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Que representa el teatro hoy

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“Que representa el teatro hoy,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2644.

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Que representa el teatro hoy

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Nueva Revista 132 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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¿QUÉ REPRESENTAEL TEATRO, HOY?JoséLuis García BarrientosEstadísticas recientes permiten romper una lanza por labuena salud del teatro en nuestra sociedad. Crece, al parecer, el número de sus espectadores mientras que disminuye el de los del cine. Muchos profesionales desconfían(¿Se deberá solo al boomde los musicales en régimende franquicia?). Con ese dudoso optimismo como telón defondo y explotando la polisemia de «representar», la pregunta del título afronta el panoramaproblemático quepresenta el teatro actual: en el campo literario parece pintar cada vez menos; en el más amplio de la ficción o de ladiversión choca con la competencia desigual del cine y seenfrenta casi inerme al desafío de las nuevas tecnologías.Para colmo, parte del teatro más renovador o vanguardistapretende no representar nada. Y, por fin, el que no renuncia a representar, ¿qué es lo que representa?1. Durante mucho tiempo y hasta hace muy poco seha venido encuadrando el teatro en el campode la literatura. Pues bien, si nos preguntamos qué representa hoyen ese campo, o sea, qué lugar ocupa en el canon de losgéneros literarios, la respuesta será desoladora. Y más aúnsi se compara con la posición privilegiada que ha ocupadoen el pasado, durante siglos.nueva revista· 13264¿qué representa el teatro, hoy?En la larga y fecundísima tradición clasicista, esto es,XIX,de la Antigüedad grecolatina hasta bien entrado el siglo y a partir sobre todo de la Poéticade Aristóteles, el teatrose considera el género literario por excelencia, la manifestación más alta, exigente y perfecta de la «poesía». Nosólo las poéticas clásicas, renacentistas o neoclásicas, dela de Aristóteles a la de Martínez de la Rosa (1827), centran en el teatro su doctrina, sino que las revolucionesmás o menos anticlasicistas, como la de Lope de Vega ola de los románticos alemanes o franceses, o el Discursode Durán (1828) entre nosotros, se plantean sobre todoXIXla potambién en el ámbito del drama. Hasta el siglo lémica literaria por antonomasia es en nuestra cultura lapolémica sobre el teatro.El muy profundo cambio de valores que se produce apartir del Romanticismo, y en el que seguimos todavíainmer sos, conducirá a la pérdida de la hegemonía del teatro como género literario, en beneficio de la lírica y de lanovela.La poesía será a partir de entonces el modelo sublime de la dicción literaria y la narrativa el prototipo dela literatura de ficción. El teatro no ha dejado de perderterrenodesde entonces. Es cada vez más raro, por ejemplo, encontrar en las convocatorias de premios literariosuna modalidad de teatro: o desaparece en beneficio de losdos géneros canónicos o, lo que es todavía más significativo, resulta desplazado por nuevos géneros emergentes,como el ensayo o el periodismo.Lo sorprendente es que el teatro mismo parece tanempeñado en renegar de la literatura como la literaturaXXlaen desembarazarse de él. Y es que durante el siglo nueva revista· 13265joséluis garcía barrientospuesta en escena conquistó, en una auténtica guerra deliberación, suplena autonomía como arte, frente a unaconcepciónque reduce el teatro a una forma de literaturay considera el espectáculo un arte auxiliar e híbrido. Seentiende que para combatir el prejuicio literario hubieraque afirmar, sin pararse en matices, los principios opuestos. Pero se entiende menosque, a estas alturas, muchosescritores de teatro —y escritores hasta la médula: piensoen Javier Daulte o en Rafael Spregelburd—afecten desdeñar el carácter literario de sus textos y los presentencomo meros «guiones»para la representación. Yo creoque hay mucho de pose; aunque sea cierto que casi todosellos son a la vez directores, actores, hombres de teatro.¿Y no lo eran acaso Shakespeare o Molière?Entiendo, en fin, que una vez ganada esa guerra justa,el teatro no tiene por qué optar entre ser literatura oespectáculo; puede reconocerse en la realidad más compleja y completade ser espectáculo yliteratura. Ciertamente,el teatro no es sóloliteratura, pero es literatura también. Y lareconquista del terreno perdido en ella debiera ser una deXXI.las tareas pendientes para el teatro del siglo 2. ¿Cabe esperar, para no sucumbir al pesimismo, queel teatro disfrute de una posición más desahogada en el ámbito menos estrecho y sacralizado, más popular, del mercado de la diversión, de la industria del entretenimiento y,en particular, de la que ofrece representaciones de mundosimaginarios? También en este espacio de la ficción cuentala literatura con su parcela, sin duda minoritaria, dentrode la cual el teatro ocupa una exigua celda(basta pensaren el lema de la Feria del Libro Teatral: «El teatro tamnueva revista· 13266¿qué representa el teatro, hoy?biénse lee»). Pero es la ficción audiovisual la que proporciona en nuestra sociedad la mayoría de esas incursionesen paralelos universos de irrealidad que al parecer necesitamos. ¿Y qué papel representa en ella el teatro,considerado ya como espectáculo?De nuevo, la situación actual contrasta con la del pasado, en este caso inmediato. Es sintomático que puedaextrañarnos tanto ellugar sobresaliente que ocupaba elteatro hace poco más de medio siglo en el mercado de ladiversión. En tiempos de la Segunda República y hastabastante después era todavía el más habitual entretenimiento de las masas. Y los dramaturgos han sido hastahace muy poco los escritores que más rendimiento económico sacaban a su obra, los que más espléndidamente hanvivido de su pluma.Es esto lo que ha cambiado de raíz en las últimas décadas.Y es este concepto de teatro como suministrador deexperiencias de evasión imaginaria el que ha sufrido el imXXpacto, real, de los cambios producidos durante el siglo en el universo de la comunicación;el que vive por eso unacrisis nueva, histórica, no esa supuesta eternacrisis delteatro que suelen esgrimir los optimistas... o los inmovilistas. Sin duda el cine ha venido a ocupar ese lugar del queha desalojado al teatro. La televisión no hace, en el terreno de la ficción, sino ofrecer un canal más accesible al consumode productos que son en definitiva cinematográficos,ya sean películas, series, culebrones, comedias de situación, etc.La presión del cine empuja al teatro, desde el centro,hacia dos extremos capaces de proporcionarle una ciertanueva revista· 13269joséluis garcía barrientossupervivencia, aunque precaria: el de la ópera y el de lascatacumbas. De una parte, el teatro opulento, de presupuesto astronómico, de repertorio clausurado, engolfadoen el círculo de las diferentes interpretaciones; teatro necesariamente subvencionado, conservado como bien cultural, en peligro permanente de extinción; teatro de museo,con cierto tufo de necrofilia; teatro necesariamente público, pero cerrado al público, al gran público, por naturaleza antipopular, elitista, etc. De otra parte, y enfrente, elteatro menesteroso y casi mendicante, subprofesional, alternativo (¿a qué?), casero (ya literalmente realizado comoteatro a domicilio), siempre incipiente; teatro puro a veces, que bebe en las fuentes del rito, de la palabra esencial, de la presencia real; otras, simplemente pobre, etc.Estos dos modelos opuestos comparten al menos la debilidad que los hace incapaces de procurarse el sustento(uno por exceso, el otro por defecto de producción), decompetir en el mercado abierto del ocio, del entretenimiento, de la ficción.Es fácil, por otro lado, comprender las decisivas ventajas prácticas que comporta el hecho de que el cine seaalgo escrito, enlatado, transportable y reproductible hastael infinito —basta pensar en las posibilidades de amortización prácticamente ilimitadas con que cuentan sus gastos de producción, por descomunales que sean—; frentea la desventaja inversa que supone para el teatro el ser actuación, pues «no se puede tener al mismo tiempo unaactuación en vivo y una distribución barata y fácil», enpalabras de J. M. Coetzee. Basta pensar en esto: puedoser espectador del cine que se produce en todo el mundo;nueva revista· 13270¿qué representa el teatro, hoy?pero solo del teatro que se representa en mi ciudad. ¿Seráesta situación desfavorable susceptible de modificacióngracias a las nuevas tecnologías? ¿Y a costa, o no, de renunciar el teatro a ser lo que es, actuación en vivo y endirecto?3. Porque ya no es tanto el cine, que empieza a sonara cosa del pasado, el que desafía al teatro, sino las nuevastecnologías las que los desafían a los dos. Y la primera impresión es que el teatro ha sido hasta ahora casi impermeable alas innovaciones técnicas.Sin menospreciar la importancia de los cambios que jalonan su historia, tanto la representación teatral como los textos dramáticos permanecensustancialmenteidénticos en los últimos dos mil quinientos años, de los griegos a hoy mismo.Así, y muy particularmente, la escritura, el cambio cultural más decisivo enla historia de Occidente y quizás de la Humanidad, de sucuestionamiento en Platón al hito definitivo de la imprenta,no acabó con la representación teatral, no redujo el teatroa libro, como sí hizo con la épica y su recitado o con la lírica y su canto.Tampoco da la impresión de que la aparición de nuevos medios espectaculares como el cine y la televisiónhaya propiciado que el teatro se vacíe —desapareciendo ydescansando—en ellos; al contrario, el teatro parece empeñado en distinguirse, reclamando su propia identidad,afianzándose en el hecho diferencial de ser eso, teatro:pureza o tozudez que implica dureza, resistencia, perotambién quizás fragilidad.Llegamos así al planteamiento de la cuestión. Las nuevas tecnologías, de naturaleza informática o digital, ¿suponueva revista· 13271joséluis garcía barrientosnen una amenaza o una ayuda para la pervivencia del teatro como tal? ¿Presagian el comienzo de un nuevo teatro,capaz de explotar esas tecnologías en su propio beneficio,como hizo en su momento con la luz eléctrica, por ejemplo? ¿O anuncian el final del teatro como teatro, su conversión en otra cosa?No me refiero aquí a un grado de permeabilidad quedoy por amortizado para la discusión,el de la incorporación instrumentalde las nuevas tecnologías, como en elcaso de la luz eléctrica. Es ya muy notable, por ejemplo,el aprovechamiento que grandes teatros, como el Metropolitan, hacen de la red para la difusión de sus espectáculos.Y en no mucho tiempo tendremos seguramentetoda lacartelera teatral del planeta al alcance de nuestra conexión.Pero de momento la distancia entre asistir en vivo auna representación y seguir ante la pantalla su transmisión en directo es tan considerable que pone en evidenciala frontera entre lo que es teatro,lo primero,y lo que nolo es. Con el tiempo, esa distancia se podrá acortar por eldoble camino de poder mirar el espectáculo como siloviera con mis propios ojos y de poder establecer un contacto comunicativo con los actores y con los demás espectadores como siyo mismo estuviera allí presente (y ellostambién), es decir, por el camino de la inmediateztantode la visión como de la interacción. ¿Hasta llegar a anularesa distancia, a reducir a cero la mediación perceptiva ycomunicativa?Los medios habrá que buscarlos en las nuevas tecnologías y quizás en las menos relacionadas a priori con elmundo del espectáculo. Para calibrar la dificultad que ennueva revista· 13272¿qué representa el teatro, hoy?traña basta caer en la cuenta de lo que implica esa dobleinmediatez: la actuación teatral tiene que producirse sinque exista mediación alguna entre el mundo ficticio y elespectador, queasiste a él, que lo ve con sus propios ojos,de una parte; y de otra, mediante el contacto directo, vivoy cercano entre actores y espectadores, que deben estarsiempre al alcance de la mano, en interacción constante yabierta, espontánea, no canalizada de ninguna forma; loque exige hoy por hoy la presencia real de actores y espectadores, la necesidad de que compartan un mismo espacio real. ¿Podrán las nuevas tecnologías propiciar unencuentro idéntico o con idénticas consecuencias, perovirtual, en el ciberespacio, a distancia o en ausencia realde los sujetos?Las vías de realización que puedo imaginar un poco deoídas resultaron confirmadas por el Dr. Guillermo Foladori, que investiga en la Universidad de ZacatecasRelansNT). En un encuentroen el campo de la nanotecnología (fortuito, tan insólito como interesante y grato, en el que laperiodista Lil B. Chouy nos entrevistó al alimón en suprograma «Tiempo presente» de Radio Oriental, en Montevideo, el 14 de abril del 2009, tuve ocasión de plantearle la cuestión y su respuesta fue del todo afirmativa.No sólo será posible, al parecer, colmar en el teatro labrecha que separa todavía la presencia real y la virtual,sino que la tecnología necesaria está casi al alcance de lamano. Cuesta imaginarlo. Pero pensemos, por ejemplo,en las operaciones quirúrgicas que ya se realizan a distancia, en las que el cirujano toca —¿realmente?—el cuerpodel enfermo con la máxima precisión requerida. Y si haynueva revista· 13273joséluis garcía barrientosun sentido que parece no poder prescindir, como el teatro, de la presencia reales precisamente el tacto...4. Hasta aquí algunos problemas que comparecen antela pregunta de qué representa el teatro hoy en el sentidode qué lugar ocupa o qué papel desempeña en nuestracultura. Es hora de asomarse siquiera a lo que puede remover esa pregunta en el sentido, más literal, de qué es loque el teatro pone en escena hoy.Lo más llamativo y chocante en este sentido es quebuena parte del teatro actual más renovador o vanguardista (pensemos en Rodrigo García o Angélica Liddell) seidentifica con la pretensión de no representar nada. Es loque HansThies Lehmann ha bautizado como «teatro posdramático»,marbete que ha hecho fortuna, quizás por loconfuso del concepto. De lo más claro que dice de él esque «se inscribe en una dinámica de la transgresión delos géneros. La coreografía, las artes plásticas, el cine desde luego, las diversas culturas musicales, lo atraviesan ylo animan». Danza y performanceson sus manifestacionesideales.(¿Y del teatro, qué?)El problema es la pretensión posdramática de desactivarprincipios demasiado inherentes al teatro, los de imitación,representación o ficción, en realidad el mismo. La ausencia,literalmente mortal, de estos principios se pretende llenarcon la «expresión de la realidad por la realidad misma, no porsu imitación», en palabras de Tadeusz Kantor más sugerentes que realizadasen sus espectáculos, en los que el planodramático o ficticio puede estar debilitado en beneficio delo plástico y de la ceremonia,pero no ha desaparecido enabsoluto. Y lo mismo digo de «Grüber o el eco de la voz en elnueva revista· 13274¿qué representa el teatro, hoy?espacio»; pero voz dramática del personaje dramático en elespacio dramático. Y, en otro sentido, de «Wilson o el paisaje»:si el suyo es «un teatro de las metamorfosis», ¿acaso noes metamorfosis todo teatro, como dijera Nietzsche?Por otra parte, «la irrupción de lo real» no es rasgo diferencial del teatro posdramático, sino requisito esencialdel teatro sin más, de todo teatro y desde siempre. Lo mismo que ser «acontecimiento» o el carácter «concreto» o la«corporalidad», etc. Lo nuevo es, en todo caso, la autonomía de estos principios, o sea, en lugar de qué se ponen;no qué afirman sino lo que niegan, lo que intentan desplazar, que es la otra cara del teatro, la ficticia o «ausente». El énfasis en la presencia del cuerpo real liquida laficción del personajeficticio que en el teatro se funde conaquél; lo que conduce a un reduccionismo que es empobrecimiento y simplificación. Es como renunciar a losusos metafóricosy limitarse al uso literal de las palabras.Qué aburrimiento. ¿Autonomía de la puesta en escena(hace tiempo ganada) o puesta en escena de la nada?Conviene recordar que, llevada a sus últimas consecuencias,esta glorificación de la simplerealidad desemboca demasiadas veces en la trivialidad o en el horror: los realityshowso las snuff movies. En arte y en teatrose trata másbien de juegos(de manos) con la realidad, que tienen quever con «la permutación de la obra en un proceso inaugurado por Marcel Duchamp con lo «real» del urinario». Entrela provocación (tan gastada) y el aburrimiento (siempre renovado).5.La buena noticia es, para concluir, que el teatrodramático —valga la redundancia— sigue vivo y biennueva revista· 13275joséluis garcía barrientosvivo. Es más, otra vuelta de tuerca lleva apensar que elacelerado desarrollo de la tecnología terminará, de formaparadójica, por acortar la vida de los espectáculosgrabados, como el cine o la televisión, y por alargar la de las actuaciones en vivo, como el teatro. A lo largo del siglo XXIes más que probable que desaparezca el cine como espacio público y que la televisión sucumba al desarrollo de larealidad virtual; pero el teatro seguirá colmando la necesidad de experimentar sensaciones realmente vivas.La pregunta de qué representa el teatro actual que representa algo, o sea, el teatro sin más, abre un panoramatan inabarcable que no se puedeabordar aquí. Si hubieraespacio suficiente, cabrían solo algunas notas al pie, siempre parciales, al hilo de la propia experiencia; por ejemplo, qué queda del «teatro épico» hoy,o si el teatro sigue,de la forma que sea, siendo espejo de la realidad, o quévanguardia queda después de las vanguardias...Pero nohay lugar.Y la única respuesta escueta—cierta aunque imprecisa—a la pregunta es «todo». El teatro sigue dándole vueltas a los temas de siempre, que estrenaron los griegos:lamuerte, la familia, el amor, el estado, la libertad, la guerra...;debatiendola actualidad, reviviendo la historia y hasta anticipando el futuro.La verdadera respuesta no está flotando en el viento,como cantó Bob Dylan, ni en mis palabras, que no van másallá de amplificar, como ondas expansivas, la pregunta. ¿Quérepresenta el teatro,hoy? La respuesta genuina y gozosase encuentra en los teatros: Vayan, pasen y vean. nueva revista· 13276