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Deshacer en poemas el periódico

Jesús García Calero

Colección de poemas de diversos autores cuya temática relaciona la prensa y la poesía como manifestaciones parejas, literarias, que comunican las realidades que nos atañen.

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Referencia

Jesús García Calero, “Deshacer en poemas el periódico,” accessed April 25, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/316.

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Title

Deshacer en poemas el periódico

Subject

La otra prensa del corazón

Description

Colección de poemas de diversos autores cuya temática relaciona la prensa y la poesía como manifestaciones parejas, literarias, que comunican las realidades que nos atañen.

Creator

Jesús García Calero

Source

Nueva Revista 097 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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LA OTRA PRENSA DEL CORAZÓN Deshacer en poemas el periódico JESÚS GARCIA CALERO REDACTOR JEFE DE CULTURA, DIARIO ABC s verdad que la prensa no hace mucha justicia a la cultura, pero no Ees un problema de profundidad. Porque se trata de la misma falta de justicia que se hace a cualquier otra actividad, desde la prensa, cuando no se actúa rigurosamente. La cultura no es una torre de marfil; a su modo, contiene política, economía, globalización y frivolidad. Aceptemos que cualquier periodista es mejor cuando más cerca del humanismo trabaja, cuanto más se acerca al prójimo para contar su historia. Entonces, en términos periodísticos, una huelga o un simposio han de ser tomados con idéntico talante. Al final, lo que contamos son esas historias, que están por todas partes. Por ende, la poesía y la prensa sólo parecen entenderse como disyuntiva: o es prensa o es poesía de lo que hablamos. En la letra, en la forma, la prensa y la poesía están notablemente alejadas en modos, armonía, intención estética... En el espíritu, en el fondo, no dejan de ser dos manifestaciones parejas, literarias, del mismo animal fonante: nosotros. La prensa, como la poesía, trata de llegar a sus lectores con un fin semejante: alcanzar, de forma fidedigna, a comunicar realidades que nos atañen, nuevas tan antiguas como el hombre. Yo querría llegar a un acuerdo con el lector: se puede escribir un poema desconstruyendo un periódico y que se puede escribir fácilmente un periódico de poemas. ¿Por qué la simulada demolición del periódico y la construcción, a su costa, del poema? Porque a mí corazón llega el dolor y la alegría del mundo entero. El atentado en un tren negro de marzo, el incendio en un colegio de la India, el amor convertido en traición y egoísmo sanguinario contra las mujeres... están conmigo más que un día, más que un rato en que yo ojeo mi periódico. No querría olvidarlos tan rápido. Además los repiten en la tele y en la radio, pero eso no mitiga el dolor. En fin, hay en mi corazón niñas que nunca soñaron que alguien se cruzara en su camino, un pederasta o un marido asesino. Resuenan torres cayendo, bombas en las ciudades del desierto de Las mil y una noches y siento que, cada mañana, cada amanecer, tiene que mantenerse un hilo de cordura y de conciencia en los periódicos, como la voz de Sherezade, que nos permita pisar con ojos limpios la dudosa luz del día. Alguien que escribe periódicos no puede romper aún la fe en la palabra publicada, en el peso de los actos comprobables, en el valor de dar voz a quien no la tenía o mantener la firmeza ante la veracidad. En cultura, igual que en el resto de las secciones. El periodista, como el clásico Terencio, es un hombre y nada humano le es ajeno. Si nada humano nos fuera ajeno, nos interesaría lo nuestro y lo del prój imo, los sentimientos y los logros, el consuelo y la felicidad. La cultura es lo que nos da sentido, es lo que queda de los hombres que han perdido todo. Al día siguiente de la caída de las Torres Gemelas, un deprimido Jonathan Brown me decía desde la herida ciudad de Nueva York: «¿Qué puedo hacer o decir yo ahora, un pobre profesor de arte español?». Entonces hablamos largamente y vimos que esa cultura que él enseña y en la que todos nos movemos es mucho más sutil y más fuerte que toda aquella catástrofe. Es lo único que nos puede empujar hacia delante. No hablábamos del valor histórico, ni mucho menos del económico de Las meninas, por ejemplo, sino de la libertad que ha crecido en nosotros gracias a ellas, y gracias a Goya y su visión de la guerra, y gracias a Don Quijote, mitad locura, mitad lucidez, y gracias a esa poesía que solamente habita, que sólo anida, en la libertad irreductible de nuestra mente y nuestro corazón. Así que, ¿aún lo dudan?, ¿por qué escribir poemas con periódicos? También porque somos capaces de sentir la alegría enorme, como de ballena, cuando pensamos en que los arpones deberán seguir callados en los mares que hoy llamamos santuarios. Y miramos con ilusión de niño el vuelo de la sonda Cassini y sus fotos de los anillos de Saturno, anillos de compromiso con la ciencia y con el progreso del hombre, con su futuro; con la curiosidad que quiero mantener de pie para que no todo sean los rehenes degollados de la tierra y los agujeros negros dentro de corazones fanáticos. ¿Saben que la sonda ha llegado a Saturno como tirada por onda, que ha dado la vuelta varias veces alrededor de Venus y del Sol para ser lanzada contra ese Goliat tan lejano? ¿Saben que la inteligencia tiene más fuerza que el odio? El periódico lo hacemos las personas, los buenos y los malos, es una plaza sobre el papel, donde cabe todo lo que los hombres acarrean sobre los hombros: la valentía y la risa, la deslealtad y el miedo, el hambre de amar y el de saber, la sed de justicia y la de venganza. Por eso hay que desconstruirlo, si me lo permiten, para poder reconocernos en él y tal vez, corregir alguna cosa. Porque también me indigno cuando escucho a los políticos pensando que somos todos estúpidos, cuando son incapaces de pedir perdón por sus eminentísimos errores, en lugar de regalar su desprecio ante la crítica, convertir el diálogo en pelea de gallos y terminar excavando sus líneas arguméntales como trincheras de autistas; o también cuando he contemplado el desarrollo de la comisión del Congreso sobre los atentados del 11M y sus protagonistas olvidan el silencio de las víctimas y se ponen a hacer ese ruido mediático y vergonzoso que gana las portadas y nos hace a todos mirar con cierto asco. Y, sobre todo, cómo no, quiero romper el periódico en mil poemas y reconstruirlo con algo que recuerde los latidos porque creo que los periodistas también hemos llegado —también no, hemos llegado los primeros porque hemos buscado la primera fila— a ese lugar en el que hoy estamos, donde el servicio público de la voz lanzada, dada a luz, para la sociedad que la precisa, es cada vez, paradójicamente, menos precisa, más turbia, fácil o indulgente con nuestros fallos y nuestra posición. No somos protagonistas de la vida pública, pero a veces lo creemos; no estamos más allá del bien y del mal, pero a veces lo creemos; nos defendemos fieramente de las críticas, cruelmente en ocasiones, demostrando, si me lo permiten, que somos también un poema, pero de los tristes, cuando lo hacemos. En fin, no creo que nadie albergue ya dudas de que la poesía puede resumir lo mejor de nuestro pensamiento casado con nuestro corazón en una voz humana, intensamente animal y racional. En la poesía habla nuestra naturaleza, y no hay mejora en el hombre a espaldas de ella. Eso lentamente lo vamos aprendiendo. Y piénsenlo bien: nadie estuvo más cerca de lo sagrado que un poeta, Juan de Yepes, nuestro santo compatriota; ni más cerca estuvo el amor de ningún Dios de nuestro corazón que en la clara espesura de sus versos. ¿Lo escucharemos aún, seremos capaces, incluso en el fragor de una redacción? ¿Incluso en el fatuo orgullo de firmar una exclusiva? Ojeemos el periódico que los poemas reinventan, que para eso lo hemos traído. Tiene titulares, pero lo mejor, les confieso, es colocar algunos poemas a modo de entradillas. Como tenemos que venderlo bien, en la portada yo pondría de todo: la comisión de marras, el deporte, la situación en Irak, la estabilidad monetaria y las amenazas y las esperanzas de la salud, los estrenos de cine... Todo ello tiene cabida, oigan, que tiene que interesarles a muchos para que venda ejemplares. Pero en un rincón, ya que están aquí, con esa promesa que supone decir «más información en páginas interiores», yo pondría este titular, especialmente indicado para poetas y para periodistas: «El poeta debe ser más útil que ningún ciudadano de su tribu». Y abrimos el periódico. Con lo más importante, el editorial que hoy nos ha escrito un hombre apellidado persona: Pessoa. Ya saben que el editorial no lleva firma, por eso les propongo que Pessoa seamos todos: Me duelen la cabeza y el universo. Los dolores físicos, más claramente dolores que los morales, desarrollan, por un reflejo en el espíritu, tragedias no contenidas en ellos. Nos traen una impaciencia por todo que, por ser por todo, no excluye a ninguna de las estrellas. No comulgo ni nunca comulgué ni podré, supongo, comulgar nunca, con aquel concepto , bastardo según el cual somos, como almas, consecuencia de una cosa material llamada cerebro, que existe, de nacimiento, dentro de otra cosa material llamada cráneo. No puedo ser materialista, que es como creo que se llama ese concepto, porque no puedo establecer una relación nítida —una relación visual, digamos— entre una masa visible de materia cenicienta, o de otro color cualquiera, y esta cosa que soy yo que por detrás de mi mirada ve los cielos y los piensa e imagina cielos que no existen. Pero, aunque nunca pueda caer en el abismo de suponer que una cosa pueda ser otra sólo porque se encuentran en el mismo lugar, como la pared y mi sombra sobre ella, o que el depender el alma del cerebro signifique algo más que el depender yo, para mis trayectos, del vehículo que uso para realizarlos, creo, sin embargo, que hay entre lo que en nosotros es sólo espíritu y lo que en nosotros es espíritu del cuerpo una relación de convivencia en la que pueden aparecer discusiones. Y la que vulgarmente aparece es la de que la persona más ordinaria incomode a la que lo es menos. Hoy me duele la cabeza y creo que es desde el estómago desde donde me duele. Pessoa, Libro del desasosiego Entre las cartas al director, querría destacarles esta, recibida desde Lima, vía París. La firma César Vallejo y trata de explicarnos con un lenguaje llano que hay problemas muy complicados a los que no debemos negar la atención: Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... Yo no sé! Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. x Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé! César Vallejo, Los heraldos negros Y entremos en la sección política. Tal vez aquí el poeta debe siempre dotarse de la fina ironía de la sátira. Frecuentemente, al político no le gusta lo que diga su Fígaro o su Pobrecito hablador. En este caso invitamos a un ruso, el amigo Ossip Mandelstam, que se atrevió con Stalin en un retrato que iba a costarle la vida pero que representa bastante bien al poder que ha perdido su contacto con la realidad y crea otra realidad a su medida: Vivimos sin sentir el país bajo nuestros pies, nuestras voces a diez pasos no se oyen. Y cuando osamos hablar a medias, al montañés del Kremlin siempre evocamos. Sus gordos dedos son sebosos gusanos y sus seguras palabras, pesadas pesas. De sus mostachos se carcajean las cucarachas, y relucen las cañas de sus botas. Una taifa de pescozudos jefes le rodea, con los hombrecillos juega a los favores: uno silba, otro maulla, un tercero gime. Y sólo él parlotea y a todos, a golpes, un decreto tras otro, como herraduras, clava: en la ingle, en la frente, en la ceja, en el ojo. Y cada ejecución es una dicha para el recio pecho del oseta. Y el más difícil todavía, casar poesía con la información de Tribunales. ¿Conocen ustedes a alguien que fuera capaz de reírse de un tío listo como Cicerón? Yo, a Catulo. En una ocasión, para agradecerle un servicio jurídico, Catulo le envió secretamente un poema a Marco Tulio, un epigrama que tenía oculto su veneno. Y como a Cicerón tanto le gustara, él mismo se encargó de inundar Roma de copias de aquel elogio que llevaba incrustado, o embebed como dicen de los periodistas en Irak, una ironía más grande. Del consiguiente ridículo a nadie pudo culpar el letrado más que a sí mismo. Oh, tú, el más elocuente de los hijos de Rómulo de los que son y fueron, Marco Tulio, y de los que serán, te da mil gracias Catulo, el peor de los poetas, que es el peor de todos los poetas en la misma medida que tú eres el mejor de todos los letrados. Pasamos, si les parece, a la política internacional. Me gustaría recordarles que en este periódico no queremos hacer mucha ficción —seamos periodistas serios y poetas serios—, sino aprender a mirar la realidad con la cultura, a través de la poesía, en el corazón, a ver qué pasa. El titular de esta sección pueden ustedes elegirlo entre los que Irak y la guerra desatada por Estados Unidos han dado lugar. Imaginen que nuestro enviado especial, un salmantino llamado Aníbal Núñez, ha pi sado la desgracia sobre el terreno, y ha visto cómo la llamada insurgencia se convertía en un avispero y cómo la muerte se saciaba en las calles, a la vista de todos. Luego ha ido a los foros internacionales donde se trata el asunto, la Casa Blanca sobre todo, y junto a ese titular que ustedes eligen pongan esta entradilla: Que me traigan el humo, dijo Ciro, y le trajeron todas sus victorias. ) Aníbal Núñez, Pebetero No se puede expresar más bellamente. Aquí se ve la dimensión humana de la historia, dibujada en la sombra. Esa dimensión, que atañe a los grandes sobre todo, no debemos nunca perderla de vista los periodistas. Nunca nos podemos permitir olvidar que las personas, grandes o pequeñas, que resultan objeto de nuestras informaciones, sienten y padecen. Nadie suele querer ser noticia, pero el día que lo es, gusta de ese trato respetuoso y humano. Antes de que todo lo de Irak se complicase, España tuvo tropas allí. Todos pudimos ver las despedidas en los aeródromos militares a esos familiares que iban a un lugar tan peligroso, y pudimos emocionarnos con ellos; y también vimos cómo les recibían a su vuelta. ¿Se imaginan, en términos de amor, poder asomarse a esa preocupación, al desvelo y a la alegría final? Propongo que observemos primero el desvelo de aquellos familiares, esposas y esposos que se quedaban esperando el regreso de sus amantes, y tratemos de sentirlo como propio gracias a un maravilloso poema de amor de Neruda: No estés lejos de mí un solo día, porque cómo, porque, no sé decirlo, es largo el día, y te estaré esperando como en las estaciones cuando en alguna parte se durmieron los trenes. No te vayas por una hora porque entonces en esa hora se juntan las gotas del desvelo y tal vez todo el humo que anda buscando casa venga a matar aún mi corazón perdido. Ay que no se quebrante tu silueta en la arena, ay que no vuelen tus párpados en la ausencia: no te vayas por un minuto, bienamada, porque en ese minuto te habrás ¡do tan lejos que yo cruzaré toda la tierra preguntando si volverás o si me dejarás muriendo. Y veamos también lo agridulce que puede florecer la alegría tras el regreso de los soldados, cuando su amor se pregunte por el sentido de su sacrificio, en las palabras de Robert Graves: Hay un darse más allá del darse: el tuyo hacia mí cuando desperté anoche, horas antes del alba, liberado por un relámpago intolerable que abrió el cielo, para entender lo que el amor niega en el amor y por qué. R. Graves, Canción más allá del darse Pero si entramos en las habitaciones del amor, no podemos hurtarnos las otras noticias, las más desagradables, como son las de la violencia doméstica. Pónganle la voz de Marina Tsvietáieva y de san Juan de la Cruz a las ^ dos caras de la moneda: el amor y su fin trágico. Tal vez a través de estos poemas nos pongamos más en el lugar de las víctimas, tal vez nos conmueva con más fuerza su tragedia. Descubramos las aristas que antes no habíamos detectado, descubramos el verdadero nexo de la noticia y el poema. Me fueron dadas una voz preciosa y una frente de adorable trazo. La suerte me besaba en los labios, a ser la primera me enseñaba. A los labios pagaba alto tributo, sobre las tumbas rosas derramaba... Pero al vuelo me detuvo la dura mano del destino. Marina Tsvietáieva. San Petersburgo, 31 de diciembre de 1915 Y de san Juan de la Cruz: Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado; cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.» San Juan de la Cruz, Noche oscura Y, para ir a temas más alegres, leamos el siguiente reportaje sobre las oportunidades que los avances de la ciencia y los cuidados debidos, pueden dar a nuestros ancianos. Todos sabemos que la tercera edad disfruta hoy de mayor longevidad y que la sociedad admite cada vez más el disfrute de la vida en los mayores: todos sabemos de viajes y noviazgos que permiten vivir óptimamente en las postrimerías. Imagínense entonces a ustedes mismos mirando un día feliz la propia vida desde esas fronteras y gracias a estas líneas de José Méndez y José Jiménez Lozano. Estos días de abril tan claros viven en la unidad del mediodía, quedan en la memoria de la piel, y juntos, por un milagro unidos, formarán al final de nuestra vida el retrato de un niño. José Méndez, La luz Matinales neblinas, tardes rojas, doradas; noches fulgurantes, y la llama, la nieve; canto del cuco, aullar de perros, silente luna, grillos, construcciones de escarcha; el traqueteo del tren, del carro, niños, amapolás, acianos, y desnudos árboles de invierno entre la niebla; los ojos y las manos de los hombres, el amor y la dulzura de los muslos, de un cabello de plata, o de color caoba; historias y relatos, pinturas y una talla. Todo esto hay que pagarlo con la muerte. Quizás no sea tan caro. José Jiménez Lozano, El precio Llegamos, no sin ironía, a nuestra página de crítica literaria y volvemos a Catulo y su artículo sobre el libro del siglo (y pongan a su autor más odiado en lugar de Volusio). Afilen sus dagas, que no corren buenos tiempos para la crítica. Anales de Volusio, papel con palominos, cumplid el voto de mi chica: que ha prometido a Venus y a Cupido que, si vuelvo con ella y ceso de blandir mis fieros yambos, elegirá, selecta, de entre toda la obra del poeta peor, con lo que hacer al dios cojitranco una ofrenda para que arda mezclada con madera maldita. Y esto es lo que la picara, con divertido encanto, ha juzgado más propio para ofrecer a un dios. Ahora, oh nacida de las azules ondas, tú que habitas la Santa Idalia y la llanura de Urios y Ancona y Cnido—en cañas fértil— y Golgos y Dirraquio y Amatunte, albergue del Adriático, ten a bien este voto, si es ingenioso y lindo. Y vosotros, venid —mientras— al fuego, con toda vuestra tosca estupidez. Anales de Volusio, papel con palominos. Catulo, XXXVI. Annales Volusi, cacata carta En Economía daríamos toda la información de la Bolsa y las opas hostiles entre corporaciones. No supe bien qué poema traerles de esto porque en realidad basta que leamos cualquier obra teatral de Shakespeare para ponemos a tono con el mundo de las empresas, sus pugnas, sus traiciones, sus desafíos: Hay Hamlets y Macbeths y existen Coriolanos en las corporaciones, y en el medio toda la gama posible urdiendo sus propios planes. Pero si me pidieran un sólo poema, yo me inclinaría en todo caso por Ezra Pound y su conmovedor «Usura», un toque de atención a nuestra ladera efímera: Con usura el hombre no puede tener casa de buena piedra con cada canto de liso corte y acomodo para que el dibujo les cubra la cara. con usura no hay para el hombre paraísos pintados en los muros de su iglesia harpes et lux o donde las vírgenes reciban anuncios y resplandores broten de los tajos, con usura no puede ver el hombre Gonzaga a sus herederos y sus concubinas no se pinta cuadro para que dure y para la vida sino para venderse y pronto con usura, pecado contra natura, es tu pan siempre de harapos viejos es tu pan seco como el papel, sin trigo de montaña, harina fuerte con usura, la línea se hincha con usura no hay demarcación clara y nadie puede hallar sitio para su morada. El picapedrero se aparta de la piedra el tejedor de su telar con usura no llega lana al mercado la oveja nada vale con usura Usura es un ántrax, usura mella la aguja en las manos de la muchacha y detiene la pericia del que hila. Pietro Lombardo no vino por usura Duccio no vino por usura ni Pier della Francesca; Zuan Bellin no por usura ni pintóse La Calumnia. Angélico no vino pcy; usura; no vino Ambrogio Praedis, No vino iglesia de piedra cincelada firmada: Adamo me fecit. No por usura St. Trophime No por usura Saint Hilaire, Usura oxida el cincel Oxida el oficio y el artesano Roe los hilos del telar Nadie aprende a tejer oro en su dibujo; El azur tiene una llaga por usura; el carmesí sin bordar se queda El esmeralda a ningún Memling tiene Usura asesina al niño en las entrañas Detiene la corte del mancebo Ha llevado la perlesía a la cama, yace entre la joven desposada y su marido Contra naturam Han traído putas para Eleusis Cadáveres se sientan al banquete invitados por la usura. Y llegamos ahora a la noticia que anunciábamos en portada. Creo que resume a la perfección el ánimo de esta desconstrucción del periódico, lo cual es mérito del texto que paso a ofrecerles. A los poetas nos llama al orden y creo que los periodistas podemos realizar una lectura muy interesante de todo lo que se dice aquí: lo humano, a primer plano; nada de cuitas demagógicas o ideológicas. ¡A las cosas mismas! El texto se lo debemos a Valente: Un poeta debe ser más útil que ningún ciudadano de su tribu. Un poeta debe conocer diversas leyes implacables. La ley de la confrontación con lo visible, o el trazado de líneas divisorias, la de colocación de un rompeaguas y la sumaria ley del círculo. Ignora en cambio el regicidio como figura de delito y otras palabras falsas de la historia. La poesía ha de tener por fin la verdad práctica. Su misión es difícil. José Ángel Valente, Segundo homenaje a Isidore Ducasse Por si alguno tuviera aún esperanzas de resultar fidedigno y útil a la sociedad desde la poesía o desde la prensa, les invito a escuchar con templanza y no con desánimo, con humildad y no con desdén, este texto final, que debemos también a Ezra Pound. Escrito en aquel callejón de Venecia sin más salida que la imaginación en el que pasó los últimos años de su vida, es el último de sus Cantos, la obra a la que dedicó toda su existencia, resumida en unas pocas líneas. Con mi agradecimiento por haber merecido su atención, dejaré que me callen sus palabras. He intentado escribir el Paraíso No os mováis Dejad hablar al viento ése es el Paraíso Que los dioses perdonen lo que he hecho Que aquellos que amo traten de perdonar lo que he hecho. «• JESÚS GARCIA CALERO Conferencia leída en Avila de los Caballeros, en julio 2004