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Los caminos de Parsifal

Felipe Santos

Reseña de la ópera de Richard Wagner "Parsifal"

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Felipe Santos, “Los caminos de Parsifal,” accessed March 29, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1698.

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Title

Los caminos de Parsifal

Subject

Música y ópera

Description

Reseña de la ópera de Richard Wagner "Parsifal"

Creator

Felipe Santos

Source

Nueva Revista 121 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

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MÚSICALos caminos de ParsifalFELIPESANTOSParsifal, de Richard WagnerEvgueni Nikitin, Alexander Tsymbalyuk, Stephen Milling, Christopher Ventris, Serguei Leiferkus, Violeta Urmana Nueva producción del Palau de les Arts Reina Sofía, Werner Herzog (dir. escena) Corode la Generalitat Valenciana, Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, Orquestra de la Comunitat Valenciana, Lorin Maazel (dir.) Palau de les Arts Reina Sofía, Valencia, 7.11.08Escúchame con atención. Liturgia del relato en Wagner, de Enrique GavilánUniversitat de València, 2007, 280 pp.Música y religión. Mozart, Wagner, Bruckner, de Hans KüngTraducción de Jorge Deike Trotta, 2008, 174 pp.Richard Wagner nunca pensó que esta ópera se pudiera representar fuera deBayreuth. Fue su última criatura. Al igual que ocurrió con el Anillo, volvió aconcebir una obra de atrás a delante. Si la tetralogía comenzó por la muerte de Sigfried, Wagner concibe Parsifala partir de una extraña sensación.Una suerte de encantamiento, de hechizo, le invadió cuando se sentó enaquella terraza de Marienbad (Bohemia) y contempló la irrupción de la primavera. Era la mañana de Viernes Santo de 1857. Aquella experiencia le hizorecordar el poema medieval de Wolfram von Eschenbach sobre la figura delcaballero Perceval, heredero del clásico de Chétrien de Troyes. La inspiradamúsica que ideó en aquel momento, y que se conoce como Karfreitagszauber(Encantamiento del Viernes Santo), se puede escuchar en el acto IIIde Parsifal. Wagner llegó a decirle a su mujer, Cósima, que era lo más bonito que había escrito nunca.145FEBRERO 2009Aquella idea, junto con un esbozo general de la obra, madurarán en uncajón del escritorio del compositor hasta 1877, año en que decide componerla obra de forma definitiva. Habían pasado veinte años, durante los cualeshabía alumbrado gran parte de su obra. El año anterior culminó su proyecto más ambicioso: concluir la tetralogía de El Anillo del Nibelungo, con el estreno de sus dos últimas jornadas en el recién construido teatro de Bayreuth,un recinto hecho con el mecenazgo de Luis II de Baviera que reuniera lascaracterísticas ideales para la puesta en escena de sus dramas musicales.Parsifalfue compuesto con el mimo de un orfebre. No más de cuatrocompases diarios. Los revisaba y probaba hasta que quedaran perfectos. Fuela ópera de su despedida. Quién sabe si aquella lentitud no era un deseode alargar lo máximo posible su propia vida. El año 1880 lo pasaría en Italia dedicado por completo a la obra, que terminaría el 13 de enero de 1882.Ahora ya sólo quedaba estrenarla.IEl mejor Wagner, dicen, se hace en un teatro que está en lo alto de una colina muy cerca de Bayreuth, en Baviera. Allí, todos los veranos desde 1876,se representan varias óperas del compositor: el ciclo del Anillocompleto yotros títulos que varían cada año. El edificio se conserva con muy pocoscambios, mínimos, desde su apertura. El interior está construido de maneraque se puedan aprovechar todas las posibilidades acústicas que el compositor necesitaba para sus obras. Casi como las iglesias antiguas. Para Wagner,no era menos sagrado lo que iba a ocurrir allí dentro. Las butacas siguensiendo de madera y no hay salones, así que si alguien quiere salir fuera delauditorio en los largos entreactos, debe optar por la cafetería, el restaurante,que se encuentran fuera del recinto, o esperar a la intemperie. Sin más testigos que el cielo estrellado de Bayreuth, uno puede pasear sus pensamientos entre la agradable temperatura y el aroma de los abetos cercanos.Sin embargo, gracias a que nadie siguió las recomendaciones del compositor, hoy podemos ver un Parsifalfuera de Bayreuth, en ocasiones, con el146NUEVA REVISTA 121FELIPE SANTOSActo I, adoración del Grial por los caballerosmismo grado de acierto. Esto confirma el alcance universal de la obra deWagner. No deja indiferente a nadie y sus seguidores pueden contarse porlegiones en países con todo tipo de tradiciones culturales. Uno de esos lugares es el Palau de les Arts de Valencia. A punto de terminar un soberbioAnillocon la Fura dels Baus (ver n.º 112 de Nueva Revista), la presente temporada ha decidido abrirla con una nueva producción de Parsifal, aunquecon resultados desiguales.«Desde su estreno, Parsifalse ha ido transformando a medida que elpaso del tiempo y los diferentes usos a que ha sido sometido lo han idoarruinando», dice contundente Enrique Gavilán en su libro Escúchame conatención. Liturgia del relato en Wagner(Universitat de València, 2007). Paraél, esta obra no es algo estático. Ninguna ópera lo es, ni siquiera ningunaobra musical. Sobre ella gravita todo el peso del proceso histórico, comodiría Adorno. «En cualquier composición, cada intervalo, cada acorde, cadacolor está saturado por todos los usos que antes se han hecho de esos elementos». Como consecuencia, ha llegado a nuestros días con una cierta147FEBRERO 2009LOS CAMINOS DE PARSIFALperversión de la finalidad y la naturaleza de la obra. Así, no es de extrañarencontrarse con ciertas concepciones que resaltan el carácter anacrónico dela obra, «su precariedad, su agotamiento, su sordidez, su inverosimilitud,precisamente lo que Parsifaltiene de ruina». Diríamos, más bien, de piezade anticuario.Werner Herzog, autor de la propuesta escénica que hemos podido contemplar en el Palau de les Arts, peca precisamente de una excesiva descontextualización. La acción transcurre en algo parecido a la superficie de un planeta que no es el nuestro. Los caballeros del Grial visten ropajes demasiadoinspirados en películas de ciencia ficción como 2001: Una odisea del espacioo la serie de La guerra de las galaxias. Esta alusión visual, omnipresente enuna platea que cada vez tiene más referencias audiovisuales, tiene que sertenida en cuenta por los directores de escena. Así, mientras una gigantescaantena parabólica preside las reuniones, la escena del descubrimiento delGrial tiene que ver con las que se pudieron ver en el Bayreuth de los años sesenta, ideadas por Wieland y Wolfgang Wagner. Un recipiente de enormes dimensiones, réplica del Santo Cáliz de Valencia, aparece ante nosotros, iluminado desde abajo y proyectando un haz de luz hacia su cenit.«Abordar Parsifalcomo ruina significa renunciar a contextualizarlo, esdecir, a convertirlo en documento, a darle sentido a través de su inserción enel discurso histórico», dice el profesor de Teoría de la Historia de la Universidad de Valladolid, Enrique Gavilán. En su libro compendia nueve trabajosen torno a Wagner y su concepto del relato mítico como obra de arte. Estudia los recursos dramáticos que utiliza el compositor en esta ópera, comopor ejemplo, el Grial y el lado ceremonial, que ocupa una cuarta parte de laobra, y que emparenta con la misa del ritual católico.El acontecimiento del sacrificio no es un recuerdo, sino que ocurre nuevamente cada vez que se realiza. «El pasado no es simplemente lo que yano está y no puede ser recuperado, tan sólo evocado o representado; el pasado retorna perpetuamente porque no ha pasado sino que se convierteen presente eterno». El relato litúrgico es parte esencial de la ceremonia. La importancia de conocer el pasado, de meditar sobre él, está presente en148NUEVA REVISTA 121FELIPE SANTOSActo II, Parsifal en el jardi´n de Klingsorel arte teatral desde el Prometeo Desmotesdel dramaturgo ateniense Esquilo, que influyó tanto a Wagner. Gurnemanz, en un largo parlamento quetiene lugar en el acto I de Parsifal, pone en antecedentes al espectador detodo lo que ha ocurrido en Monsalvat. Lo más curioso para Gavilán es que,aunque los personajes ya deben conocer toda esta historia, no se la cuentan a Parsifal, que la desconoce por completo, cuando aparece. Gurnemanzle espeta una frase enigmática: «Zum Raum Word hier die Zeit(Aquí el tiempo se convierte en espacio)».En el acto II, Herzog vuelve a combinar elementos teatrales antiguos conalgunos contemporáneos. Es antiguo el truco de la lanza, que no puede evitar una sonrisa indulgente entre el público. Nos encontramos a un Klingsorencaramado a un andamio, desde el que juega con un potente cañón de luz. El jardín no es tal, sino que asemejan unas zarzas rojas quemándose.Las muchachasflor se han tornado en llamaradas antropomórficas que crepitan de pasión. Aun con todos estos contrastes, nos encontramos ante elmejor momento de la producción, en gran parte levantado por los cantantes.149FEBRERO 2009LOS CAMINOS DE PARSIFALChristopher Ventris y Violeta Urmana articulan un dúo de ensueño, con la soprano en particular estado de gracia. Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que es la mejor Kundrydel momento.Evgeni Nikitin encarna a un Amfortas que se arrastra desamparado por elescenario con su herida sangrante. Acentúa su patetismo la forma en que lotransportan: impedido de las piernas, se cuelga de un palo transversal quesostienen dos escuderos, como si fuera un crucificado camino del patibulum. Dice Enrique Gavilán en Escúchame con atenciónque «el Amfortas sufriente es un trasunto de Prometeo encadenado». Más bien creo que Amfortas somos todos nosotros, ese «mundo de la seguridad» del que hablabaZweig que no es capaz de ser feliz del todo a pesar de su nivel de bienestar. Es la herida que no se cierra nunca.II«Ese mundo que revaloriza el arte elevándolo a la categoría de religión se hadesmoronado; no nos hagamos ilusiones al respecto», dice el teólogo HansKüng en Música y religión. Mozart, Wagner, Bruckner(Trotta, 2008). Profesor emérito de la Universidad de Tubinga, decidió publicar este volumencuando un buen puñado de amigos suyos habían decidido invitarle a escribir sobre las relaciones entre música y religión en la obra de compositorescomo Mozart, Wagner y Bruckner. Entre ellos se encontraba Wieland Wagner,que le invitó a escribir en el programa de una de las ediciones del Festivalde Bayreuth sobre Parsifaly Gotterdammerung, la última ópera del Anillo.Tras dos guerras mundiales y el colapso de la cultura burguesa, el desencanto inundó todas las esferas de la humanidad. «Ciencia y técnica no supieron —ni saben— redimir al hombre, y tampoco la música y el teatro», dice Küng. Esta desacralización del arte también llegó a la colina de Bayreuth, sobre todo en la reanudación de los festivales tras la guerra.Se produjo durante aquellos años un cierto movimiento liberador de cualquier seña de identidad clerical o sacra en las representaciones, que llegó asu máxima expresión con Pierre Boulez y Patrice Chéreau.150NUEVA REVISTA 121FELIPE SANTOSActo III, Amfortas esperaCuando Wagner compuso Parsifal, aspiraba a dar forma definitiva a laobra de arte como algo sublime de lo que no es posible prescindir. «Wagnertrataba de crear un rito que integrara a intérpretes y espectadores en una comunidad», dice Enrique Gavilán. «Quien asiste al rito de Bayreuth experimenta la sensación de encontrarse en una dimensión diferente, que le hace consciente del carácter ilusorio del tiempo profano. La música constituye aquí laprincipal instancia creadora de esa percepción del tiempo». La creación deuna comunidad que, como la orquesta, «se concierta para crear belleza», quediría el maestro Abreu, fundador del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. Esa experiencia conjunta de lo bello es lo que Wagnerdesea sacralizar, proteger, conferir un significado trascendente que superenuestra dimensión humana, cotidiana y profana.El papel mediador decisivo de esa tarea «lo desempeña el abismo místico,el foso del Festspielhaus donde se encuentra la orquesta», dice Gavilán. Lamúsica es la guía, la fuerza transformadora que recorre todo el patio de butacas. La orquesta de la Comunitat Valenciana, que toca en el foso del Palau151FEBRERO 2009LOS CAMINOS DE PARSIFALde les Arts, es un excelente intérprete de ese papel que le confiere Wagner.En Parsifalpudimos escuchar un sonido denso y carnoso, dócil en las manosde Lorin Maazel desde el preludio. Sin embargo, la dirección discurre abrupta, como si le faltara descubrir la línea, el ritmo interno de la obra.IIIAunque los inicios de Wagner estuvieron en la esfera de influencia del filósofo ateo Feuerbach, su idea de la religión sufrió diversas modificaciones alo largo de su carrera artística. Podemos constatar que entre El arte y la revolución(1849) y Religión y arte(1880) hay un abismo en la concepciónwagneriana de la religión. Tristán, Tannhäuser, el Anillo del Nibelungo, sesuceden una tras otra hasta la composición de su última ópera, Parsifal, quese estrenará el 26 de julio de 1882, en el Festspielhausde Bayreuth.Wagner constata en esos años la necesidad de una trascendencia queayude al ser humano a salir del agujero moral y espiritual. Eso es precisamente Gotterdammerung, la constatación de que el hombre necesita ser redimido, en ese caso por el amor frente a las ansias de poder. Poco tiempodespués de hacer cabalgar a Brünnhilde hacia el fuego, escribe en Religióny arteque el arte lleva «por representación ideal de la imagen alegórica, a laaprehensión del núcleo íntimo de la misma, de la inefable verdad divina».La preocupación de sus últimos años estará en torno a la renovación delhombre, «que en cuanto alimaña—por brutalidad, delirio de poder, afánde poseer y belicosidad— se amenaza a sí mismo». Será la religión la quepueda ayudarle. La «verdadera» en contraposición con la «artificial», constitutiva de la sociedad burguesa, que ya venía criticando desde sus años revolucionarios.En su libro, Küng contradice a quienes creen que Wagner aspiraba aredimir a los espectadores que viesen el Parsifal. «Confiaba en que losespectadores llegasen, por obra de la música, la palabra y la imagen a percibir parte de la importancia y el vigor de aquella redención». En definitiva, un mensaje al mundo. «Arte, teatro y música no son sucedáneos de la152NUEVA REVISTA 121FELIPE SANTOStrascendencia, sino parábola de la misma. No es la apoteosis del arte elasunto de Parsifalsino hacer relumbrar lo inefablemente divino en laobra de arte».Una tarea que parece estar indisolublemente unida a lo esencial en lamúsica. Lo ha recordado el propio Benedicto XVI: «Estoy convencido de quela música es realmente el lenguaje universal de la belleza, capaz de unirentre sí a los hombres de buena voluntad en toda la tierra y de hacer queeleven su mirada hacia las alturas y se abran al Bien y a la Belleza absolutos, que tienen su manantial último en Dios mismo».Cuando terminó el estreno de su última ópera, Wagner tuvo la sensaciónde que todo lo que tenía que hacer ya lo había hecho. «De mí no puede esperarse nada más», le escribe a Luis II de Baviera. La representación resultóun gran éxito. Aún presenciaría quince funciones más antes de retirarse a Venecia, donde moriría el 13 de febrero de 1883. En el patio de butacas, músicos como Bruckner, Liszt, SaintSaëns o Léo Delibes presenciaron un espectáculo sin igual, que parecía agotar la forma musical. El director de orquestaFélix Weingartner se sorprendió a sí mismo bajando con paso incierto lacuesta que lleva del teatro a la ciudad, y recordando aquellas palabras deGoethe: «Y podrás decir que estuviste presente». 153FEBRERO 2009LOS CAMINOS DE PARSIFAL