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Ante una difícil situación económica

Gabriel Elorriaga Pisarik

En este periodo de 1993, la economía española se encuentra en una encrucijada, por un lado, el constante crecimiento del gasto público, por otro lado, la nueva etapa de competencia ha sorprendido a nuestros empresarios.

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Referencia

Gabriel Elorriaga Pisarik, “Ante una difícil situación económica,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/522.

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Title

Ante una difícil situación económica

Subject

El Estado de la Nación

Description

En este periodo de 1993, la economía española se encuentra en una encrucijada, por un lado, el constante crecimiento del gasto público, por otro lado, la nueva etapa de competencia ha sorprendido a nuestros empresarios.

Creator

Gabriel Elorriaga Pisarik

Source

Nueva Revista 029 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

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La recesión exige una crisis política Ante una difícil situación económica Por Gabriel Elorriaga Pisarik a economía española se encuentra en 1993 ante una nueva encrucijada. Durante los últimos cinco años, el Gobierno socialista ha optado por un modelo de crecimiento que contenía en si mismo la semilla de un conjunto de inestabilidaLdes que, como era inevitable, han terminado por brotar. De un lado, la expansión constante del gasto público ha sido la característica del período. Para poder hacer frente a su financiación, ha sido necesario recurrir a tipos de interés crecientes en un intento de atraer los recursos en manos de los ahorradores nacionales y extranjeros. Por otro, la nueva etapa de competencia ha sorprendido a nuestros empresarios. El aumento del consumo que se ha experimentado como consecuencia del crecimiento vivido, se ha canalizado básicamente hacia productos de importación, más baratos y de mayor calidad. La oferta interna ha sido incapaz de adaptarse a las nuevas circunstancias. Este panorama, con un sistema de cambios flexible, habría tenido una evolución a medio plazo perfectamente lógica. Un alto consumo de productos elaborados en el extranjero, sin un crecimiento paralelo de nuestras exportaciones, sólo se mantiene comprando cantidades crecientes de divisas para hacer frente a los pagos. La peseta debería haber ido perdiendo valor paulatinamente. Sin embargo no ha ocurrido así. Durante varios años, antes de la entrada de nuestra moneda en el Sistema Monetario Europeo (SME), la peseta dio muestras de gran fortaleza y estabilidad. Los altos tipos de interés internos en un país con un bajo nivel de endeudamiento y grandes expectativas de crecimiento, hicieron suficientemente atractivas las inversiones en España. La entrada constante de ahorro extranjero permitió mantener un abultado déficit exterior sin que esto repercutiese en el valor de la moneda. Pero la realidad de la economía es mucho más sencilla y acaba imponiéndose. No es posible consumir cantidades crecientes de bienes elaborados fuera de nuestras fronteras si no se entrega algo a cambio. Y lo que se ha de entregar son bienes y servicios de calidad, internacionalmente competitivos. La cotización de la moneda es el elemento estabilizador que, cuando se produce un desequilibrio, si funciona libremente, abarata el coste de nuestras exportaciones, encareciendo simultáneamente las importaciones, ajustándose así en todo momento las relaciones con el exterior. ¿Cómo salir de la crisis? El SME ha olvidado esta realidad. La voluntad política de estabilizar los tipos de cambio de las distintas monedas integradas se antepuso a la evolución efectiva de las economías de los países afectados. Con este planteamiento se ofreció a los gobiernos nacionales la posibilidad de mantener políticas económicas incoherentes. Expandir el gasto público sobre la base del endeudamiento puede ser una estrategia transitoria si va acompañada de mejoras en la competitividad de la economía. Si no ocurre esto último, es un camino que no lleva a buen puerto. La situación que vive en nuestros días la economía española se corresponde con bastante exactitud con lo descrito. Su falta de competitividad exterior y un sistema de cambios rígido (aunque ya lo es menos tras las devaluaciones) nos sitúan en un callejón sin salida. Abaratar los costes de los bienes producidos no es una tarea sencilla a corto plazo. Nuestra capacidad adquisitiva en el exterior es todavía grande, amparada en un valor de la peseta que todavía tiene mucho de artificial. La mejora de la competitividad de los productos españoles requiere aligerar los costes financieros y laborales de las empresas. Para alcanzar este objetivo sólo hay un camino, reducir los tipos de interés internos para lo que es necesario previamente controlar el déficit público, y flexibilizar el mercado de trabajo. Esto último, si además va acompañado de una necesaria moderación salarial, requiere el acuerdo con los sindicatos. Un gobierno agotado, como el actual, o uno en minoría, cualquiera que sea su composición, carece de los recursos políticos necesarios para implicar a todos los agentes sociales en el proceso de recuperación económica. No queda nada que ofrecer. Un presupuesto exhausto impide plantearse el intercambio de salarios y estabilidad en el empleo por beneficios derivados de los recursos públicos. Cualquier acuerdo, implícito o explícito, al que se pueda llegar tendrá como único apoyo la credibilidad del gobierno que lo respalde. Por eso hoy, más que nunca desde que se inició la transición, es necesaria una mayoría parlamentaria con respaldo suficiente. Sólo así será posible salir de la crisis. •