Nueva Revista 120 > No habrá ya más tiempo

No habrá ya más tiempo

Felipe Santos

Ensayo sobre "Quatuor pour la fin du temps" de Olivier Messiaen

File: No habra.pdf

Referencia

Felipe Santos, “No habrá ya más tiempo,” accessed April 20, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1833.

Dublin Core

Title

No habrá ya más tiempo

Subject

Música

Description

Ensayo sobre "Quatuor pour la fin du temps" de Olivier Messiaen

Creator

Felipe Santos

Source

Nueva Revista 120 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

MÚSICANo habrá ya más tiempoFELIPESANTOSOlivier Messiaen, 19081992La Transfiguration de Notre Seigneur JésusChrist, Des Canyons aux étoiles, Visions del’Amen, Sept Haïkaï, Couleurs de la cité céleste, Oiseaux exotiques, Un vitrail et des oiseaux.Varios intérpretes. Koor van de Brt Bruxelles. Groot Omroepkoor & Radio Symfonie OrkestHiversum. Reinbert de Leeuw (dir.)Ensemble Intercontemporain. Pierre Boulez (dir.)Naïve (Diverdi). 2008. 6 cd.Quatuor pour la fin du Temps,de Olivier MessiaenErich Gruenberg, Gervase de Peyer, William Pleeth, Michael BéroffGrabación de 1968 en los estudios Abbey Road de Londres.EMI. 2008.Great Recordings of the Century, os tres soldados se habían detenido a tomar un respiro. Hacía ya varios días que caminaban sin mucho orden hacia el sur, huyendo delLseguro y eficaz avance alemán sobre las líneas francesas que estabanapostadas en torno a Verdún, casi en la misma posición que treinta añosatrás, en la primera Gran Guerra. El bosque se había convertido en uncompañero más del trío, donde cada mañana, antes de reanudar la marcha, esperaban pacientemente a que amaneciera, escuchando el despertar de los pájaros.Aquellos trinos, que siempre comenzaban por uno débil y aislado,terminaban por llenarlo todo desde las copas de los árboles, como si deun gran paraguas sonoro se tratara, justo cuando empezaba a percibirseel lejano retumbar de las bombas. Olivier Messiaen siempre confesaríaque el canto de los pájaros era su particular refugio «en mis horas másoscuras, cuando mi inutilidad se revela de la manera más brutal». MesesNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 151]Felipe Santosatrás, cuando llegó destinado a la ciudadela de Vauban, en Verdún,como auxiliar de clínica, convenció a Etienne Pasquier para que lasguardias coincidieran con el amanecer y así poder escuchar los primeroscantos de los pájaros. «Escucha —le decía, aferrado a su fusil— cuandoel sol acabe de salir. Presta atención».Pasquier apenas podía escucharlos ahora, tendido en el suelo y conel cuerpo dolorido por la marcha. No habría llegado hasta allí si no hubiese sido por Henri Akoka, un soldado mucho más fuerte y joven queél, que también había sido destinado a Verdún para formar parte de laorquesta de soldados, impulsada por el general Utziger. Judío, nacidoen Argelia, era clarinetista de la orquesta de la Radio Nacional, enParís. Aún recuerda la cara de asombro que puso cuando se lo contó.Pasquier era solista asistente de violonchelo en la orquesta del Teatrode la Ópera. Tocaban en la misma ciudad y nunca se habían conocido. Había tenido que ser aquí, en los muros de una centenaria ciudadela, a orillas del río Mause. «Probablemente le deba mi vida», recordará años después. Roto por la deshidratación, el hambre y el durocamino, el gran violonchelista parisino pudo recorrer los setenta kilómetros de huida gracias a los anchos hombros de un colega que tocabael clarinete.INo había dejado de nevar durante todo el día. Hacía ya varias semanasque apenas podía distinguirse el horizonte en el campo de prisionerosStalag VIII A, cerca de Gorlizt (Silesia). Los árboles que lo rodeaban sehabían cubierto completamente de blanco y tan sólo la alambrada podíadistinguirse a una cierta distancia. Aquel día se percibía algo de nerviosismo en el barracón 27. Gente corriendo de aquí para allá, llevandoasientos y ropas con los que combatir el frío que venía del exterior. Losguardianes del campo mantenían el orden de los que iban llegando, peroen vez del aire fiero de otros días, sus rostros estaban expectantes. Hacíatiempo que el Reich había decidido demostrar a la Cruz Roja que sus campos de prisioneros de guerra contaban con todas las garantías.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 152]No habrá ya más tiempoComida, calefacción, comodidadesdentro de lo posible, y por supuesto,música. Nadie presentía lo que ocurriría a partir de entonces en loscampos destinados a civiles.Cuando los cuatro soldados aparecieron en la parte del barracónque hacía las veces de escenario, nocostó mucho que guardaran silenciolas casi cuatrocientas personas queabarrotaban aquella estancia. Iban apresenciar un estreno, una composición que había escrito uno de los internos, un tal Olivier Messiaen. Asíse podía leer en el programa que seentregaba a la entrada. Unas hojasPortada original del Cuarteto para el fincuidadosamente escritas en letrade los tiempos(1941)modernista, que hablaban del fin delos tiempos. ¿El fin de los tiempos?Tras ser apresados en un bosque cercano a Nancy, Messiaen tuvotiempo de enseñarle a Akoka una partitura, para que intentara tocarlacon su clarinete. «El abismo de los pájaros» se titulaba. Pasquier parecía saber lo que ocupaba la mente de su buen amigo, desde aquellas fríasmadrugadas en Verdún, esperando a que el cielo se iluminara. De repente, al poco de empezar a tocar, se detuvo. Era como caminar sobreun alambre. Ritmo y armonía se deshacían bajo sus pies. Se quedó mirando a Messiaen. «Nunca podré tocarlo». «Sí, sí, ya verás... lo harás».Tiene gracia, pensaba. Se desanima con la pieza que he compuesto peronunca le vi flaquear en nuestra desesperada huida a través del bosque,hasta el punto de cargar con Pasquier. En el fondo, también le debo elaliento para haber compuesto este Quatuor pour la fin du Temps. Desdeque llegamos al campo, siempre me dijo que si Dios había permitido quecayese prisionero, debía responderle y aprovechar la ocasión que mebrindaba para componer algo.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 153]Felipe SantosEl apóstol san Juan escribe el Apocalipsisen la isla de Patmos, desterrado por el emperador Domiciano en el año 96. Allí, en medio del marEgeo, decide escribir a las siete iglesias de Asia Menor. Desde que con 21años llegara a ser organista de la iglesia de la Santísima Trinidad, en París,a Messiaen le intrigaba el significado de aquellos pasajes. La llegada delséptimo ángel le inspiró la obra entre las paredes de aquel campo. «Vi después a otro ángel poderoso que bajaba del cielo, envuelto en una nube ycon el arco iris sobre su cabeza; su rostro era como el sol y sus pies comocolumnas de fuego; en su mano tenía un librito abierto. Puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, y gritó con voz potente,como cuando el león ruge. Tras su grito, hablaron los siete truenos con susvoces. Después de haber hablado los siete truenos, yo me dispuse a escribir; oí entonces una voz procedente del cielo que decía: “Sella lo que handicho los siete truenos y no trates de escribirlo”. El ángel a quien yo habíavisto de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano derecha haciael cielo, y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó elcielo y cuanto hay en él, la tierra y lo que hay en ella, el mar y lo que hayen él: “No habrá ya más tiempo”, sino que en los días en que se oiga la vozdel séptimo ángel, cuando empiece a tocar la trompeta, se habrá consumado el misterio de Dios» (Apocalipsis, 10:17).II«Abismo de los pájaros. Clarinete solo. El abismo es el tiempo, con sustristezas y sus laxitudes. ¡Los pájaros son lo contrario del tiempo; esnuestro deseo de luz, de estrellas, de arco iris y de jubilosas vocalidades!». Messiaen había escrito unas breves introducciones a cada unode los siete movimientos de la obra. Akoka los abordaba ahora conmucha más seguridad, justo en el punto en que aflora toda su expresión.A partir de entonces, cada vez que tuvo que seleccionar instrumentistaspara interpretarla, su oído buscó inconscientemente el sonido del clarinete de su buen amigo.«Compuse este cuarteto para escaparme de la nieve, de la guerra, delcautiverio, y de mí». El resultado fue una de las más bellas partituras deNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 154]No habrá ya más tiempola historia de la música. Una auténtica revolución en la música de cámara escrita hasta entonces. Ritmossin tiempo. Música suspendida. «Sulenguaje musical —escribe en lasnotas que acompañan la partitura—es esencialmente inmaterial, espiritual y católico. Los modos poseenmelódica y armónicamente una especie de ubicuidad tonal y acercan alauditor a la eternidad en el espacioo infinito. Los ritmos especiales,Portada del trabajo editadofuera de toda medida, contribuyenpor Naïve (Diverdi)poderosamente a alejar lo temporal». Olivier Messiaen concilia conceptos en apariencia contradictorios. Exploró de forma constante los límites en una época en que todo era posible en la música, desde la fidelidad a unos cuantos temas: el órgano, los pájaros y su fe católica.En el año en que se cumplen los cien años de su nacimiento, la casade discos francesa Naïve ha querido rendir tributo a quien en vida ya fueconsiderado como uno de los grandes músicos de su tiempo. Seis discosque cubren las grabaciones dedicadas a sus obras por el legendario selloMontaigne entre los años 1988 y 1994.Visions de l’Amen(«Visiones del Amén») es una composición para dospianos (1943) que explora siete visiones particulares del significado queencierra la palabra Amén: el Amén de la creación, el de las estrellas y losplanetas, el de la agonía de Jesús, el del deseo, el de los ángeles, los santos y los pájaros, el del juicio y el de la consumación. Apenas había pasado un año de su liberación y ya tenía en el atril una obra que le permitíaahondar en el camino iniciado con el cuarteto. Esta vez, contaba con unade sus alumnas más distinguidas, Yvonne Loriod, que con el tiempo seconvertiría en su mujer. Juntos tocaron esta pieza por primera vez.En esta recopilación podemos escuchar a la viuda de Messiaen interpretar cinco obras de su difunto marido. Cuatro de ellas, además,NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 155]Felipe Santosinterpretadas en un momento muy especial al que podemos asistir gracias a la magia del disco. El 26 de noviembre de 1988, en el Teatro delos Campos Elíseos de París, se celebró un concierto con motivo del 80cumpleaños de Olivier Messiaen, donde acompañaban a Yvonne Loriodla prestigiosa formación Ensemble Intercontemporain y su no menos famoso director, el compositor Pierre Boulez.Oiseaux exotiques(«Pájaros exóticos»), para piano y orquesta (19551956) está inspirada en los cantos de pájaros de la India, China, Malasia y América y, sobre todo, en sus colores. Sept haïkaï(«Siete haikus»),para piano y orquesta (1962), es consecuencia de un viaje del compositor a Japón, donde imaginó estas siete canciones cortas, a la manera delos poemas cortos (haikus) japoneses. Dos de sus intérpretes en esta versión, Pierre Boulez e Yvonne Loriod, fueron los encargados de estrenar laobra entonces. Al igual que Couleurs de la cité céleste(«Colores de la ciudad celestial»), para piano y ensemble (1963), una composición sinestésica, que el propio Messiaen dice inspirada en cinco colores «interiores» que pueden advertirse en el Apocalipsis de san Juan. Por último, Unvitrail et des oiseaux(«Vidriera y pájaros»), para piano, metales, viento ypercusión (1986) se estrenó aquella noche. «El título lo dice todo», escribió Messiaen en las notas al programa que se repartió entonces y quese incluye en el librito del disco, al igual que todos los comentarios queescribió para sus obras. Otra vez, el compositor recurre a los colores, auna complicada superposición de tempiy a los sonidos de los pájaros.La Transfiguration de Notre Seigneur JésusChrist(«La Transfiguraciónde Nuestro Señor Jesucrito»), para coro, piano, violonchelo, flauta, clarinete, xylorimba, vibráfono gran orquesta (19651969) nació gracias aun encargo de la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa. En estagrabación, Yvonne Loriod está acompañada por el director Reinbert deLeeuw y la orquesta de la Radio de Hilversum (Holanda). El propiocompositor asistiría al concierto, celebrado en Amsterdam en 1991, yquedaría particularmente emocionado por aquella interpretación. LaTransfigurationes un coro en catorce partes, que evoca y sirve de meditación, como apunta el propio Messiaen en sus notas, sobre diferentesaspectos de este misterio, a través de textos extraídos del Evangelio, NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 156]No habrá ya más tiempoel Génesis, el libro de los Salmos, el de la Sabiduría, las Epístolas de SanPablo, el Misal Romanoy la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino.En definitiva, una obra monumental que abría el camino la ópera SaintFrançois d’Assise(«San Francisco de Asís»), que se estrenará en 1983 enla Ópera de París.Des canyons aux étoiles...(«De los cañones a las estrellas...»), parapiano, trompa, glockenspiel, xylorimba y pequeña orquesta con treceviolines (19711974) arrancó de un paseo por el paisaje rojizo y soleado del cañón Bryce, en Utah (Estados Unidos), al que había acudidopara preparar un encargo para la celebración del bicentenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Dividida endoce partes, esta obra pertenece al ciclo que gira en torno al tema «dela creación y la majestad divina» de su Creador. «Un acto de oración ycontemplación», según escribió el propio Messiaen. De este ciclo forman parte la TurangalîlaSymphonie, para piano, ondas Martenot y orquesta (19461948) y Et exspecto resurrectionem mortuorum, para viento,metales y percusión (1964), resultado de un encargo del ministro decultura de la V República, André Malraux, para recordar a los muertosde las dos guerras mundiales.IIIEntre los guardianes que vigilaban aquella velada del barracón 27 habíauno que pasó toda la obra con una sonrisa de satisfacción que apenas trataba de disimular. KarlAlbert Brüll era un abogado que fue movilizadocon la guerra y destinado a aquel campo de prisioneros de Silesia. Adoraba la música y no hacía mucho que había reparado en los tres prisioneros nuevos que llegaron de Nancy. Uno de ellos llevaba un clarinetecuidadosamente guardado y otro, decenas de papeles con unos pentagramas dibujados a mano. La dirección, siguiendo las órdenes de Berlín,había extendido la consigna de promover todas las manifestaciones delos prisioneros, artísticas y deportivas. Así que cuando le intervinierona Messiaen aquellas partituras, no fue difícil convencerles de que estabainmerso en la composición de una obra. Brüll se encargó personalmenteNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 157]Felipe SantosOlivier Messiaende proporcionarle papel pautado, un lugar caliente donde poder trabajar y, cuando hubo terminado, cuatro horas diarias de ensayos con sus dosamigos, a los que se sumó el violinista Jean La Boulaire.Con el tiempo, las circunstancias que rodearon la creación del Cuarteto para el fin de los tiemposse transformaron en leyenda, como sueleocurrir casi siempre con los grandes acontecimientos. Así, hay quienllegó a decir que por allí se encontraba JeanPaul Sartre, cuando la verdad es que estaba internado en otro campo distinto. También los asistentes decían recordar un frío insoportable, un violonchelo con unacuerda de menos y un piano con el teclado destensado. Lo cierto es quepara la interpretación del estremecedor y bellísimo quinto movimiento,Louange à l’Éternité de Jésus, se necesita un violonchelo completo.Varias décadas después del fin de la guerra, cuando su nombre y loque hizo en aquel campo de Gorlitz salió a la luz pública, KarlAlbertBrüll decidió presentarse frente a la casa de Messiaen, en Francia. NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 158]No habrá ya más tiempoTodavía recordaba aquellos años que terminaron con la derrota de Alemania y la ocupación del campo por el ejército aliado. Meses despuésdel estreno del cuarteto, tuvo la oportunidad de facilitar la vuelta aFrancia de tres de los músicos. A todos, menos al siempre vital HenriAkoka. Para alguien de su raza era mejor permanecer en el campo queterminar ante las autoridades de Vichy. Al principio, pareció entenderlo. Pero el paso de los días le hizo recobrar sus deseos de libertad. Akokaterminaría por fugarse del campo saltando de un vehículo de transporte en marcha, siempre con su inseparable clarinete.Tras aquello, Brüll volvería a la abogacía, su ocupación antes de laguerra, en la recién creada Alemania del Este. Se vio mezclado en la insurrección de 1948, por la que fue condenado a tres años de trabajos forzados. Messiaen debió asustarse al saber que un ex guardián de uncampo de prisioneros nazi llamaba a su puerta. Se obcecó pensando quealguien acabaría acusándole de colaboracionista, con lo que esa palabra suponía en la Francia de entonces. Y no lo recibió.No pasó mucho tiempo hasta que se arrepintiera amargamente. Enel fondo, su música le debía mucho a aquel hombre. Messiaen comenzóa burlar el tiempo con los lápices que le proporcionó para escribir sucuarteto. El mismo tiempo que no esperó a que ambos volvieran a encontrarse. Cuando localizó su paradero y consiguió enviarle una cartapidiéndole perdón, recibió la noticia de que KarlAlbert Brüll habíasido atropellado por un automóvil.FELIPESANTOSNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 159]