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Obama y el mundo. Comienza la partida

Varios Autores

Monográfico de Obama como nuevo presidente de los Estados Unidos. Recopilación de artículos de varios autores:
José M. de Areilza Carvajal, Gaspar Atienza Becerril, Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín y Ramón Pérez Maura. Por otro lado también se une para describir y analizar el escenario con el que se va a encontrar Barack Obama, Alfonso López Perona.

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Varios Autores, “Obama y el mundo. Comienza la partida,” accessed March 29, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1835.

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Obama y el mundo. Comienza la partida

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El sueño americano

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Monográfico de Obama como nuevo presidente de los Estados Unidos. Recopilación de artículos de varios autores:
José M. de Areilza Carvajal, Gaspar Atienza Becerril, Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín y Ramón Pérez Maura. Por otro lado también se une para describir y analizar el escenario con el que se va a encontrar Barack Obama, Alfonso López Perona.

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Nueva Revista 120 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

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OBAMAY EL MUNDOComienza la partidaEn el número 118, correspondiente a los meses del verano pasado,Nueva Revistaincluía una seccióntitulada «Future for President» conla opinión de algunos de los mayores expertos en relaciones internacionales sobre la campaña presidencial americana. El pasado 4 denoviembre, Estados Unidos eligióa Barack Obama como su nuevopresidente, lo que ha supuesto unhito en la historia del país. Pero elEl reto del nuevo presidente de tiempo apremia y es hora de tomarEE. UU. es ahora trasladar al mundo decisiones para orientar de una usu “yes, we can”.otra manera la política de la primera gran nación del mundo. José M. de Areilza Carvajal, GasparAtienza Becerril, Leopoldo CalvoSotelo IbáñezMartín y Ramón PérezMauravuelven a las páginas deNueva Revistapara, en esta ocasión,hablarnos del ya hoy presidente de los Estados Unidos. A ellos se sumatambién Alfonso López Perona, para describir y analizar el escenario en el que Barack Obama deberá actuar a partir del próximo mesde enero cuando tome posesión de su cargo.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 21]La nueva pieza...El sueño americanoJOSÉM. DEAREILZACARVAJALDECANOIELAWSCHOOLIEUNIVERSIDADLa elección de Barack Obama como presidente de EE.UU.supone elmayor éxito de relaciones públicas de la historia de Estados Unidos yel mejor ejemplo de recuperación instantánea de legitimidad o «poderblando» por un país hegemónico nunca visto. De golpe, los difusoresdel antiamericanismo han pasado de moda y al menos durante unosmeses no escucharemos a tantos europeos dispuestos a dar lecciones aEE.UU.sobre cómo hacer las cosas mejor desde una superioridad moralincontestable y sin ser capaces de ponerse ellos a hacerlas.Barack Obama simboliza una generación nueva y un estilo posmoderno de hacer política, más basado en relatos y emociones que en ideo logías y partidos. También encarna una aspiración kennediana a la ciudadanía global, con una historia personal que conecta con Indonesia ycon Kenia y con los barrios más marginales de Nueva York y Chicago.Su inesperada victoria frente al formidable aparato del partido demócrata y frente a un candidato republicano con mucha más experienciasupone una recuperación del componente de idealismo y de utopia enla política, aunque por su manera de gestionar la campaña esta dimensión no está reñida con una gran capacidad personal de reflexión, planificación y frialdad a la hora de tomar decisiones. Su elección no sóloderriba barreras raciales, sino que vuelve a hacer atractivo el sueñoamericano en su país y en todo el mundo, algo diametralmente opuesto a lo que ha proyectado el Gobierno Bush durante ocho años. El presidente saliente deja una nación dividida, en recesión y metida endos guerras mal planteadas y de resultado incierto. No es casualidad que el sector más templado y cosmopolita del Partido Republicano NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 22]Obama y el mundo—con notables como Chris Buckley, Scott McClellan, Charles Fried,Susan Eisenhower y Colin Powell— se haya pasado con armas y bagajes al campo de Obama.Resulta casi increíble que la democracia norteamericana sea capazde regenerarse tan rápidamente, en primer lugar a través de una campaña electoral en la que ambos candidatos han enarbolado de modosincero la bandera del cambio y han hablado directamente a una sociedad preocupada con el legado de Bush y la crisis económica, peromovilizada y dispuesta a protagonizar el futuro. La regeneración continúa estas semanas de transición con una escenificación de unidad enlos grandes temas en torno al presidente electo, desde la crisis financiera y económica pasando por la seguridad y la defensa. De modo admirable el pasado 17 de noviembre Obama y McCain se reunieron enChicago. El encuentro entre los rivales concluyó con el ofrecimientodel senador republicano de ayudar a la nueva Administración demócrata en los asuntos más importantes. Asimismo, en la selección delequipo de Obama está primando por ahora el pragmatismo y la búsqueda de los mejores para cada puesto. El presidente electo se ha movido en el último año hacia el centrismo inteligente que encarnó BillClinton. Pero lo más notable ante una crisis financiera y económicasin precedentes es que EE.UU.vuelve a dar ejemplo de patriotismo y demuestra tener unas clases dirigentes bien preparadas tanto para gobernar como para tener éxito fuera de la política. La llegada a la CasaBlanca de Barack Obama, el hijo de un estudiante de Kenia y una antropóloga de Arkansas, es un ejemplo de la movilidad social y la capacidad de integración de la sociedad norteamericana. Con sus dotes excepcionales el presidente electo hubiera triunfado en el ejercicio delderecho, la vida académica, la judicatura, la acción social o la literatura. Pero ha elegido servir a su país a través de su dedicación a la vidapública, el camino más difícil sin duda para lograr las más altas metas.Una vez más cobran sentido las palabras del discurso de inauguraciónde John F. Kennedy, «hoy no certificamos la victoria de un partido sinoque celebramos la libertad».NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 23]Decisiones estratégicas:entre la valentía y la prudenciaGASPARATIENZABECERRILANALISTAINTERNACIONALAunque la decisiva victoria de Barack Obama sobre John McCain espor sí misma un hecho histórico, serán todas y cada una de las decisiones que habrá de ir tomando a partir del 20 de enero las que definan supresidencia. Hasta ahora el senador por Illinois ha sabido tomar las decisiones más acertadas para llevar a buen término la campaña electoralmás agotadora del mundo: el formato de la campaña, la elección de asesores, los eslóganes y mensajes, etc. Pero es ahora, una vez culminadoese largo proceso, cuando más se pondrá a prueba su buen juicio, su capacidad para decidir y seleccionar, sus estrategias a medio plazo —si esque ese plazo existe en política—. Además, las ilusiones generadas sontambién una enorme carga. ¿Podrá colmar tantas expectativas de tandiversa índole?En las próximas semanas Obama comenzará a diseñar su presidencia,y sus primeras decisiones, como cuando fue elegido presidente del Harvard Law Review, nos enseñarán el camino que pretende tomar. Es momento de confeccionar el equipo de gobierno y nombrar asesores, de determinar a qué asuntos hay que dar prioridad, de decidir en qué hayque ser valiente y en qué conviene extremar la cautela. También es elmomento de decidir entre dar a la presidencia la carga ideológica quealgunos temen o hacer la política pragmática y pospartidista que hastaEE.UU., como decía E.J. Dionne en el Washingtonahora ha prometido. Post, es una nación no ideológica, pero buena parte del sector conservador —Wall Street Journalincluido— considera la llegada de Obama ala Casa Blanca una pesadilla hecha realidad: el inicio de un movimiento liberal —es decir, socialdemócrata en terminología política estadounidense— que dominará todos los departamentos gubernamentales.Según George Packer, del New Yorker, la pesadilla política de los conservadores incluye la seguridad social universal, las energías limpias, elderecho a defensa legal para los sospechosos de terrorismo, una mayorNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 24]Obama y el mundopresencia sindical, una nueva regulación del sector financiero y una subida de impuestos para los más adinerados...; más o menos todo lo queObama ha prometido en la campaña.Pero si Obama quiere ser el presidente pospartidista que anunció ensu campaña, habrá de recabar el apoyo de conservadores y con ellos iniciar las reformas que el sistema necesita. Para ello lo primero que debehacer es restaurar la confianza en el sector público: los americanos noconfían en él y para cambiar este motor clave para cualquier reformatendrá que contar con el apoyo de las empresas privadas, de los lobbiese inversores. En un país sumido en graves complicaciones económicas yfinancieras, en el que la mala regulación ha sido tanto o más perjudicial que la falta de regulación, el sector público está dañado y necesitado de ayuda.Pero donde los demás ven dificultades, él ve oportunidades. La crisis económica, decía su jefe de gabinete, Rham Emanuel, hace poco,permite hacer cosas que los americanos han desestimado durante años.Por ello, una vez en el gobierno se ampliará la seguridad social, se iniciarán políticas energéticas y se hará la educación más accesible, medidas, en definitiva, dirigidas a paliar las dificultades económicas del americano medio. Pero, estas medidas ¿serán valientes o cautelosas?Durante los años noventa los moderados intentos de expansión de la seguridad social fracasaron, pero durante los ochenta las arriesgadas políticas de Reagan fundamentadas en su anticomunismo y liberalismo económico tuvieron más éxito; quizás, más allá de la ideología, hayallegado el momento de tomar decisiones arriesgadas.Con sus iniciativas políticas Reagan se convirtió en líder para conservadores y liberales que, como Obama, vieron en él una admirableforma de hacer política pese a las discrepancias ideológicas. Y si Reaganfue valiente, ¿por qué no debe serlo Obama? El valor tiene su riesgo,pero también lo tiene el exceso de prudencia. Ahora Obama tiene quedecidir el ritmo a que debe enfrentarse a los problemas más acuciantesy el lanzamiento de sus grandes líneas de acción política. Tanto en materia económica como de política exterior tiene que decidir si el gobierno de los EE.UU.debe, y puede, tomar medidas arriesgadas queNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 25]Gaspar Atienza Becerrilcambien de forma drástica el rumbo del país y su dañada reputación osi éstas deben ser implantadas de forma paulatina y progresiva. El riesgo no asegura el éxito, pero la prudencia puede decepcionar a muchoselectores. Si a ello añadimos las complicaciones de la vida política —gran parte de las medidas ya expuestas tendrán efectos a medio y largoplazo, pero el escrutinio público exige mejoras visibles pronto y rápido—, la decisión entre valentía y prudencia se complica.Además, son tantos los frentes abiertos que algunas decisiones seránalternativas más que complementarias; por ejemplo, ¿es complementario acatar todas las promesas y reformar la seguridad social y rebajar losimpuestos al tiempo que afrontar la crisis económica?, o ¿debe establecer diferentes fases para diferentes políticas y dar prioridad a determinadas materias como sugería David Brooks del New York Times? Enalgún asunto internacional la paradoja es similar: EE.UU.debe presionara Irán sin recurrir a la fuerza armada y bajo el paraguas de la ONU, peropara ello necesita el apoyo de Rusia, con quien se encuentra en su peormomento diplomático desde la caída del muro de Berlín. Y ¿puede mejorar la diplomacia con Rusia sin empeorar su relación con Georgia?Complejas decisiones.Irak y Afganistán, en cambio, sí parecen complementarios pues encumplimiento de sus promesas electorales, del entendimiento del general Petraeus y de los dirigentes iraquíes, se debe (y se puede) retirartropas de Irak y reforzar las desgastadas delegaciones militares en Afganistán, donde la situación ha empeorado.Hasta ahora Barack Obama ha mostrado su buen juicio y organizado la campaña electoral más eficaz de los últimos años venciendo a dostremendas maquinarias electorales: la de los Clinton y la republicana.Pero eso ya ha quedado en el pasado, y será la elección de miembros degobierno, asesores y altos cargos la que nos indicará si estamos ante unapresidencia valiente o precavida, ideológica o pragmática. Las decisiones a este respecto de George W. Bush en el año 2000 constituyeronuna clara declaración de intenciones cuyas consecuencias todo elmundo conoce; las de Obama también lo harán.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 26]Obama y el mundoLa expectación y la esperanzaLEOPOLDOCALVOSOTELOIBÁÑEZMARTÍNDIRECTORDELMÁSTERDERELACIONESINTERNACIONALESDELINSTITUTODEEMPRESALa revista The Economistcorrespondiente al 8 de noviembre lleva a suportada la imagen de Barack Obama junto con el título de una conocida novela de Dickens, Great Expectations, que en español se ha venidotraduciendo como Grandes esperanzas. Jugando con otra posible traducción castellana de la palabra expectation, cabe preguntarse qué sentimiento prevalece ahora en Estados Unidos y en el mundo, si la expectación o la esperanza. Menos comprometido, sin duda, es escribir sobre lagran expectación que existe en torno a la toma de posesión el próximomes de enero de Obama como presidente de los Estados Unidos. A esteaspecto casi cinematográfico, y propio del moderno estadoespectáculo,se refirió el todavía presidente Bush al día siguiente de las elecciones,en las palabras que pronunció desde la rosaleda de la mansión presidencial: «Será una escena conmovedora cuando Barack Obama, su mujer,Michelle, y sus dos guapas hijas, atraviesen el umbral de la Casa Blanca».¿Qué decir de la esperanza? Convendría empezar distinguiendo losdos grandes papeles que corresponden al presidente de los EstadosUnidos: el de jefe del poder ejecutivo y el de líder moral del puebloamericano. El ejercicio del poder ejecutivo, tal como lo prevé la constitución de los Estados Unidos, es una carrera de obstáculos, y elloincluso —como va a ocurrir en el caso de Obama— cuando hay unamayoría favorable en el Senado y en la Cámara de los Representantes.Como es sabido, el paso de una mayoría en principio disponible a unamayoría dispuesta a respaldar iniciativas presidenciales requiere siempre, y caso por caso, una negociación de la Casa Blanca con senadores y representantes. La reciente imagen del secretario del Tesoro,Henry Paulson, doblando la rodilla ante Nancy Pelosi, speaker de la Cámara de los Representantes, en súplica de apoyo para el plan presidencial contra la crisis financiera, vale por muchas lecciones de derechoconstitucional e ilustra bien lo menesteroso del poder ejecutivo alotro lado del Atlántico.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 27]Leopoldo CalvoSotelo IbáñezMartÍnEn este sentido, lo laborioso de la obtención de mayorías en el Congreso, el precio que hay que pagar por cada una de ellas, la gran descentralización federal americana, el activismo de los tribunales, y lo pujante de su sociedad civil, hacen que el gobierno estadounidensetraslade con frecuencia una sensación de confusión, especialmente a europeos acostumbrados a la disciplina del parlamentarismo. Churchill,que era un buen conocedor de los Estados Unidos, los describía así en1938, con su acostumbrado talento literario: «Una esfinge que, bajo unamáscara de locuacidad, afabilidad, sentimentalismo, dureza mercantil,política mecanizada [...], vigor y debilidad, eficiencia y embrollo, conserva sin embargo el poder de pronunciar una palabra solemne y formidable».Pronunciar esa «palabra solemne y formidable» no siempre está alalcance de los presidentes norteamericanos y, en todo caso, necesitanpara ello el respaldo del Congreso. Por otra parte, carisma presidencialy capacidad de persuasión de los ocupantes de la colina del Capitolioson cosas distintas. Pocos presidentes ha habido tan carismáticos comoJohn Kennedy y, sin embargo, la aprobación de su gran programa reformador tuvo que esperar al mandato de su sucesor, el veterano LyndonJohnson, para quien el Senado no tenía secretos. ¿Sabrá Obama entenderse con el Congreso? Es pronto para decirlo, pero parece significativo que su primera selección de colaboradores haya recaído sobre personas muy experimentadas en la brega política.Convertirse en un líder moral del pueblo norteamericano es, por supuesto, aún más difícil que ejercer eficientemente el poder ejecutivo.La tarea tiene, sin embargo, la ventaja de poder emprenderse sin trabasconstitucionales, en comunicación directa con los ciudadanos. Se diríaque el presidente electo Obama dispone de un amplio repertorio detalentos que le permite optar a ese liderazgo: elocuencia solemne e inspirada, serenidad y gravitas, convicción de ser portador de una misión,capacidad para eludir los estereotipos que han servido hasta ahora paraclasificar a los políticos americanos... ¿Y a dónde conducirá el liderazgo del presidente Obama? Su pensamiento no permite identificar puntos de destino muy concretos. Sí cabe, en cambio, referirse de formaNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 28]Obama y el mundogeneral a la América que Obama quiere y, paradójicamente, no haymejor fórmula para describirla sintéticamente que una acuñada porGeorge Bush, padre: a kindler, gentler America, una América más amable y benévola, tanto en su ámbito interno como en las relaciones conlos demás países.Un transatlántico lleno de deseosRAMÓNPÉREZMAURAPERIODISTA¿Cómo ha llegado a ocurrir que el miembro más izquierdista del Senado de los Estados Unidos de América haya sido elegido presidente en unpaís en el que el 34% de los votantes se definen como conservadores—misma cifra que en 2004— en el que se consideran moderados un44% —uno por ciento menos que hace cuatro años y socialdemócratasun 22%— uno más? El triunfo de Obama ha sido arrollador en términosabsolutos: es ya el más votado de la historia de su país, superando en dosmillones de votos a George W. Bush, hasta ahora titular de la plusmarca. Pero su resultado en el colegio electoral fue mucho más modesto. Delos presidentes del último medio siglo, mejoró la marca de Kennedy,Johnson, el primer Nixon y Bush hijo. Mas quedó por detrás de BillClinton y muy por detrás de Bush padre y Johnson y el segundo Nixon.Y muy, muy por detrás de Ronald Reagan, titular desde 1984 de la másabrumadora victoria de la historia del país.Obama se alzó con la victoria irrumpiendo en el escenario en el quelos norteamericanos buscaban algo totalmente nuevo. Es decir, algo queno era ni McCain, ni Hillary Clinton. McCain tenía toda la legitimidad para decir que él era algo totalmente diferente del presidente Bush.Pero nuevo, lo que se dice nuevo, no era. Y así, la incuestionable novedad se vio arropada por un orador cautivador, capaz de comprometersea confrontar los muchos retos que amenazan al país, pero que sabía también cómo transmitir ese mensaje sin comprometerse a nada.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 29]Ramón PérezMauraCopiando las campañas ejecutadas por Karl Rove para George Bushen 2000 y 2004, el equipo de Obama encabezado por David Plouffe yDavid Axelrod, construyó una nueva mayoría sobre la base de la persuasión empleada con dos objetivos. Hay candidatos que viven de losvotos que tiene su partido y hay candidatos especialmente dotados paraconquistar votos por méritos propios. Es evidente que Obama está enla segunda categoría. Y el que conquista votos propios, puede pescar en dos caladeros. El de los que no votan habitualmente y el de los quevotan al partido rival. El equipo de Obama hizo un enorme esfuerzopor registrar votantes nuevos y logró millones de ellos en Estados quesus estrategas consideraban cruciales. Estados en los que había muchosnegros que nunca se habían registrado. Las estadísticas decían que enlos últimos 28 años sólo ha votado —de media— el 55% de los norteamericanos. Su objetivo fue el otro 45. Los nuevos registros de votantesen Estados como Virginia, Indiana, Colorado y Nevada hicieron saltarlas alarmas en el equipo de McCain. Ya sólo podían estar a la defensivapara no perder en Estados que partían como suyos y estaban amenazados. Las campañas a la defensiva son las que con más frecuencia se pierden. Este caso no fue una excepción.En cuanto a robar votos al rival, lo más importante es recordar que por cada voto que le quitas, en realidad te llevas dos. Tu voto y elque él pierde. Las siempre inexactas encuestas a pie de urna indicaban—tamizadas por la sabiduría de Karl Rove— que Obama consiguió un10% más de votos de personas que acuden a la iglesia de los que logróJohn Kerry; cinco puntos más que Kerry y ocho más que Gore entre losque se declaran independientes e incluso hizo avances entre los poseedores de armas. Todos ellos votantes naturales de los republicanos. Conuna cosecha así se entiende la ecuación final del poder y que Obama lograse cuatro puntos porcentuales más que John Kerry y 2,5 puntos másque Al Gore.Pero para cautivar a esos votantes, el senador más izquierdista de lahora presente tuvo que dulcificar su discurso. Con sacarina. El aborto ola posesión de armas, dos de los asuntos que mayor división generan,fueron cuidadosamente ignorados. Y qué decir del matrimonio homoNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 30]Obama y el mundosexual, que Obama favorece, pero sin hacerlo notar. Basta con pensar loque representa que en el mismo día de la elección presidencial tres Estados celebraron referendos para prohibir los matrimonios homosexuales y en los tres triunfó la prohibición. Incluyendo California. El disimulo incluyó otras áreas como dejar de hablar de Irak —después deanticipar la derrota, parece que se ha dado cuenta de que puede ser presidente en la hora de la victoria— o empezar a pedir mayor firmeza enAfganistán o amenazar a aliados como Pakistán.Cuando el Partido Demócrata, de la mano de Barack Obama, afronta el reto de pasar de las musas al teatro, en el bando republicano seplantean el reto de cómo salir del hoyo en el que han caído. Muchos se han apresurado a enterrar el posreaganismo. Y eso puede ser cierto,pero quizá no en el sentido en que lo auguran. El posreaganismo muerto puede implicar la vuelta a los principios reaganianos que dieron gloria al partido. No dejaría de ser irónico que la fracasada campaña deMcCain, un hombre que se dedicó a la política activa por su admiraciónde Ronald Reagan, implicara la vuelta a los fundamentos del Old Gipper, Ronald Reagan.Barack Obama tiene ante sí el inmenso reto de satisfacer unas expectativas desmesuradas. Es una tarea casi imposible. El pasado 4 de noviembre zarpaba de Chicago un gran transatlántico repleto de deseos.Es una carga ligera de peso, pero endiabladamente difícil de transportar.Esperemos que no encalle.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 31]...y el tablero de juegoTendencias para después de la crisisALFONSOLÓPEZPERONADIPLOMÁTICOA medida que avanza la crisis económica, se amplía el consenso entorno a su gravedad y a la inevitabilidad de los cambios profundos y duraderos que acarreará. La crisis ha puesto punto final a la creencia en lainmortalidad de un presente de crecimiento económico ilimitado, ganancias fáciles y hegemonía indiscutible de Occidente.Para empezar, algunas reflexiones breves sobre la gravísima situacióneconómica en la que estamos inmersos. Como es sabido, la crisis actualse ha generado en el sector financiero, que en los últimos años ha sustituido a la llamada «economía real» como la principal fuente de creación de riqueza. El politólogo norteamericano Kevin Phillips, de filiación republicana clásica, es decir, ni «neoliberal» ni «neoconservador»,sitúa (vid. «Bad Money» el último de sus trece libros) el origen de «lastres décadas pródigas» que llegan ahora a su fin en la presidencia de Ronald Reagan, cuya doctrina económica —«Reaganomics»— reposabaen el monetarismo, los recortes de impuestos y la desregulación, que enel sector bancario, en concreto, permitió la concentración de las actividades de banca comercial y de inversiones.La desregulación, a su vez, ha fomentado la invención de nuevos instrumentos financieros, que ni sus mismos inventores ni los mercadoshan comprendido del todo, por su complejidad. De otro lado, prosperaron nuevas prácticas financieras en las que los criterios tradicionales deriesgo habían sido sustituidos por cálculos matemáticos (¡qué peligrosoes creer que los comportamientos sociales se pueden subsumir en modelos matemáticos!) que o bien han fallado o bien no han sido atendidos cuando dejaron de interesar. Lamentablemente, se ha demostradoNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 32]Obama y el mundouna vez más que el «riesgo cero» no existe en ningún ámbito de lo humano.En cualquier caso, la desregulación está en el centro del debate actual. «Le laissezfaire, c’est fini», decía hace pocas semanas el presidente Sarkozy. En paralelo, el ministro de Hacienda alemán, Peer Steinbrück, situaba en una reciente comparecencia parlamentaria en su paíslas causas de la crisis en la insuficiente regulación del sector financieronorteamericano, en contraste con una normativa europea muchomenos laxa.También se debate si han fallado los mecanismos del mercado, o, sipor el contrario, lo que explica los excesos conocidos ha sido la actuación deficiente o inexistente de las autoridades supervisoras. Con todaseguridad, una fuente de valoración tan importante para los inversorescomo las agencias de notación ha demostrado, como en su día ocurriera con las firmas de auditoría, que no se puede servir al mismo tiempo alpúblico y a los clientes. Su descrédito es también el de la pérdida deconfianza en la capacidad de autorregulación del mercado. En el caso de las instituciones norteamericanas (Reserva Federal, Comisión delMercado de Valores), ya sea por falta de medios para llevar a cabo sulabor, por carecer del peso político necesario para hacerse escuchar porel poder, por falta de competencia o por exceso de confianza, no se puedesino reconocer que tampoco han cumplido adecuadamente su misión.Otra explicación adicional apunta al sistema de retribución de losejecutivos de las finanzas, basado en la autoconcesión de abultados«bonos» para premiar la consecución de resultados a corto plazo, prescindiendo de cualquier consideración de futuro, El reforzamiento delpoder de los accionistas y la limitación de los salarios de los «managers» serán, previsiblemente, otras de las consecuencias que se extraigan de la crisis.Finalmente, esta crisis tiene también una importante lección moralque ofrecer para todos: prestamistas y prestatarios, gerentes y accionistas, productores y consumidores, gobernantes y ciudadanos: hay quedesconfiar de la riqueza obtenida en poco tiempo y con riesgo y esfuerzo limitados. Los beneficios son o grandes o sólidos; raramente ambos alNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 33]Alfonso López Peronamismo tiempo. La «sacra auri fames» también puede llevar a matar lagallina de los huevos de oro.Pero, además, la globalización complica las cosas, pues la interconexión de los mercados ha dado al traste con la teoría del «desenganche»(decoupling) de la crisis de las economías emergentes, que ya no podránfuncionar como motores del crecimiento económico mundial. Pero además, el paradigma de la globalización, que descansa en el libre flujo dedinero, mercancías e información de una nación a otra, por todos los puntos del globo ahora se pone en tela de juicio, porque, al igual que con el principio de autorregulación de los mercados, se considera que está falseado por la realidad. El proteccionismo vuelve a estar de actualidad comocorriente del pensamiento económico y como política de los Estados.Uno de los análisis neLATERCERAVÍAENTREPROTECCIONISTASoproteccionistas másYLIBRECAMBISTASimpactantes de los últimos años es el que ha realizado Gabor Steingart, corresponsal de la revista alemana Der Spiegelen Washington, en su libro The War for Wealth, aparecido en 2006 y actualizado este año. Steingart parte de dospremisas: la globalización está lejos de crear una situación en la quetodos ganan y nadie pierde y, de otro lado, la era del dominio de Occidente está llegando a su ocaso, merced al surgimiento de nuevos paísesemergentes, y de manera muy especial China e India («Chindia», enla nueva parla global), con los que mantenemos una relación de «sumacero»: las posiciones que ellos ganan son las que perdemos nosotros.Durante los últimos años, los Estados Unidos y Europa han vividoel fenómeno de la deslocalización de una parte de su industria (quizáen un próximo futuro, también de algunos servicios) bien fuera de suárea, que se ha encaminado hacia Asia, o bien hacia los países emergentes dentro de ella, los antiguos miembros del bloque comunista, antela pasividad de nuestra clase política dirigente. Ello se explica quizá porque hasta ahora la globalización no sólo no ha sido cuestionada en Occidente, sino que ha sido recibida como una ley histórica ineluctable,un nuevo signo de los tiempos que hay que aceptar acríticamente y conNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 34]Obama y el mundotra la que nada cabe hacer. Steingart propone también revisar la creEl proteccionismo vuelve a estarencia de que el futuro está en espede actualidad como corrientecializarse en una «economía deldel pensamiento económico yconocimiento», basada en servicioscomo política de los Estados.de alto valor añadido, que nos dispensará de tener fábricas y de trabajar en la agricultura.La práctica de la globalización, sostiene Steingart, no parte de un«campo de juego nivelado» (level playing field), sino de economías emergentes activamente sostenidas por sus respectivos Estados, de las queChina es, quizá, el caso más sobresaliente. En contraposición al «handsoff» de los gobernantes occidentales, los dirigentes chinos han creadoun sistema de «economía de mercado guiada» en la que el Estado actúacomo rector y protector de su economía. El espectáculo fastuoso de losJuegos Olímpicos del verano pasado debería darnos una idea del potencial y de las ambiciones del rejuvenecido «Imperio Celeste».Ahora bien, ¿se puede mantener un sistema de libre intercambio conun país que no hace respetar el derecho de propiedad intelectual, queprohíbe los sindicatos libres, que prescinde de la protección del medioambiente, que no tiene un sistema público de pensiones y en el que lasprestaciones públicas en materia de sanidad, seguridad en el empleo o deprevención de accidentes de trabajo son bajísimas o inexistentes? ¿Sepuede —sigue Steingart— competir libremente con una mano de obrasemiesclava en virtud de las condiciones que imponen su misma superabundancia o con países cuyas monedas no son libremente convertibles?Por estas razones, aboga por una tercera vía en el debate entre proteccionistas y librecambistas, que integre en el marco de los intercambiosglobales los valores y reglas que presiden la actividad productiva en Occidente y permita restablecer un cierto «fair play».Otro economista, el francés JeanLuc Gréau, autor del reciente libro LaTrahison des Economistes, sostiene que Europa tendrá que ser proteccionista no frente a Estados Unidos o Canadá, con los que ya existe un «levelplaying field», pero sí e inevitablemente frente a países como China,NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 37]Alfonso López PeronaCorea o Ucrania. En la misma buena tradición francesa, el presidente Sarkozy ha hecho una invocación reciente a los manes de monsieur Colbertal señalar que la competencia internacional es un medio, no un fin.El neoproteccionismo viene abonado, por otra parte, por el hecho deque las prolongadas negociaciones de la «ronda de Doha», conducidapor la Organización Mundial del Comercio, hayan sido incapaces hastaahora de llegar a un acuerdo entre países industrializados y economíasen desarrollo. El encuentro AsiaEuropa (ASEM), celebrado recientemente en Pekín, ilustra las dificultades existentes para llegar a un acuerdo entre potencias emergentes y naciones industrializadas de Occidente. Se apunta en el horizonte un nuevo regionalismo comercial, pues elimposible acuerdo global está siendo sustituido por acuerdos parcialesentre grupos regionales de países de ambas orillas del desarrollo.En todo caso, este no es el fin del capitalismo, mal que pese a algunos intelectuales de la izquierda, adictos al opio ideológico marxista. Es,ciertamente, el fin de uno de los modelos posibles del capitalismo, queha decidido suicidarse mediante una colosal exageración en la utilización de los mismos instrumentos que han generado un crecimiento económico sin precedentes.Pero la crisis no afecta sólo a la econoPANORAMAGEOPOLÍTICOmía. Recuérdese que, tras la depresiónde 1929, los Estados Unidos reemplazaron al Imperio Británico comoprimera potencia mundial. En esta ocasión, también habrá cambios enel panorama geopolítico. En concreto, la pregunta es si la hegemoníanorteamericana —los Estados Unidos eran la «megapotencia», «la potencia indispensable», hace tan sólo cinco años— está pasando a la Historia en virtud de la crisis y de sus los conflictos de Irak y Afganistán, y,en ese caso, qué nuevo equilibrio internacional va a sustituirla. La ideade «multipolaridad» alcanza el consenso entre los analistas internacionales como modelo sustitutivo de mundo «unipolar» preexistente, perosu significado concreto, más allá del concepto básico (varios centros depoder en competencia, en lugar de un solo hegemón), aparece todavíamuy difuso. Corremos el riesgo, dice oportunamente el politólogo ZakiNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 38]Obama y el mundoLaidi, de devaluar demasiado rápidamente el poder norteamericano.Se aboga por una tercera vía enComo recordaba Fareed Zakariael debate entre proteccionistasen el número de Foreign Affairsdey librecambistas, que integre enjunio de este año, su país sigue sienel marco de los intercambiosdo la primera potencia militar munglobales los valores y reglas quedial, con un dominio absoluto enpresiden la actividad productivatierra, mar y aire, merced a su supeen Occidente y permita restarioridad tecnológica y a un gasto enDefensa que representa casi el 50%blecer un cierto «fair play».del total mundial en ese rubro y quesupera a los 14 países siguientes ensu conjunto; también en investigación y desarrollo de tecnologías militares gastan más que el resto del mundo en conjunto. Y pese a que lasguerras de Irak y Afganistán (cuyo coste combinado es inferior al de laguerra de Vietnam, medido en términos de PIB) están sometiendo a uncierto «overstretching» a los recursos humanos y presupuestarios de susfuerzas armadas, lo cierto es que el gasto defensivo norteamericano esdel 4,1% del PIB, inferior al de los años de la guerra fría.Pero, a diferencia de la antigua Unión Soviética, el poderío norteamericano no se basa en su fuerza militar, sino en su adelanto tecnológicoy educativo, así como en su capacidad económica. Los Estados Unidossiguen estando en la vanguardia en ciencias y tecnología: informática (enlas que se doctoran alrededor de mil estudiantes al año), nanotecnologíao biotecnología. Para la formación de su capital humano, invierten eneducación superior el 2,6 de su PIB, en comparación con el 1,2 de mediade la Unión Europea o el 1,1 % del Japón. Sus universidades, a las queafluyen el 30% de los alumnos que estudian en el extranjero, cuentan conocho situadas entre las diez mejores del mundo y con más de la mitadentre las cincuenta primeras.Es evidente que el cataclismo económico, que dejará sentir sus efectos durante unos cuantos años, exigirá un precio muy elevado al pueblo norteamericano en términos de desempleo, caída del consumo, dela actividad económica y estancamiento del producto interior bruto.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 39]Alfonso López PeronaNo es ningún secreto que tanto el Estado como los particulares del granpaís vivían a crédito desde hacía muchos años, aprovechando la gran ventaja de contar con el dólar como primera divisa internacional para financiarse. Los norteamericanos han estado tomando prestado casi el 80% delos excedentes de ahorro mundiales y su déficit por cuenta corriente ascendía en 2007 a 800.000 millones de dólares, el 7% del PIB. Según elNational Debt Clock de Nueva York, el país debía a primeros de noviembre de este año la abrumadora suma de 10.500 billones europeos dedólares, es decir, más de 34.000 dólares por habitante.Pese a ello, los Estados Unidos siguen siendo considerados internacionalmente como un deudor fiable, a lo que hay que añadir el privilegiode contar como medio de pago con la primera divisa internacional. Dehecho, la desconfianza económica global que se ha generado por la volatilidad financiera ha reforzado la tasa de cambio del dólar por su valorcomo moneda refugio; igualmente, los bonos del Tesoro norteamericanosiguen gozando de universal aceptación. No es probable que los mandatarios norteamericanos, cualquiera sea su adscripción partidista, estén dispuestos a renunciar a esta ventaja en las negociaciones que se lleven acabo para diseñar la nueva arquitectura financiera internacional.En definitiva, los Estados Unidos representan por sí solos el 25%del PIBmundial. Es posible que este porcentaje disminuya paulatinamente, pero no de manera muy significativa a corto plazo. Todo indicaque los Estados Unidos seguirán siendo la primera economía mundialen los próximos dos decenios, como mínimo y, por tanto, seguirán siendo una gran economía y la primera potencia mundial. En todo caso, elrecién elegido presidente de los Estados Unidos tendrá que definir unapolítica de alianzas y acomodos con los otros grandes bloques y potencias (China, India y Japón en Asia; la Unión Europea y Rusia en Europa) y prestar mayor atención a los dos continentes más rezagados en sudesarrollo, África e Iberoamérica.El segundo bloque, la Unión Europea, todavía no se ha constituidocomo entidad política cohesionada y, si los dirigentes nacionales respetanlas reglas que ellos mismos han establecido para la aprobación del Tratado de Lisboa, tardará en hacerlo. Por el momento, y por más que haya unaNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 40]Obama y el mundopresencia militar europea en diversos conflictos (África, Afganistán,Los rusos pueden no tener ninBalcanes), la Unión Europea es tangún interés objetivo en tomarsólo un «soft power», sin poder dea su cargo territorios fuera decoerción real ni instituciones polítila Federación Rusa, pero sí locas de gobierno como ente políticotienen en protegerlos.integrado. Su gran reto inmediatoestriba en dar una respuesta coordinada a la crisis económica y reforzarla cohesión de los países del «Eurogrupo». Si ello no sucede y prevaleceel «chacun pour soi», el proyecto europeo entrará en un derrotero difícilde prever, pero en cualquier caso sustancialmente diferente de la vía integradora de la que fueron precursores el Tratado de Maastricht y la nonata Constitución Europea.Rusia, todavía convaleciente tras la caída delLANUEVARUSIAcomunismo, es otra gran incógnita. Tras losaños de caos que siguieron a la desaparición de la Unión Soviética, elliderazgo de Vladimir Putin y los altos precios de los hidrocarburos hanreconstruido parcialmente su antiguo poder y por tanto es natural queuna Rusia más segura de sí misma exija de Occidente el respeto debidoa toda gran potencia.Cierto es que la administración Bush ha dado a los rusos motivospara creer que los norteamericanos les negaban ese trato. Cuestionescomo la instalación de un sistema antimisiles en Polonia o el apoyo deWashington a las candidaturas de Georgia y Ucrania para ingresar en laOTAN, han sido percibidas en Moscú, no sin razón, como redoblados intentos de cerco y auténticas provocaciones. La cuestión más delicada es,quizá, la de Ucrania: la base naval rusa de Sebastopol en Crimea, regiónautónoma de Ucrania, reviste carácter estratégico para Moscú. Cualquier amenaza ucraniana de acabar con el préstamo de estas facilidadesnavales puede llegar a ser un casus bellipara Moscú.De otro lado, como señalaba recientemente el profesor GeorgesNivat en relación al reciente conflicto de Georgia, los rusos pueden noNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 41]Alfonso López Peronatener ningún interés objetivo en tomar a su cargo territorios fuera de laFederación Rusa, pero sí lo tienen en protegerlos. Habrá que encontrarun equilibrio entre las veleidades neoimperiales del Kremlin, que sonciertamente inaceptables, y los legítimos intereses rusos, que Occidente no puede dejar de reconocer y respetarA lo largo de la historia de Rusia se han alternado las épocas de ensimismamiento eslavista con otras de apertura a Europa, en estos momentos su gran e ineludible socio económico y comercial. Si bien escierto que la Unión Europea necesita los hidrocarburos rusos, su primer artículo de exportación, no lo es menos que Rusia precisa venderlos a Europa, cuyos capitales y tecnología necesitan los rusos para modernizarse. En su necesario diálogo bilateral, la Unión Europea debeinsistir en la idea avanzada por Solzhenitsin en una de sus últimas obras:en Rusia coexisten un país próspero e incluso riquísimo con otro indigente. Esta paradoja sólo se puede salvar mediante el desarrollo interior,no mediante el expansionismo territorial.Rusia comparte con Europa y Estados Unidos el miedo al islamismo«jihadista», cuyos ataques terroristas sufre en sus republicas del Cáucaso, y padece la agresividad económica china en Asia Central y en áreascada vez más importantes de Siberia. Como indicaba Henry Kissingeren un artículo publicado por el International Herald Tribune el pasadoaño, cuestiones globales como la proliferación de armas de destrucciónmasiva, el medio ambiente o la economía mundial imponen la necesidad de cooperar entre las que el presidente Medvedev llama «las tresramas de la civilización europea» (Europa, América y Rusia).Potencias nucleares ambas y con crecimientos delCHINAEINDIAPIBque en 2009 se espera superen el 8 y el 7% respectivamente, aun a pesar de la recesión global, plantean un desafío económico sin precedentes a Occidente. De seguir las actuales tendencias,China será la primera economía mundial antes de 2050 y la India la tercera o la cuarta, posiblemente por delante de Europa. Volveríamos entonces a situaciones históricas pretéritas: la China ming o la India mogoldel siglo XVIeran más ricas y poderosas que la Inglaterra, la Francia o laNUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 42]Obama y el mundoEspaña de la época. Nada, por tanto,de lo que debamos sorprendernos,Todo indica que los Estadosaunque mucho de lo que debamosUnidos seguirán siendo la pripreocuparnos.mera economía mundial en losAunque «Chindia» sea un conpróximos dos decenios, comoglomerado heterogéneo y con intemínimo y, por tanto, seguiránreses geopolíticos diferentes, el desasiendo una gran economía y lafío comercial que plantean en estosprimera potencia mundial.momentos es el mismo, extensible aotros países del sureste asiático. Setrata de un mundo emergente que,por más que no sea nuestro enemigo, ciertamente sí es competidor directo de Occidente en la elaboración de productos manufacturados y enel consumo de materias primas que, en buena parte deben importar, empujando así sus precios al alza. Salvo que se practique un ingenuo «buenismo» a escala planetaria, es de prever que su auge, que está directamente relacionado con nuestro ocaso, les llevará a reclamar una porciónde poder acorde con su dimensión económica.La penetración de otros países emergentes en nuestras economías,que comenzó con el primer «shock petrolífero» de 1973, se instrumenta hoy a través de los «fondos soberanos». Me permito recordar que losde Singapur y diversos países del Golfo han tomado recientemente posiciones estratégicas en el capital de grandes bancos europeos comoUBS, Credit Suisse o Barclays., lo que, de nuevo, no puede dejar de tenerconsecuencias prácticas para nuestro futuro.Será muy difícil —aunque fuese deseable— aminorar el ritmo de laglobalización para poder adaptarnos mejor a sus imperativos y aunqueaquélla crea problemas comunes, los intereses no son los mismos paratodos los grupos de países. Por el contrario sí creo que existe una comunidad atlántica, que comprende a Norteamérica y Europa, basada eninstituciones y principios políticos homogéneos, en una tupida red deacuerdos y alianzas que los vinculan y en economías estrechamente interconectadas. Constituye el componente central de lo que llamamosOccidente.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 43]Alfonso López PeronaVIRTUDESYEXCESOSDELMODELOOccidente es una unidad deintereses y destino (a esteNEOLIBERALpropósito, estimo que seríamuy instructivo releer sin prejuicios el tan denostado «Clash of Civilizations», de Samuel P. Huntington) cuyos valores hunden sus raíces enel mundo clásico grecorromano, el cristianismo y la Ilustración y comparte un interés fundamental: negociar con otros grandes actores internacionales un nuevo equilibrio que permita estabilizar las principaleszonas de conflicto del planeta (ubicadas en el creciente islámico que losestrategas de la Administración Bush llamaban «Greater MiddleEast»), y poner en pie un marco institucional y regulatorio de la globalización que la haga aceptable para el conjunto de la comunidad internacional, sin que ello requiera que los países desarrollados deban empobrecerse.Dos palabras sobre el nuevo debate ideológico fruto de la crisis, que giraen torno a la relación Estadomercado. El patrón ideológico neoliberal,ahora en decadencia, se formó a partir de los años ochenta partiendo delprincipio de que el Estado era el problema y el mercado, la solución. Comotoda idea política es preciso considerar el neoliberalismo en su contextohistórico: el de la necesaria reacción, personificada de manera genial porRonald Reagan y Margaret Thatcher (por más que su retórica se compadeciese poco con la práctica de su gobierno, pues ambos dirigentes aumentaron considerablemente el gasto público de sus países), frente a losexcesos intervencionistas y redistributivos del «Estado de bienestar».El neoliberalismo ha tenido, entre otras, las virtudes de rescatar lavaliosísima obra de pensadores como Friedrick von Hayek, Ludwig vonMises, Wilhelm Röpke o Karl Popper, de hacer una crítica inteligentey necesaria de la socialdemocracia y de reconciliar el pensamiento económico con las realidades fundamentales inscritas en los mecanismosdel mercado. Pero como toda reacción ha incurrido también en excesosdogmáticos al negar las deficiencias del mercado y en burdas simplificaciones demagógicopopulistas al menospreciar el sentido y la utilidad de las instituciones públicas; en definitiva, el neoliberalismo se haconvertido, lamentablemente, en un liberalismo de Reader’s Digest.NUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 44]Obama y el mundoMerced a la crisis, estamos asistiendo al «eterno retorno» del Estado, al redescubrimiento de su importancia capital como institución jurídicopolítica que vertebra nuestras sociedades y garantiza que la actividad económica se pueda desarrollar eficazmente, a la constatación dela necesidad de un centro de poder objetivo que asegure el bien comúnpor encima de intereses sectoriales y partidismos. El Estado está, portanto, muy lejos de ser ese fardo inútil y costoso del que hablan algunosneoliberales, sin perjuicio de que se deba avanzar en su racionalizacióny en la búsqueda de su mayor eficacia.Es posible que estemos viviendo una nueva fase proestatista en esaalternancia entre «laissezfaire» e intervencionismo público que se havenido dando en el último siglo, en función de las frustraciones sucesivas que provocan uno u otro modelo. Pero lo cierto es que la estrictaoposición Estado intervencionista contra Estado abstencionista ya notiene sentido. Los Estados movilizan necesariamente una variedad cadavez más grande de instrumentos y políticas para mantener equilibrioseconómicos, dictar normas a favor de los consumidores y del medio ambiente y reasignar recursos con objeto de financiar infraestructuras oconservar el control de sectores productivos estratégicos. Y, por supuesto, son los únicos que pueden asegurar las tareas esenciales de toda comunidad política nacional: el orden interno, la defensa exterior y las relaciones internacionales. Finalmente, la Historia demuestra que laprogresiva formación del Estado, primero, y del Estado de derecho, después, ha sido una de las causas fundamentales por las que Occidentesobrepasó a los poderosos imperios de Oriente.En definitiva, está alumbrándose una época que deberá reencontrarun cierto reequilibrio entre lo público y lo privado, entre Estado y mercado; una época en la que tendremos que aprender a vivir de una manera menos dispendiosa en recursos económicos y medioambientales,que son limitados y costosos, y en la que asistiremos a nuevos equilibriosde poder que debemos negociar con realismo y sin concesiones a la ingenuidad.ALFONSOLÓPEZPERONANUEVA REVISTA 120 · DICIEMBRE 2008[ 45]