Nueva Revista 107 > Chávez y la creciente conflictividad interna en el continente

Chávez y la creciente conflictividad interna en el continente

Carlos Malamud

Artículo sobre los mandatarios de los países que componen América Latina, su sintonía política e ideológica para el avance de la integración latinoamericana.

File: Chavez y la creciente conflctividad interna en el continente .pdf

Referencia

Carlos Malamud, “Chávez y la creciente conflictividad interna en el continente,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2867.

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Title

Chávez y la creciente conflictividad interna en el continente

Subject

La integración de América Latina

Description

Artículo sobre los mandatarios de los países que componen América Latina, su sintonía política e ideológica para el avance de la integración latinoamericana.

Creator

Carlos Malamud

Source

Nueva Revista 107 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

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UN INTENTO FRUSTRADO DE INTEGRACIÓN REGIONAL Chávez y la creciente conflictividad interna en el continente CARLOS MALAMUD INVESTIGADOR PRINCIPAL PARA AMÉRICA LATINA DEL REAL INSTITUTO ELCANO lo largo de 2006, América Latina ha pasado por una fase de inAtensa actividad electoral. Después del rotundo triunfo de Evo Morales en Bolivia, a fines de 2005, se esperaba, siguiendo la teoría del dominó, que el eje de los comandantes (La HabanaCaracas o CastroChávez), engrosado con el aporte indigenista boliviano, saliera bastante reforzado tras las distintas contiendas electorales del periodo. Desde esta óptica, las perspectivas no eran malas, especialmente en lo que se refiere a Perú y México (y terminando en Ecuador y Nicaragua). Sin embargo, en los dos primeros países, las cosas se desarrollaron por carriles distintos a los previstos y el «socialdemócrata» Alán García y el conservador Felipe Calderón se impusieron a los candidatos populistas, Ollanta Humala y Andrés Manuel López Obrador. Si bien estos dos últimos eran del total agrado del actual bloque nacionalmilitarpopulista —Humala fue apoyado explícitamente, y con amplio respaldo económico, por Chávez, que intervino de forma abierta en la campaña presidencial peruana—, reforzar la candidatura etnocacerista de Humala suponía atacar frontalmente a García. El gobierno de Alejandro Toledo, pese a la escasa simpatía que sentía por el candidato aprista, denunció la ingerencia chavista en la campaña y el intercambio de acusaciones cruzadas, que fue en aumento, terminó con la retirada de embajadores. Este breve relato sirve para introducir el problema de la creciente conflictividad interna en América Latina y para tratar de ver cómo los actuales procesos electorales, debilitando o reforzando determinadas posiciones, han incidido en la situación global de la región y han atenuado o intensificado algunos de los conflictos bilaterales existentes, que se han recrudecido de un tiempo a esta parte. Hugo Chávez llegó al poder en 1998, tras ganar limpiamente unas elecciones coincidentes con el mayor desprestigio de los partidos políticos tradicionales venezolanos. Desde entonces, y pese a su pasado golpista y a su deriva populista y antidemocrática, muchos de sus colegas latinoamericanos lo miran como una persona extravagante, pero, a fin de cuentas, como a uno de los suyos. La teoría dominante era que Chávez finalmente podría ser reconducido a la «normalidad democrática», pese a su acercamiento a la Cuba castrista y sus continuos ataques a la democracia representativa. Estos hechos no sólo no provocaban excesivos problemas, sino también solían despacharse con el ligero comentario de «así es Chávez». La llegada de Lula a la presidencia en Brasil, reforzada posteriormente con los triunfos electorales de Néstor Kirchner, en Argentina, y Tabaré Vázquez, en Uruguay, unidos a la presencia de Ricardo Lagos, en Chile, dieron lugar a la teoría del «giro a la izquierda». La aparente sintonía política e ideológica entre buena parte de los mandatarios suramericanos permitió plantear que había llegado el momento de avanzar decididamente en la integración latinoamericana. Desde esta perspectiva, la integración, a la que algunos adjetivan como bolivariana, favorecería a los pueblos de la región en su disputa contra el imperialismo norteamericano, que por entonces tenía como principal objetivo regional la construcción de un área continental, o hemisférica, de libre comercio, el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Por su parte, Chávez planteó el ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas), un producto amorfo e indefinido, que tiene como principal seña de identidad oponerse a Estados Unidos. Chávez cuenta con dos potentes La teoría dominante era que palancas para minar la voluntad de Chávez finalmente podría ser los gobiernos democráticos de la re reconducido a la «normalidad gión y llevarlos a sus posiciones «bo , f ^ i,! democrática», pese a su livarianas». Primero, el elevado pre. i i .i i „ acercamiento a la Cuba cio del petróleo y los ingentes recursos provenientes de las exporta castrista y sus continuos ciones de crudo. Así, bien subsidian ataques a la democracia do la venta de petróleo barato, o bien representativa. invirtiendo dinero en distintos proyectos (industriales, energéticos y productivos), o comprando deuda externa, se ha ganado numerosas voluntades. Y cuando el talonario resulta insuficiente sabe que tiene el apoyo de parte de la opinión pública regional, encandilada por los cantos de sirena del populismo bolivariano, aderezado del melifluo, e indefinible, concepto de «socialismo del siglo XXI». Gracias a esta doble palanca, utilizada hábilmente, Chávez espera que Venezuela sea elegida para un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Intentando ganar tiempo o llevarlo a su terreno, algo que se ha mostrado imposible, presidentes como Lula han prometido el apoyo de sus países a Chávez en la decisiva votación de la ONU. Sin embargo, no todas son buenas noticias para Chávez. Pese a la diplomacia y al deseo de no tensar aún más las relaciones bilaterales, ni Alán García ni Felipe Calderón serán dos aliados incondicionales del comandante bolivariano, sino todo lo contrario. Perú no tiene las servidumbres del mercado venezolano, que sí tiene Colombia, y que tanto inciden en las relaciones entre Colombia y Venezuela. Ya se ha visto a García trabajando por un frente sudamericano que frene el hegemonismo del bloque militarnacionalpopulista. De ahí sus encuentros con los presidentes de Chile, Colombia y Ecuador. Por otra parte habrá que ver, en términos concretos, los réditos que sacará Chávez de su alejamiento e intento de ruptura de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y su posterior ingreso en Mercosur. El bloque regional no atraviesa por su mejor momento. Al enfrentamiento entre Uruguay y Argentina por la construcción de dos plantas de producción de celulosa, que todavía colea, hay que agregar los roces, cada vez más importantes, entre los países pequeños (Uruguay y Paraguay) y los grandes (Argentina y Brasil) por su situación dentro del Mercosur. Harto de los manejos del presidente Kirchner, Tabaré Vázquez impulsa la negociación de un acuerdo comercial con Estados Unidos, que puede no llevar el maldito nombre de TLC (Tratado de Libre Comercio), pero que en definitiva no será ni más ni menos que un TLC. Las autoridades venezolanas, que ya mostraron su postura antilibrecambista, han reiterado su desagrado. La resolución final del conflicto dependerá de si Brasil está dispuesto a mirar para el costado o si quiere tensar más la cuerda que mantiene el vínculo entre países grandes y pequeños. Bolivia puede ser otra fuente de conflictos bilaterales, si la lucha entre gobierno y oposición por controlar la Asamblea Constituyente continúa. Y si bien es una cuestión interna de los bolivianos, la resolución en falso del problema puede conducir a la escisión de los prósperos departamentos del Oriente (la media luna fértil) del altiplano indígena y convertirse en un rompecabezas regional. Brasil y Argentina, especialmente el primero, tienen fuertes intereses energéticos; Chile y Perú tienen contenciosos limítrofes no cancelados y Venezuela aspira a aumentar su protagonismo de la mano de un Evo Morales que se declara «hermano» de Chávez e «hijo» de Fidel Castro, a quien acude a ver a su lecho de convalecencia. Pese a la convergencia política e ideológica, o posiblemente por ella, lo cierto es que los conflictos bilaterales han aumentado en América Latina. No debe olvidarse que la principal característica del bloque nacionalmilitarpopulista es su nacionalismo y que en aras del mismo nadie quiere ceder, pese a la retórica dominante, la menor cuota de soberanía que impulse la creación de las instituciones supranacionales vitales para la integración. Si el populismo es izquierda, cosa que dudo, entonces el pretendido «giro a la izquierda» ha ocurrido en algunos países, pero esto no implica necesariamente un avance en la integración económica o política de los pueblos y los países latinoamericanos. Por el contrario, hoy como nunca, los enfrentamientos bilaterales ocupan el centro de la escena. «• CARLOS MALAMUD