadas veces así, con mayúscula. Y al en destruir aquella arcadia de la campo no. La Naturaleza es más infancia permanente en la que los bien para gente de ideas; de hecho hombres vivían con las piedras y los viene a ser una de las grandes y podepájaros. rosas ideas que se han disputado la primacía por los últimos fundamenEl campo pudiera muy bien ser tos en las mentes de los filósofos. De todo lo contrario. Antonio Machaser eso, la idea de lo que por estar do, en el Juan de Mairena, hace fuera de nosotros se nos aparece decir al maestro que «nuestro amor como lo fijo, lo dado, como el al campo es mero amor al paisaje, a núcleo eterno e inmóvil de la realila Naturaleza como espectáculo». Es dad, el que no está sometido a la conocido lo mucho que sabían caducidad del tiempo o a nuestras Machado y Mairena y Abel Martín subjetividades, la Naturaleza pasó de los sutiles espejos que reflejan un buen día a ser tomada por un nuestra imaginación, formando una hecho y además por un sitio. Ese especie de jaula de la que nuestra hecho de la Naturaleza ocupa para conciencia no puede salir aunque mucha gente un lugar en el espacio y tome por verdades las pajarerías que también en el tiempo. Por eso, de la ella misma proyecta. Una de las Naturaleza se habla ingenuamente pajarerías de mayor éxito, a juzgar con nostalgia, porque, en cuanto al por la cantidad de vehículos y ropas espacio, viene a corresponderse con de campaña que invaden las ciudaeso que se llaman «los espacios natudes, es la de la Naturaleza. Para Mairena, el campo es entre los Unamuno, de no poco Azorín y, modernos una invención de la ciuclaro, de Antonio Machado, que ya dad, y al menos es así desde Roussesabemos lo que pensaba. Pero la au. Pero si queremos sacar partido a excepción absoluta, un libro excepla diferencia, habrá que señalar que cional dedicado a captar esa emodonde Mairena dice campo debeción por la «naturaleza labradora», mos entender Naturaleza. El mismo o sea, por el campo, fue un libro lo aclara, cuando escribe de lo que escrito por José Antonio Muñoz los poetas debieran buscar en el Rojas entre 1946 y 1947 como gavicampo, es decir, un ritmo bastante lla de apuntes de lo visto y vivido distinto del propio; una distancia por entonces en el laboreo diario de que no está ahí para ser medida, sino la campiña de su querida Casería del para ser sentida y hacerla luego senConde antequerana, al que tituló tir en la temporalidad de los versos. Las cosas del campo. El librito fue Después de Lope de Vega —dice—, publicado en 1951, con una tirada «la emoción campesina, la esencialde doscientos ejemplares y en la mente geórgica, de tierra que se colección El Arroyo de los Ángeles, labra, la virgiliana [...] ha desapareal cuidado de su amigo Bernabé Fercido». nández Canivell. Después vino otra edición, con algunos apuntes más, Se dice que la poesía actual es en Insula, en 1951, pero la que más ante todo poesía urbana, y puede circuló fue la que publicó Destino que sea así. A veces es así honradaen 1975, en un volumen que reunía mente, cuando los poetas de las ciutambién otros escritos íntimos y dades no quieren cantar evasiones evocadores, Las musarañas y Las estereotipadas de algo que, como el sombras, que todavía era posible campo, no conocen ni viven y que encontrar hasta hace poco entre salcon unos versos falsos convertirían dos de libreros de lance. en algo pintoresco, algo de postal, algo de romanticismo paisajista. Las cosas del campo ha sido siemOtras veces, ellos mismos no puepre, pese a esa circulación precaria, den zafarse de convertir la ciudad en un libro encomiado por los gustadootra mitografía estética para poetas. res de la literatura y un libro, si se El caso es que la poesía española, la quiere, para pocos. Se entiende basliteratura española en general, no tante bien por qué. El libro está ha sido muy dada al temblor por la hecho en cierto modo para el gusto, emoción del campo. La moderna para el sabor, para quien gusta de la cuenta con las excepciones de cierto literatura y de la vida queriendo así saber de ellas. Quizá tenga algo que tiene para sí la inseparable juntura ver el talante de su autor, del que que suelda la cultura y el cultivo de conviene decir algunas cosas. José la vida. A esto, no sé si a cuento de Antonio Muñoz Rojas (Antequera, Perucho, o de Pía, o de no sé quién, 1909) aparece en casi todas las hisMiguel SánchezOstiz lo llamó en su torias literarias como el nombre de día ser «un señor particular». Lo de un escritor a caballo (que lo es) pero ser un señor no está muy bien visto, a caballo entre generaciones, la del mucho menos decirlo de un escritor 27, con algunos de cuyos miembros (sólo se dice, en su ambiente, de compartió diversas aventuras literaAntonio Bienvenida) porque todo rias, y la del 36 o la de la guerra. Con parece llenarse entonces de un dejo esta última generación suele asode heredad antigua, de nostalgia y ciarse a Muñoz Rojas y es dentro de de melancolía. Pero a nadie convieella como Dámaso Santos, en Genene más la definición que a Muñoz raciones juntas, habló de su cuerda Rojas. El señor particular nada quiedistintiva, de un «clasicismo geórgire saber de la literatura tomada co». Pero produce un poco de rubor como carrera profesional. emprender un repaso biográfico o José Antonio Muñoz Rojas ha bibliográfico de un escritor que publicado más versos, ensayos y debiera ser tan conocido como para narraciones de las que parece, pero obviar el intento. Nada evitará, sin siempre con ese desgaire de escribir embargo, que siga siendo el nombre de lo cercano para los cercanos que de uno de los pocos verdaderos escrigranjea tan pocas campanillas. Tan tores que retienen en su recuerdo los cercana quiso ser la escritura de Las pocos lectores verdaderos. La causa cosas del campo que el autor ha dicho es ese mismo su talante propio y la en ocasiones que nació como un condición que éste impone a la diario de apuntes campesinos sin literatura. Fernando Ortiz llamó a ánimo de darlos a edición. Diciendo eso, hablando de él, elegancia: «Esta esto se podría pensar en un ayuno cualidad espiritual se caracteriza por de voluntad literaria, pero nos equisu discreción, por su falta de estrivocaríamos. En ése que es el mejor dencia, por ese pasar sin que se libro español sobre su asunto, está advierta». Y así es, José Antonio también una de las más leves e intenMuñoz Rojas ha vivido sin escribir, sas prosas poéticas que al punto de su ha escrito sin publicar y ha gustado lectura contagia de inmediato el senel sabor y el saber de lo vivido como timiento de la necesidad de su escrisólo hace quien en su orilla apartada tura y, con él, el roce profundamente sensitivo de la tierra en que late, al condenados a ser los diarios. Lo es de paso de cada estación, el corazón del esa criatura que es el campo para el tiempo. Su originalidad, que la poeta que ha seguido el consejo de tiene, evoca enseguida la paradoja Mairena. Ante la evidencia de ese de una tradición de buenos gustadoser casi hermano, su voz canta de vez res literarios que bien pudieran en vez en interrogaciones y efusioresultarle compañeros en una cierta nes que señalan, antes que nada, la filiación subterránea de nuestra ruptura de cualquier posición fija y literatura. Hay recuerdos, si cabe, a estable ante lo contemplado, que es la vanguardia a veces ramoniana y a sobre todo lo visto y tocado, gustado veces surrealista que el poeta conoy olido. A la par, el campo no es ció («La matalahúga la siembra la nunca, como la Naturaleza, algo luna»). Los hay, casi por sorpresa, al estático o estético, sino una presenAntonio Machado que no ha dejado cia, muchas presencias que viven de ser nunca para él su gran faro también bajo el azar, bajo la falta de («¡ Ay, lástima de amantes para estos fijeza, en movimiento, en caída y lechos, de cifras para estas corteresurrección, algo que se va, que se zas!»). O al Juan Ramón de Platero nos va por los poros de la piel, como («Es bajo, achaparradete, rubio, tossucede con la más alta y antigua tado, cabezón»). El apunte, la concepción de las cosas físicas. Esa estampa y el diario traen pronto la condición compartida por los abejamemoria de muchas páginas azorirucos y las gayombas, los zapaticos y nianas, de otras, como las de las Hislas herrizas (cuánto saber con sabor torias de las esparragueras, de dOrs, —«El corazón [...] se hace sentido», del Ocnos de Cernuda, de los diarios dice— en estas palabras), compartide Mariá Manent, de las estampas da por los olivos y los hombres, se de Mariá Villangómez, del Diario de insinúa de cuando en cuando y sobre una tregua de Ridruejo, de los diarios todo si toca hablar de alguno de esos segovianos que escribió entre los personajes que parecen crecidos de años cincuenta y sesenta Luis Felipe surco y savia. Los no muchos que Vivanco, y de otras páginas más asoman, Miguelillo el pavero, Narciescondidas, de novelas casi secretas so el cantor, «sin letra ni oficio», que como la Historia de una finca que no sabe hasta cuándo hará eso, Doloescribieron los hermanos Cuevas. res, que tampoco sabe cuándo dejará Pero Las cosas del campo no es verdade cantar, las terribles amazonas, por deramente un diario, al menos no lo sus caminos polvorientos, Juanillo el es de su autor, que es lo que están loco, capitán de los olivos, la Flauta, cambio es lo que aquí importa más, andadora en campos, que vive en porque Dios rueda por encima de una cueva con sus hijos y no entientodos y de todo esto, «haciendo su de la razón de trabajar..., son una música». especie de seres a la vez desvalidos y suficientes, algo más y algo menos Dios no toma en Las cosas del que humanos y que anímulas libres y campo papel de fundamento filosófidesguarnecidas, inocentes en suma, co, como lo pueda tomar, para entencomo si su condición de cosas del dernos, la Naturaleza. Su proximidad campo les facultara para su misma viene a estar en una íntima lejanía. Y vida de funámbulos, por trochas y tampoco hay otro fundamento aquí serrijos que ellos convierten con su que evite el azar y la helada, que evite paso en tan fantásticos y alucinatóla guadaña del solano y la desesperios lugares, al menos, como los que ranza de la condición humana sin veían pasar a Alfanhuí. El campo, otra estabilidad que la de sentirse sin embargo, las más habituales y caída y ascensión, y la de verse, desde animales o vegetales criaturas del luego, gloriosamente sentiente. campo, se intercambian con ellos su Quizá por eso, por aquí y por allá hay humanidad —y parece otra paradoentre estas páginas declaraciones ja poder hablar de esta poesía emientre velos que nos hablan de la nentemente moderna, una poesía imposibilidad de una novela, de un que desde luego ha conocido la dessimulacro de ordenación del tiempq humanización, y a la vez de su humafingido por una narración que hicienismo que es humanidad—, se la ra del tiempo una sucesión con sentipasan, como si la condición de criado, con principio y final, una histoturas les igualase, y el poeta se cuida ria. Estos apuntes abiertos como bien de decírnoslo cuando puede, ramas hacen pensar —lo hacen a porque para él «cuando florecen las cuento de Nicolás el historiador, encinas [...] hay en ello algo humaante cuyo recuerdo se echa de menos no», cuando «se enlutan las puntas el relato suyo por el que pasaba nuesde las rejas» piensa: «¡Oh condición tra madre «y nosotros niños»—, humana de la naturaleza! ¡Oh hacen pensar más bien en la humana azar!», cuando pasan las nubes repamadurez de una poesía que no ha ra en su destino «tan humano», querido mentir al tiempo, y mucho cuando los álamos blancos rumorean menos al campo, porque allí no hay a la luna del verano «se hacen vivifin ni principio y «el campo es el dos, humanos casi»... Y ese intercuento de nunca acabar».