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Dos sonetos del Conde Salinas

Luis Alberto de Cuenca

Se trata de un recopilatorio de dos sonetos extraídos de la Antología poética del Conde Salinas: Soneto L y Soneto LIV.

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Referencia

Luis Alberto de Cuenca, “Dos sonetos del Conde Salinas,” accessed April 19, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1390.

Dublin Core

Title

Dos sonetos del Conde Salinas

Subject

Algunas de la mejores poesías

Description

Se trata de un recopilatorio de dos sonetos extraídos de la Antología poética del Conde Salinas: Soneto L y Soneto LIV.

Creator

Luis Alberto de Cuenca

Source

Nueva Revista 064 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

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LUIS ALBERTO DE CUENCA Dos sonetos del Conde Salinas I AMIGO TREVOR J. DADSON, catedrático de Literatura MEspañola en Birmingham, me dio a conocer la poesía del Conde de Salinas —tan admirada por Luis Rosales— en los primeros años ochenta. Cuarto hijo de los Príncipes de Eboli, don Diego de Silva y Mendoza nació en Madrid en diciembre de 1564. Se casó tres veces, la segunda con doña Ana Sarmiento de Villandrando y de la Cerda, Condesa de Salinas y Ribadeo, que fue quien le prestó el título de Conde de Salinas con que es conocido en los manuales de Historia de la Literatura. Murió en 1630. Pese a llevar una vida política muy activa y a disfrutar de altos cargos y honores, don Diego compuso numerosos poemas en metros variados, sobresaliendo en el arte del soneto. Precisamente ofrezco a continuación dos de los sonetos de Salinas. Los copio de la Antología poética del Conde que el citado Trevor J. Dadson preparó para Visor (Madrid, 1985), dando a conocer al gran público «una de las voces más dulcemente melancólicas del Siglo de Oro español». Soneto L (Ed. Dadson) Ardo en amor y por amores muero; ¡ved qué extraño dolor y desconcierto! Tiéneme muerto amor y, estando muerto, busco el vivir que para amaros quiero. Siempre os quise, y amé, y amar espero hasta tener el monumento abierto; y estando el cuerpo allí difunto y yerto, sustentaré mi amor firme y entero. Y si de tanto amor no sois servida por vuestra condición desamorada, podrá mi triste muerte lastimaros. Y así vendréis a ser agradecida cuando ni vos podáis conmigo nada, ni yo pueda otra vez volver a amaros. Soneto LIV (Ed. Dadson) ¿•Qué importa, Lisi, que mi amor ofendas? ¿Qué importa, amor, que mi dolor aumentes? ¿Qué importa, duelo, que mi sangre afrentes? ¿Qué importa, llanto, que mi fuego enciendas? ¿Qué importa, muerte, que mi fin pretendas? ¿Qué importa, pena, que mi agravio alientes? ¿Qué importa, honor, que mi venganza intentes? ¿Qué importa, duda, que mi ofensa entiendas? ¿Qué importa, celos, que abraséis mi pecho? ¿Qué importa, pruebas, que digáis mi engaño? ¿Y estar qué importa en lágrimas deshecho si, aunque de todo tengo desengaño, está ya por mi mal el daño hecho y no encuentro remedio para el daño?