La canción de los misioneros

La canción de los misioneros

literatura

Reseña del libro "La canción de los misioneros" de John Le Carré.

Rafael Gómez

Nueva Revista 109 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

document/pdf

es

text

Protagoniza la intriga Bruno Salvador un joven y bienintencionado mulato, oriundo de aquella región y residente en Londres, que ejerce de traductor en lenguas africanas. Salvador, decidido a servir a la patria de adopción, presta sus servicios al departamento de Inteligencia británico y recibe con orgullo el encargo de participar en una arriesgada misión de espionaje, con peligro para su vida. Se trataba, en definitiva, de llegar a un pacto definitivo entre grupos congoleños rivales, que garantiLA CANCIÓN DE LOS MISIONEROS zara definitivamente la paz y el desarrollo JOHN LE CARRÉ en la zona. Plaza y Janés, Barcelona, 2006 Cuando las gestiones parecían orien432 páginas tadas en sentido favorable, surgen graves inconvenientes que hacen prever el frainalizadas, en la década de los años caso de las negociaciones. Bruno se ve Fnoventa del siglo pasado, las tensiones implicado, sin quererlo, en los turbios entre los dos bloques, capitalista y comumanejos tanto de los agentes ingleses nista, el tema de las novelas de espionaje como de los gestores de multinacionales parecía haber llegado a su fin. Sin embarsin escrúpulos y de políticos corruptos. go, John Le Carré que, junto a lan Fleming A través de las confidencias de los pery Frederick Forsyte, fue uno de los más dessonajes quedan al descubierto las razotacados representantes del género, ha nes que mueven crueles guerras entre las mantenido su fidelidad hacia las intrigas etnias africanas, la miseria de los pueblos de los Servicios Secretos, a los que suele bajo dominio de reyezuelos ambiciosos y fustigar con energía y decisión como ocuel egoísmo de las grandes potencias, disrre en su último relato. puestas a intervenir sólo en defensa de sus La acción se traslada al África Central, intereses económicos. el antiguo Congo belga, agitado por oscuDe modo paralelo, se desarrolla la ros intereses económicos de grandes trama argumental, densa y minuciosa en empresas que aspiran a ejercer su domilos detalles, que refleja el mundo sórdido nio en unas tierras todavía inexploradas. y deshumanizado del espionaje, que rodea HISTORIAS DE PEKÍN a los protagonistas en un clima misterioso y, en ocasiones, cruel. DAVID KIDD En el lado opuesto, Bruno Salvador Libros del Asteroide, Barcelona, 2005 representa la imagen del buen africano, 215 págs. víctima inocente de ciertas decisiones que se toman al margen de sus intereses. Dentro de este clima, el proyectado acuerdo mediados del siglo XX China vivió el entre facciones opuestas resulta ser, pura paulatino acomodamiento del comuAy simplemente, la tapadera de un fraude, nismo en el poder. Son los años en que que el joven traductor acaba por descubrir empieza a asomar la «nueva China», y se niega a secundar. encaramándose sobre los símbolos de la «vieja China» y obligándola a empequePone el asunto en conocimiento de los ñecerse, a esconderse y, finalmente, a estamentos superiores para descubrir que, desaparecer. también ellos, aparecen implicados en la conspiración. Tras sufrir acusaciones de traiEl norteamericano David Kidd llegó a ción y padecer cárcel y malos tratos, deciPekín a finales de 1946, recién licenciado de, finalmente, asentar su vida en África y con la intención de estudiar poesía china y crear allí su nueva familia, lejos de una y enseñar inglés en la Universidad de Yencivilización que, bajo capa de libertad y ching, y permaneció allí hasta 1950. democracia esconde el feo rostro de la En Historias de Pekín, versión revisahipocresía y la falsedad. RAFAEL GÓMEZ da de All the Emperors Horses (1960), el autor atesora los recuerdos de esos años turbulentos, contemplados desde la privilegiada atalaya que le proporciona su matrimonio con la hija de una antigua familia de la aristocracia china. Kidd, que años después se convertiría en un reputado coleccionista de arte oriental, rescata del olvido, una a una, estas anécdotas —el triste fin de las piedras vivientes, una fiesta de disfraces a la luz inquietante de la luna, el leve olor a sándalo y jazmín de una dama de buena familia, la sabiduría ancestral de Tía Qin o la nueva sabiduría de Hermana Mayor— con la misma delicadeza que si se tratase de antiguas porcelanas, y las almacena en anaqueles de rótulos genéricos y descon