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Nueva Revista, año XV

Antonio Fontán

Sobre el quince cumpleaños de Nueva Revista, un breve resumen de lo acontecido a lo largo de ellos desde sus inicios.

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Referencia

Antonio Fontán, “Nueva Revista, año XV,” accessed April 19, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/253.

Dublin Core

Title

Nueva Revista, año XV

Subject

Una efeméride señalada

Description

Sobre el quince cumpleaños de Nueva Revista, un breve resumen de lo acontecido a lo largo de ellos desde sus inicios.

Creator

Antonio Fontán

Source

Nueva Revista 091 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

UNA EFEMÉRIDE SEÑALADA Nueva Revista, año XV por ANTONIO FONTÁN on este número 91 Nueva Revista inicia el año quince de su exisCtencia. Quince años, decía el historiador romano Tácito, son un espacio bastante considerable para la vida de los mortales. En sus ensayos sobre las generaciones en la historia, Ortega articulaba de quince en quince años los tramos de vigencia de cada una de ellas. Pero hay también otros precedentes más modestos y corrientes. Por ejemplo, la aplicación de este método «quindenial» a la medición de la existencia humana, que practicaban los antiguos romanos en momentos tan señalados como el de la proclamación de la mayoría de edad de sus ciudadanos, precisamente a los quince años, con diversas ceremonias que solían celebrarse el diecisiete de marzo en el transcurso del festival de los «juegos liberales». Nuestro primer número se presentó en sociedad en un acto sencillo, pero bastante concurrido a principios de febrero de 1990. Nos acompañaban unos centenares de amigas y amigos del mundo de la cultura, de la política y del periodismo. Como principal responsable de nuestra publicación dije unas palabras, prudentemente breves, en las que glosaba la declaración de la identidad y los propósitos de los editores de la revista que yo mismo había escrito para el frontispicio de aquel número primero. Definía a la revista como «libre y plural», sin adscripción a partidos políticos u otras disciplinas ideológicas. (Condiciones que se han cumplido con bastante rigor). No quería ser la empresa de una persona ni una bandera a la que apuntarse. Aspirábamos a que se convirtiera en un lugar de encuentro de periodistas, políticos y profesionales universitarios que compartían análogas convicciones acerca de unos cuantos principios que, a nuestro juicio, debían inspirar la vida pública española en las concretas circunstancias de lugar y tiempo del país, cuando tras quince años de vida democrática había que dar ya por cerrado el proceso de la transición. Decía yo entonces —y no me importa repetirlo otra vez ahora— que «por esos azares que acompañan a la vida y por propia decisión había venido a encontrarme en condiciones de promover una empresa como ésa y de invitar a algunas gentes a asociarse para ponerla en marcha». Varios de los iniciales y actuales miembros de nuestro consejo editorial habíamos hecho algo parecido veinte años antes en el diario Madrid, como redactores o colaboradores. Nuevas promociones de hombres y mujeres, cuyo interés y significación en la política y en la cultura nacionales no disonaban de lo que algunos de nosotros habíamos querido hacer —y en parte habíamos hecho— en otros tiempos, enriquecían con su presencia y con su acción la vida pública española, que era más universalista, más libre y más abierta que cuando los de mi generación éramos más jóvenes. Yo los conocía de la universidad, de las juventudes y los grupos liberales de UCD, del Club Liberal, de «la 1812» y de otros sectores misceláneos repartidos por Madrid y por otras ciudades. En los últimos meses de 1989 celebramos numerosas «reuniones de trabajo» y cenas de esas en las que no sólo se come y se habla, sino que se discuten ideas y se van conociendo unos a otros los que vienen de distintas procedencias. Todo ello con la espontaneidad y esa cierta indisciplina de aficionados que tan útiles pueden resultar con un poco de tiempo para formar equipos. Los principios a que me he referido antes eran pocos y casi se reducían a tres: la solidaridad, sin confesionalismos, con la cultura cristiana y el respeto por ella y por los valores históricos y humanísticos que distinguen a la civilización que se suele llamar occidental y que es la nuestra; el renovado patriotismo democrático español de nuestra época; y el liberalismo político, económico y social con todas la gama de variedades dignas de ese nombre, sin estrechos y miopes sectarismos de escuela, de esos que dan lugar a peleas con los afines y acaban favoreciendo a los contrarios. Pensábamos que en política, economía y organización social debería haber «tanta sociedad como fuera posible y tanto Estado como fuera necesario o más bien indispensable». Antes de enero de 1990 quedaron constituidos el consejo editorial de la nueva publicación y la sociedad anónima responsable de gestionarla, a la que por razones de registro y por ajustamos a las acronimias de moda dimos el nombre de «Diproedisa» (Difusiones y Promociones Editoriales S. A.). En total éramos poco más de una treintena las personas que nos habíamos comprometido con el proyecto. En el primer número (febrero de 1990) publicábamos la relación de los treinta y seis miembros de nuestro primer consejo editorial, que en los años sucesivos se incrementó con casi treinta más, hasta el total de los sesenta nombres que aparecen relacionados en este mismo número 91. Al cabo de tanto tiempo tenemos la satisfacción de que la mayor parte de ellos acudan a nuestras reuniones y debates o suelan estar en frecuente contacto con la dirección y la redacción. En estos años hemos debido lamentar la pérdida de tres de nuestros compañeros, como quedó en su momento reflejado en nuestras páginas. Primero, Luis Marañón, que hasta el número 44, cuando una penosa enfermedad le impidió trabajar, había publicado veintidós artículos en nuestras páginas. (Todavía después de su fallecimiento recogimos otro trabajo suyo en nuestro número 47, precedido de una semblanza y recuerdo que escribió Amando de Miguel, asiduo colaborador de la revista y compañero de Marañón y mío en las páginas editoriales del Madrid); después Ángel Ramos, de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, que había promovido desde el primer número de la revista las secciones dedicadas a trabajos de Ciencia y de Naturaleza y Medio Ambiente, con la colaboración del también profesor y académico Emilio Fernández Galiano. El propio Fernández Galiano dedicó a su memoria un muy objetivo y sentido artículo en nuestro número 56 (abril de 1998). También fallecía no mucho más tarde Jaime Fonrodona Sala, ingeniero y empresario de prestigio, que había asumido responsabilidades políticas con la UCD como subsecretario del Ministerio de Obras Públicas con Joaquín Garrigues Walker. Fonrodona perteneció a nuestro consejo de administración y en política se mantuvo siempre activo entre los grupos liberales de la transición. En nuestra revista, a cuyas sesiones de trabajo asistió regularmente mientras siguió viviendo en Madrid, había publicado varios artículos sobre temas económicos, industriales y científiconaturales en los números 6, 12 y 21. Yo me ocupé personalmente de la dirección de la revista en sus primeros años. Me sucedió después Pilar del Castillo, de enero de 1995 a mayo de 1996, cuando fue llamada a dirigir el Centro de Investigaciones Sociológicas. Seguidamente tuvimos un comité de Dirección compuesto por Manuel Barranco Mateos, Manuel Fontán del Junco y Javier Goma Lanzón, del que después fueron miembros, junto con Manuel Barranco, Rafael Llano y Julio Martínez Mesanza. Desde el número setenta (julioagosto de 2000) es director de Nueva Revista Rafael Llano. Trabajó como subdirector desde el primer número hasta el 27 Sucre Alcalá. Durante los primeros años contamos en distintos momentos con la asistencia profesional en la redacción de Silvia Cortés Martín, Teresa Fontán Oñate, Isabel Martínez Cubells, José Luis González Quirós y Rafael Gómez y López Egea. Entre 1998 y 2001 fue jefa de redacción Nazareth Echart Orús. En septiembre del 2000 (número 71) ocupó ese lugar la también periodista María Andrés Marín, que se trasladaría a Bruselas, para trabajar en los servicios de información del Parlamento europeo en septiembre del 2002. Desde el principio de Nueva Revista, Pilar Soldevilla Fragero es la secretaria ejecutiva de la publicación y de la editorial, en la que se ocupa además de la gerencia. Poco tiempo después Nieves Simón se incorporó a la secretaría. Los socios de la empresa editorial fueron desde el principio relativamente numerosos. Forman parte del consejo de administración de Diproedisa, que ahora es una SRL, junto conmigo, Juan Pablo de Villanueva, José María de la Cuesta Rute, Arturo Moreno Garcerán, Eugenio Fontán Oñate, Francisco Caballo y Dámaso Rico y, como secretario, Gregorio Fraile Bartolomé. Actualmente está en trámite el reconocimiento de la «Fundación Nueva Revista», que esperamos dotar con algunos recursos y con un buen número de participaciones de la editorial Diproedisa. Los noventa números de Nueva Revista han llenado trece mil páginas con un total de tres mil setenta y cuatro artículos o trabajos literarios de los más diversos asuntos culturales, políticos, científicos, económicos o de mera información. Han publicado en nuestras páginas más de dos mil autores, entre los que hay que contar a una o dos docenas de escritores cuyos textos, antiguos o modernos, han sido reproducidos en las secciones correspondientes, con su explícita conformidad cuando eran contemporáneos nuestros. Entre estos autores modernos, en general creadores literarios, se cuentan los poetas de los que incluimos algunas de sus piezas más brillantes en las secciones de que se ocuparon Luis Alberto de Cuenca y Julio Martínez Mesanza. Otros han sido y son «clásicos» de las grandes literaturas, de los que se han recogido en nuestros últimos números «relatos», nuevos o poco conocidos en España. De los poco más de tres mil trabajos publicados en Nueva Revista a lo largo de estos catorce años, casi una tercera parte (964) han sido escritos por miembros de nuestro consejo editorial. Lo cual, a mi modo de ver, significa que nuestra publicación tiene mucho de empresa colectiva. Suman treinta y cinco los autores, que perteneciendo al consejo editorial o no, han escrito entre quince y treinta artículos cada uno, sin contar algunos que han rebasado ese número. En un tiempo tan dilatado como el de catorce años y en una publicación viva, el cuadro de colaboradores se ha ido renovando, pero manteniendo una cierta línea de continuidad. Algunas cifras lo confirman: una tercera parte de los 150 colaboradores de los diez últimos números (81 a 90, editados en los años 2002 y 2003) habían escrito ya en la revista en 1990. Y de los 690 trabajos de los cinco últimos años, 277 eran de autores que ya antes habían colaborado en Nueva Revista. Puedo asegurar que esta proporción de un tercio de veteranos y dos de firmas nuevas no ha sido nunca buscada desde la dirección de la casa. Ha resultado así, porque la dirección y el consejo editorial han mantenido un razonable equilibrio entre continuidad y renovación, y porque Nueva Revista, aunque la hagan los directores, no ha dejado nunca de ser esa obra colectiva a que me he referido antes. Probablemente no todo lo que ha aparecido en Nueva Revista ha sido acertado ni satisfactorio para un público exigente. Pero yo, que creo haber leído íntegramente los noventa números hasta ahora publicados, puedo decir que, en sus líneas generales, ha sido coherente, bien documentado y respetuoso de los valores más estimables de nuestra historia nacional y de nuestra civilización, a la vez que ha representado una ventana abierta a muchas novedades políticas, culturales y científicas de nuestra época. Hemos prestado atención a la literatura, mayormente a la poesía, gracias a las secciones de Luis Alberto de Cuenca y Julio Martínez Mesanza, así como a las bellas artes, propugnando una política que no sólo consista en la conservación del patrimonio nacional, sino que haga posible y fomente su conocimiento y disfrute por parte de la gente. También se ha recogido una de las más completas historias del cine europeo que se haya ofrecido recientemente en España a un público culto y no necesariamente profesional. La música ha sido tema frecuente en nuestras páginas. Joaquín Madina y Emilio Bonelli GarcíaMorente le dedicaron varios artículos en los primeros números. La sección de «Novedades discográficas» de la profesora de música María José Fontán, con más de setenta artículos, ha comentado y criticado para nuestros lectores hasta ciento sesenta nuevas grabaciones de autores clásicos y modernos. Los economistas de Nueva Revista se declaran o reconocen partidarios de la economía social de mercado y me parece que entre ellos no hay ningún socialdemócrata, pero han examinado en nuestras páginas, sin fanatismos a favor o en contra, a «clásicos» como el propio Keynes y Hayek, han seguido la historia de los premios Nobel de Economía y de los más importantes libros españoles de estas materias publicados en estos años. El más asiduo de nuestros colaboradores de materias económicas —tanto científicas como de política— ha sido y es el profesor Francisco Cabrillo, autor de más de cuarenta artículos e inspirador de temas y sugeridor de colaboradores en nuestras sesiones de trabajo. También se han examinado en nuestras páginas las cuestiones fiscales y otras medidas de gobierno con una orientación general opuesta a cualquier tipo de fiscalidad «confiscatoria». En la primer época de Nueva Revista escribió en varias ocasiones sobre esta materia el profesor Cristóbal Montoro, que rige el Ministerio de Hacienda desde 1996. Entre las cuestiones políticas nacionales de las que más se ha escrito en Nueva Revista es la de las autonomías en el Estado español. Se ha dado la voz a presidentes de comunidades autónomas de larga experiencia política y de gobierno en amplias y distendidas conversaciones con Jordi Pujol y con Manuel Fraga. Se han planteado asuntos necesitados de un cauce y un consenso, como son en algunas de esas comunidades la lengua y la educación. No ha faltado información sobre asuntos de actualidad. También se ha defendido con buena argumentación la oportunidad de lo que alguien ha llamado una «segunda descentralización», que habría de consistir en una atribución de competencias a los entes locales para asuntos de directo interés de las personas. Se ha defendido la estabilidad constitucional sin acometer impremeditadamente reformas que no se sabe bien en qué se quiere que consistan ni adonde pueden conducir. Nos hemos ocupado de la gran actualidad cristiana con una orientación de respeto a la jerarquía de la Iglesia católica, señaladamente con ocasión de las grandes acciones pastorales y doctrinales de Juan Pablo II en especial de las de mayor resonancia en España, como han sido la publicación de sus libros, sus visitas a nuestro país y acontecimientos romanos para algunos de nosotros tan entrañables como la elevación a los altares del fundador del Opus Dei, conocido hoy como san Josemaría Escrivá de Balaguer. Entre los ensayos científicos, dando cuenta de recientes investigaciones y de su alcance social y político hemos publicado estudios serios y a la vez inteligibles para lectores pero no especialistas sobre asuntos y libros de ciencias matemáticas, físicas y biológicas (en particular de cuestiones de bioética). Ahora ya a sus quince años —la mayoría de edad de los romanos— Nueva Revista prosigue su curso en un contexto español e internacional, cultural, económico e incluso científico bastante diferente del de nuestros primeros pasos de 1990. Entonces acababa de caer el muro de Berlín y ahora forman parte de la Europa libre y democrática todos los países que estaban del otro lado. España ha crecido en todos los órdenes de la vida de la sociedad. El «Estado de las autonomías» navega a velocidad de crucero. La situación económica es próspera, en relación con la de quince años atrás y la paz social más que aceptable. En estos momentos hay un cierto griterío de políticos que se refleja más ruidosamente todavía en los medios de comunicación. Pero es que el país y la opinión han entrado ya de lleno en la fiebre preelectoral. A mediados de marzo España entera volverá a la realidad. Es de prever que entonces las grandes cuestiones políticas que tendrá planteadas España serán de orden internacional más que doméstico. El mundo está cambiando a pasos más rápidos que unos años antes. España ahora es uno de los grandes, con todas las posibilidades y responsabilidades que ello implica. Las relaciones de Occidente con muchos de los Estados árabes e islámicos están moviéndose con prometedora celeridad. El terrorismo ha dejado de ser un problema nacional de un país como el nuestro para convertirse en una amenaza mundial que ya está dando lugar a amplias colaboraciones internacionales. En la política nacional seguirán por cierto tiempo abiertas cuestiones relacionadas con la estructura autonómica del Estado, tanto las que se derivan de la voluntad secesionista de los más radicales nacionalistas vascos y catalanes, como las que ponen sobre la mesa los mimetismos insolidarios de algunos políticos de la izquierda de otras comunidades españolas. Yo confío en que voces de Nueva Revista contribuyan a serenar el ambiente y a que se consolide la conciencia de que la actual organización del Estado es capaz de funcionar mejor que antiguas centralizaciones o unos imposibles y peligrosos reinos de taifas que partan el cuerpo de la nación. Por eso es especialmente importante que los españoles sepan bien quiénes son ellos, de dónde vienen y quiénes —quiéralo no alguna gente— les acompañan en la caravana de la historia. Hay finalmente una ética personal y social, la ética humanista de raíz cristiana, que ninguna secularización ha logrado sustituir en la generalidad de Europa y de Occidente, que pide y espera de filósofos, políticos y comunicadores palabras e ideas que la refuercen y propaguen en una sociedad como la española, que lo desea o lo necesita. Una publicación cultural que aparece cada dos meses no vive sometida a las tensiones generadas por lo que en lenguaje periodístico suele llamarse la «rabiosa actualidad». Pero los hombres y mujeres que la editan viven en la realidad del hoy y ahora de su país. Yo confío en que Nueva Revista ha de seguir atenta a lo que ocurre en los campos de la política, de la cultura y de las artes como ha intentado hacer en sus primeros catorce años. ANTONIO FONTÁN