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Por qué estas cosas y no otras

Ignacio Vidal-Folch

Se hace referencia a un relato de Ignacio Vidal-Folch que tiene lugar en la época de la plaga de peste de finales del siglo XVI.

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Ignacio Vidal-Folch, “Por qué estas cosas y no otras,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1401.

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Por qué estas cosas y no otras

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Relato

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Se hace referencia a un relato de Ignacio Vidal-Folch que tiene lugar en la época de la plaga de peste de finales del siglo XVI.

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Ignacio Vidal-Folch

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Nueva Revista 064 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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Por qué estas cosas y no otras IGNACIO VIDALFOLCH 1 • Aunque ella en la vida había la semana siguiente, durante uno de leído otra cosa que Selecciones del aquellos tes que ya con tan poca freReaders Digest y las novelas edificancuencia, ay, ofrecía la que fue primera tes de Pearl S. Buck o Vicki Baum, y, anfitriona de la ciudad y que ahora, a partir de los años sesenta, cuando hecha una nerviosa matrona, agitaba su marido empezó a darse aquellas sin cesar las manos y los pies, se morsiestas fenomenales, las historias día el labio inferior, parecía incapaz policíacas de Agatha Christie, la de fijar la mirada. célebre pregunta de Beaumarchais, Gloria Castelar había asistido al que con siete palabras cuestiona el té. Y estaban Patricia López de Haro, universo, le fue formulada a Maite y Miriam Busquets, y Tati Poch y Gil, en edad venerable, un sábado Tate Santiesteban... Y también Nuria de principio de primavera estando Montoliu. ¡Las vueltas que da la lejos de casa. vida! Nuria, que en el colegio estuvo acogida a la beneficencia de las monCelebrar el cincuentenario de su jas, se había convertido en un persopromoción con un viaje de fin de naje de la jet set internacional; y lo semana fue idea de Patricia López de admirable era que el éxito no se le Haro durante el funeral por José había subido a la cabeza: seguía sienAntonio Castellver (aquel hombre do la misma pálida esfinge de ojitos retórico, distinguido y antiguo, en de lechuza, que se sentaba en la las necrológicas y esquelas siguió punta de los asientos porque no le siendo excelentísimo señor don, cabía el cuerpo entre los reposamapero una semana después ni sus pernos, y seguía contando chistes un judicados le recordaban, como suele poco subidos de tono que las escansuceder), como un recurso para condalizaba y al mismo tiempo las hacía solar a la pobre Gloria, viuda valientroncharse de risa, mientras ella, «la te que sonreía y se dejaba besar la Montoliu», constatando los efectos vencida, moteada mano de largas de su humor con media sonrisa obliuñas escarlata. Y el proyecto cuajó cua, se retiraba al fondo de sus blanen el saloncito de los cuadros fladas carnes. mencos de Bibis de Castellblanch, a Las amigas se habían reconocido grande», o «me llevaré el coche con alegre sorpresa, elogiado los pequeño». Pero eso del Mercedes... abrigos de pieles, intercambiado La pobre siempre ha sido famosa. noticias sobre otras supervivientes, En esos círculos, que alguien sea cuál había tenido suerte en la vida y «famoso» implica que ocupa algún cuál menos suerte, cuál se había sitio a medio camino entre lo inefacasado bien y cuál menos bien. La ble, lo grotesco y lo trivial. primera explosión de risa la provocó —¡Niñas, niñas, repórtense! — Asunción Falgosa telefoneando Nuria Montoliu imitó la locución para informarlas de que ponía «a disproverbial y la voz gangosa de la posición de la comunidad» un madre Milagros, difunta desde hacía coche con plaza para cuatro o cinco veinte años. «niñas» más: Como volvieron a ponerse los pesados abrigos, prometiéndose «¡Mi marido nos deja el Mercosas, todas tenían los ojos brillancedes!». tes. Y aquella noche, cuando uno de —Pues mira qué bien, Asuntita los chicos Castellblanch, mordis—dijo Bibis Castellblanch. queando distraído una galletita de Colgó, y secándose los ojos con mazapán, le preguntó a Bibis si no se su pañuelito, informó a la concuaburriría, en aquella expedición de rrencia: ancianas con las que, a fin de cuen—Atentas, niñas: dice Asuntas, apenas se había tratado en cuación Falgosa —atipló la voz—: «Mi renta años, ella, moviendo compulmarido nos deja el Mercedes». sivamente las manos sobre los brazos La declaración fue acogida con del sillón de cretona, y sobre la una especie de motín cómico; Nuria alfombra los pies, calzados con los Montoliu a punto estuvo de atragancómodos zapatos de medio tacón que tarse con una pastita de mazapán. se ponía para estar por casa, soltó —Esa muchacha es ideal —dijo. otra risa feliz que hizo reaparecer los —Ay —dijo Bibis de Castellhoyuelos de su adorable juventud: blanch—, lo vamos a pasar muy bien. —Pero Guillermo, no seas bobo, Tete quiso saber qué había de ¿cómo quieres que me aburra si antes cómico en el Mercedes de la Falgode salir, sólo de planearlo, ya me sa. Maite Gil se avino a explicar lo estoy tronchando? evidente: Y Maite Gil le contaba a su mari—Se dice —dijo, con sonrisa do que aquello deberían repetirlo soñadora— «me llevaré el coche cada año. —Calma, Maitita, calma. Que tos del marco histórico de su vida; y yo me quedo solo. en los impares, los sucesos de su vida privada. —Si quieres, no voy. Sin apartarse nunca de un tono —No, vé, vé. apasionado, entusiasta, a su enten—Alejandro —se impacientó der el único conforme al carácter Maite—, si tú quieres que me quede, sacramental de la escritura, pasaba me quedo. de glosar las hazañas bélicas y la gran —En modo alguno, en modo política del mundo a celebrar conalguno. Supongo que ya me las apamovido los éxitos de su mando en la ñaré. Y avanzaré en mis memorias. empresa, la familia y el vecindario. Alejandro se tomaba como tarea trascendente la redacción de esas Así concluía un capítulo del que memorias que sus hijas le habían había quedado tan satisfecho que se lo exhortado a escribir supuestamente leyó con voz tronante a Merceditas: para que las interesantes anécdotas de —«...avanzan imparables sobre la familia no se perdieran en el olvido, las ardientes dunas del desierto los pero en realidad como un ardid para panzer de Rommel, el Zorro del que, por lo menos durante las dos Desierto, hacia la estratégica ciudad horas que el jubilado les dedicaba sahariana, donde le aguarda Montcada tarde, dejase respirar a Maite. gomery, dispuesto a defender, hasta la última gota de su sangre británica, Durante esas dos horas, no se oía Tobruk». por la casa el irritado flautín cascado de su voz, «Maitita, mis calcetiSin solución de continuidad, la nes», «Maitita, mi camisa amarilla», siguiente página comenzaba así: Maite, ven... Maite ¿dónde estás? —«Para nuestra familia, agracia¡Hace diez minutos que te llamo! La da por Dios con tantos hijos, el piso en labor en el escritorio, bajo el tapiz Rosales, 50, se había quedado pequeheráldico, estaba demostrando ser ño, y el 3 de febrero de 1942 nos ingente: todo lo que no tenía interés mudamos al piso luminoso y señorial alguno merecía ser meticulosamenque actualmente ocupo con mi espote apuntado, entre sorbito y sorbito sa en la calle Doctor Sinvesa, 28». de verde Chartreuse. El pulcro manuscrito engordaba año tras año 2 • Maite se sentía orgullosa y feliz, y andaba ya por las mil páginas. Los porque seis «niñas» le habían pediepisodios narrados se distribuían en do viajar en su coche (el coche grancapítulos alternos: en los pares, Alede). No menos contenta iba al jandro describía los acontecimienvolante de su Mercedes Asunción ron un poco de la beata de Inma Falgosa, acompañada por Paz de Sunyol, que preguntaba, un poco Ceballos, una niña desustanciada ansiosa, si mañana, sábado, se celeque nunca se había tomado la braría la Santa Misa en la ciudad. molestia de sacarse el carnet de conducir, la muy tonta, y por Tete San—Es que he hecho —explicó— tiesteban. una Promesa. Hicieron alto en un merendero —Mujer, no seas pánfila, hay 48 de Despeñaperros que les había iglesias —respingó Nuria Montorecomendado el marido de Asunliu—, no te las acabarás. ción Falgosa, para almorzar bajo Otras chicas quisieron seguir una parra, sobre una mesa de prinbromeando a costa de la piedad de gosos tablones que en Barcelona Aurora, pero Maite Gil conocía el les hubiera parecido inaceptable; origen de aquella promesa (durante devoraron alegremente el cochinila guerra Aurora había prometido a llo grasiento y la lechuga que flotaJesús que si los rojos no fusilaban a ba ahogada en un lecho de agua y su padre, ella iría a misa cada día aceite. (A Maite Gil, como siemdurante el resto de su vida; lo fusilapre, sólo le apetecía una tortillita ron. Imma perdió la fe, pero cumfrancesa, pero por no destacar se plió la promesa para ir recordándoavino al cochinillo). Durante la le a Dios qué equivocado, qué sobremesa bromearon sobre la injusto había sido), y cortó de cuajo forma de conducir de Bibis de Caslas bromas: tellblanch, que al tomar las curvas —Pues mira, Imma, a mí también inclina el torso sobre el volante en me apetece asistir mañana a misa. Si la misma dirección que gira el te parece bien iremos juntas. volante, como si en vez del Saab Y como Maite Gil había sido la con dirección asistida domase un más guapa, y se había casado con el potro desbocado en el Hípico. mejor partido del grupo, y a lo largo de las décadas se había comportado —¡Qué buena idea ha sido venir! como una esfinge, sin confiar nunca —Me siento cincuenta años más a nadie un disgusto, un problema o joven! un conflicto, ahora ocupaba el cen—¿Os acordáis de cuando... ? tro de un área de dignidad y buena —¡Niñas, repórtense! suerte del que todas querían permaSe estremecieron los flanes en sus necer cerca, o por lo menos no ser platitos cuando Nuria cantó bajito, excluidas. Las bromas cesaron de divinamente, el aria «Lamour» de golpe. Sólo Tete Santiesteban... Carmen. Luego las amigas se burla—todas recordaban la mañana en 3 • Era la primera noche en muchísiun rincón del patio del colegio en mos años en que Maite Gil se acosque Tete Santiesteban les dijo que taba sola. Extrañó la excesiva calecuando su papá creía que se había facción, la cama, la compañía de sus quedado solo en casa bailaba desnuamigas, que la habían aturdido. A do a la música del fonógrafo, todas medianoche se levantó y fue al cuarto habían pasado horas en blanco en la de baño, a por un vaso de agua que le cama viendo al padre de Tete baiayudase a tragar cierta pildora verde y lando desnudo en la oscuridad de sus blanca, remedio infalible cuando se dormitorios, y al brillante disco sentía nerviosa o angustiada. negro girando...— Tete SantiesteA las dos prendió la luz de la ban, a la que se le había puesto cara mesita de noche, tomó otra pildora, de bulldog, dijo irónica: miró una película de la televisión. La trama era estúpida y los protago—Reginae Híspamete tacuta, nistas, una pareja de jóvenes malhacausa finita est. blados, disparaban pistolas y forni—¡Eh! ¿Os acordáis de cuando... ? caban sin tregua. Maite apagó el Rieron y disfrutaron hasta que televisor hastiada, y, agarrándose Asunción Falgosa advirtió: con fuerza a la almohada, intentó —Nos van a dar las tantas si no forzar el sueño. En una revuelta, vio espabilamos. Y yo «odio» conducir en el marco de la ventana en oj iva el de noche. cielo negro, por donde cruzó una Todas «odiaban» conducir de estrella fugaz. noche. Llegaron sin prisas a la alta ciuLa pildora empezó a actuar: la dad amurallada cuando el crepúscuenvolvió una sensación de alivio. lo teñía de morado las torres del De ligereza. Pensó en Gloria CasAlcázar. Después de descargar las tellver, que tan desmejorada parecía maletas, algunas de las niñas todavía la pobre y a pesar de todo durante el cenaron en un amplio comedor de viaje había intentado bromear dos o fábrica conventual, de ventanales tres veces como si no viniera de serle góticos que daban sobre la llanura, amputada la mitad de su vida. Glopero la mayoría estaban exhaustas y ria no sabía —Maite se llevaría a la se retiraron a sus habitaciones, no tumba aquel secreto tan delicado— sin antes pedir a un maxtre muy amaque antes de conocerla José Antoble y cortés, de ojos melancólicos, nio había cortejado a Maite, le que les subieran tazas de té o vasos de había «cantado la palinodia» en el leche con galletitas. Hípico y sólo después de «recibir las calabazas» se había vuelto hacia normales: se demoró ante una capiGloria. lla como si fuese una turista cualquiera, luego pasó a otra más cerca —Era encantador —pensó—. de la puerta, y de pronto se halló Yo creo que Gloria ya no levanta fuera de la iglesia. cabeza. ¿Le afectaría a ella tanto la muerUn tramo de la muralla cierra la te de Alejandro? No, se dijo incorplaza de la iglesia de la Vera Cruz. porándose, empujada por el muelle Apoyada en una almena Maite Gil de la revelación. «Ay, ahora sí que estuvo contemplando la salida del no voy a dormir ni de broma». sol sobre el océano de la espigas. El viento racheado hacía flamear el A las siete ya se había bañado y pañuelo que llevaba anudado a la despachado una taza de té, y se enconcabeza y mecía a un mirlo negro que, traba en el vestíbulo, sintiéndose muy incapaz de elevarse hasta las almefatigada. Imma Sunyol, envuelta en nas, buscaba refugio en la pared de su visón, apareció sonriéndole a trapiedra. Un grupo de turistas irrumvés del soberbio encaje de la mantilla pió en la plaza y la cruzó hasta coloque ya se había colocado sobre la azucarse a la espalda de Maite. Vestían lada cabellera. ligeros anoraks en los que lucían El sol apenas despuntaba cuando estampadas las palabras «Viajes las dos ancianas entraron en la igleBenidorm». sia de la Vera Cruz. La iglesia estaba vacía salvo por —La ciudad —dij o el guía—, fue una docena de beatas vestidas de un asentamiento íbero desde el año negro apelotonadas al fondo de la 700 antes de Cristo, y los romanos la nave, junto al altar. Maite se sentía a conquistaron en el año 80 antes de disgusto entre las grandes estatuas Cristo. En el siglo VIII la capturaron suspendidas de las columnas, giganlos moros, y en 1079 Alfonso VI la tescos evangelistas y profetas armarecuperó... dos con báculos dorados e imbuidos Los hechos antiguos que pregode la impertinente vanidad del naba ella ya los conocía porque años barroco que aplastaban con desgana atrás había estado allí con su marido, serpientes, moros, diablos cornudos y habían escuchado a un guía pareciy dragones. do al de «Viajes Benidorm». El runImma Sunyol se adelantó hacia rún del discurso se enredaba con el el altar a pedir cuentas al dios en el soliloquio interior de Maite, que sin que no creía, y Maite hizo algo insóquerer recordaba episodios desagralito, inimaginable en circunstancias dables de su vida con Alejandro. ¿Por qué estas cosas y no otras? Una renuncia, una promesa incumplida, una lenta decepción, un Cuando Aurora Sunyol salió del desengaño, la primera vez que se pertemplo y no se encontró a su amiga mitió llorar delante de ella, la segunesperándola, creyó que habría regreda vez... y a partir de entonces paresado por su cuenta al Parador. ció tomarle el gusto y Maite había Pero allí tampoco estaba. Algudejado de contar. nas de la viajeras protestaron porque el retraso de Maite les hacía «perder —Entonces la ciudad vivió una el ritmo». Otra recordó que ya en el época de esplendor, que se prolongacolegio «la reina de España» se ría hasta la plaga de peste de finales hacía esperar, se retrasaba siempre. del siglo XVI. Pero tras dos siglos de Por la noche estaban todas muy decadencia el invento del ferrocarril preocupadas. ¿Qué le habría pasado ? impulsó... Las niñas —lo mejor de la sociedad, Es curioso, pensó Maite, tengo la la flor de cada casa— se sentían mente como sus Memorias, se me abandonadas, desvalidas, perdidas. mezcla todo... —Ahora fíjense, enfrente de Pero pensándolo bien, no es ustedes, esa imponente mole el verosímil que una señora así deje Alcázar, que durante dos siglos fue su vida y comience otra, o se la palacio y residencia de los Reyes. El quite. Las señoras así no cambian de edificio original fue destruido por un rumbo, a no ser a consecuencia de incendio en 1862 y ha sido restaurauna depresión larga, profunda y do respetando la planta y estructura dolorosa. Digamos mejor que Aurooriginal... ra Sunyol salió del templo, tomo del brazo a su abstraída amiga, y juntas, Entonces —el mirlo había desahablando de sus cositas, fueron a parecido de vista— le sobrevino a reunirse con las demás para proseMaite Gil la pregunta: guir la jornada. —¿Por qué estas cosas y no otras ?