Nueva Revista 060 > Agustín de Foxá

Agustín de Foxá

Luis Alberto de Cuenca

Sobre la poesía de Agustín de Foxá.

File: Agustin de Foxa.pdf

Referencia

Luis Alberto de Cuenca, “Agustín de Foxá,” accessed March 28, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1282.

Dublin Core

Title

Agustín de Foxá

Subject

Poesía

Description

Sobre la poesía de Agustín de Foxá.

Creator

Luis Alberto de Cuenca

Source

Nueva Revista 060 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

Agustín de Foxá [Luis ALBERTO DE CUENCA] l madrileño Agustín de Foxá, conde de Foxá, nació en 1903 y murió, tempranamente, en 1959, por lo que pertenece a la misEma generación que los célebres Lorca, Alberti y compañía. Tocó todos los géneros literarios, y en todos ellos dejó impresa la huella de su ingenio y, en ocasiones, de su talento. Debió de ser un tipo muy simpático y ocurrente, a juzgar por lo que cuentan quienes lo conocieron, entre ellos mi tío, Alberto Prado, que lo trató en sus últimos años y que se tomó muchas copas con él en Balmoral, que acababa de inaugurarse. Desempeñó varias misiones diplomáticas en el extranjero, donde cultivó por igual sus dos grandes pasiones: la poesía y las mujeres. No es un poeta constantemente grande, pero tiene momentos excepcionales, como los que alumbraron la génesis de Lo inútil y Melancolía de desaparecer, dos poemas que Alicia se sabe de memoria y que no deberían faltar en ninguna antología. LO INÚTIL Esos gestos inútiles, esas voces inútiles; la del que vende juguetes que nadie compra, la del que exhibe corbatas que producen risa. Esa mano abierta en la lluvia; la gorra en los dedos del campesino, en el salón; esos gestos de nada; esa voz de doctor, sálvela; las palabras humildes, la mirada de súplica ante lo inevitable; esas botas de niño que no abrigan contra la nieve. El tísico, en el banco, que se tapa el pecho con un periódico, como esa lluvia sobre el río, como la manta sobre el muerto aquel orillar del ahogado. Todo lo sin motivo, lo triste, lo pueril, lo ineficaz, como este verso mío que no leerá nadie, como el golpe de sol en los ojos del ciego. MELANCOLÍA DE DESAPARECER Y pensar que después que yo me muera aún surgirán mañanas luminosas, que bajo un cielo azul la primavera, indiferente a mi mansión postrera, encarnará en la senda de las rosas. Y pensar que, desnuda, azul, lasciva, sobre mis huesos danzará la vida, y que habrá nuevos cielos de escarlata, bañados por la luz del sol poniente, y noches, llenas de esa luz de plata, que inundaban mi vieja serenata cuando aún cantaba Dios bajo mi frente. Y pensar que no puedo, en mi egoísmo, llevarme al sol, ni al cielo, en mi mortaja; que he de marchar, yo solo, hacia el abismo, y que la luna brillará lo mismo y ya no la veré desde mi caja...