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Vivir para filtrar

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“Vivir para filtrar,” accessed April 23, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2647.

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Vivir para filtrar

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Nueva Revista 132 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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InternacionalVIVIR PARA FILTRAR:LA DUDOSA SAGADE JULIAN ASSANGEY SU WIKILEAKSJavier RupérezMás allá de las interpretaciones políticas, la estrategia de JulianAssange constituye también un ejercicio de exhibicionismo y explota la tendencia social a levantar las confidencias y airear los secretos. Pero detrás de esta hábil maniobra no se oculta ningún interés político, sino un intento de verter la sombra de la sospechasobre el Departamento de Estado que crea inevitablemente desconfianza enlos ciudadanos y cubre de desprestigio a las instituciones políticas.Según el prestigioso semanario The New Yorker, JulianAssange, el fundador y animador de Wikileaks, tiene escrito, aunque no parece que haya llegado a publicarlo, unborrador programático titulado «La conspiración comogobierno», en el que, intentando describir los propósitosque guían sus actividades, afirma que «el gobierno ilegitinueva revista· 132141javier rupérezmo es por naturaleza conspiratorio, el resultado de las acciones de funcionarios en secreto colaborativo trabajandoen detrimento de una población». Siempre según el NewYorker, Assange mantiene que «cuando las líneas de comunicación interna de un régimen son interrumpidas, lacorriente de información entre los conspiradores debe reducirse y como consecuencia, cuando la corriente quedareducida a la nada, la conspiración desaparece». Subrayael New Yorker:«Filtraciones como instrumento de la guerrade la información» (Raafi Khatchadourian, «No secrets»,en The New Yorker, 7 de junio 2010).Con esas y parecidas logomaquias, en las que tampocosuele prodigarse demasiado, el australiano de pelo albino,faz aniñada y costumbres harto licenciosas —según lanada puritana fiscalía sueca—, pretende justificar lo quede otra manera y en otros términos hubiera sido simplemente clasificado como anarquismo exhibicionista. Máslo segundo que lo primero, dicho sea en honor de la verdad, porque más allá de un manifiesto deseo de aparecercomo el apóstol maligno capaz de destruir los pilares delorden establecido, pocos son los balbuceos salidos de suboca en los que hallarse pudiera un rasgo ideológico, undiseño político, una intuición organizativa. Como a cualquier adolescente mal educado —y Assange, aunque deello no sea responsable, lo es—, lo que le priva es la destrucción por la destrucción, sin importarle los medios olas consecuencias. Al final de sus acciones no hay modelosalternativos, por utópicos que resultaran, o propuestas decambio, por revolucionarias que fueran. No hay nada. Nohay ninguna otra cosa que no sea Assange.nueva revista· 132142vivir para filtrar¿Y quién es Julian Assange? Un hacker, un especialistaen entrar fraudulentamente en los sistemas informáticos,un violador convicto y confeso de la privacidad electrónica —y de otras privacidades también, siempre según lafiscalía sueca— de los demás, un delincuente digital queutiliza sus habilidades de la misma manera que los anarquistas de tiempos pasados y los terroristas de tiempospresentes utilizaban y utilizan los explosivos para subvertir la realidad institucional circundante. Rodear sus acciones del halo heroico que correspondería a un Robin Hoodde los tiempos modernos equivale al endoso de las acciones criminales de aquellos que frente a un ordenadorpractican la más extendida de las piraterías contemporáneas. Hace falta un portentoso caudal de ingenuidad o decinismo para, en nombre de la legalidad, oponerse a lasdescargas no autorizadas en la red y al mismo tiempo, ennombre de una peculiar y meliflua moralidad, considerar que Assange está prestando un desinteresado servicioa la humanidad. Y esa contundente afirmación seguiríasiendo cierta aun en el caso de que el australiano hubieracontribuido con sus acciones a desvelar secretos inesperados y graves. Mal que les pese a sus no muy abundantesseguidores, nadie, ni siquiera Assange, está por encima dela ley.Wikileaks explota hábilmente la natural tendencia delos humanos a bucear en la confidencialidad y a digerircualquier teoría conspirativa. Los mismos que en nombrede la razón niegan la divinidad y su manifestaciones, estándispuestos a leer ávidamente y por millones de ejemplareslas bien urdidas estupideces de Dan Brown o a esperarnueva revista· 132143javier rupérezde las filtraciones de los telegramas del Departamento deEstado americano las claves arcanas de la evolución delmundo. En la época de la globalización, dicen, la transparencia se impone y nada, por escondido que resulte, debequedar oculto a la mirada inquisitorial de los ciudadanos.Assange sería el autonombrado oficiante de la ceremonia,el investido con poderes superiores para revelar a los humanos lo que los dioses habían querido esconder, el liberador por excelencia de la oprimida raza humana. Unagran falacia.Porque nadie, ni el más empedernido participante enlas «redes sociales», podría mantener con seriedad quefuera necesario abolir de las relaciones humanas, públicaso privadas, el factor de la reserva, la confidencialidad o elsecreto. La mejor de las demostraciones del aserto se encuentra en el mismo Julian Assange, personaje empeñadoen desvelar las interioridades de los demás mientras guardapara sí mismo —menos ahora que antes, cierto es, desdeque la justicia le sigue los pasos, y no siempre por desvelar secretos— una pesada sombra de ambigüedad y evasivas. De la misma manera que nadie en sus cabales deseaver expuestos a la cruda luz pública sus conversacionesprivadas, con el convencimiento exacto de que el ámbitode la privacidad es imprescindible para la adecuada evolución de las relaciones humanas y del respeto que merecen, los contactos entre entes públicos nacionales o internacionales para buscar acuerdos, solucionar problemas,estrechar alianzas o planificar acciones individuales o conjuntas necesitan de la confidencialidad para madurar, evolucionary fructificar. Insinuar que todo lo confidencial esnueva revista· 132144vivir para filtrarpunible o que toda autoridad es ilegitima, las justificaciones de Wikileaks para sus cruzadas, revela un propósitotan delirante como dañino, y posiblemente enloquecido.Suficientes instrumentos tienen las sociedades democráticas a su alcance como para investigar delitos y perseguira sus perpetradores, incluso cuando se encuentren ocultos, como para confiar tan delicada tarea en el «sheriff»sin ley conocida que tan bien encarna Assange.El fundador de Wikileaks quiere justificar sus accionesafirmando que su misión es «exponer la injusticia a la luzpública, no la de facilitar una descripción equilibrada deacontecimientos». Según una invitación a eventuales patrocinadores que circuló en 2006, «nuestros objetivos principalesson los regímenes gravemente opresivos de China,Rusia y Asia Central, pero esperamos poder prestar asistenciaa todos aquellos en el oeste que desean revelar conductas inmorales o ilegales en sus gobiernos y corporaciones». Assange piensa que «un movimiento social dedicadoa revelar secretos puede acabar con muchos gobiernosque se basan en la ocultación de la realidad, incluyendo elgobierno americano» (The New Yorker, art. cit.). Pero apesar de tanedificantes intenciones por lo que respectaa regímenes dictatoriales, las únicas informaciones quehasta ahora ha facilitado Wikileaks provienen de mediosoccidentales, fundamentalmente americanos, y tiene sistemáticamente origen en individuos que parecen estar guiados más por un afán de venganza que por las motivaciones altruistas del tipo de las que Assange menciona. Y enla selección de las revelaciones que recibe no muestra criterio selectivo, espíritu analítico o contención aconsejadanueva revista· 132145javier rupérezpor algún tipo de prudencia. Todo sirve, sobre todo cuando se trata de desplegar informaciones que afectan al gobierno de los Estados Unidos: vídeos de ataques militaresen Irak, planes de despliegues tácticos en Afganistán,identificaciones de la seguridad social de los soldados militares desplegados en ambos países, telegramas enviadospor las embajadas americanas al Departamento de Estado. Los medios de comunicación convencionales que hanpactado con Assange la publicación de las filtraciones deWikileaks han tomado algún cuidado —en parte seguramente guiados por la mala conciencia derivada de la patente ilegalidad de la fuente— para borrar nombres o esconder pistas que pudieran poner en peligro la seguridadde gentes e instituciones. Pero para Assange esas sutilezasmorales no existen: la posibilidad de que personas mueran como consecuencia de la diseminación de sus informaciones debe ser tomada como un «daño colateral» —eltítulo que el escogió para el vídeo sobre el ataque de unhelicóptero americano contra terroristas en Irak, que porerror acabó con la vida de civiles—, admitiendo la posibilidad de que los miembros de Wikileaks pudieran tener«sangre en las manos» (The New Yorker, art. cit.) Todo sirve, es decir, todo lo que los filtradores primarios le suministran. No hay un propósito delimitador, ni una voluntadexplicativa, ni una descripción del contexto, ni una lecciónsobre las consecuencias. Assange concede valor en sí a lamisma filtración, con independencia de su contenido, yeso provoca la turbia atención que recibe y su misma fragilidad: vale lo que vale algo tan aleatorio como el filtrador y su producto.nueva revista· 132146vivir para filtrarLleva ya más de un lustro Assange dedicado a su peculiar negocio y a pesar de algunos «éxitos» aislados —el delhelicóptero había sido el más sonado— su evidentementehinchado ego soportaba mal que ningún gobierno, y menosel de los Estados Unidos, hubiera caído como consecuencia de sus acciones. La Casa Blanca sigue en su sitio y suinquilino dispuesto a seguir habitándola hasta al menos2012, cuando lleguen las próximas elecciones, pero Wikileaks y su fundador adquirieron la fama que hasta entoncesse había mostrado algo esquiva cuando a finales del año2010 cinco conocidos medios escritos —The GuardianenInglaterra, Le Mondeen Francia, Der Spiegelen Alemania, The New York Timesen los Estados Unidos y El Paísen España— comenzaron la publicación de la mastodóntica cantidad de 250.000 comunicaciones de confidencialidad diversa enviadas por las embajadas americanas alDepartamento de Estado en Washington durante un periodo mal definido pero que parece comenzar en el año2004 y llegar hasta tiempos muy recientes. Para la exactacomprensión del tortuoso camino que desembocó en lapublicación de las filtraciones —a lo que parece debidasa un sargento de ejército americano de nombre Manningque trabajaba en Bagdad en el centro de comunicacionesdel gobierno USA— resulta sumamente ilustrativo la lectura del artículo que Vanity Fairpublica en su edición defebrero de 2011 bajo el titulo «Wikigate» y firmado por Sarah Ellison. Debería estar dedicado a todos aquellos quetodavía dicen creer en la santidad del australiano.Los telegramas al Departamento del Estado han sidopresentados a la opinión pública por los medios escogidosnueva revista· 132147javier rupérezpor Assange para que vieran la luz como un momento definitorio y radicalmente nuevo en las relaciones internacionales. En la lógica que acarrea la necesidad de la ventadel producto— que seguramente ha tenido también suprecio, es difícil imaginar a Assange entregándolo sin previa compensación— los agraciados han llegado a mantener que con la masiva filtración se abría una nueva era enlas relaciones internacionales. Es ocioso añadir que la palabra «transparencia» es la que mejor describiría esa gozosa epifanía.No cabe negar la expectante curiosidad que merecenlos susodichos telegramas. Al fin y al cabo, ¿quién es insensible al morbo que supone asomarse a las opiniones,comentarios y recomendaciones de los diplomáticos americanos esparcidos por todo el mundo sobre personajes,personajillos y sucedidos varios del país en que están desempeñando sus funciones? Es la cueva de Alí Baba de loscotillas, el sueño de los aficionados a las novelas de espías,el paraíso de los varios antiamericanismos que en el mundo son, la respuesta a la nunca adecuadamente respondida demanda: todo lo que usted quiso saber sobre lo quetraman los diplomáticos americanos y nunca se atrevió apreguntarlo.Resulta sin embargo que, hasta el momento, la granceremonia del cotilleo universal no ha revelado nada queestudiosos casuales del comportamiento internacional delos Estados Unidos no pudieran haber supuesto e inclusodescrito con claridad: que Washington está preocupadocon la proliferación nuclear en Corea del Norte y en Irán,que las cosas con Karzai en Afganistán no están del todonueva revista· 132148vivir para filtrarclaras, que la opinión de los enviados de Washington sobre el venezolano Chávez es manifiestamente mejorable,que en varios países del globo la corrupción y la falta delibertad bloquea las aspiraciones populares, que el gobierno americano sigue con preocupación las manifestaciones del terrorismo de raíz islámica allá donde se producen. Y si de los métodos para obtener la información setrata, los diplomáticos americanos no pueden resultarmás convencionales y respetuosos: se reúnen con gentesdiversas, explotan ciertamente la facilidad de acceso quetienen al venir de donde vienen, pero no dan indicio alguno de conducirse con prepotencia o falta de educación.Hacen lo que haría cualquier otro diplomático, de maneraque ningún observador avieso podría acusarles, tal comose desarrollan los famosos telegramas, de practicar unadiplomacia imperial, opresiva o avasallante. Si Assangeencontrara un sargento Manning que le facilitara los cables confidenciales de cualquier otro país occidental nosencontraríamos con la relativa sorpresa de que dicen asus cancillerías más o menos lo que los diplomáticosamericanos dicen a la suya. Poco cabe presumir de unarevolución copernicana en las relaciones internacionalesen la estela de Wikileaks, algo así como el antes y el después de Assange, mal que al australiano le pese. A no serque en algunos de los centenares de miles de cables todavía no publicados se encontrara la revelación del arcanoque nos golpeara con la fuerza de un nuevo Pentecostés.Cabe dudarlo.Y no es que Assange carezca de méritos: ha conseguido crear un embarazo monumental en el Departamentonueva revista· 132149javier rupérezde Estado. Porque aunque nadie haya podido levantar lavoz para denunciar abusos, expresar alarma o manifestarquejas, lo cierto es que la publicación de conversacionesque han sido mantenidas en el ámbito de la confidencialidad arroja una luz dudosa sobre los sistemas de precaución del que recibe las confidencias y crea inevitablementedesconfianza en el que las ha facilitado. ¿Con qué cara habrá recibido el presidente de Yemen la noticia de que habíapedido a los americanos que las incursiones antiterroristas de éstos le fueran cargadas al haber de su cuenta política, para evitar aparecer como excesivamente complacientecon la presencia militar americana en el país? ¿Y quéhabrá pensado el rey saudita al ver negro sobre blanco envarios periódicos internacionales su deseo de que Washington«cortara la cabeza» de la serpiente iraní? Y tantos ytantos otros, que por razones múltiples estimaron positivotomarse un té o un whisky con el embajador americanode turno sin sospechar que con el tiempo su conversaciónsería objeto de maliciosa publicidad en varios lugares delmundo.De manera nada paradójica, lo que sí va a conseguirAssange es que los sistemas oficiales de comunicación delas agencias americanas refuercen sus sistemas de seguridad y en la medida de lo posible impidan la aparición denuevos Mannings. El sargento en cuestión y la historia nodeja de tener sus aspectos sarcásticos, tenía acceso a loscables diplomáticos como consecuencia de los arreglosaplicados en las comunicaciones de las agencias gubernamentales americanas después de los atentados terroristasdel 11 de septiembre de 2001, para evitar que la comparnueva revista· 132150vivir para filtrartimentalización de cada una de ellas impidiera aprovecharlas informaciones que por separado habían acumulado,con el catastrófico resultado que se recuerda. Vaya con latransparencia. Los beneméritos esfuerzos del albino australiano han acabado con su viabilidad. ¿Volveremos quizás a las catástrofes de antaño, ahora que el Pentágono noCIA, consabe lo que sabe el Departamento de Estado y la FBI?más razón que antes, seguirá sin confiar en el Pero esos temas para Julian Assange y Wikileaks sonmateria inerme. Porque ahora el glorioso defensor de latransparencia universal tiene que convencer a los juecesbritánicos para que no le extraditen a Suecia dónde, ¡ohmaldición!, unas locales desaprensivas quieren llevarle alos tribunales por haber abusado de ellas en la intimidadsexual. ¿Será posible? ¿El desfacedor de los entuertos delimperio acusado de bajos contubernios lujuriosos? ¿Quiénse atreve a tan espantoso desmán? ¿No serán acaso las taCIA? les suecas agentes de la nueva revista· 132151