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La crisis, suspendida hasta septiembre

Miguel Ángel Gozalo

Sobre la situación que vive España en este momento: la crisis económica, la burbuja inmobiliaria, la inflación, etc. Y de cómo se enfrenta el gobierno a todo ello.

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Miguel Ángel Gozalo, “La crisis, suspendida hasta septiembre,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1672.

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Title

La crisis, suspendida hasta septiembre

Subject

Panorama actual de España

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Sobre la situación que vive España en este momento: la crisis económica, la burbuja inmobiliaria, la inflación, etc. Y de cómo se enfrenta el gobierno a todo ello.

Creator

Miguel Ángel Gozalo

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Nueva Revista 118 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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PANORAMAPANORAMALa crisis, suspendidahastaseptiembreMIGUELÁNGELGOZALOPERIODISTAn sus primeros cien días de Gobierno, Rodríguez Zapatero no ha disfrutado de la benevolencia habitual con que se contempla el arranEque de un proyecto político tras un triunfo electoral que, en el caso delPSOEen las generales de 2008, ha tenido consistencia, pero no brillo.Con el Partido Popular pisándole los talones, aunque sólo haya recortado en un diputado la distancia que le separa del Partido Socialista, ycon menos apoyos parlamentarios de los que son necesarios para navegar con sosiego, el PSOEse ha encontrado con los primeros avisos sobrelas dificultades que se le avecinan en la IX Legislatura de la democracia.Y aunque los cambios en la dirección del PPy el anuncio de una oposición más colaboradora, en los asuntos de Estado, por parte de MarianoRajoy, parecían anticipar un clima de mayor sosiego, la realidad ha sidoque, decibelio arriba o abajo, la oposición popular es consciente de quesólo una implacable actitud frente al rodillo socialista le será electoralmente rentable. Juntos, pero no revueltos.Porque, además, el PSOEse ha encontrado con una dificultad adicional en la tarea compleja que es gobernar: la crisis económica.Como las elecciones son propicias a las promesas alejadas de la realidad, la explosión de pánico que acompaña inevitablemente a unbrusco empeoramiento del panorama económico fue descaradamente amortiguada durante la campaña. Pero ciertos eran los toros: elrápido cambio de la situación, iniciado con la ruidosa explosión de laNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 5]Miguel Ángel Gozalollamada burbuja inmobiliaria y seguido de una inflación desbocada yun paro galopante, no se había producido de golpe, sino que era algoque se venía gestando desde hacía algún tiempo. Los intentos de laoposición de llevar al debate los preocupantes indicios fueron ahogados por el triunfalismo del Gobierno. Aparentemente, la astucia dePedro Solbes venció al ímpetu de Manuel Pizarro en el debate electoral de Antena 3. Pero los hechos han demostrado, después, quequien estaba más cerca de la verdad y tenía razón, al dar las señalesde alarma, era el ex presidente de Endesa y número 2 de la lista deRajoy, y no el vicepresidente. Sin embargo, la crisis no consiguió inclinar la balanza electoral del lado popular.Tras las elecciones, los partidos han hecho balance y han revisadosus fuerzas. Este obligado análisis se ha realizado en los congresos respectivos. El del PSOEha servido para cerrar filas, ahogar discrepancias,licenciar a la vieja guardia, renovar los cuadros y otorgar a Zapatero máspoder que el que ha tenido nunca nadie en el partido. En el del PP,como sucede cuando se vive la incomodidad de la oposición, ha ocurrido lo contrario: se ha discutido la autoridad de Rajoy, han brotado disidencias imprevistas —como la emblemática de María San Gil— y, aunque se ha puesto al frente de la maquinaria a personas jóvenes conetiqueta renovadora, las baronías del partido siguen de cerca todos losmovimientos.Pero nada mejor para enfriar las pasiones políticas que el calor delverano. Cuando se habla de precios e hipotecas, el discurso políticopierde retórica. Si sube la inflación bajan los entusiasmos. La crisis hasido, primero, una palabra prohibida, que, según el presidente Zapatero,utilizaban los antipatriotas para desgastar al Gobierno. Pero, una vezaceptada, dicha palabra se quedó corta. La crisis era un anticipo de la recesión, algo que empezaba a ser inocultable incluso para un experto endormir los problemas, como el vicepresidente Solbes. La «aceleraciónde la desaceleración» se hizo frenética e imparable. Los datos preocupantes se acumulaban cuando los españoles salían de vacaciones. Doseran especialmente significativos: la tasa de paro rondaba el 10 porciento y la inflación pasaba del 5.NUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 6]La crisis, suspendida hasta septiembreEstimulado por la frustración de no haber conseguido desalojar a Zapatero de la Moncloa, Mariano Rajoy ha tratado de convencer a su partido de que el objetivo irrenunciable es ganar las próximas elecciones.Para ello, no queda otro remedio que cambiar de táctica y sumarse alaparente deseo común de eliminar la crispación de la vida política, quetanto hueco ocupó en la legislatura pasada. Ello ha producido ciertodesconcierto en sus filas, a pesar de que el PPinsiste en que sus principios siguen inalterables. Entre los desconcertados en mayor grado hanfigurado los militantes populares de Cataluña y el País Vasco, cuyos respectivos congresos no han estado desprovistos de tensiones, peleas intestinas y discrepancias evidentes. Pero tampoco el PSOE, que ha conseguido batir el récord de unanimidades en su 37 Congreso Federal, convotaciones que podrían dar envidia a los búlgaros que alardean de haberinventado la fórmula que transforma en adhesión inquebrantable todadiscrepancia, puede presumir de celebrar sus cónclaves de manera ejemplar: lo que ocurre es que el poder actúa como aglutinante infalible.Cuando Izquierda Socialista, una de las pocas corrientes con vida propia dentro del PSOE, le hizo ver a al secretario de Organización, JoséBlanco, que consideraba muy grave el que ellos perdieran su puesto enla Ejecutiva, el que sería nombrado vicesecretario general del partido,puesto que no se cubría desde la retirada de Alfonso Guerra, replicó: «Sies muy grave, os envío una ambulancia». Las protestas ante el propioZapatero no cambiaron las cosas. I.S. se quedó sin sitio en la nueva Ejecutiva.Para serenar los ánimos, mientras las malas noticias económicas seseguían acumulando y la inmigración clandestina se vestía de tragedia,aparecieron por fin lo que alguien bautizó en el Parlamento del siglo XIXcomo «las imperiosas vacaciones del verano». Los políticos recogen lospapeles hasta septiembre. Llegan las vacaciones del estío como una tregua en la batalla. Para el PP, cuyos nuevos responsables necesitan todavía una temporada de rodaje, las vacaciones sirven para digerir los congresos de Baleares, Cataluña y el País Vasco y reflexionar, tras laentrevista entre Zapatero y Rajoy, sobre qué posibilidades reales existende colaboración con el PSOEen los grandes temas nacionales, sin queNUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 7]ello lleve a perder la identidad ni los principios. El PSOE, por su parte,precisa que el tiempo ponga algo de sordina a las propuestas salidas delúltimo congreso, que, para no tener que ocuparse de la crisis económica, se centraron en asuntos muy polémicos, como el laicismo, el abortoy la eutanasia. A cualquier cosa que se les demande, los socialistas pueden responder, con la música de una canción: «Dímelo en septiembre».Pero a partir de septiembre, todos, Gobierno y oposición, tendránque ponerse sin dilación manos a la tarea de prestar atención a los problemas del país. El viento de la crisis se ha convertido en un ciclón,que amenaza con llevarse por delante el castillo de naipes, levantadosobre algunos de los delirios más inconsistentes de Zapatero. Derribarlas estatuas del pasado no puede hacerse sin construir a cambio un paíscohesionado y fuerte, que conserve los valores de convivencia que hi?cieron posible la Transición.MIGUELÁNGELGOZALONUEVA REVISTA 118 · JULIOSEPTIEMBRE 2008[ 8]