Nueva Revista 080 > Elogio de Delacroix

Elogio de Delacroix

Marc Chagall

El autor hace referencia al perfil artístico y personal de Delacroix.

File: Elogio de Delacroix.pdf

Referencia

Marc Chagall, “Elogio de Delacroix,” accessed April 26, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2783.

Dublin Core

Title

Elogio de Delacroix

Subject

Elogio de Delacroix

Description

El autor hace referencia al perfil artístico y personal de Delacroix.

Creator

Marc Chagall

Source

Nueva Revista 080 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

Elogio de Delacroix ptir MARC CHAüAl.L Ustedes me piden que hable de Delacroix. Resulta reconfortante pensar que existen artistas como él: sólo su nombre, su obra, embellecen nuestra vida. Al conocerías, uno piensa: está bien que hayan permanecido. Entre los pintores de antaño, a mi entender, fueron en esto similares a Delacroix Watteau y Le Nain; y, en nuestros días, lo han sido Monet y Bonard, No se trata solamente de su virtuosismo, en ei que otros pintores han podido igualarles; se trata más inevitablemente la obra grabada de bien de que uno está tentado de decir Rembrandr con motivos tradicionales que su existencia aligera de alguna judíos y sorprenden por su maestría técmanera la tristeza de la vida, que nos nica, muestran sobre todo una origina líredime de su monotonía. siniâ interpretación plástica del relato De Delacroix amo el trazo, el vuelo bíblico: respetuoso con la literalidad del particular de su pincel —opuesto al texto, lleno de sencillez. Estos y otros de Gericault—; su ciencia de la comgrabados, hasta un total de 105, fueron posición; su modernidad, una cierta publicados en 1956 en una edición ilus«maldición» similar a la de Baudetrada de la Biblia, a cargo de Tériade. laire, que le hace muy próximo a Se explica que, merced a su acrecennosotros. Comprendo muy bien por tada familiaridad con el texto sagrado y qué Cezanne, aunque en secreto, la experiencia enriquecedora de los ama ha sus acuarelas. hallazgos formales, Chagall conociera Su pintura ha cultivado con éxito pocos años después, en 1961, el segundo el buen hacer de la norma académigran episodio de creatividad con conteca que caracterizó a su tiempo, el nido bíblico. En esta ocasión, su trabajo no se inició después de un viaje a la Tierra de los padres, sino que comenzó allí neoclasicismo de David y de Ingres; mismo, en la Ciudad Santa, en Jerusapero el palpitar de su pincel anuncia lén. Un año llevó a Chagall realizar el ya a Manet y a todo lo que le sigue. encargo del hospital de Hadassah de esa Y esto sin elogiar su nobleza humaciudad: las doce vidrieras de la sinagoga, na y su sabiduría, de las que hace que habrían de representar la historia, gala tanto en sus diarios como en sus las misiones y contenidos simbólicos de proféticos juicios artísticos. las doce tribus en que se dividía el enteMe confieso entusiasta de su ro pueblo de Israel. Barricada) del Barco de Dante, de Tara esta ocasión, Chagall llamó Mujeres de Aíger, de Boda judía y de junto a sí a Charles Marq, y a su mujer, tantos otros pequeños estudios Brigitte Simon, hija de una familia dedisuyos. Comprendo que hoy todavía cada durante generaciones al arte de las podamos copiar su obra, como vidrieras en Reims, y de ellos aprendió el Delacroix mismo imitaba la de detalle de la nueva técnica; hasta tal Rubens. Y sin embargo, ¡cuánto más punto, que con estos mismos Vidrieros próximo a nosotros que Rubens trabajaría posteriormente en nuevos resulta este tierno Delacroix! encargos —las vidrieras de la catedral de Reims (197374), en Chichester (1978), en Mayence (197778), etc.— Pero tampoco en esta ocasión era el virtuosismo lo que interesaba a Chagall. Ya desde su primer viaje a Francia, en 1910, Chagall había empezado a comprender que el ideal supremo al que puede aspirar un artista es que su obra se identifique con la tierra en la que vive, con su paisaje, con las gentes que la habitan. En un texto que reproducimos también aquí («Elogio de Delecroix»), el pintor judío encomiaba la obra de este maestro francés precisamente por su connaturalidad con la cultura en la que se había formado,