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La crisis de Alemania

Johannes Kabatek

Sobre la sociedad alemana y la confusión en sus reacciones sociales, confunden las crueldades neonazis con la xenofobia, la violencia con el problema de la inmigración, etc. En la Alemania actual hay gran número de verdaderos demócratas para los que los principios constitucionales son más que meras palabras.

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Johannes Kabatek, “La crisis de Alemania,” accessed April 26, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/530.

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La crisis de Alemania

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Panorama

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Sobre la sociedad alemana y la confusión en sus reacciones sociales, confunden las crueldades neonazis con la xenofobia, la violencia con el problema de la inmigración, etc. En la Alemania actual hay gran número de verdaderos demócratas para los que los principios constitucionales son más que meras palabras.

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Johannes Kabatek

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Nueva Revista 029 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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Patriotismo, prosperidad, xenofobia La crisis de Alemania Por Johannes Kabatek sí que los alemanes no han cambiado. A lo largo de los 45 años últimos se creía cada vez más que la sociedad alemana se había convertido en una verdadera sociedad basada Aen principios democráticos y humanos. Y ahora, de repente, vemos aparecer esas imágenes de los Skinheads que marchan por las calles de las ciudades alemanas gritando Deutschland den Deutschen, Auslander raus (Alemania para los alemanes afuera los extranjeros), que admiran a Hitler y aparecen con símbolos nazis, que amenazan, que tiran cócteles Molotov a las residencias de pobres e inofensivos refugiados políticos, que propagan ideas antisemitas, destrozan cementerios judíos y que matan a pobres indefensos. El odio, en su forma más irracional y cruel, ha vuelto a aparecer en Alemania. ¡En Alemania, país cuya historia reciente debería servir de lección para todos los futuros! ¿Cómo es posible todo esto? Y ¿qué ha pasado con la Alemania democrática? ¿Cómo reacciona la sociedad ante tal barbarie? La confusión de los hechos La reacción de la sociedad alemana se caracteriza sobre todo por las confusiones: se confunden las crueldades de los neonazis con la xenofobia en general, se confunde la violencia con el problema político de la inmigración, se confunden los aspirantes al refugio político con los refugiados políticos y los extranjeros en general. Es cierto que hay relaciones entre todo, y aún más, factores como la unificación alemana, la crisis económica o la búsqueda de identidad también juegan un papel importante, pero estos factores no se deberían confundir, sino separar claramente para ser comprendidos en su conjunto. Primero hay que separar a los Skinheads de la xenofobia como fenómeno mucho más amplio y complejo y profundamente arraigado en medidas variadas* en ciertos sectores de la sociedad alemana. Los cabezas rapadas existen a nivel europeo y presentan las típicas características de los grupos de marginados jóvenes que siguen una moda cruel e inhumana en este caso sin motivos propiamente políticos y juegan con símbolos que muestran su rebelión contra los valores vigentes en la sociedad. Pero en Alemania, hay que preguntarse primero por qué estos Skinheads son tan numerosos y además por qué tienen tantas posibilidades de actuar libremente: si no se tratara más que de cuatro gatos que tuvieran todo el resto de la población contra sí, no podrían actuar durante tanto tiempo y con tanta fuerza en todo el país. En los últimos meses ha habido numerosas reacciones de cientos de miles de personas que se han lanzado a la calle a masificarse en contra de la xenofobia, señal de que la Alemania actual no se puede comparar con la de los años 30 y que en Alemania hay gran número de verdaderos demócratas para quienes los principios constitucionales son más que meras frases. Sin embargo no sólo los Skinheads, sino una parte considerable de la sociedad comparte las ideas xenófobas, y cree que Alemania debería protegerse contra la masiva inmigración (que, en realidad, no es tan masiva) para no perder su identidad (que a veces no saben definir por otro rasgo que el de ser alemanes, lo cual, en el fondo, dice bien poco). Lo peligroso de la evolución de los últimos meses es, amén de la violencia, que gran parte de la sociedad, en vez de oponerse y defender con todas sus posibilidades los valores democráticos, se calla. En la Alemania actual hay gran número de verdaderos demócratas para los que los principios constitucionales son más que meras palabras Si bien el auge del racismo y de la xenofobia se da a nivel internacional, cabe preguntarse con todo si no hay diferencias entre el racismo de Alemania, de Inglaterra, de Polonia, de Italia, de Portugal o de España. Los Skinheads se parecen en todos los países europeos. Pero como fenómeno dentro de sociedades diversas, significan cosas distintas en cada una de las sociedades. Si nos preguntamos en qué se distinguen los Skinheads alemanes de los de otros países, lo primero que hay que destacar es la situación histórica particular de este país: en Alemania, la barbarie y la crueldad en sus manifestaciones más extremas pertenecen a la historia reciente, están aún presentes en la memoria de los que las han vivido, y cada acontecimiento que hace recordar esa barbarie la actualiza, la vuelve a hacer presente, tanto desde la perspectiva extranjera como desde la propia perspectiva alemana. En Alemania se vive con el trauma del recuerdo del Holocausto, y se sabe que lo pasado siempre se puede repetir. Los propios alemanes estamos en peligro de confundir lo presente con lo pasado, como un individuo que después de un ataque psicótico vive siempre con el temor de que se repita. De este modo absurdo, el miedo a la barbarie nos acerca más a ella. En segundo lugar, hay un acontecimiento que fomenta la xenofobia a varios niveles: la unificación alemana. En Alemania oriental, no se conocían fuera de minorías totalmente marginadas e impuestas de rusos, polacos y vietnameses las otras culturas: No se conocía el Occidente, no se viajaba por los países mediterráneos, no se estudiaba en países occidentales. En Alemania oriental, ni el contacto con los otros pueblos, ni la integración europea tuvieron lugar. Además, el regimen de la RDA fue en muchos sentidos en cuanto a la organización completa de la vida cotidiana, en cuanto al estado autoritario y la ideología omnipresente y en cuanto al individuo que se disolvía en la colectividad continuadora de la dictadura hitleriana. No estaban maduros para hacerse cargo de la libertad recibida escribió Theodor W. Adorno en 1966 en el ensayo La educación después de Auschwitz sobre los alemanes de los años veinte. La frase se puede repetir ante la situación actual. Otro factor importante es la falta de una ideología nueva: los ideales perdidos no han sido sustituidos por otros. Por último, en Alemania hay quizá más que en otros países una especie de temor colectivo ante lo extraño. En el propio prejuicio de los alemanes se cree que es la organización de la sociedad real o imaginaria y la vigencia de unas normas sociales muy estrictas lo que forma la base de la seguridad del individuo dentro del colectivo y lo que a nivel económico provoca el bienestar de todos, el prestigio del Made in Germany, la fuerte posición económica a nivel mundial. Olvidando que gran parte de esta riqueza se basa en la colaboración de trabajadores de fuera y en la posibilidad de vender en el extranjero, se teme que el que tenga otras costumbres, y se comporte de otra forma, puede destruir la base de la riqueza. A veces también el que vive de forma muy estricta y organizada le tiene pura envidia al que parece más libre y espontáneo. El individuo se esconde en la sociedad hiperorganizada detrás de las normas sociales. Adorno critica en el ensayo mencionado la noexistencia de una sociedad consciente de las ventajas del contacto con el otro: La sociedad en su forma presente no se basa y esto probablemente desde hace miles de años, como se pensaba ideológicamente desde Aristóteles, en la gravitación y la atracción, sino en la búsqueda de los propios intereses contra los intereses de los otros. Y la alternativa no hay que buscarla en una utopía ingenua, sino en la comprensión de que el contacto con el otro es lo único que hace que una sociedad evolucione y se desarrolle. Patriotismo constitucional Lo que Adorno propone no es la creación de nuevos valores positivos impuestos desde arriba, no lo que él llama el carácter manipulatiEl individuo se esconde detrás de las normas. El contacto con el otro es lo único que hace que la sociedad evolucione y se desarrolle vo, no una nueva autoridad sino de acuerdo con los ideales de la Escuela de Francfort un individuo responsable por sus decisiones, un miembro crítico de la sociedad. Esto no contradice la idea recientemente formulada por Jürgen Habermas, quien, en contra de todo nacionalismo basado en conceptos como sangre, raza o linaje defiende la idea de un patriotismo basado en valores ideales prescritos en la constitución: El único patriotismo que a los occidentales no nos aliena es un patriotismo constitucional. Un lazo basado en convicciones constitucionales universales. Según Habermas, aún seguimos en Alemania dentro de los viejos conceptos de sangre y raza al definir la nación no como una comunidad del mismo destino y de las mismas ideas sino como comunidad de personas del mismo origen: a un ruso con bisabuelos alemanes se le considera alemán, mientras que a un hijo de padres turcos que lleva veinte años en Alemania y se siente alemán se le considera extranjero. La crisis económica Puede parecer ridículo hablar de crisis económica en el caso de un país que sigue figurando, desde el punto de vista económico, entre los más potentes del mundo. Pero la crisis económica, cada vez más presente en los últimos meses, tiene psicológicamente más importancia de lo que parece. Alemania ha vivido desde la guerra un crecimiento económico continuo. Cuando llegó el momento de la unificación de las dos Alemanias, el canciller Helmut Kohl prometió una unificación rápida sin subida de impuestos. Ahora se le reprocha la equivocación, pero hay que admitir que dentro de la mentalidad de 1989 se comprendía esta postura. Ya en los años 70 aparecen en Alemania las primeras noticias que anuncian el fin del crecimiento. Pero hasta hace poco, la economía las ignoraba. El crecimiento seguía, el sistema no tenía que preocuparse por el tema de la crisis. Y ahora, desde hace algunos meses, prácticamente cada día salen en los periódicos las noticias del cierre de fábricas, de la subida del paro de la falta de dinero público y de la subida de precios e impuestos: la patronal postula por vez primera desde la guerra retrocesos en los servicios sociales y la congelación de los salarios. Y el gobierno intenta camuflar la subida de los impuestos llamándola contribución de solidaridad. La crisis económica hace dudar de toda la ideología basada en el consumo y el crecimiento, sobre todo en la parte oriental, que con ansias votó a favor de la unificación esperando la participación en el mundo lujoso de la riqueza. Esta crisis está provocando una ruptura profunda en la mentalidad alemana de la posguerra. Todavía queda la esperanza de que sólo sea un episodio que termine pronto; en las últimas semanas del 92 empezaron a aparecer nuevas previsiones económicas que hablaban de la superación del bajón. Pero parece que fueron sólo las previsiones optimistas de fin de año; ya a principios de Enero salió un estudio del D.I.W. (Instituto alemán de investigaciones económicas) que habla de la economía al borde de la catástrofe. Y con la crisis económica, el problema de la xenofobia se puede agravar. No faltan argumentos de los partidos de extrema derecha para explicar todo el problema económico a través de la presencia de los extranjeros. En un panfleto reciente del partido más importante de extrema derecha, los llamados Republikaner, se compulsan los gastos para la unificación que producen las deudas del Estado y la subida de impuestos con los gastos para los extranjeros, mezclando el apoyo para los refugiados políticos con los pagos de pensión a los trabajadores inmigrantes y los pagos de paro a los extranjeros (que por su propia contribución reciben lo que les corresponde). El cotejo da dos cantidades iguales. Y la solución de los extremistas es que la crisis económica no es más que la otra cara de la inmigración. Este tipo de cuentas es muy peligroso, pues los que prenden fuego a las casas de los refugiados políticos justifican sus barbaridades a través de ellas: los cabezas rapadas se convierten así, según la opinión terrible de algunos, en héroes que consiguen resolver los problemas que el gobierno no es capaz de solucionar. Esto confirma lo que Max Horkheimer anotó ya en 1962 en un estudio sobre prejuicio y racismo, donde analiza la psicología de la xenofobia y dice que, a parte de compiejos a nivel del individuo, lo que fomenta el odio a nivel colectivo es el retroceso económico. El problema de la xenofobia nos afecta a todos. No sólo a los alemanes. Hay que tener presente que la xenofobia es, en primer lugar, síntoma de una sociedad que no funciona perfectamente sino cuando florece su economía, en tiempos de consumo y riqueza. Pero no podemos correr el riesgo de recaer en la barbarie y de olvidarnos de todos los principios humanos siempre que vienen tiempos difíciles. Una de las grandes tareas de nuestra época es la de insistir sobre principios firmes y válidos también en tiempos de crisis. Es precisamente en esos tiempos de crisis que las democracias tienen que someterse a la prueba del fuego: tienen que demostrar si se componen de verdaderos demócratas o no. Esperemos que en Alemania no perdamos la oportunidad de demostrarlo. •