Nueva Revista 037 > En una sociedad progresista

En una sociedad progresista

Leadro Benavides

Un análisis del término "progresismo" y su significado real en el momento actual.

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Referencia

Leadro Benavides, “En una sociedad progresista,” accessed May 2, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/703.

Dublin Core

Title

En una sociedad progresista

Subject

Ensayos

Description

Un análisis del término "progresismo" y su significado real en el momento actual.

Creator

Leadro Benavides

Source

Nueva Revista 037 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

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Al calificar como progresistas determinadas actitudes y comportamientos se está operando una colosal manipulación del lenguaje. EN UNA SOCIEDAD PROGRESISTA ••»••••«•»»«•«•k^ ... *... _ v. »c v • , < Por Leandro Benavides I progreso fue el gran ideal del siglo XIX. Hasta llegó a inspi^^ rar a algún poeta de la época. Pero en este primer momento, ^^ el progreso era sinónimo de mejoramiento material, de inno•• vación industrial... Luego el concepto de progreso se amplía y llega a comprender innovaciones de todo tipo, que se juzgan positivas y deseables. Más recientemente el término se polariza en referir comportamientos que se ajusten a determinada mentalidad autodenominada progresista. Podría pensarse que se trata de una mentalidad que propugna una serie de objetivos valiosos tanto personal como socialmente, y así el calificativo progresista podría estar justificado. Sin embargo, las cosas son muy de otra manera. Hasta podríamos afirmar que al calificar como progresistas determinadas actitudes y comportamientos se está operando una colosal manipulación del lenguaje para llegar a imponer a las palabras un significado contrario a su sentido correcto. Y lo que es más sorprendente, hacer que se admita por un gran número de personas una significación espuria. ¿No será exageración interesada afirmar que el término progreso y más aún el adjetivo progresista ha experimentado una deformación tal que resulta irreconocible? El hecho es, desgraciadamente, muy real y semejante a un fenómeno muy reciente y muy ilustrativo que parece que todo el mundo ha olvidado. ¿Recuerda el lector cómo durante casi medio siglo a los regímenes comunistas se les estuvo llamando repúblicas democráticas? Aún da un poco de vergüenza recordarlo, pero así fue. Los medios de comunicación repetían sin rubor Alemania democrática y Alemania federal para distinguirlas, por poner sólo un ejemplo. No cabe duda que se puede engañar a muchísima gente durante muchísimo tiempo. Pero volvamos al cacareado progresismo y veamos lo que hoy se quiere que signifique y cuales son los objetivos (no me atrevo a llamarles valores) que se ensalzan y se pretenden implantar. No voy a tratar uno a uno esos supuestos valores progresistas ni a ponderarlos con determinados criterios que tal vez no sean compartidos por todo el mundo. Trataré de imaginar y no hace falta gran esfuerzo lo que sería una sociedad donde se implantaran con generalidad los ideales progresistas. Como el repertorio es muy amplio y en constante expansión, elijo alguno de los objetivos progresistas más fundamentales. Empezaremos por lo que atañe a la propia existencia de la vida humana: procreación, protección y conservación de la vida humana. Hay que decir que, en este punto, se defiende someter, y en su caso, sacrificar la vida humana a la voluntad del individuo; tanto en el cuando y el cómo del nacimiento de los seres humanos, como en el modo de su generación y conservación. Es decir, la aparición en el mundo de los seres humanos, su generación y nacimiento, debe depender de los padres, o mejor aun, de la dueña o inquilinoa del vientre necesario para su gestación. También podrán engendrarse seres humanos por el método tradicional..., aunque lo realmente progresista es echar mano de todos los procedimientos de fecundación y gestación existentes y de los que se irán sin duda inventando. Mejores, por comodidad, economía, eugenesia, etc. Como ocurre, por ejemplo, y perdón por la comparación, en materia de ingeniería genética en la cría del vacuno. Por todas estas indudables ventajas, el sistema tradicional anticuado podría ser mejorado o podría ir desapareciendo progresivamente hasta resultar sólo residual. En este punto se podrían establecer múltiples variantes y matices, pero sin invalidar la ¡dea fundamental: libertad y comodidad para los usuarios de cualquier técnica de reproducción. Ah, y así también se lograría hacer progresar a las ciencias biológicas, un progreso muy progresista y nada despreciable. Hay que añadir en este sentido que una correcta lógica llevaría a unas prácticas abortivas sin limitaciones de circunstancias, plazos y trabas legales que carecerían de justificación, (de hecho, la práctica abortiva sin ningún tipo de restricciones ha sido recientemente reivindicada en España, por escrito y con la máxima publicidad, por un catedrático universitario). Pasemos ahora a otro terreno en el ámbito de las ideas progresistas: el de las relaciones interpersonales, intersexuales, familiares... También aquí la idea básica sigue siendo la misma: máxima libertad, sin más limitaciones que las que consientan los directamente intervenientes. Por lo tanto, ninguna restricción para las relaciones de placer sexual u otro placer, individual o interindividual, heterosexual y homosexual, que no estén basadas en la libre decisión o en razones de salud. Se admitiría, claro está, todo tipo de promiscuidad o prostitución voluntaria. Tampoco tendría que existir inconvenientes para simular uniones familiares mediante el reconocimiento legal de las uniones de hecho entre dos (¿o más?) individuos del mismo o distinto sexo, en igualdad de derechos y respetabilidad social con las familias tradicionales, que tampoco tendrían necesariamente que desaparecer. Estas uniones, lógicamente, podrían también establecerse entre cualquier grado de consanguinidad o afinidad, etc. En este terreno, las posibilidades y variantes son muchas y no hay razones suficientes para descartar ninguna combinación. Traslademos ahora el pensamiento progresista en cuestión al orden social y político. Debemos reconocer que en este terreno las cosas son menos sencillas. La lógica de la libertad individual a ultranza llevaría a no admitir instituciones que de algún modo pudieran coartarla. ¡Pero eso sería propugnar la desaparición del Estado y la implantación de la anarquía! Claro, esa es la dificultad. Sin embargo, el ideal seguiría siendo el mismo: abolir cualquier organización coercitiva de la vida social y que los individuos se desenvolvieran espontáneamente. De esa manera.,.¿ no se interferiría en la libre actuación de los demás? Yo creo que sí. De todos modos se podría salvar, o al menos paliar, esta dificultad por medio de la instauración de un orden social democrático. Como es sabido, la democracia es el gobierno de la voluntad mayoritaria y las minorías tienen que someterse a ella, lo que evidentemente va contra la libertad. Salvo que admitieran el juego de las mayorías, con lo que estarían queriendo lo que no querían (parece un juego de palabras, pero yo creo que se entiende). ¿Y los que no admitieran la democracia o entendieran que la democracia debe tener límites y formas de aplicación correctas, pero también puede tener formas de aplicación inconvenientes? ¿Habrían de aceptar siempre y en toda circunstancia la voluntad mayoritaria? En principio, lo progresista sería eso, y las discrepancias minoritarias tendrían que someterse y esperar su oportunidad, si es que alguna vez les llegase. ¿Y no podría formarse una mayoría que democráticamente aboliera la democracia? Parece que ha habido casos... Claro que sí, pero eso sería ya romper la baraja. Ya he dicho antes que en la vida social había dificultades e insuficiencias en el pensamiento progresista. Habrá que seguir profundizando. Al llegar a esta altura de nuestras reflexiones, alguien podría pensar: la llamada cultura progresista encierra mucha falacia, desconoce lo que de verdad es el hombre y sus aspiraciones esenciales; por lo tanto, sus pretensiones son equivocadas, negativas y hasta quiméricas. Si realmente se impusieran con carácter general, lo que resultaría sería una sociedad insolidaria, degradante y hasta sin la necesaria consistencia para perdurar. Ni siquiera sus promotores la soportarían. Afortunadamente las tesis progresistas todavía no se han implantado completamente y, aunque sus efectos negativos se dejan sentir con fuerza, aun vivimos de la herencia de un pasado no progresista que, parcialmente, sirve para contrarrestarlos. ¿Qué sería de nosotros y de los que nos sucedan si el pretendido progresismo triunfara?