Nueva Revista 120 > El socialismo y su necesidad de una moral laica

El socialismo y su necesidad de una moral laica

Antoinette Kankindi

Artículo sobre el debate que hay en torno a la asignatura de Educación para la ciudadanía.

File: Socialismo.pdf

Archivos

Referencia

Antoinette Kankindi, “El socialismo y su necesidad de una moral laica,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1839.

Dublin Core

Title

El socialismo y su necesidad de una moral laica

Subject

La moral laica y su fundamento

Description

Artículo sobre el debate que hay en torno a la asignatura de Educación para la ciudadanía.

Creator

Antoinette Kankindi

Source

Nueva Revista 120 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

CULTURAEN REALIDADEl socialismo y su necesidaddeuna moral laicaANTOINETTEKANKINDIPROFESORADEFILOSOFÍAPOLÍTICAENSTRATHMOREUNIVERSITY, KENIAl debate en torno a la asignatura de Educación para la ciudadanía, queel Gobierno español ha introducido en el currículo escolar desde elEaño 2006, puede constituir una buena oportunidad para la reflexión constructiva si se consigue dejar a un lado el terreno de la polémica y de la ideología. Aunque resulta una tarea difícil desde el momento en que un Estado trata de imponer, mediante una maniobra ideológica, sus propiosplanteamientos morales.A la sociedad le quedan pocas alternativas ante semejantes medidas,pero no puede dejar de manifestar su rechazo frente a una moral impuesta bajo el pretexto de una reforma educativa. Ese pretexto radica enla suposición de que el Estado tiene la responsabilidad de forjar una democracia que requiere de sus miembros que se muevan en sus mismascoordenadas de comportamiento. Con este tipo de proyecto, el Estadoreclama para sí el monopolio de las ideas que fraguan verdaderos ciudadanos democráticos. Por eso las razones del rechazo social deben serprioritarias en relación con la agenda democrática propugnada por laspolíticas de los organismos supranacionales, guardianesautoinstituidosde la democracia.No se tratará aquí de los contenidos de la Educación para la ciudadanía.En su lugar se presentarán algunas críticas de Charles Péguy a la más emblemática introducción de una moral de Estado en la enseñanza, la queNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 127]Antoinette Kankindillevó a cabo el gobierno francés en 1880, que pueden ayudar a comprender mejor el tema.Una mirada hacia la reforma llamadaLAEXPERIENCIAFRANCESA«de Jules Ferry» ayudará a responder ala pregunta de por qué el socialismo necesita una moral laica. Y a su vezesa respuesta permitirá explicar el tipo de democracia que se proponecomo modelo. La laicización iniciada por Ferry, concreción de una líneainiciada en la Revolución Francesa, preocupó también a los ideólogos delDirectorio de 1795. Para crear un saber social que difundiera la Ilustración, los ideólogos pensaron en una reforma educativa porque consideraban que la formación tradicional humanística era arcaica y querían sustituirla por la instrucción científica. La polémica sobre la culturahumanística, a la que Péguy llamó «el gran debate del pensamiento moderno», permanece viva hoy.Después de la derrota frente a Alemania en 1870, los republicanos bloquearon el gobierno ultraconservador, que defendía una moral tradicional,introduciendo una moral laica a través de la educación. Creían que el conservadurismo político del gobierno que habían derrocado se apoyaba en unconservadurismo religioso. Para ellos, la religión era una amenaza a la democracia, de ahí que, tras el fracaso del conservadurismo, el nuevo régimen de la República debía ser laico. Para ello necesitaban una doctrinaad hoca la que se denominó moral laica, un civismo republicano que subrayaba el rechazo de una ética que remitía a la religión para justificar launiversalidad y la no negociabilidad de sus dictados. La manera de introducir esa doctrina a través de los programas escolares fue ideada por Ferry,ministro de educación. La creación de la escuela pública y los violentosconflictos entre el clericalismo y el anticlericalismo facilitaron la rápidaaplicación de la reforma. La batalla contra la moral tradicional y la religiónquiso eliminar la influencia de la Iglesia y mantener a los católicos fueradel ámbito público.Como concreción de los ideales de la Revolución, la reforma de JulesFerry proclama que el socialismo necesita de una moral laica. Las elecciones de la cámara en 1881 parecían votaciones a favor o en contra de Dios,NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 128]El socialismo y su necesidad de una moral laicaaunque Ferry afirmó expresamente que no se trataba de votaciones teológicas. Pero curiosamente, calificó a la nueva moral de nuevo Evangelio.Péguy, observador y crítico del laicismo francés, advirtió que la república socialista precisaba de ciertos elementos: un parlamentarismodogmático; el principio de la razón de Estado, que justificaba las decisiones del Parlamento cuando conculcaban las libertades; la laicidadmilitante y el antimilitarismo. Estos elementos, junto a la famosa luchade clases, definen las grandes directrices operacionales del socialismo.Esas pautas siguen vigentes con excepción de la lucha declases, que hacambiado de cariz desde que el comunismo ya no está de moda, almenos teóricamente. La lucha de clases ha sido sustituida por la ideade la solidaridad con las clases menos afortunadas, con todo lo que estaidea implica en términos de políticas educacionales, laborales, de género o del medio ambiente.Esas directrices son los pilares de«»SOCIALISMOEINCREENCIAcualquier partido de izquierdas y tienen una relación de dependencia entre ellas que deriva de la concepciónde la persona y de la sociedad típica de la doctrina y la tradición socialistas. La República, en esta tradición, debe repudiar formal y prácticamente la religión para preservarse como régimen. Ferry y todo el gobierno francés sostenían la convicción de que la religión no casaba con la República.La separación entre las dos se concretó en la urgencia por desposeer a lascongregaciones religiosas de sus escuelas, invocando como justificaciónque educaban en el odio hacia la República.Pero arrancar las creencias de toda una sociedad era difícil. Sólo unalaicidad militante a partir de la educación lo podía realizar. El proyectobuscaba liberar a la sociedad de la oscuridaden la que la mantenían esascreencias. La fuerza de imposición vendría de la Asamblea, que decidíaen nombre del pueblo. Ese mecanismo es la expresión democrática que muestra cuánto necesita el socialismo de una moral de mínimos, concontradicciones sutiles que limitan la percepción de una verdadera libertad responsable. La democracia igualitarista necesita formar a ciudadanosen convicciones igualitaristas.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 129]Antoinette KankindiDejando de lado los conflictos violentos que el proceso de laicización traía consigo, había otras razones para deshacerse de Dios y de lareligión. Así, Anatole France escribió que para que el progreso realizara sus promesas, importaba dejar a la razón seguir su marcha triunfal enla historia sin las trabas de la religión y de la Iglesia. Según él, las dosfundaban su visión del mundo sobre la autoridad de Dios, una autoridadde la cual la Iglesia se sabe investida y que no puede estar sometida aningún otro poder. Toda doctrina que justifique su fundamento en unainstancia tan alta es, para el socialismo, una doctrina reaccionaria quehace falta combatir. De ahí que busque erradicar la creencia, que defiende verdades absolutas y además tiene una incidencia directa sobrelos comportamientos personales y las estructuras sociales. Aunque la religión católica fue la que más se combatió, también los protestantes sedieron cuenta de que la moral laica constituía un arma para erradicar aDios de la sociedad, porque lo que se cuestionaba no era el clericalismosino la religión.También se presentó la laicización como una defensa de la supuestamente amenazada República. Las medidas que se tomaron se han convertido, también hoy, en nuevos dogmas. Por eso inspiran resistencia, porqueson dogmas que violentan libertades: una flagrante contradicción. Se pretende liberar a las personas de las ataduras que una moral inspirada en lareligión les impone sólo para imponerles otras trabas, las de una morallaica. Si los ciudadanos protestan, se les recordará que han dado al Gobierno el poder de tomar estas medidas. En vez de quejarse, deben esperarnuevas elecciones para poder cambiar la legislatura. Pero ¿tiene la morallaica algún fundamento?Fernando Múgica, estudioLAMORALLAICAYSUFUNDAMENTOso de Émile Durkheim, sostiene que éste hizo, en su momento, una observación interesante al respeto: «La enseñanza de la moral continuaría siendo ineficaz mientras elconjunto de ideas morales no pudiera ser referido a una realidad tan cercana al niño que éste la pudiera tocar». Se insinúa aquí la falta de fundamento en una doctrina necesaria al socialismo. Citando al propio DurkNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 130]El socialismo y su necesidad de una moral laicaheim, Múgica añade que la realidad enseñada en esa moral debería serconcreta «mientras que una concepción abstracta y artificial, construidalógicamente, aunque fuera en virtud de una lógica rigurosa, no podría desempeñar este papel». El Estado que impone una moral incurre en los errores que reprocha a la religión. La religión tiene una competencia en el ámbito de la conciencia que el Estado no tendrá nunca sin conculcar laslibertades personales. Preguntar por el fundamento de la moral laica implica la dificultad de explicar los deberes ciudadanos cuando no se reconoce una autoridad que justifique la obligación de cumplirlos. Enseñar taldoctrina se impone absolutamente en virtud de un único fundamento, quees el hecho de detentar el poder.Jules Ferry buscó un fundamento para la moral laica, algo entre la religión civil de Rousseau y la perspectiva secular de la teodicea. Examinó la experiencia del continente, pero comprobó que tanto Alemaniacomo Bélgica habían copiado a Francia. El análisis de la situación en elmundo anglosajón le dejó perplejo. Allí, sobre todo en Estados Unidos, había una moral religiosa común que suponía valores compartidosdesconocida en Europa, donde la ola de la laicización crecía cada vezcon más fuerza. Ferry llegó a la conclusión de que lo que buscaba era«una moral que iba sin calificativo».Es lícito oponerse a un clericalismo que confunda los ámbitos de competencia de la Iglesia y del Estado. Pero un anticlericalismo cuyas reformasdejan a la sociedad y al comportamiento personal sin referencia para su actuación no es lícito porque atenta contra las libertades de las personas abusando del poder. Detrás de tal anticlericalismo, según Péguy, hay una pretensión hipócrita, ilegítima y contradictoria: atacar a la religión con losmedios gubernamentales. Entendió, aun siendo entonces ateo, que el ataque que el partido socialista francés dirigía de manera oficial contra el clericalismo era, en su fondo, un ataque contra el catolicismo, so capa de impedir abusos e injerencias de la autoridad religiosa en cuestiones políticas.Su fin era sustituir a esa autoridad en cuestiones esenciales, como la éticaque guía los comportamientos individuales y los comunes. La imposiciónde modelos morales por parte del Estado era una dictadura que suponíauna fuente de desviaciones anticulturales destructivas.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 131]Antoinette KankindiLos ciudadanos que hoy rechazan esos planteamientos constituyenuna minoría, y lo eran también en la Francia de 1880. Péguy pensaba quela minoría católica era la que más resistencia oponía a las fuerzas anticulturales de un anticlericalismo rabioso y con sentido del humor dijo:«Porque al pueblo y a los parlamentarios les gusta marchar magníficamente juntos, en masas, heroicamente juntos, del lado del más fuerte».La crisis ocasionada por las reformas de la laicización trastornó la sociedad y tuvo consecuencias que pueden apreciarse aún hoy: se perdió latradición popular, así como todas las referencias para el comportamiento personal y público; no se sustituyeron los fundamentos que ofrecía lareligión por nada, pues la moral laica y la educación cívica carecían defundamento; además, la alternancia en el poder de los partidos, que defendía el sistema democrático, falseaba el gobierno como tarea: operabauna inversión de las cosas al sustituir el sentido de la tarea de gobernarpor un enfoque ficticio.Los gobiernos se vuelven efímeros y convierten el orden público enalgo efímero también. Cuando un gobierno sube al poder, hace cambiosque modifican el rumbo del país porque dispone, en virtud de su elección,del poder de cambiar la política a su gusto. La introducción de la asignatura de Educación para la ciudadaníaforma parte de esas decisiones quecambian el rumbo de un país porque dependen de la fluctuación de unaopinión pública cambiante y de unas medidas globales desprovistas de objetividad, o de rectitud, o de ambas. Pero permanece el problema de hastaqué punto el Estado debe educar.Péguy llamaba «fuerzas autoELPAPELDELESTADOENMATERIAritarias y anticulturales» alDEINSTRUCCIÓNnuevo sistema pedagógico.Sostenía que había algo inquietante en los manuales de la materia reciénincorporada: contenían suficiente «antimilitarismo y anticlericalismo paraproducir una generación entera de demócratas de izquierda». El proyectofue, según él, una operación inmoral desde el punto de vista ético y socialporque dividía el país entre los nacionalistas, la República y los radicales,de una parte, y, de otra, una minoría. Los primeros contra la segunda, acuNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 132]El socialismo y su necesidad de una moral laicasándola de los crímenes cometidos por los burgueses católicos cuando estaban en el poder.A partir de esa constatación, Péguy concluyó que el anticlericalismono podía derivarse de un verdadero republicanismo y que este tipo de obraera un abuso del Estado: «He dicho muchas veces y lo volveré a decircuantas veces haga falta, hasta qué punto y por qué estoy personalmenteen contra de la fabricación de catecismos laicos». Detectaba en los manuales de Estado el defecto capital que el socialismo reprochaba al cristianismo: el dogmatismo, con la diferencia de que la religión goza de autoridad en materia de la conciencia, mientras que la agenda política queinspira los catecismos laicos es una tiranía sobre la conciencia, un ámbitoen el que la política no tiene competencia. «Ninguna autoridad del Estado vale en los debates de conciencia».Péguy pensaba que, entre las causas que impedían al socialismo convertirse en una doctrina de salvación social, se contaban su parlamentarismo y la política anticlerical del proyecto laicizador. Era un intento dedesplazar a la religión, pero nunca había sido bastante fuerte para ello.«Era sólo un movimiento populista que acabó sustituyendo la revoluciónsocial entera, universal, legítima y recta, no solamente por un mercadodegradante, disminuido, fragmentado y torpe, sino también por un intercambio de engaños.Transformaba la justicia en mercancía». Un Estadoentregado a la inercia, atado por las servidumbres de intereses particulares y por lo que Péguy llamaba los defectos de las servidumbres económicas, no tenía ninguna redención que proponer a los proletarios, aunqueéstos formaran parte de sus discursos más repetidos. Carecía de respuestas para la masa proletaria y para todos.Convencido del papel partiCONSECUENCIASSOCIOEDUCATIVAScular de la educación en lavida social, Péguy sostuvo que las crisis de enseñanza son crisis de vidassociales que culminan en crisis de enseñanza que parecen parciales y particulares, pero que, en realidad, son totales porque representan el todo dela vida social. Esa es la razón por la cual la educación se debe tomar enserio: es el medio para convertir las conciencias con paciencia, sin esperarNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 133]Antoinette Kankindimilagros inmediatos. Y sólo desde allí se puede responder a los desafíos decualquier crisis social.El contenido de la educación se debe transmitir con ideas claras y sencillas. Las disciplinas deben tener una unidad clara, que sólo es posible sise cuenta con una misma base moral, es decir, con unos principios morales comunes. Hay que ofrecer la cultura necesaria para el desarrollo humano y para no caer en la trampa de discursos políticos engañosos. La enseñanza debe ser también el lugar de la educación en la virtud, pero paraque eso sea posible primero es necesaria la educación en verdades primarias y fundamentales. Sin definirlas sistemáticamente, Péguy las llama«esas leyes de gran higiene, esas prácticas de higiene generales evidentesde por sí [...], esas verdades sobre las cuales todo el mundo está de acuerdoy sobre las cuales se funda el mundo».Los primeros educadores, es decir, los padres y los maestros, no ejercenningún dominio sobre los espíritus de los que educan porque el tipo de formación que proporcionan se orienta y se concentra en una educación dela libertad. Las referencias que van ofreciendo educan a la conciencia dándole exactamente eso, puntos de referencia, criterios de juicio. «No haynada por encima de una tarea semejante».Sin embargo, cuando Péguy escribía esto en sus Cahiers de la quinzainesabía ya que la tendencia hacia la laicización de la escuela, que habíaeliminado las humanidades y la cultura general de la formación de losalumnos sustituyéndola por la educación moral y cívica, había cambiado todo: «Esas prácticas de higiene general, ahora se han desvirtuado, yquizás se han escamoteado completamente, se han obliterado completamente, anulado completamente por la pretensión de un poder sobrelos espíritus».Péguy compartía la idea laica de que la educación era el medio privilegiado para una verdadera regeneración política, social y moral. Para los socialistas de su tiempo el socialismo iba unido a una reforma social como lade Jules Ferry. Péguy percibió intuitivamente que, si bien la educaciónconstituye un principio del orden social, sus contenidos y el modo en elque se da contribuyen a una buena o mala educación. Denunció la educación por sistemas artificiales, que no ofrecen herramienta alguna para anaNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 134]El socialismo y su necesidad de una moral laicalizar las raíces de los problemas sociales. Es imposible asegurar rectos criterios de juicio mientras no se admiten referencias universales del saber;prescindir de ellas contribuye a la fragmentación, con sus correspondientes contradicciones. Péguy tuvo conciencia de que la ciencia modernaconcretada en las reformas de la educación se convertía en una doctrinacon pretensión de certeza absoluta. Al no reconocer «la incertidumbre dela metafísica, la ciencia moderna ha caído en una duplicidad: salvaguardartoda la certidumbre científica, pero adquiriendo o tomando con ello unaextensión metafísica. De ahí los darwinismos, los evolucionismos y transformismos, que eran en realidad metafísicas, pero metafísicas vergonzosas,es decir, que con una mano usurpaban el ámbito de la metafísica y, conotra, rete nían la certeza científica, y sólo producían modestos resúmenesde algunas ciencias concretas». A esos resúmenes se añade hoy la Educación para la ciudadanía.Para desplazar el proyecto de salvación según la religión, el socialismonecesitaba una fe superior a la cristiana pero la falta de fundamento de sumoral laica lo hacía imposible. El socialismo debía crear «una ciudad social dotada de todas las herramientas necesarias para salvar al mundo humano de las servidumbres económicas», decía Péguy, pero fracasó por carecer no solamente de programa, sino también de doctrina correcta. Losprincipios que rigen la acción política son intereses particulares alejados delas exigencias del bien común.Al impulsar el desarrollo de políticas en torno a la Educación para la ciudadanía, el Consejo de Europa no está reforzando la credibilidad de la democracia porque la confianza no se consolida implantando modelos faltosdel realismo. La estabilidad social no depende de las ficciones impuestassino de los principios de rectitud moral, que no se pueden multiplicar fácilmente, que no son contradictorios. Mientras no se vuelva a esos principios permanecerá el riesgo de que el debate carezca de punto de encuentro. Recuperarlos ayudaría a que el diálogo se desarrollase en torno alconsenso sobre las cuestiones fundamentales del ethoshumano, y no solamente acerca del famoso acuerdo sobre los puntos esenciales de la éticaminimalista.ANTOINETTEKANKINDINUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 135]