Nueva Revista 063 > La última carta de Charlotte Bronte
La última carta de Charlotte Bronte
José María Merino
Sobre un relato titulado "La última carta de Charlotte Brönte".
File: La ultima carta de Charlotte Bronte.pdf
Número
Referencia
José María Merino, “La última carta de Charlotte Bronte,” accessed November 22, 2024, http://repositorio.fundacionunir.net/items/show/1377.
Dublin Core
Title
La última carta de Charlotte Bronte
Subject
Relato
Description
Sobre un relato titulado "La última carta de Charlotte Brönte".
Creator
José María Merino
Source
Nueva Revista 063 de Política, Cultura y Arte, ISSN: 1130-0426
Publisher
Difusiones y Promociones Editoriales, S.L.
Rights
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, All rights reserved
Format
document/pdf
Language
es
Type
text
Document Item Type Metadata
Text
La última carta de Charlotte Bronte JOSÉ MARÍA MERINO Rectoría de Haworth, dichado de todos, mi memoria se 26 de febrero de 1855 empeñase en mantener su voz implorante y perdida entre esas rachas Para Ellen Nussey sonoras. Yo me siento muy mal, querida Querida Ellen: Ellen, pero no es éste el momento de hablarte de unos sufrimientos que La primavera no acaba de apuntar en nada consigue aliviar, aunque mi los páramos, y el viento del invierno querido esposo Arthur me cuida con gime todavía sin cesar. Por las noches toda ternura y paciencia. Escribir me es un largo suspiro que se alarga y que ayuda a olvidar mi enfermedad, aunsólo descansa para recomenzar enseque temo que llegue a estar tan agotaguida con más fuerza, como el lloro da que no pueda hacerlo. Ya ni siquiede un niño desesperado por la ausenra soy capaz de manejar la pluma, y cia de su madre. Pero también puede debo valerme sólo del lapicero, pero sonar como una larga risa, que unas no sabes cuánto esfuerzo me cuesta. veces parece alegre y otras cargada de Aunque el gusto de hacerlo, y de tristeza. Después de la muerte de mis comunicarte mis pensamientos, hermanas, mientras yo pensaba en compensa con creces lo penoso de la ellas, el viento era su voz diciendo mi tarea. Hoy me he puesto a escribirte nombre. En ocasiones lo oía tan clanada más despertar, porque he tenido ramente que me incorporaba en el un sueño que me ha hecho sentir lecho, desazonada. Pero con los días intensamente, de una sola vez, volvía a sentir que era solamente el recuerdos y evocaciones que antes viento en los páramos, el viento únicamente venían a mí de manera como risa, como lamento. Cuando ocasional y dispersa. Sé que a ti, tan murió el pobre Branwell, el viento serena y tranquila, no te asalta, como simuló sus llamadas mucho más a mí, una imaginación desbocada, tiempo, como si, por ser él el más desfuriosa, ni la sensación de estar pletóde bajar al aposento de mi padre para rica de un vigor y de una energía parepedir su bendición, según acostumcida a la de esos vientos embravecibramos desde la niñez, y durante un dos que recorren el páramo, a la de las rato fantaseé con el gemido de ese olas gigantes que una galerna puede viento melancólico que, también levantar, y hasta a la de la lava ardiendesde la infancia, ha sido la música te que, según cuentan los viajeros, principal de mi vida, la melodía que brota violenta de las entrañas de la impregna, incluso cuando no la oigo, tierra. Esa sensación tengo, querida toda mi persona, como creo que Ellen, debajo de la evidente debiliimpregnaba la de mis hermanas, con dad de mi cuerpo, tan insignificante y más vigor que los propios recuerdos castigado por la enfermedad. Y todade Branwell, Anne y Emily tocando vía sigo sorprendida y admirada de en la salita alguna melodía de nuesque una fragilidad como la mía pueda tro admirado G. F. Haendel. Sentía albergar tal imaginación, cargada, pasar al viento y me dejaba llevar en con fuerza y hasta con violencia, de su sonido como si yo fuese esa risa, o sueños tan esplendorosos y magnífiese gemido con que la naturaleza cos. Tal vez ese poder de soñar por parece celebrar o lamentar lo que los encima de la miseria de nuestra conhumanos no podemos entender. De dición es lo que nos hace de verdad repente, dejé de oírlo. El viento ya divinos, querida Ellen, y disculpa si no se movía, Ellen, ni era invierno, y digo estas cosas que pueden parecer por la ventana de pronto entreabierun poco heréticas, aunque me tranta se derramaba en mi alcoba un claquiliza saber que, de acuerdo con tu ror lunar y penetraba el aliento vieja promesa, también quemarás suave del tiempo de verano. Me esta carta. Acaso la exaltación que levanté entonces, bajé las escaleras ahora mismo estoy sintiendo tenga y salí de casa. Ya no sentía cansancio mucho que ver con la fiebre, aunque ni languidez. La luna brillaba entre no es raro en mí constatar que una las lápidas de las tumbas, en el vida más pujante y vigorosa, la vida cementerio que se extiende frente a de mi espíritu, está escondida debajo la rectoría, como señalando con de mi cuerpo mortecino. aquel fulgor el triunfo de la muerte, pero ya no había en mí temor alguPero me he puesto a escribirte no, sino una extrañeza llena de júbipara contarte un sueño que he tenilo, una disposición fervorosa a do esta misma noche. Me dispuse a encontrar la fuente de una segura dormir muy pronto, como hago alegría. desde que estoy tan enferma, después melodía era la alemanda del octavo No había una sola nube y la luz concierto de nuestro amado Haenlunar incitaba a la melancolía pero del. Y alrededor, las aguas cayendo también a una benéfica serenidad. Yo entre las piedras brillantes, y los eché a andar por el sendero que lleva musgos de superficie aterciopelada, a las cascadas, entre las colinas y los helechos, y los ojos de una rata que brillaban en la noche. Pronto de agua brillando súbita entre los Haworth y las viviendas humanas juncos. desaparecieron a mis espaldas y quedé yo sola en el páramo, iluminado por el Me esperaban, Ellen, todos mis reflejo de plata, con el aroma de los queridos hermanos muertos me espebrezos y los cantos de los pájaros nocraban, y todos me recibían con una turnos y los sonidos de los insectos. Yo sonrisa, como si no hubiesen desapasentía el corazón de la noche inmenrecido en el transcurso de los años, las sa como el lugar más puro de una solepequeñas hace tanto, tanto tiempo, dad que sin embargo mostraba, en los sino que aquel encuentro perteneciereclamos de las aves y de las pequeñas se a una excursión planeada aquella bestias de la hierba, el bullicio de una misma tarde, y sólo hubiésemos dejavida multiplicada e invisible. Pronto do de vernos unas horas. Nos agrupacomencé a oír el rumor de la cascada, mos y echamos a andar por el sendero pero en su sonido se mezclaba otro que lleva a los páramos altos, allí que enseguida identifiqué como el de donde tanto hemos jugado de niños, una flauta. La melodía de la flauta se hasta llegar a las viejas ruinas que unía al sonido de la cascada, y ambas para nosotros eran, también de formaban un dúo cristalino que resoniños, el castillo del duque de Zamornaba como una llamada. Y cuando na, cuando intentamos la Gran Conme acerqué, Ellen, vi las sombras federación del Pueblo de Cristal, con blancas de todos. Estaban allí quiesus murallas e infinitos torreones, y tos, esperándome. En mitad del Verdópolis, y Angria, y las islas lejapuente, las pequeñas figuras de María nas, el País de Gondal y Gaaldine. y Elizabeth, en la misma edad en que Nadie sabía cuál había sido el origen murieron. A un lado de la cascada, de aquellas ruinas, pero para nososobre la roca en que tanto le gustaba tros estaban habitadas por fantassentarse a leer, Emily, con un libro en mas poderosos, por espectros que las manos, y a su lado Anne, con un nos traían esas evocaciones de las gloramillete de brezo. Y sentado más rias antiguas, de los lances caballeresarriba, en la escarpadura, Branwell. cos y de las aventuras fabulosas. Por Era él quien tocaba, y descubrí que la eso, cuando nuestro padre le regaló a hechos maravillosos del mundo, para Branwell los doce soldaditos de que nosotras los reconstruyésemos en madera, Emily, Anne y yo, escogiel país de los pensamientos. mos cada una el que más nos gustó y le dimos el nombre que le conSi la naturaleza es capaz de tanta vertiría en personaje importante belleza y de tanto furor, si la naturaleen nuestras invenciones. za lleva en sí tanto poder, ¿por qué los humanos nos conformamos con Y estábamos allí otra vez, recornuestra mediocridad? Yo estaba dando nuestros juegos de infancia, y rodeada por mis hermanos, bajo la los diminutos libros que habíamos luna de verano, en medio de los fabricado y escrito sobre las hazañas páramos salvajes y desiertos, y todas de aquellos reinos, y las pequeñas, mis penas habían desaparecido. Ni que habían muerto antes de que siquiera recordaba mis oscuros tiemlos inventásemos, nos escuchaban pos de institutriz, esa profesión que es admiradas. Yo narré las crónicas de la más triste que puede tener una Gondal, y cómo fue conquistada mujer, ese pasar sin existencia privaAngria, y en la noche de verano resoda, que nadie valora, esa reclusión de naba mi voz cantando la pasión de los extranjera en una casa donde todo es héroes y de las heroínas, los hechos ajeno y lejano, reducida a la exclusiva de guerra, los grandes e imposibles y tiránica compañía de unos niños que amores y las terribles desesperacioconocen su propio poder y aborrecen nes. Ahí, en esas ensoñaciones, naturalmente la labor de la intrusa. vibraba la conciencia de una vida Todas mis penas habían desaparecido, más estimulante que la que de contiy hasta la carta de ese poeta que un día nuo vivíamos en la rectoría, y aún de tanto admiré, en que me dijo que la la que vivían la mayoría de nuestros literatura no puede ser el oficio de una compatriotas y hasta la mayoría de mujer, no debe serlo, pues quién los demás habitantes del mundo, y entonces realizaría las tareas que percomprendíamos que todas aquellas miten que los hombres escriban. fantasías no sólo nos las habían sugerido nuestras lecturas y los cuentos de Nosotras, por la virtud y la fuerza la viej a Tabby, que había visto en perde aquellos páramos inhóspitos y salsona a los duendes antes de que los vajes, ungidas por la monotonía lúguechasen las fábricas, cuando la gente bre de la lluvia y el fulgor implacable todavía hilaba a mano, sino los murde la nieve, bendecidas por el beso mullos del viento en los páramos, de hada de aquel viento gimiente, pues el viento estaba cargado de palahabíamos conquistado Angria, y el bras secretas que contaban todos los país de Gondal, y habíamos empezado de la iglesia parroquial. Y en aquellos a llamar la atención del mundo litemomentos, sobre los suaves sonidos rario cuando publicamos, con la de la noche llegó hasta nosotros, herencia de la pobre tía Elizabeth, todavía muy leve, el tañido de las aquel librito que firmábamos con campanas. ¡Era también tan transtres nombres supuestos, ambiguaparente, en mitad de la noche, debamente masculinos, de hermanos. Y jo del intenso fulgor lunar, esa voz de luego habíamos escrito y publicado cristal y de lágrima! Y enseguida nuestros libros individuales, y esa supimos lo que significaba el toque sólida sociedad que ignora el valor de lento, lento, repetido monótonala naturaleza, el poder real del coramente. Todos lo supimos, y mis herzón humano, el sentimiento de manas y mi hermano me miraban libertad que ningún espíritu debe porque aquella vez la campana no doblegar, el poder insoslayable de la doblaba por ellos sino sólo por mí, imaginación, esa sólida sociedad que Ellen, la campana doblaba por mí, y se escandaliza todavía leyendo a yo estaba muerta en esta misma Byron y que ya casi ha olvidado a cama, en la casa familiar, pero estaba Scott, había quedado desconcertada. también allí, en el páramo, sintiendo Es todo lo que pido en vida y muerte, que formaba parte para siempre de su un alma libre, y valor para aguantar, salvaje vigor y hasta de ese resplanhabía escrito Emily en uno de sus dor de la luna que alumbra el mundo últimos poemas, y allí estábamos desde su nacimiento y que lo seguirá todos, con el alma libre y sin perder, alumbrando después de que todos cada uno de nosotros, el valor que nosotros nos hayamos ido. habíamos tenido en el mejor y más intenso momento de nuestras vidas. Y a pesar de lo lúgubre del sueño, Entonces, Ellen, regresamos a me desperté sintiendo una misteriosa casa. La luna hacía brillar los lomos alegría, y con la fuerza de esa alegría de las colinas y el paisaje iba moviénme he puesto a escribirte. Seguradose a nuestro paso. Dejaba asomar mente es la fiebre también la que las nuevas ondulaciones, o se queme sostiene. Espero que perdones braba en las vaguadas, donde se las razones insensatas que puedas podía oír el sonido de los arroyos y el encontrar en esta carta, que debes croar de las ranas. Al fin contempladestruir enseguida, como habrás mos, a lo lejos, la silueta de nuestro hecho con todas las anteriores. hogar, la vieja casa rectoral, y hasta Escríbeme pronto, querida Ellen. el brillo de las lápidas, y más lejos, en Te quiere tu amiga, una cota más baja, la torre almenada Charlotte