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Carlos Marzal, la larga noche del alma

Julio Martínez Mesanza

Nos habla de Carlos Marzal, el poeta valenciano y a su publicación de "Los países nocturnos" que constituye uno de los hitos fundamentales de la poesía española.

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Referencia

Julio Martínez Mesanza, “Carlos Marzal, la larga noche del alma,” accessed March 28, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1597.

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Title

Carlos Marzal, la larga noche del alma

Subject

Leer poesía

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Nos habla de Carlos Marzal, el poeta valenciano y a su publicación de "Los países nocturnos" que constituye uno de los hitos fundamentales de la poesía española.

Creator

Julio Martínez Mesanza

Source

Nueva Revista 073 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426

Publisher

Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.

Rights

Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved

Format

document/pdf

Language

es

Type

text

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Carlos Marzal: la larga noche del alma JULIO MARTÍNEZ MESANZA no de los hitos fundamentales de la poesía española reciente lo Uconstituye la publicación de Los países nocturnos (Tusquets, 1996), del poeta valenciano Carlos Marzal. Con anterioridad, Carlos había dado a conocer sus poemarios El último de la fiesta (1987) y La vida de frontera (1991), ambos en Renacimiento, la colección dirigida por Abelardo Linares en la que han hecho sus primeras armas algunos de los más significativos poetas aparecidos durante estos últimos veinte años. La crítica ha alabado la maestría técnica de Carlos Marzal y ha destacado el carácter moral de su poesía. Esa maestría le sirve a Carlos para narrar con naturalidad y transparencia, incluso cuando se trata de difíciles introspecciones. El carácter moral otorga a su poesía una profundidad desacostumbrada en los tiempos que corren. Su poesía también es realista, o incluso naturalista, pero teniendo siempre en cuenta que ese naturalismo exterior está en función del hombre interior, al que aporta imágenes sensibles que le ayudan a explicarse. En los poemas de Carlos había antes desolación y humor, a partes iguales; ahora, el humor casi se ha ausentado por completo. Permanece la desolación, acompañada de una crepuscular ironía. El inédito Aullidos en septiembre es un ejemplo perfecto de la puesta en escena de esa desolación. Con extrema minuciosidad, Carlos nos introduce en los sutiles cambios que van anunciando el final del verano. La atmósfera exterior encuentra su correspondencia en el estado de ánimo del poeta. Hasta el oído del lector y, desde allí, hasta su alma, llegan los ecos fantasmales de la música acuática de las piscinas. De repente, aparece con fuerza un poderoso símbolo del abandono: los perros errabundos, los perros que ladran a la impávida luna. La identificación final del hombre que escribe el poema con el perro abandonado no supone, desde luego, ninguna concesión a la ternura, sino una intensificación de lo terrible. LA DIFÍCIL CLARIDAD Carlos Marzal Todo gran arte es difícil en sentido general; otra cosa es que resulte oscuro, y otra muy distinta que su oscuridad merezca la pena. El gran arte con apariencia transparente es difícil de componer y aborda los más difíciles problemas de la existencia. Hay muchos asuntos vitales que viven en la bruma, sin respuesta, y por más que pretendamos iluminarlos nuestra mirada siempre es difícil y brumosa. Existe toda una tradición artística del pensamiento que se nutre de la difícil claridad. Ascender cumbres siempre resulta dificultoso, pero sólo desde la cima se contempla con nitidez el paisaje y se comprende el horizonte. No ignoro que la mayor parte de los lectores y escritores abominan de todo lo que suponga un verdadero esfuerzo. Eso ha ocurrido en cualquier época del arte y seguirá pasando, porque la población es holgazana y siente vértigo con solo encaramarse a un taburete. Ante la haraganería de sus conciudadanos, un escritor no puede hacer nada, salvo seguir disfrutando de su afición alpinista con un privado desdén olímpico de buen tono, y destinarles una cierta conmiseración por todo aquello que no ven quienes viven en el páramo. AULLIDOS EN SEPTIEMBRE Ha cambiado la luz: esto es septiembre. La fórmula del aire ha padecido la imperceptible mutación fatal que sólo se percibe en el espíritu; esta milmillonésima unidad de nostalgia que flota alrededor y que electriza la túnica inconsútil de las tardes. El peso de la luz lo ha transformado la eterna proporción de nuevos óleos que enturbian hacia el gris la transparencia; los plomizos pigmentos que averiguo en la balanza de la hipocondría, y cuya nada impregna el horizonte. Ya se ha desvanecido en el silencio el rumor entusiasta de los veraneantes, y las casas adquieren su pátina lunar, su quietud de artilugio al que nadie da cuerda. Las piscinas difunden con un escalofrío el eco fantasmal de su música acuática. Entonces aparecen errabundos los perros que abandonan a su suerte. Como cada septiembre, merodean con aire de filósofos amargos, y ladran mendicantes a una luna que los contempla impávida en su cielo. ¿Y en qué roto verano sucedió mi extravío? ¿A quién se le ocurrió la idea de perderme? ¿Dónde estuvo la casa de mi sueño y mi dueño? ¿Acaso algún ocioso turista rezagado compondrá en su indulgencia mi elegía? Septiembre se derrumba hacia una luz incierta. Y el perro que ahora escribe aúlla en esta página.