Nueva Revista 044 > Jaime Gil de Biedma

Jaime Gil de Biedma

Luis Alberto de Cuenca

Sobre la poesía y la vida de Jaime Gil de Biedma.

File: Jaime Gil de Biedma.pdf

Referencia

Luis Alberto de Cuenca, “Jaime Gil de Biedma,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/859.

Dublin Core

Title

Jaime Gil de Biedma

Subject

poesía

Description

Sobre la poesía y la vida de Jaime Gil de Biedma.

Creator

Luis Alberto de Cuenca

Source

Nueva Revista 044 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

JAIME GIL DE BIEDMA Luis Alberto de Cuenca «Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma» es, para mí, el mejor poema de Jaime Gil de Biedma (19291990). Figura en las páginas 3235 de su librito Poemas postumos, sexta entrega de la colección «Poesía para todos», Madrid, 1968 (digo lo del librito porque tiene cuarenta páginas y tan sólo doce poemas, aunque se cuenten entre ellos algunos de los más hermosos que se han escrito en castellano en los últimos cien años). Fue en verano de 1996, y en su casa de campo de Nava de la Asunción (Segovia), cuando Jaime escribió este poema, que evoca a su vez sucesos del verano de 1965, pues existe una fotografía de agosto de ese año en la que puede verse a algunos de sus personajes en la piscina de la casa (foto reproducida por Shirley Mangini en su Gil de Biedma, Madrid, Júcar, 1980, pág. 103). Paradójicamente, cuando «el otro» Jaime Gil de Biedma hace que Jaime Gil de Biedma se suicide después del último verano de su juventud, lo que está haciendo es salvarse a sí mismo, y ello en la medida en que no concibe seguir viviendo una vez ida la juventud y, por lo tanto, tiene que morir, siquiera en el poema. «Después de la muerte de J. G. de B.» es una pieza memorable. Resulta fácil percibir su huella en un amplísimo abanico de poetas contemporáneos, desde Miguel Veyrat a Miguel dOrs, pasando por mí mismo. Otros autores, como Julio Martínez Mesanza, no aprecian lo más mínimo la obra poética de Jaime, una poesía de rigurosa «línea clara» y alta calidad expresiva que, dependiendo del lector, puede fascinar o irritar, pero que a nadie deja indiferente. DESPUÉS DE LA MUERTE DE JAIME GIL DE BIEDMA En el jardín, leyendo, la sombra de la casa me oscurece las páginas y el frío repentino de finales de agosto hace que piense en ti. El jardín y la casa cercana donde pían los pájaros en las enredaderas, una tarde de agosto, cuando va a oscurecer y se tiene aún el libro en la mano, eran, me acuerdo, símbolo tuyo de la muerte. Ojalá en el infierno de tus últimos días te diera esta visión un poco de dulzura, aunque no lo creo. En paz al fin conmigo, puedo ya recordarte no en las horas horribles, sino aquí en el verano del año pasado, cuando agolpadamente tantos meses borradosregresan las imágenes felices traídas por tu imagen de la muerte... Agosto en el jardín, a pleno día. Cerca de la piscina vasos de vino blanco dejados en la hierba, calor bajo los árboles. Y voces que gritan nombres. Ángel, Juan, Mana Rosa, Marcelino, Joaquina Joaquina de pechitos de manzana. Tú volvías riendo del teléfono anunciando más gente que venía: te recuerdo correr, la apagada explosión de tu cuerpo en el agua. Y las noches también de libertad completa en la casa espaciosa, toda para nosotros lo mismo que un convento abandonado, y la nostalgia de puertas secretas, aquel correr por las habitaciones, buscar en los armarios y divertirse en la alternancia de desnudo y disfraz, desempolvando batines, botas altas y calzones, arbitrarias escenas, viejos sueños eróticos de nuestra adolescencia, muchacho solitario. ¿Te acuerdas de Carmina, de la gorda Carmina subiendo la escalera con el culo en pompa y llevando en la mano un candelabro? Fue un verano feliz... El último verano de nuestra juventud dijiste a Juan en Barcelona al regresar nostálgicos, y tenías razón. Luego vino el invierno, el infierno de meses y meses de agonía y la noche final de pastillas y alcohol y vómito en la alfombra. Yo me salvé escribiendo después de la muerte de Jaime Gil de Biedma. De los dos, eras tú quien mejor escribía. Ahora sé hasta qué punto tuyos eran el deseo de ensueño y la ironía, la sordina romántica que late en los poemas míos que yo prefiero, por ejemplo en Pandémica. A veces me pregunto cómo será sin ti mi poesía. Aunque acaso fui yo quien te enseñó. Quien te enseñó a vengarte de mis sueños, por cobardía, corrompiéndolos.