Nueva Revista 081 > Antes cautivos, hoy críticos con el poder

Antes cautivos, hoy críticos con el poder

Manuel Fuentes

El autor trata de cómo los medios de comunicación mexicanos han vivido en las últimas tres décadas una conflictiva relación con el poder y cómo han logrado su particular transición.

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Manuel Fuentes, “Antes cautivos, hoy críticos con el poder,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/2809.

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Title

Antes cautivos, hoy críticos con el poder

Subject

Medios de comunicación

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El autor trata de cómo los medios de comunicación mexicanos han vivido en las últimas tres décadas una conflictiva relación con el poder y cómo han logrado su particular transición.

Creator

Manuel Fuentes

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Nueva Revista 081 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

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Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

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es

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MEDIOS DE COMUNICACIÓN Antes cautivos, hoy críticos con el poder Del insulto «¡Prensa vendida!», que le dedicó el movimiento estudiantil del 68, al enojo del presidente Fox por sus «babosadas», los medios de comunicación mexicanos han vivido en las últimas tres décadas una conflictiva relación con el poder. Manuel Fuentes expone cómo han soñado —y logrado— su particular transición en México. a libertad de prensa en México estuvo condicionada durante las Lsiete décadas en que gobernó el Partido Revolucionario Institucional (PRl) al compromiso de una parte de los medios de comunicación con el sistema. Porque el Gobierno, que anualmente destinaba 500 millones de dólares a publicidad en prensa, radio y televisión, constituía el principal soporte económico de los medios y ello le permitía marcarles la línea editorial que debían seguir. Jacobo Zabludovsky, quien durante 27 años condujo el noticiero estrella de la cadena Televisa, recordaba en la revista mexicana Proceso las dificultades que afrontaban los profesionales de la comunicación en aquella época. «Yo nunca fui un portavoz del poder, yo ejercía el periodismo en una empresa concesionada, con las limitaciones que eso representaba. Hoy México es diferente, vivimos en un mundo distinto». Según el veterano informador, el monopolio político que el PRI ejerció en los tres poderes del Estado tenía su correspondiente reflejo en el ejercicio profesional del periodismo. Eran tiempos en los que Emilio Azcárraga Milmo ponía su influyente cadena de televisión «como un soldado» al servicio del partido gobernante; tiempos en los que el presidente José López Portillo (19761982) se permitía espetarle a la prensa: «No te pago para que me pegues»; tiempos en definitiva en los que proliferaban los incentivos económicos gubernamentales en forma de «embute» o «chayo». Pero también era el tiempo de caricaturistas corrosivos como Rius, que fue víctima de un simulacro de fusilamiento, columnistas independientes como Manuel Buendía, asesinado en 1984, y periodistas como Julio Scherer, quien al frente de Excelsior mantuvo un pulso firme con el presidente Luis Echeverría (19701976) que acabó costándole el puesto. En su libro ¡Prensa vendida!, Rafael Rodríguez Castañeda describe con crudeza los vicios que durante 40 años contaminaron las relaciones entre la prensa y el poder político en México. «Desde el funcionario de más bajo nivel hasta el presidente de la República, las instancias gubernamentales asumieron la tarea de cortejar, corromper y aun reprimir en la búsqueda de una prensa sumisa e incondicional». Más lapidario aún es el análisis de Javier Torres, profesor de Comunicación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, quien en su libro El periodismo mexicano, escrito en 1997, sostenía que «la prensa nacional podría ser calificada como económicamente codependiente, políticamente pro autoritaria y conservadora, y filosóficamente deshonesta y carente de valores». Torres vislumbró la transformación que se venía encima y que ese mismo año se hizo patente con la pérdida de la mayoría absoluta parlamentaria del PRI, por primera vez en su historia. «La prensa mexicana no es aún libre ni independiente, pero algunos sectores siguen luchando no sólo por ello, sino también por lograr cambios más contundentes y trascendentes en el ambiente político y social del país». La situación ha cambiado, en efecto, en los últimos años gracias a la transición política y a la consolidación del proceso democrático. Aún así, el último informe de la Asociación Iberoamericana del Derecho a la Información advierte que las leyes mexicanas contienen «lagunas fundamentales» en la regulación de las relaciones entre los medios de comunicación y el Estado, lo mismo que en la de los derechos y deberes de los profesionales del ramo. ENTRE DOS FUEGOS Pero además de soportar un control —no por sutil menos férreo—, los periodistas mexicanos han debido hacer frente durante décadas a la represión física (asesinatos, secuestros y torturas) y bajos salarios (500 dólares mensuales en el Distrito Federal y 250 en provincias). Durante el último Gobierno del PRI, que presidió Ernesto Zedillo (19942000), veinticuatro periodistas fueron asesinados, aproximadamente la mitad que en la etapa presidencial de Salinas de Gortari (19881994), durante la cual hubo 46 muertos. Pero según datos de la Red Mexicana de Protección a Periodistas, aunque en el periodo de Zedillo se registraron menos asesinatos que en el de Carlos Salinas, los informadores sufrieron más agresiones, 865 en total. En la Administración de Zedillo, considerada «el sexenio más peligroso y difícil para quienes refieren la historia inmediata», una de cada dos agresiones contra los periodistas procedió de las instancias del poder (fuerzas del orden, organismos gubernamentales o funcionarios públicos). La Fundación Manuel Buendía, que debe su nombre a un reportero asesinado, asegura en su último informe que el periodismo en México es una de las profesiones más arriesgadas, con amenazas, agresiones e incluso asesinatos, que generalmente quedan impunes por ausencia de investigaciones en profundidad. Asimismo, la organización Reporteros Sin Fronteras ha denunciado que investigar las actividades relacionadas con el tráfico de drogas o los abusos cometidos por la policía sigue siendo una labor peligrosa, a pesar de que cuando llegó al poder, el 1 de diciembre de 2000, Fox prometió acabar con la impunidad. Otras veces, el control sobre los medios se ha ejercido de forma imperceptible, como en el caso de la Procuraduría General de la República, que, con Zedillo en el poder, elaboró un documento sobre el perfil de medio centenar de periodistas, a los que dividió en categorías como «golpeadores» (duros), «chacaleros» (carrofieros), «voladores» (embusteros) o, por último, «conflictivos». FOX, DEL DICHO AL HECHO Un mes antes de proclamarse vencedor de las elecciones, el entonces candidato presidencial Vicente Fox aseguró que, si ganaba, en su Gobierno «no habrá funcionario que le pida a los periodistas modificar el sentido de una nota». Fox se comprometía así a terminar con «las viejas complicidades entre el Estado y los medios de comunicación» y a defender la libertad de expresión. «Nunca más habrá un Gobierno que desinforme o que limite el acceso a la información oficial. El Gobierno jamás debe utilizar los medios para deformar la realidad», señaló pocas semanas antes de asumir la presidencia de la República. Ya en el poder, Fox reiteró, en una reunión con empresarios de radio y televisión celebrada en octubre pasado, que la censura, lo mismo abierta que velada, había quedado desterradas para siempre en México. Apenas un mes después, sin embargo, el presidente utilizó su programa radiofónico semanal «Fox en vivo, Fox contigo» para acusar a la prensa de distorsionar los logros de su Gobierno y denunciar que en las noticias hay muchas calumnias, engaños y mentiras. «Hemos estado bajo una metralla impresionante de ataques por una sarta de babosadas que no tienen la menor importancia para nuestro país», dijo un Vicente Fox que se jactaba de no leer periódicos por la mañana, para no amargarse el día. La reacción no se hizo esperar. La Sociedad Interamericana de Prensa, que agrupa a los editores de diarios de todo el continente, expresó su decepción por el discurso de Fox, que comparó con «la forma típica de hablar de los caudillos de otra época». LAS REFORMAS PENDIENTES Las nuevas autoridades mexicanas han anunciado que habrá una nueva ley de regulación de la radio y la televisión. Ambos medios, junto con Internet, ocupan un lugar primordial en el proceso de cambio que está viviendo el país. La legislación de los medios electrónicos está siendo revisada por una comisión, en la que participan representantes de la radio y la televisión, legisladores, partidos políticos, funcionarios públicos y organizaciones sociales. Por otra parte, el Gobierno envió al Congreso, en diciembre pasado, un proyecto de ley para facilitar el acceso de los ciudadanos a la información pública. La llamada Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información es una de las promesas de campaña de Fox, y pretende fortalecer la transparencia de la Administración pública en todos sus ámbitos. Pero el nuevo Ejecutivo también está decidido a ejercer su control sobre las decisiones empresariales que afectan a los medios. Así lo demostró hace poco más de un año, cuando la Comisión Federal de Competencia, el organismo gubernamental creado para combatir las prácticas de monopolio, prohibió la fusión del Grupo Acir con la filial de Televisa Radiópolis, que crearía el mayor consorcio radiofónico del país. Por otra parte, el Premio Nacional de Periodismo, que entregaba anualmente el Gobierno mexicano, fue suspendido de manera definitiva el mes pasado, al aprobar la Cámara de Diputados una propuesta del Ejecutivo. El presidente Fox envió la iniciativa al Parlamento después de que los ganadores del último Premio, Carmen Aristegui y Javier Solorzano, lo rechazaran argumentando que los reconocimientos a los periodistas deben ser entregados por organizaciones civiles y no políticas. LOS TIEMPOS ESTÁN CAMBIANDO Paralelamente al ascenso al poder del aspirante conservador Vicente Fox, la prensa está viviendo un proceso de aggiomamiento determinado por la apertura informativa y un viraje crítico hacia el Gobierno. Junto con la plena apertura de la televisión, en los últimos tiempos han visto la luz nuevos medios escritos. Entre ellos figura la versión mexicana de la revista Cambio, fruto del acuerdo entre el escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982, y el presidente de la cadena mexicana Televisa, Emilio Azcárraga Jean. Como prueba evidente de la transformación en las relaciones entre la prensa y el poder, Cambio se estrenó con un amplio reportaje sobre los gastos suntuosos del presidente Fox. Poco antes, una nueva publicación, Milenio Diario, comenzó a circular en la capital mexicana para competir en un espacio que se disputan una treintena de rotativos de tirada nacional, en un país donde sólo el 6% de la población lee periódicos. Ellos han venido a sumarse al puñado de medios que durante el priísmo plantó cara a los acercamientos al poder y ejerció un periodismo independiente, como es el caso de Reforma, La Jomada, El Financiero, El Universal, y los semanarios Proceso y Milenio. LA VIDA DESPUÉS DEL PRI Pero de un año a esta parte, muchos medios mexicanos se han resentido con la derrota del PRI, que tradicionalmente había financiado directa o indirectamente a periódicos y cadenas de radio y televisión. En la Ciudad de México, al menos media docena de diarios, entre ellos los otrora influyentes Excelsior y Unomásuno, atraviesan serias dificultades; algunos corren incluso riesgo de desaparecer. Porque los gobernantes priístas no tuvieron reparo en incluir en nómina a una larga lista de publicaciones que apenas tenían lectores, pero que subsistían sin problemas gracias a un apoyo gubernamental que el Ejecutivo de Fox no parece dispuesto a mantener. A ello hay que añadir la carencia de datos fiables en cuanto a circulación real, financiación, ventas y suscripciones. Los editores mexicanos demandan tener acceso a la información pública y contar con leyes que aseguren la transparencia publicitaria, garanticen el secreto profesional de los periodistas y regulen el funcionamiento de los medios públicos. Pues ya nadie discute que la abundancia de lectores y anunciantes y la objetividad informativa son la mejor forma de garantizar la supervivencia de los medios a medio plazo. En el pasado, la radio y la televisión tampoco se libraron de los abusos y atropellos. Para hacerles frente, en muchas ocasiones optaron por intercambiar favores con el poder. En la década de los setenta y la de los ochenta, las autoridades estaban obsesionadas con controlar la televisión, que consideraban un instrumento decisivo para la política. Pero la radio no padeció tantas restricciones y cortapisas. Ello permitió ejercer la crítica y la denuncia desde ella, y gozar de una libertad que hoy ya es patrimonio común de los más de cien noticiarios diarios del Valle de México. Los medios audiovisuales se oponen a la reforma jurídica de la Ley Federal de Radio y Televisión, que data de 1960, y proponen fijar mecanismos de autorregulación para garantizar la defensa de la libertad de expresión y evitar censuras y mordazas. EVOLUCIÓN SIN RUPTURA La prensa mexicana ha sido y es un reflejo de la sociedad en que se desenvuelve; por eso ahora le toca vivir un proceso de transformación. A diferencia de lo ocurrido en España o Chile, donde la transición se abrió paso tras la dictadura, en México los cambios han surgido por la evolución del propio sistema político. No hay un ataque frontal al establishment, sino un movimiento para desprenderse de la fuerte vinculación que mantuvo a los medios de comunicación atados al poder durante décadas. A la prensa mexicana se la vinculó en el pasado con el sistema político, se la consideró incluso parte esencial del mismo, y por lo tanto también se le atribuyeron sus vicios. Se le asignó lo peor del sistema: la falta de transparencia, la corrupción y la subordinación ideológica, pero la prensa no disponía de los mismo mecanismos de defensa que el poder. En 1988, con la llegada a la Presidencia de la República de Salinas de Gortari, se produjeron importantes cambios económicos y políticos en el país, que tuvieron su reflejo en el mundo de la información. La prensa inició una transformación, se distanció del poder y dejó atrás muchos de los vicios que se le atribuían. Entretanto, los partidos de la oposición adquirieron mayor vigor, se fortalecieron los movimientos sociales, y la opinión pública empezó a contar con sus propios órganos de expresión. Poco a poco, los medios han ido ensanchando la distancia que les separa del poder político y económico y ello ha permitido que, donde ayer hubo ocultamiento y subordinación ideológica, hoy se perciba transparencia y pluralismo. «• MANUEL FUENTES