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La internacionalización de las universidades españolas

Rafael Puyol

La enseñanza está experimentando un proceso de globalización tanto a nivel alumnos como de la institución educativa.

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Referencia

Rafael Puyol, “La internacionalización de las universidades españolas,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2989.

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Title

La internacionalización de las universidades españolas

Subject

Cambio necesario en la educación española

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La enseñanza está experimentando un proceso de globalización tanto a nivel alumnos como de la institución educativa.

Creator

Rafael Puyol

Source

Nueva Revista 113 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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UN CAMBIO NECESARIO La internacionalización de las universidades españolas RAFAEL PUYOL PRESIDENTE DE LA IE UNIVERSIDAD LA GLOBALIZACIÓN DE LA MOVILIDAD Decía hace poco Ban Kimoon, el secretario general de Naciones Unidas, que nos encontramos en la segunda etapa de la globalización, un periodo definido por una movilidad internacional creciente. Las migraciones actuales, efectivamente, se multiplican, aunque el número de personas que viven en un país distinto al de nacimiento no llegue a los 200 millones, con un porcentaje, que sobre la población total, no supera el 2%. Pero estamos en el inicio de un nuevo periodo histórico de trasvases a gran escala que afecta, prácticamente, a la totalidad del planeta. Las cifras aumentan, los orígenes y destinos se amplían, las razones de la movilidad se diversifican y las mujeres adquieren un protagonismo singular en la composición de las corrientes. Es verdad, como ha dicho recientemente Brunson Mckinley, el director general de la Organización Internacional de las Migraciones, que la mayoría de los desplazamientos se produce por razones económicas, pero también otras clases de movimientos están creciendo y entre ellos los motivados por motivos de estudios, sobre todo de nivel universitario. La enseñanza, en especial la superior, está experimentando un proceso general de globalización en el que no sólo se mueven los alumnos, sino también las instituciones educativas. En este caso, se trata especialmente de universidades o escuelas de negocios de países desarrollados que se instalan en naciones en desarrollo. Los ejemplos de China, Emiratos Árabes Unidos, India, México, Nigeria, Singapur o Sudáfrica son significativos. Pese a la expansión internacional de las instituciones, la recepción de estudiantes extranjeros en determinados estados e instituciones, continúa siendo la modalidad más relevante de las mundialización de la enseñanza superior. En el año 2003 se matricularon en el conjunto de países desarrollados más de dos millones de extranjeros. La mayoría procedentes de territorios de renta alta o media, aunque había también gran número de estudiantes originarios de países como China o India y otras economías emergentes. Este es el contexto: una intensificación reciente de la movilidad que anuncia la consolidación de una nueva era migratoria y un crecimiento de las corrientes «por razones de estudio» que cada vez moviliza a más personas, aspirantes a una formación de calidad. Y en este contexto, ¿cuál es la posición española? Un país que se ha convertido en un destino de más de 45 millones de extranjeros, ¿es también país de acogida para los estudiantes de fuera? Dar respuesta a estas cuestiones exige conocer aunque sea de una forma somera, la evolución reciente de la formación universitaria en España. DE LA EXPLOSIÓN A LA IMPLOSIÓN El baby boom español se proUNIVERSITARIA dujo aproximadamente entre 1957 y 1977. Fueron veinte años en los que nacieron catorce millones de niños, con una media anual por encima de los 640.000 alumbramientos. Las generaciones de esa etapa constituyen un tercio de toda la población española actual. Su paso por el sistema escolar y su inserción en el mundo laboral no se produjeron sin dificultades. Primero en la enseñanza media, y después en la universitaria, todo el sistema tuvo que adaptarse a la presencia masiva de alumnos que exigieran la creación de más centros y la incorporación de nuevos profesores. Particularmente en el mundo universitario no todo se hizo bien. La improvisación constituyó la nota dominante en la adaptación de un sistema que, hasta el desembarco masivo de los protagonistas del baby boom, había funcionado con efectivos reducidos y asumibles. Hubo que responder al reto de la cantidad lo cual repercutió negativamente en los niveles de calidad con los que funcionó la maquinaria universitaria durante los últimos lustros. El eco del baby boom no ha terminado. Todavía tendrá una réplica a partir el año 2022, cuando las cohortes iniciales del proceso entren en la edad de jubilación. El paso a la dependencia laboral de estas personas gravará los sistemas de protección social, los gastos de pensiones y los costes de la asistencia sanitaria a una población que cada vez va a vivir más años. El baby boom se acabó en la segunda mitad de los setenta. A partir de entonces hubo una caída de la natalidad, acelerada hasta finales del siglo pasado, que ha provocado recientemente una recesión del número de universitarios. El volumen más alto correspondió al año 19992000, con casi 1,6 millones de alumnos. Desde ese momento la pérdida se ha mantenido hasta alcanzar en el curso 20062007 la cifra de 1.423.396 estudiantes matriculados en primero y segundo ciclo, una cifra que sobre el máximo representa una pérdida de 166.000 universitarios. Los que están actualmente en la universidad corresponden fundamentalmente a las generaciones nacidas entre 1981 y 1986. La caída de la natalidad ya había dejado sentir sus efectos por esos años, pero aún quedaban años de retroceso intensificado. Ana Olivera ha hecho una proyección del alumnado futuro (horizonte 2010 y 2015) mediante la aplicación de las tasas netas por edad y nivel educativo del curso 20012002. Sus cálculos testifican la continuación del retroceso, salvo que se produjera un cambio en las tasas de escolarización, bastante estabilizadas en los últimos años y, por lo tanto, poco previsible. CUADRO 1 Estimaciones de alumnado universitario (primero y segundo ciclo) estimaciones (c) variación porcentaje gupos de edad grupos edad alumnos alumnos alumnos alumnos 2001 2001 2001 2005 2010 2015 a 2010 a 2015 2001 2015 18 A 24 (A)... 1.068.275 952.266 849.104 807.465 219.171 260.810 70 66 25 A 29 282.871 293.544 251.394 217.349 31.477 65.522 19 18 30 A 34 79.616 88.999 91.067 77.722 11.451 1.894 5 6 35 A 39 46.047 50.347 55.128 55.866 9.081 9.819 3 5 40 A 60 46.027 51.932 58.011 64.466 11.984 18.439 3 5 TOTAL (b) 1.526.907 1.437.087 1.304.704 1.222.867 222.203 304.040 100 100 (a) Incluye alumnos de 18 años y menos. Se han Incluido todos los de 40 años y más en el grupo 40 a 60, calculando la tasa respecto a ese grupo de población. (b) En cifra total de 2001 se incluyen 4.071 que no estaban distribuidos por edad. (c) Calculadas a partir de Censa 2001 y alumnos de universidad por edad (INE, 2004b). Fuente: Ana Olivera Entre el curso 20012002 y el horizonte final de la proyección (año 2015) la pérdida es de 304.000 alumnos, casi 22.000 estudiantes por curso. La disminución se va acentuando a medida que ingresan en las aulas universitarias las cohortes cada vez más reducidas del periodo de retroceso continuo de la natalidad (19771999). Por la misma razón, las pérdidas más fuertes se concentrarían en el grupo de 18 a 24 años. INTERNACIONALIZARSE O MORIR Evidentemente es sólo un titular que trata de enfatizar la primera opción. La universidad española nunca morirá; otra cosa es que puedan hacerlo algunas de sus instituciones tras un periodo de anemia y otro de inanición absoluta. La cosa es para tomársela en serio porque está en juego la necesidad de dotarnos del número suficiente de trabajadores cualificados que va a necesitar el país. Parece evidente que el mercado interior no va a ser capaz de suministrarlos en la cuantía suficiente. Por ello una de las acciones prioritarias a promover en el ámbito de la educación superior es tratar de atraer estudiantes extranjeros para formarlos aquí y retener después ese talento al servicio de nuestro sistema productivo. CUADRO 2 Extranjeros licenciados por países AUSTRALIA 10,0% CANADA 7,3% SUIZA 5,3% EE.UU. 3,2% GRAN BRETAÑA 2,9% SUECIA 2,9% ALEMANIA 1,9% FRANCIA 1,8% Pero ése es precisamente uno de los grandes retos que tiene la universidad española que nunca ha sido capaz de atraer a sus aulas a un número alto de alumnos extranjeros. En el pasado cercano la fuerte demanda interna que hubo que atender impidió plantear como objetivo intensificar la atracción exterior. Teníamos un déficit histórico en las cifras de personas con título universitario que hubo que colmar. Como se ha visto la demanda desbordó la oferta y la calidad de la formación dejó mucho que desear. Pero las cosas han cambiado. Empezamos a tener disponibilidad de puestos escolares para satisfacer una presencia exterior cuantiosa. Bolonia ofrece, además, un marco adecuado para promover esa atracción. Pero es preciso reconocer que partimos de una situación bastante retrasada. El cuadro sobre los licenciados extranjeros por países resulta bastante ilustrativo. Exceptuando Gran Bretaña y Suecia, los demás países de la Unión Europea ofrecen cifras inferiores al 2%. La formación de cerebros tiene otros escenarios principales, particularmente Australia, Canadá y los EE.UU. y, en Europa, Suiza. España está muy lejos de esas posiciones. En el curso 20062007 los estudiantes extranjeros en primer y segundo ciclo, excluidos los Erasmus, eran 27.163. El porcentaje no es muy distinto del alemán o el francés, pero resulta muy bajo (1,9%). La situación mejora en el tercer ciclo, con 16.450 estudiantes de fuera sobre un total de 76.000. Puede decirse que uno de cada cinco estudiantes de este nivel es extranjero, un valor que significa no sólo que en el tercer ciclo haya más alumnos porcentuales de fuera que en los dos primeros, sino también que no hay muchos estudiantes españoles que sigan estos estudios (un 5% del total de personas que cursan los tres ciclos). La atracción de universitarios extranjeros mejora en el caso de los estudiantes temporales del programa ErasmusSócrates. Hasta el curso 20002001 hubo más estudiantes españoles que salían a otras universidades europeas de los que recibíamos. Pero desde esa fecha se ha reinvertido la tendencia. En el curso 20042005 se fueron de Erasmus 20.819 estudiantes españoles y vinieron 25.211. Esa atracción no obedece siempre a motivos estrictamente académicos. España ofrece otros alicientes para los alumnos extranjeros que la bondad de su sistema educativo, pese a lo cual resultan indudables los beneficios que representa un programa de intercambio de esta naturaleza, con el valor añadido en el caso de España del aprendizaje de una lengua cada vez más universal. El aún reducido poder de atracción para estudiantes internacionales de las universidades españolas, contrasta con el ejercido por las escuelas de negocio, algunos de cuyos programas tienen hasta un 80% de estudiantes de fuera que reciben su formación en lengua española o inglesa. Además, tenemos ya una tasa de escolarización neta universitaria alta. Con una media del 22% nos situamos en los puestos de cabeza de los países de la Unión Europea. Por lo tanto, no es posible que pueda crecer en una cuantía apreciable. ¿Y los hijos de los inmigrantes? A veces se plantea como cosa cierta que de la misma manera que los extranjeros han sido un factor esencial de la recuperación de la natalidad, también lo van a ser, precisamente por esos hijos de madre o padre extranjero, en la revitalización de la matrícula universitaria. En favor de este argumento se citan los casi 600.000 niños inmigrantes que se han incorporado a nuestras escuelas. Este segundo hecho es de una certeza positiva. Pese a los indudables problemas que una presencia tan numerosa de alumnos foráneos plantea al buen funcionamiento de nuestras escuelas, su escolarización constituye uno de los vehículos más eficaces para la futura integración de esas personas en la sociedad española. Los aspectos cuantitativos del primer hecho no están tan claros. En primer lugar, porque de los niños actualmente escolarizados no sabemos cuántos se van a quedar en España a medio plazo. Hay hijos de padres con deseo de retorno que podrían acompañar a sus progenitores de regreso a casa, o quedarse definitivamente entre nosotros. Sucederán las dos cosas, pero no sabemos en qué cuantía. Además la experiencia derivada de otros casos próximos dice que los hijos de los inmigrantes, la segunda generación, no tienen la misma tasa de escolarización universitaria que los autóctonos. Así pues, una parte de los actuales hijos de inmigrantes que están en la primaria, seguirán estudios de bachillerato y llegarán a la universidad, pero en una cuantía que no compensará ni de lejos, la pérdida de alumnos nativos. Por otro lado, tras muchos años de retraso, hemos llegado a una tasa de población entre 25 y 64 años con estudios superiores homologable a nivel internacional. El porcentaje actual es del 38%, un valor semejante al que tiene un país puntero en Europa como Islandia (40%) y casi en línea con el del Espacio Europeo de Educación Superior (39%). A todos aventaja Canadá, que con un 53% de población adulta con estudios superiores se ha convertido en el indiscutible líder mundial. Pero no son esperables acercamientos a ese nivel en corto plazo. Nuestra tasa no es mayor porque una parte sustantiva de la población adulta de los tramos superiores no tuvo en su momento acceso a la formación universitaria y no lo va a tener ya. A lo sumo pueden recibir esas especie de «educación general básica universitaria» a través de la enseñanza ofertada por las «universidades de mayores» o de la «experiencia» que las instituciones regladas ofrecen por doquier. Es un paliativo de las carencias previas que debemos recibir con satisfacción. El corolario de estas reflexiones me parece bastante claro: primero, tenemos un sistema que debe mejorar, pero que en estos momentos está preparado para recibir una clientela mucho mayor; segundo, esa clientela no es esperable que surja del interior. En conclusión, el sistema español de educación superior podría jugar un papel mucho más relevante en la formación de estudiantes extranjeros. Pero no seremos capaces de competir sin, al menos, dos grandes cambios. Ante todo disponer de una legislación favorable que facilite la atracción. La entrada en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) va a permitir que cualquier estudiante originario de alguno de sus miembros, pueda venir sin más requisitos que haber superado los estudios exigidos en su país para ir a la universidad. También lo podrán hacer los estudiantes de aquellos estados con los que España mantiene un acuerdo de reconocimiento mutuo de las condiciones para incorporarse a los estudios universitarios. Pero hay muchos países para añadir a esa reciprocidad y muchos acuerdos que firmar, algunos con países de la talla de EE.UU. o China. Después, es necesario un cambio en las propias universidades para hacerse más internacionales, lo cual comienza por la mejora de la calidad de su oferta educativa, de su presencia en los rankings de prestigio, la enseñanza en otras lenguas, la formación online, las alianzas con universidades extrajeras importantes, la creación de redes globales para el intercambio de estudiantes, el reclutamiento exterior de profesores excelentes o la adopción de los procedimientos más sofisticados para el proceso enseñanzaaprendizaje. RAFAEL PUYOL