Nueva Revista 130 > Virutas de taller

Virutas de taller

File: Virutas de taller.pdf

Referencia

“Virutas de taller,” accessed October 7, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2674.

Dublin Core

Title

Virutas de taller

Source

Nueva Revista 130 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

220223 Virutas de taller.qxp:Layout 1 23409 12:41 Página 220Miguel d’OrsVirutas de tallerLos Papeles del Sitio,Valencina de la Concepción (Sevilla) 2007, 224 págs.Prólogo de Enrique GarcíaMáiquezIlustraciones (grabados en linóleo)originales del autorpor Aquilino DuqueESCRITORQuince codazos mal disimulados me asesta Miguel d’Orsen su delicioso libro Virutas de taller, el cuarto de los quecon el logotipo (la empresa diría Saavedra Fajardo) de unapareja de pingüinos da a la estampa el poeta Abel Feu enValencina de la Concepción. Los otros tres son, por ordende aparición, La superstición del divorciode G. K. Chesterton, Puntos suspensivosde Mario Quintana y Escoliosescogidosde Nicolás Gómez Dávila. Habría que agregarbreves entregas de poetas contemporáneos, una bonita colección de haikusy un libro excepcional, por su calidad ypor su género, a medias entre el relato, las memorias y laelegía: Las niñas del altillo, de la jerezana Begoña GarcíaGonzálezGordon.Los codazos que me asesta Miguel d’Ors los podía yomuy bien haber compartido con los otros tres autores, elinglés, el brasileño y el colombiano, si siguieran en el mundode los vivos. De hecho, el colombiano fue uno de misgrandes descubrimientos de estos últimos años y de él menueva revista· 130220220223 Virutas de taller.qxp:Layout 1 23409 08:15 Página 221virutas de tallerocupé con entusiasmo al reseñar sus Sucesivos escolios aun texto implícito, en la edición española de Altera (Barcelona, 2002). En estos Escolios escogidos(y ordenadospor temas) por el prologuista Juan Arana, es Gómez Dávila quien le da un codazo a Miguel d’Ors cuando dice: «Laiglesia absolvía antes a los pecadores, hoy ha resuelto absolver a los pecados». Miguel d’Ors acusa el golpe cuandotoma nota de que en el decálogo moderno los mandamientos se reducen a cuatro o cinco y del hecho de quela noción de pecadohaya sido desplazada por la de delito.Bien que mal, todos estos cambios los debemos al Concilio Vaticano II, y ni Miguel d’Ors ni Gómez Dávila demuestran haberse dejado ofuscar por el «humo de Satanás»de que habló Pablo VI cuando por fin se llamó a engaño.Miembros ambos de la Iglesia militante, pocas simpatíaspueden abrigar hacia el «nuevo clero (de) la Iglesia claudicante». Dos pontificados lleva ya la Iglesia tratando derecuperarse de las claudicaciones postconciliares que tanfelices hacían a sus perseguidores de siempre, y en esa línea de recuperación militante, de reivindicación de la moralfrente a ese sucedáneo equívoco de la ética, tanto Gómez Dávila en sus «escolios» como Miguel d’Ors en sus«virutas» no escatiman el arrojo ni el humor ni la libertadcrítica, una crítica tan libre que, en el caso de este último, se atreve no ya con el Antiguo Testamento, sino conel Nuevo, y dice lo que algunos pecadores hemos pensado más de una vez sobre parábolas tan aperplejantes comola del hijo pródigo y la de los obreros que trabajan de sol asol y cobran lo mismo que los que vienen a hacer meroacto de presencia al final de la jornada. No recuerdo en cuálnueva revista· 130221220223 Virutas de taller.qxp:Layout 1 23409 08:15 Página 222aquilino duquede las obras de su incendiaria juventud dice Baroja quelos patriarcas de la Biblia son un hatajo de miserables. Nollega Miguel d’Ors a esos extremos, pero la divertida semblanza que nos hace de Jacob no deja a éste en muy buenlugar ni, de paso, a su madre Rebeca. Alguna vez he pensado que el gran culpable del antisemitismo alemán esLutero, por su empeño en poner la Biblia al alcance delpueblo, y es que lo que Hitler, mal lector de Nietzsche perobuen lector de la Biblia, por ejemplo, quería hacer conVarsovia ya lo había hecho Josué con Jericó. A conclusiones muy parecidas llega Miguel d’Ors cuando lee los librosde Josué, Los Jueces, Samuel, Los Reyes, las Crónicas...En estas Virutasno pueden faltar las reflexiones sobreel eje diamantino del autor, que es la poesía, sobre la quedice cosas nada convencionales, en observaciones críticasque llegan del Barroco a los Novísimos(y Postrimerías),pasando por Rueda, Rubén, Unamuno, Villaespesa, JuanRamón, los Machado y García Lorca entre otros muchos.De éste no le gustan las metáforas gitanas y de don Antonio su «filosofía de rebotica» ni su regeneracionismo campoamorino. Notable es, por otra parte, el tributo rendidoa las artes plásticas, sobre todo en su penetrante ensayosobre Ramón Gaya, un pintor que «ha conseguido pintarel silencio». Miguel d’Ors sabe de lo que habla, pues no esciertamente un profano, como se desprende de las bellísimas xilografías que a guisa de viñetas salpican sus páginas. También está presente el amante de la naturaleza,tanto en su ameno comentario sobre las exploraciones ydescubrimientos de Thor Heyerdhal como en su rectificación al Unamuno que afirma que en la naturaleza no haynueva revista· 130222220223 Virutas de taller.qxp:Layout 1 23409 13:53 Página 223virutas de tallerhistoria. D’Ors nos habla con familiaridad y hondura deTorres Villarroel y de García de la Huerta, de Vallejo yde Borges, de José Pla y de José Mateos, y nos da la sensación de ser contemporáneo de todos ellos. Con un pocoderetraso, le brinda a Baroja la biografía de un cura navarro, capellán castrense, digno de figurar en la nómina deloshombres de acción de don Pío. Mucho habría que hablar de las teorías de D’Ors sobre la traducción poética,con ejemplos al canto, y sobre las meteduras de pata dehispanistas de nota. El análisis estilístico y morfológico quehacede los himnos tribales de Galicia, Andalucía y Asturias es desternillante. Muchos de sus párrafos son tansustanciosos y agudos como los aforismos de Gómez Dávila.Si hay que buscarle una afinidad y un parentesco conotro libro reciente, yo señalaría Advenimientos, de José Jiménez Lozano (Pretextos, Valencia, 2006).Alguna vez he dicho que la poesía no siempre tiene que ser por fuerza un «buen decir» (Garcilaso mismo),sinoque también puede ser un «buen balbucear» (SanJuan de la Cruz) o un «buen barbarizar» (César Vallejo) yme alegra que Miguel d’Ors me dé la razón a su manera.nueva revista· 130223