Nueva Revista 058 > Cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg

Cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg

Boris Pasternak

Traducción de las cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg

File: Cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg.pdf

Referencia

Boris Pasternak, “Cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1231.

Dublin Core

Title

Cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg

Subject

Textos

Description

Traducción de las cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg

Creator

Boris Pasternak
Olga Freidenberg

Source

Nueva Revista 058 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

Document Item Type Metadata

Text

Cartas de Boris Pasternak a Olga Freidenberg Moscú, 5 de octubre de 1946 ¡Querida Olja! ¿Cómo te va? ¿Qué tal estás de salud? Yo y Zina teníamos este verano una débil esperanza de que hubieras venido a vernos. Con nosotros hemos tenido a mucha gente: Shura e Irina, una representación variada de la joven generación, etc., pero siempre hemos mantenido libre para ti la habitación de abajo o la del balcón en el primer piso. (...) En el mes de julio empecé a escribir la novela en prosa Chicos y chicas, que en diez capítulos tiene que abarcar los cuatro decenios que van desde 1902 a 1946. Con gran empuje he escrito ya la cuarta o quinta parte, más o menos, de lo que he proyectado. Es un trabajo muy serio. Ya soy un viejo, y quizá moriré pronto. Por esto no puedo retrasar hasta el infinito la libre expresión de mis pensamientos más auténticos. Lo que este año he hecho son los primeros pasos en esta dirección, y son pasos poco habituales. No se puede seguir viviendo sin fin a los treinta, a los cuarenta, a los cincuenta y seis años, de lo que vive un niño de ocho años, es decir, de los indicios indirectos de las posibilidades personales y de las alabanzas de los que le rodean a uno. Y, sin embargo, durante toda mi vida he estado obligado a atenerme a este esquema. Al principio, todo lo que que está pasando hoy en el mundo literario al que pertenezco no me había tocado mínimamente2. Seguía en Peredélkino y trabajaba con pasión en el tercer capítulo de mi epopeya. (...) Te mando un beso fuerte. También Zina te saluda y te besa. En el último momento decidí enviarte el último ejemplar que me quedaba de mi artículo, que está casi ilegible. Si después de tu lectura no han desaparecido totalmente los últimos vestigios de los caracteres, dáselo a alguien más que lo pueda leer. Y de nuevo te saludamos yo, Lenja, Zina y nuestra Olja doméstica. Tuyo, B. Moscú, 13 de octubre de 1946 ¡Querida Olja! El mismo día después de escribirte me puse enfermo de amígdalas y he estado en cama durante varios días. Ahora estoy en un pésimo estado de ánimo y atravieso una de esas fases de depresión que muchas veces se han cruzado en mi vida durante largos períodos, pero esta vez se añade mi vejez, y además, en los últimos cinco años, me había acostumbrado a considerar la felicidad como un accesorio permanente y seguro de mi existencia. Me esforzaré para recuperarme en un sólo aspecto: el que se refiere al trabajo. Te dije que he iniciado una gran novela en prosa. De hecho, es mi primera verdadera obra. Quiero dibujar una imagen histórica de Rusia en los últimos cuarenta y cinco años y, al mismo tiempo, a través de todos los aspectos de la trama una trama dolorosa, triste, trabajada hasta el último detalle como, según mi ideal, sucede en Dickens y en Dostoievski, quiero expresar mis puntos de vista sobre el arte, el Evangelio, la vida del hombre en la historia y sobre muchas otras cosas más. Por ahora la novela se titula Chicos y chicas. Abordo el hebraísmo y todos los tipos de nacionalismo (comprendidos los que se camuflan de internacionalismo), con todos sus diversos matices anticristianos y sus hipótesis de que, después de la caída del Imperio romano, todavía existan pueblos, y la posibilidad de construir una cultura sobre la base de su primitiva esencia nacional. El ambiente de esta obra está constituido por mi cristianismo, un cristianismo que por su amplitud de miras difiere muchísimo del de los cuáqueros o del de Tolstoi, porque también se basa sobre otros aspectos del Evangelio, además de los morales. Todo esto es para mí tan importante, y los colores se insertan tan exactamente en los trazos generales que he dibujado, que no lograré sobrevivir ni siquiera un año si en el curso del mismo no vive y se desarrolla esta reencarnación mía, en la que, con una precisión casi física, se han trasplantado algunas de mis realidades interiores y algunas fibras de mis nervios (...). Te beso. No estoy realmente alegre. Tuyo, Borja. Moscú, 16 de febrero de 1947 ¡Mi amada Oljuska, mamita mía! Todo esto es cierto de un modo increíble, y muy, muy cercano a mi modo de pensar, a lo que estoy escribiendo en mi novela (en ella hay un personaje al que le gusta filosofar, un cura que ha colgado los hábitos y que pertenece al círculo de los simbolistas, que divaga sobre el Evangelio, la imagen poética y la inmortalidad). Algunas de las expresiones que usas parecen tomadas tal cual de allí. ¡Qué genial eres, y qué penoso es todo esto, y al mismo tiempo, qué maravilloso es y cómo se te parece! (...) Si consigo encontrar un minuto, os enviaré a una de las tres, a ti, o a Berggblc, o a Achmátova, las poesías incluidas en la novela (¡es asombroso el modo en que mis versos se han simplificado!), para que sepáis al menos algo de mí y podáis transcribirlas o darlas a otros para que las transcriban. Probablemente las enviaré a Achmátova, que es la mártir predestinada en estos casos, y pediré a tu homónima que haga una copia y te los lleve. ¡Te beso fuerte! No puedes imaginarte las prisas que continuamente tengo. ¿Y el verano? Tuyo, B. Moscú, 8 de septiembre de 1947 ¡Querida Olja! (....) En cuanto a mis cosas, Dios sabe lo que he hecho. Ha sido algo bárbaro e imperdonable: dos mil quinientos versos rimados de las poesías de Petofi (incluido un poema de mil quinientos versos) en un mes y una semana; el Rey Lear, en un mes y medio. Pero antes traducía muy bien y no he conseguido nada. El único modo de vengarme es hacer lo mismo mal y tan deprisa que parece hacer trampas. La novela, o mejor dicho, el mundo en el que me sumergí durante el pasado invierno, es tan lejano, tan inconmensurable, que el Rey Lear no me importa absolutamente nada, si lo traduzco bien o mal; es decir, hasta qué punto lo traduzco mal. De verdad que, ahora, esto me deja frío. (...) Este verano (en lo que se refiere al trabajo) ha supuesto mis primeros pasos en un nuevo camino: es un camino muy difícil, pero es la primera cosa de la que puedo presumir en mi vida. Vivo y trabajo en dos planos: una parte del año (y muy deprisa), para garantizarme lo necesario para sobrevivir durante todo el año; y el resto, en serio, para mí mismo. Y esto con una gran familia que hay que mantener, y a la que he acostumbrado a vivir bien, y con la necesidad de conseguir, sudando sangre, entre diez y quince mil rublos mensuales del trabajo nuevo y corriente. No lances exclamaciones de admiración y no pienses mal de Zina. También ella trabaja sin parar; ¡si supieses cuánto trabajo le cuesta sólo el huerto de verano! (...). ¡Me he comprometido seriamente en arruinar también el Faustd. Antes, sin embargo, quiero terminar el primer libro (?), o la primera parte (?) de mi novela. Me falta por escribir el capítulo sobre la Primera Guerra Mundial, la del 1914. Te beso Tuyo, B. Moscú, 29 de junio de 1948 ¡Querida Oljuska! (...) Ahora, con la misma prisa endiablada, estoy traduciendo la primera parte del Fausto de Goethe, para ganarme con esta prisión la posibilidad y el derecho a continuar —y quizá terminar— este invierno la novela que constituye una empresa totalmente desinteresada que sólo me da problemas, porque no está destinada a la publicación, vista la situación actual. Te diré incluso que no me propongo en ningún caso escribir una obra de arte, aunque es la cosa más literaria que nunca haya escrito. El hecho es que no sé si el arte sigue existiendo, y qué es lo que todavía significa. Pero hay personas (muy pocas) que me quieren mucho y mi corazón está en deuda con ellas. Para ellas escribo esta novela, lo hago como si fuese una larga carta en dos volúmenes dirigida a ellas. Estoy contento de haber terminado el primero de ellos. ¿Quieres que te mande una copia del manuscrito, para dos semanas, o un mes? Te irritarán sólo las fórmulas simplificadas hasta la caricatura de la civilización clásica que encontrarás (sirven para hacer exaltar de modo más claro y evidente la esencia del cristianismo). (...) Tuyo, Borja. Moscú (hacia la mitad de octubre de 1948) ¡Queridos tía Klara, Olja y Vladímir Ivánovich! Esta mañana ha llamado Masura. Os envío este manuscrito a todos: leedlo según el orden de precedencia que más os guste, pero quizá sería conveniente que empiece Olja, que quizá me escriba antes, una vez lo haya leído. Si es posible, no lo retengáis mucho cada uno, pues es posible que me haga falta. Probablemente, este primer libro está escrito en función del segundo, que abrazará la época de 1917 a 1945. Sobrevivirán Dudórov y Gordon, mientras que Juri morirá en 1929 y, después de su muerte, su hermanastro Evgráf encontrará un cuaderno de poesías que ya he escrito y que, en parte, os adjunto. Todas estas poesías, dispuestas unas detrás de otras, constituirán uno de los capítulos del segundo libro, que todavía tengo que escribir. Desde el punto de vista de la concepción y del plan general, este segundo libro está más definido en mi mente que cuando ideé el primero, pero para sobrevivir (esta obra no está destinada por el momento a la publicación), me veo obligado a ocuparme de traducciones y, por eso, he tenido que interrumpir el trabajo sobre la novela. Ahora, con la esperanza de acabar antes de Navidades, estoy traduciendo muy deprisa el Fausto de Goethe (la primera parte) y un clásico húngaro. De todos modos, tengo la cabeza llena de diferentes ideas y proyectos, y tengo más ganas de trabajar que nunca. Nosotros, en el fondo, aparte de la Revolución, hemos vivido también en una época de disgregación general de las formas fundamentales de la conciencia, en la que todas las habilidades y los conceptos más útiles y todas las formas de pericia práctica han sufrido un auténtico terremoto. Por esto hemos llegado tarde a lo esencial y sólo ahora he aprendido aquello que hubiera necesitado para toda la vida. Pero qué le vamos a hacer, hay que dar gracias al Cielo también por esto. De todos modos, si te interesa, te diré que soy realmente feliz, y no por esta especie de exaltación o por cualquier razonamiento abstracto, sino seriamente, porque soy libre interiormente, y por ahora, gracias al Creador, con buena salud. Beso fuerte a todos vosotros y os quiero mucho. Vuestro, Borja. Carta de Olga Freidenberg, sobre el manuscrito de la primera parte del Doctor Zivago. Leningrado, 29 de noviembre de 1948 ¡Mi querido Borja! Por fin he conseguido leer tu novela. ¿Cuál es mi juicio? Es difícil decirlo: ¿cuál podría ser mi juicio sobre la vida? Ésta es la vida, en el sentido más amplio y más grande de la palabra. Tu libro está por encima de todo juicio. Se le puede aplicar la definición que das de la historia como segundo universo. Lo que de él se desprende es grandioso. Su originalidad es de un tipo original (la tautología es involuntaria), y no consiste en el género, ni en la trama, y mucho menos en los personajes. No soy capaz de dar una definición y me gustaría escuchar la opinión de otros. Es una variante muy especial del libro del Génesis. Tu genialidad se revela aquí en toda su profundidad. Me venían escalofríos leyendo los pasajes filosóficos: tenía miedo de que de un momento a otro se me revelase el último secreto, lo que llevas dentro de ti y que durante toda la vida tratas de expresar, o esperas encontrar expresado en el arte o en la ciencia, y al mismo tiempo, tienes un miedo mortal de que esto suceda, porque debe permancer como un enigma eterno. No puedes imaginarte qué tipo de lector soy: leo el libro y al mismo tiempo te leo a ti y a nuestra sangre, y por eso mi juicio es distinto al de los demás y no es accesible a ellos. Todo esto hay que poseerlo, no simplemente leerlo, como no se lee a una mujer sino que se la posee. Éste es el motivo por el que una lectura prestada prácticamente no tiene sentido. El libro no me interesa como ejemplo de realismo del contenido y de la lengua, no es a estas cosas a las que atribuyo su valor. En la novela hay una grandiosidad de otro tipo, casi insoportable por sus dimensiones, más grande que la conceptual. Pero la impresión que permanece, una vez cerrado el libro, es terrible para mí. Pienso que tienes miedo a la muerte, y que esto explica todo, se explica esta apasionada inmortalidad que construyes con la sangre de tu vida. En esto estoy totalmente de acuerdo contigo; sin embargo, siento amargura como miembro de tu propia familia, por aquéllos que ya no existen, por los otros que están lejos3 o por el tjutcheviano espero mi fatal turno4. Se siente la misma sensación que cuando bajas al metro en la escalera mecánica: estás allí quieto, y de golpe, ya no estás más arriba, sino allí abajo... He encontrado en el libro muchas cosas próximas a mí, afines, mías, desde el imperioso deseo de grandeza y esencialidad propios de nuestra familia, al modo de plantear y resolver los problemas concretos. Pero cuando hablo de próximas y familiares (y de miedo a la muerte), me refiero a grandes cosas llevadas al plano de lo personal (y no claramente mezquinas pequeñeces concretas). No digas, sin embargo, estupideces del tipo de que todo lo que habías escrito antes no valía nada, que sólo ahora, etc. Tú eres un todo único, y tu camino entero está trazado en este libro como en un cuadro sobre el que está pintada una carretera que ves perderse en la lejanía. Las poesías que siguen a la novela forman una unidad total con ella y con tu poesía de siempre. Y son muy buenas. Lo que escribo no es lo que siento. No tenía que haberte contestado con una carta, sino con un largo beso. ¡Cómo comprendo lo que cuenta más de ti! Gracias por la fotografía, pero en la que me ha tocado a mí no has salido muy bien: tienes la mandíbula saliente y el cuello doblado. ¡Tengo una cantidad de trabajo espantosa! Por cierto ¿qué tengo que hacer con el libro? Esperaré una oportunidad para hacértelo llegar porque tengo miedo al correo. Pronto tendré esta posibilidad. Te abrazo con agradecimiento. Tuya, Olja. Moscú, 30 de noviembre de 1948 ¡Mi querida Oljuska! ¡De qué estupenda manera me has escrito! Tu carta es mil veces mejor y más grande que mi manuscrito. ¿Tanto te ha conmovido? No es miedo a la muerte, sino conciencia de la ineficacia de las mejores intenciones y conquistas, de las garantías más sólidas, y el esfuerzo consiguiente para evitar la ingenuidad y proseguir por el justo camino, para que si es del destino que algo se pierda, esto suceda sin responsabilidad por nuestra parte, no a causa de un error nuestro. No te rompas la cabeza dándole vueltas a mis palabras: si te resultan incomprensibles, mucho mejor. Hablas con frecuencia de nuestra sangre y de nuestra familia. Mira que esto es sólo lo que aparece en primer plano de la escena, es sólo el punto de mayor concentración de todo un drama que, en su conjunto, es muy homogéneo. La cosa que más me afecta (es decir, papá con su brillante ingenio, su fantástico dominio de la forma, su ojo tan penetrante, como prácticamente ninguno de sus contemporáneos, la facilidad de su maestría técnica, su capacidad de realizar como si estuviese jugandouna enorme cantidad de trabajo cada día, y la desproporcionada escasez de reconocimientos que ha tenido), esta cosa tan extraña, se ha repetido después en el destino de Tsvietáieva, una mujer de extraordinario talento, audaz, culta, que pasó a través de todas las peripecias de nuestra época, amiga mía querida, venida de una remota lejanía para ahorcarse completamente ignorada al principio de la guerra en un oscuro rincón de nuestro país5. A menudo, la vida junto a mí ha sido oscura e injusta de un modo ultrajante y perturbador, y esto ha hecho de mí una especie de vengador o defensor de su honor, lleno de celo y de pundonor, dándome reputación y haciéndome feliz, aunque en el fondo no hiciese nada más que sufrir por ellos y tomar la revancha por ellos. Así, Rilke murió pocos meses después de haber iniciado una correspondencia conmigo; así he perdido a mis amigos georgianos; también algo así ha sucedido contigo: nuestro regreso de Merrekühl en el verano de 1911 (¿te acuerdas: Cruda, Pudost, Tikopis...?)6; del mismo modo, hay algo en tu vida que está allí, como un eterno indicio de mi culpa. Y soy culpable también ante todos los demás, pero ¿qué puedo hacer? Por esto mi novela es una reparación parcial de esta deuda mía, la demostración de que, al menos, me he esforzado. Perdóname si por las prisas te he lanzado encima tantas tonterías, reales sólo en esta aproximación. Por causa suya tendría que haber iniciado otra carta, después de haber roto ésta, pero ¿cuándo puedo encontrar el tiempo para escribirte? Estoy estupefacto por la afinidad de tu comprensión, rapidísima, que se desarrolla por vías muy cercanas a las mías, que procede con total seguridad; sólo lo entendía así la mismísima Tsvetáeva, y a veces, con las infracciones de las reglas de la realidad y del buen sentido que le eran propias, Mayakóvski. Es extraño incluso que lo haya nombrado. Puedes hacer ver el manuscrito a quien quieras. Cuando no te sirva ya, me lo envías del modo que has propuesto. Gracias por haberlo leído aunque estés tan ocupada. En tales condiciones, aunque hubiera brillado en la oscuridad con luz fosforescente y aunque hubiera emitido radiaciones de calor, habrías tenido derecho a considerarlo un intruso y desear que no existiese. En una situación semejante y con análogos sentimientos, estoy volcado ahora en el Fausto. Te deseo todo bien. Te abrazo y te beso fuerte. Recuerda siempre tu teoría de la comparación: es una de esas cosas. Que estés bien. Tuyo, B. Moscú, 7 de agosto de 1949 (...) Me he visto obligado a encerrarme en casa, también en parte porque se me han acabado mis recursos. Los derechos de las traducciones de Enrique IVy El Rey Lear que acaban de salir, y los de los dos volúmenes de la colección completa de mis traducciones de Shakespeare publicadas por la casa Iskússtvo, han desaparecido completamente por los adelantos con los que he vivido en los últimos tres o cuatro años. Dentro de dos o tres meses tendré que esforzarme para obtener alguna traducción más, por ejemplo, la segunda parte de Fausto (que no me gusta), y conseguir algo de dinero; mientras tanto, he empezado a trabajar muy deprisa en el segundo libro de mi novela. Quiero acabar de escribirla para mí mismo; también en esta segunda parte quiero decir hasta el fondo y con total claridad todo lo que pienso sobre los temas de la vida y del tiempo, en lo que me sea dado; pero el deber que me he propuesto me parece más estúpido y contradictorio cada vez, y mis capacidades, mi modo de ver y mi condición, siempre más mediocres e ineptos. Me han enseñado la antología de poesía rusa publicada por la Universidad de Oxford con el texto ruso7 y la que tiene las traducciones de Bowra (la segunda edición), así como el libro de Bowra sobre Apollinaire, Mayakóvski, yo, Eliot y el español Lorca. En las distintas secciones de estos dos libros dedicados a diversas épocas (me avergüenza hablar de esto contigo y no sé cómo decírtelo) ¡dedican la mayor parte a Pushkin, a Blokyamí! (...). Hasta hace cinco años, cuando hechos como éstos no eran infamantes (incluso subjetivamente para mí mismo) por el modo completamente nuevo que ahora se les mira, noticias de este tipo podían ser para mí como una reparación. Pero ahora su efecto (de nuevo me refiero a lo que a mí me afecta) es exactamente el opuesto. Ponen de manifestó la vergüenza de mi fracaso aquí (tanto el oficial como, evidentemente, en la misma sociedad). ¿Qué valgo, al fin y al cabo, si el obstáculo de la sangre y del origen (el único que era necesario superar) se ha mantenido insuperable y todavía puede significar algo, aunque en un modo desdibujado, y verdaderamente, qué nulidad pretenciosa soy si todo lo que he conseguido al final de mi carrera no es más que una popularidad restringida y clandestina entre los intelectuales hebreos más perseguidos y desgraciados? ¡Oh, si las cosas son así, entonces es mejor nada! ¿Qué puedo ser y que se podrá decir de mí, si el cielo me vuelve la espalda con tanta facilidad y tan completamente? (...) Te quiero mucho, Olja. Por alguna razón, mi corazón está triste. Mi vida ya no me pertenece, es un papel conocido y previsible que tengo que representar con dignidad hasta el fin. Con la ayuda de Dios y si tengo vida, concluiré la novela. Acabaré todos mis trabajos. Y es preciso que a los que quiero no les falte nada. Gracias a Dios, todos están bien. Aquí, en la dacha, nuevamente hay un gran sentido de libertad y todo es bello y maravilloso, a pesar de las lluvias. Zenja y Zénicka están en Koktebel8. Stásik, el hijo de Zina, es un buen pianista y probablemente tomará parte en el premio Chopin de Varsovia. Te beso fuerte. Perdóname por esta carta sin alma. Carta de Olga a Pasternak. Leningrado, 27 de noviembre de 1949 Mi querido Borja: (...) Es una tontería eso que dices de que las únicas personas que te aprecian son hebreos adormecidos5. Estas cosas déjalas decir a otros, pero tú conoces bien la historia y sabes que es la crónica no del pasado, sino de lo que es presente e inmortal. Los años nunca podrán hacer de ti un viejo, porque lo que es llamado con tu nombre no envejece. Tú seguirás escribiendo espléndidamente, tu corazón seguirá vivo, y de ti están y estarán orgullosos no los adormecidos ni los hebreos, sino un inmenso círculo de personas de tu país. Tu creatividad actúa con flujos intermitentes más que con regular continuidad. Los griegos eran sabios, enseñaban que, sin los intervalos, no existiría ni la música, ni el ritmo... ¡Ah, cuántas cosas querría decirte! En cambio, te abrazo y te beso intensamente. Tuya, Olja. (En 1952, Pasternak sufre un infarto, ¡o que retrasa mucho su novela, mientras que Olga Fredenberg trabaja intensamente en un estudio sobre la estética de ¡a imagen literaria clásica, que no se publicará hasta 1978) Moscú, 30 de diciembre de 1953 Querida Oljuska: (...) He terminado la primera versión de mi novela (falta sólo el epílogo, que ya tengo pensado), pero se trata todavía de un esbozo muy superficial, en algunos casos de un simple guión. He escrito también una docena de nuevas poesías. Es incluso tonto que te escriba estas cosas ¿Para qué esta lista? De todos modos, podrás deducir que estoy bien y que mi moral es alta. (...) Tuyo, B. Moscú, 20 de marzo de 1954 Mi querida Oljuska: Gracias de corazón por la tarjeta. Estoy informado del espectáculo10 porque el director, Kózincev, se puso en contacto conmigo, invitándome a ir a Leningrado; pero no iré. Debo y deseo terminar la novela, y hasta que no la termine estaré esclavizado de un modo fantástico, de maníaco. En el número de abril de la revista Znamja se publicarán diez poesías mías sacadas de la novela Zivago, la mayoría escritas este año. Cuando me invitan a casa de amigos las declamo, y me dan una gran alegría. Si me lo hubieran permitido, podrían haber sido veinte o treinta, en vez de sólo diez. Me es mucho más fácil escribir poemas que prosa, pero únicamente la prosa me acerca a la idea de absoluto que me sostiene y que incluye en sí misma mi vida, mis normas de comportamiento, etc., etc., y que crea esa estructura interior de mi alma, y en un compartimento de la misma puede encontrar lugar la ocupación de otro modo insensata y vergonzosa de escribir versos. No veo la hora de librarme de este yugo prosaico para poder dedicarme a la actividad que me es más congenial y que me expresa más plenamente. O bien otro ejemplo: si no fuera por algunos de los ahorros intocables de Zina, en este momento tendría algunas dificultades temporales para conseguir cuadrar mi cuenta de resultados diaria. Y nuevamente por la novela que tengo que terminar y en la que estoy trabajando, no tengo tiempo para tomar algunas iniciativas, para moverme y conseguir algo de las editoriales (...). ¿Ves qué desgracia es para mí esta novela y cómo es necesario que trate de deshacerme de ella cuanto antes? Por el mismo motivo te escribo de prisa y te pido que me perdones por ello. (...) Tuyo, B. Moscú, 21 de julio de 1954 Querida Oljuska: De nuevo no sé cómo pagarte por tu carta joven, llena de fuerza y maravillosa. No vayas a ningún lado, yo te mandaré Znamja. Únicamente no pienses en contestarme ni en ocuparte de hacer una recensión de mis poesías. No creo que te entusiasmen. Te las mando sólo como una curiosidad: no son frecuentes las páginas en las no haya ni el olor de pereza y acero. Además, ha sido para mí una alegría ver impresas las dos palabras sagradas, Doctor Zivago. Son parte de lo que he escrito este verano (excepto lo poco que había escrito antes). De repente, después del hospital, la casa de reposo, las angustias y las limitaciones, sucedió una cosa que no estaba prevista en el régimen de vida que me había sido prescrito: una oleada de felicidad que me ha purificado el oído y reabierto los ojos y ha sido precisamente entonces cuando he revisado completamente el Fausto antes de la impresión y cuando he escrito éstas y otras cosas. Gracias por tu larga carta. Te beso fuerte. Tuyo, Borja. Leningrado, 4 de noviembre 1954 ¡Querido Borja! Aquí corren rumores de que has recibido el Premio Nobel, ¿es cierto? En caso contrario ¿cómo se explica esta noticia? Mi pregunta es estúpida, pero no puedo dejar de hacértela. Espero con impaciencia tu tarjeta. Que estés bien. Tuya, Olja. Moscú, 12 de enero de 1954 ¡Mi querida Oljuska! ¡Qué alegría me da aunque sólo sea un billete tuyo y la simple vista de tu escritura! Los mismos rumores corren por aquí, pero yo soy la última persona a la que le llegan. (...) Más que desear, me espantaría más bien que estos cotilleos se transformasen en realidad, aunque este premio suponga necesariamente el viaje para ir a recibirlo, y esto significaría salir al mundo, poder intercambiar opiniones, etc. Además, bajo este aspecto, no sería capaz de realizar este viaje como la habitual marioneta, que es lo corriente. También debo pensar en la vida de los míos, en la novela que tengo que terminar: ¡qué difícil sería todo esto! Sería como el exilio de Babilonia. Pero Dios, al parecer, ha tenido piedad de mí y he escapado a este peligro. Es evidente que han presentado mi candidatura en un modo formal y con un amplio apoyo. Han escrito de ello los diarios belgas, franceses y alemanes. Me lo han contado personas que han visto y leído estos artículos. Otros han oído una transmisión de la BBC en la que se afirmaba (te lo cuento sin asumir la responsabilidad) que había sido propuesto mi nombre, pero conociendo nuestras costumbres, se había pedido el consentimiento de nuestra Embajada que —por el contrario presionaba para que en mi lugar se propusiera como candidato a Sholojov. Como la comisión rechazó esta propuesta, se presentó la candidatura de Hemingway que, probablemente, conseguirá el premio, aunque algunos dicen que el debate todavía no se ha cerrado. En realidad se trata sólo de rumores que, sin embargo, han tenido amplia difusión. En cualquier caso, me ha gustado que me pusieran, aunque fuera sólo hipotéticamente, al lado de Bunin y de Hamsun, y aunque fuese por un malentendido, junto a Hemingway. Estoy orgulloso sólo de una cosa: esto no ha cambiado ni un minuto el curso de las horas de la vida sencilla, labiorosa, sin nombre e ignorada de todos que llevo. En mi vida hay un ángel custodio, esto es lo principal. Agradezcámoselo. Te beso fuerte, mi tesoro. Tuyo, Borja. Leningrado, 17 de noviembre de 1954 Borja, querido mío: (...) Me siento feliz por ti. Hasta ahora sólo conocía las escuelas por correspondencia, ahora conozco las coronaciones por correspondencia. Para ti es la mejor solución. La amargura, naturalmente, permanece. Sería preciso que al menos en el Sur el sol brillase, cuando fuera de nuestras ventanas cae la nieve. ¡Estoy tan orgullosa por ti y por nuestros viejos! ¿Recuerdas que hace poco te predije que estaba a punto de llegar el momento del reconocimiento oficial? Oía en el aire un roce de alas, pero no sabía de dónde venía. Admite que, aunque vivo lejos de tu vida, a veces adivino cosas de las que tú todavía no te das cuenta. Y si no eres un verdadero cerdo, tienes que reconocerlo. ¡Mi querido adorado! Nunca la dinamita ha provocado tantas consecuencias benéficas como esta candidatura tuya al trono de Apolo. ¿Qué importa si estás llevando a cabo tu empresa en Peredélkino en la soledad y el aislamiento? (...) Estoy orgullosa y feliz de tu noble optimismo. El Padre Zosima está presente en ti y respira contigo la luz de la inmortalidad. Dios mío, ¡qué hermoso es en Dostoievski que todos esperen el milagro en el momento de la dormición de Zosima, mientras por el contrario su cuerpo empieza a corromperse y a emanar hedor más deprisa incluso que los cuerpos de los pecadores! La tentación alcanza el culmen, incluso Aliosa abandona a su maestro. ¡Lo sublime a través del hedor! El máximo de la luz y de la revelación divina a través de los días de nuestra vida y la putrefacción ¿No te das cuenta del profundo significado que se esconde en tu vivir en Peredélkino, entre barras, fuera de las cuales, en cualquier lugar del mundo, la gente habla de tu yo puro, invisible a todos? Así se cumplen nuestros destinos y nosotros no nos damos cuenta. Mi hermano querido (hablando en el estilo de Zosima), lloro y río a la vez. Desde hace tanto tiempo deseaba confiarme contigo. He sufrido una gran, irreparable pérdida. Me he perdido a mí misma. Sí, sí, soy una mujer acabada. Me he entristecido y consumido por ausencia de oxígeno. Mr. Bonnivard11 no ha sido nunca mi ideal, a pesar de que su lugar de residencia les guste a los turistas. En lugar de Byron nunca hubiera usado la frase chainless mind. No sabía con qué acompañamiento se sirve el realismo. (...) Te abrazo. Si algo dentro de ti cristaliza, escríbeme. Tuya, Olja. De la correspondencia entre Boris Pasternak y Marja Aleksándrovna Márkova, Masura, cuñada de Olga Freidenberg. Leningrado, 23 de junio de 1955 ¡Borjuska! Creo que es mi deber comunicarte que el día veinticuatro Olja será ingresada en un hospital. Está gravemente enferma desde hace tiempo. (...) Masura Moscú, 26 de junio de 1955 Mi querida Masura: Gracias por escribirme. Me acaban de traer tu carta de la ciudad a la dacha. No tenía ni idea de nada de lo que me comunicas. (...) He contestado siempre inmediatamente a las cartas de Olja. Aunque no hubiera sido tan inteligente y llena de talento, la hubiera querido igual, como te quiero a ti, porque sois las voces de la vida vivida por mí, a las que estoy reconocido en todo, desde lo más alto a lo más hondo, y en cada detalle.(...) En los últimos tiempos no escribo a nadie y evito reunirme hasta con los parientes más próximos, incluso con mi hijo mayor y con Sura, no porque me haya convertido en un estúpido y me dé importancia, y piense no se sabe qué a causa de una imaginaria y absolutamente inexistente notoriedad, sino que en este mi cincuenta y cinco año de vida y especialmente ahora, en verano, estoy absorbido por una especial prisa de acabar un trabajo de amplias dimensiones que no quiero dejar incompleto. Se trata del segundo libro de la misma novela de la que ya has leído algunas partes (...). Es una obra que escribo sólo para mi alma, que nunca saldrá a la luz, o en un lejano futuro, es decir, que no está en relación con una necesidad real o con las fechas de un editor, que no constituye para mí una fuente de ingresos, sino que —por el contrario— la escribo entre largos intervalos de tiempo, de un modo espasmódico, con daño de los trabajos que hago por encargo y perdiendo dinero. Comprenderás que la transformación de este sueño en realidad puede conseguirse sólo al precio de medidas de ruptura temporal con todo lo que me rodea, medidas que no tienen nada que ver con la presunción. (...) Te abrazo. Estoy bien y trabajo mucho, me espantan sólo la grisácea falta de talento y la prolijidad de mi manuscrito (más de seiscientas páginas), pero esto no es una tragedia, esta preocupación no es suficiente para hacerme perder el buen humor. Estoy bien, lleno de energías interiores, y tengo miedo de decir qué feliz soy. Tuyo, Borja. Leningrado, 2 de julio del 955 ¡Borjuska! Acabo de ir a ver a Olja en el hospital. Ha habido una consulta y los profesores no prevén un resultado positivo de la enfermedad. Su situación es grave y está completamente postrada: no come y no bebe nada, y a veces ni siquiera tiene ganas de hablar. Se ha debilitado enormemente. Además, estoy preocupada por la suerte de sus trabajos, que se han quedado en manuscrito. Su deseo es que se publiquen pasado un tiempo. No sé qué hacer, y además la situación se ha complicado porque su piso está cerrado con llave y la llave la tiene en el hospital. Ella misma se prepara también para lo peor, y olvida el trabjo de toda su vida. Masura. Moscú, 6 de julio de 1955 ¡Querida Masura! (...) Mis cartas te deben dejar perpleja y probablemente piensas que no me importa nada Olja y su destino, y que con absoluta tranquilidad la entierro ya en vida, pero ¡cómo te equivocas! La verdad es que he pensado muchísimo en mi fin y en el final de todo aquello que amo, y desde hace mucho tiempo estoy preparado para cualquier posibilidad. ¿Qué podemos hacer? Lo único que podemos hacer ante la desaparición de tantas personas queridas y ante la inevitable pérdida de una preciosa vida humana es volcar todo nuestro amor en la creación de algo vivo, en un trabajo útil y creativo. Te beso. Tuyo, Borja. El 6 de julio de 1955, Olga Freidenberg murió en un hospital de Leningrado, tres años antes de la concesión del Nobel a Pasternak. Telegrama. Moscú, 7 de julio de 1955 ESTE TRISTE GOLPE HA CALDO SOBRE NOSOTROS ANTES DE LO QUE PENSABA POBRE OLJA. TE HABÍA ENVIADO UNA CARTA CON UNA DÉBIL ESPERANZA. CONTÉSTAME CUANDO TENGAS TIEMPO. GRACIAS POR TODO. TE BESO. BORJA. Moscú, 19 de julio de 1955 ¡Querida Masura! No te preocupes por todo lo que no se ha podido prever con tiempo. Olja era la guardián de las tradiciones, de los objetos y de las cartas de la familia. Quizá una parte se refieren a mí y a mi familia. Te diré dos palabras sobre este tema. En cuanto a mí, personalmente, no poseo ni un archivo, ni una biblioteca, ni colección de ningún tipo, ni objetos de familia. No conservo ni la correspondencia, ni los manuscritos, no permito que nada se acumule sobre mi mesa; es más fácil poner en orden mi cuarto que una habitación de hotel. Vivo como un estudiante. Cuando aprecio algo, no lo es necesariamente por el hecho de que esté en mis manos, no cambia nada si está en las de cualquier otra persona, o incluso si sólo se conserva en la memoria humana viviente o en la historia. Así me son queridos todos los recuerdos, el pasado de cada uno, así recuerdo el puesto ocupado en la historia del arte de nuestro siglo por aquel pintor extraordinario que fue mi padre. Y esto es algo que sale solo, de otro modo de nada valen cuidados y preocupaciones. Tu Borja. Moscú, 30 de septiembre de 1956 ¡Mi querida Masura! Gracias por tu cariñosa carta. No pienses que me he olvidado de ti o que me es indiferente la memoria de papá o de Olja. Sencillamente, estoy siempre muy cogido por el trabajo y pienso que el mejor modo de recordar a los muertos es una actividad intensa y creativa, espiritualmente cercana a ellos. Pienso también que no hace falta preocuparse por las cosas que han dejado aquí abajo. (...) Estoy bien, soy feliz y todo va muy bien, sólo que mi existencia es un poco complicada, como si viviera en la luna o en la cuarta dimensión. Te abrazo y te beso fuerte, querida mía, y una vez más te doy gracias de todo corazón. Tuyo, Borja. 1 Los textos de las cartas se han tomado de Le barriere dellanima. Corrispondenza con Olga Frödenberg, Garzanti Editore, Italia, 1987. 2 En la posguerra tuvo lugar una campaña del Partido contra el cosmopolitismo, que se inició con una resolución del Comité central que atacaba a las dos revistas de Leningrado citadas por Pasternak. Tanto Pasternak como su prima Olga sufrieron a causa de la campaña. 3 Cita del Eugenio Oneguin de Pushkin. 4 Ultimo verso de una poesía de Tjútchev. 5 Marina Tsvietáieva se suicidó en 1941. Su marido y su hija habían desaparecido en los campos de concentración de Stalin, y la KGB la sometía a tal presión psicológica, que no pudo resistir. 6 Estaciones de tren por las que Pasternak y su prima pasaron en su retorno a San Petersburgo en el verano de 1911. 7 The Oxford Book ofRussiati Verse. 8 Un lugar de veraneo en la costa de Crimea. 9 Olga confunde el adjetivo zágnannyi, perseguido, usado por Pasternak en su carta, con záspannyj, adormecidos. 10 Se refiere a que la versión de Hamlet hecha por Pasternak iba a ser representada en Leningrado. Un personaje de El Prisionero de Chillón, de Lord Byron.